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SUICIDIOS, corresponsabilidad del Estado?

Una investigación de
Lilian Rosales de Canals.


"Sólo Dios sabe cuántas veces me he dormido con el deseo y la esperanza de no despertar jamás"… dice Werther, el joven personaje de Goethe apesadumbrado por la pena de amor, que decide quitarse la vida. Boom y controversia en el siglo XVIII, la obra fue considerada inspiración de una serie de suicidios desatados tras su publicación y la venta sería suspendida en Italia, Dinamarca y Alemania. Dos siglos más tarde el sociólogo David Phillips retomaría la trascendente anécdota para acuñar en su memoria el término "efecto Werther" e identificar así aquellas conductas suicidas por imitación tras la divulgación sensacionalista de un incidente concreto.

La historia recoge innumerables casos que han entretenido en estudio a expertos y científicos del comportamiento. Desde la maravillosa melodía del húngaro Rezsö Seress (Gloomy Sunday, 1933) que se vio revestida de leyendas acerca de su poder contagioso para incitar al suicidio, hasta los más recientes y mediáticos casos de Marilyn Monroe y la llamada epidemia de suicidios del 62, Kurt Cobain en 1994 o la japonesa Yukiko Okada en el 86 (que da nombre al síndrome de jóvenes suicidas bajo el Monte Fuji). La lista incluye también la publicación del libro Final Exit (1991, EEUU) un manual de autoayuda que ofrece alternativas de "liberación autolíticas" a enfermos terminales e incidiría en el aumento de suicidios (313%) en New York  para el año de su publicación. Singularidades aparte, imaginamos que los expertos ya habrán separado el trigo de la paja.




Pese a que pareciera obra de la mera especulación, numerosos estudios han demostrado la influencia de los medios de comunicación masiva en el incremento de las tasas de suicidio. Al parecer la divulgación de detalles de un suceso se ha identificado como un poderoso estimulo a la imitación, en colectivos vulnerables y pudiendo determinar inclusive la selección de sus métodos autodestructivos.

El incremento de los suicidios vinculados a la crisis económica desatada en 2008 en Europa, y fundamentalmente a los desahucios en España han sido cubiertos con mejor o peor tratamiento informativo por los medios en el cumplimiento de sus labores y en otros casos, como es habitual, persiguiendo una mayor audiencia. Protagonistas como la PAH han denunciado los efectos perturbadores de la desgastante crisis en el arrebato de los derechos fundamentales del ciudadano y colectivos como el 15M ha elaborado una lista en Wikipedia intentando persuadir a la colectividad y registrar el número de casos de suicidio en España, en aumento,  vinculados con la crisis y los desahucios (que excluye las tentativas). 

Funcionarios de Calviá (Mallorca) retiran el cuerpo sin vida de uno de los dos jubilados que se quitaron la vida antes de ser deshauciados de su piso en febrero de 2013.
Pero medios informales, entre ellos diversos blogs, señalan que desde organismos internacionales existe una "conspiración" para acallar las voces de denuncia al respecto. Señalan en particular a un comunicado dirigido a "periodistas y colectivos relevantes" en la materia, emitido por la Iniciativa Mundial de la OMS para la Prevención del Suicidio, que a mi juicio tan solo pretende instaurar criterios para evitar incidentes por imitación. Aunque en la misiva su frase: "Se debe oponer resistencia a informar el comportamiento suicida como una respuesta atendible a los cambios o la degradación social o cultural", constituya una pauta de difícil cumplimiento para los comunicadores convencidos de las injusticias reinantes tras la depresión económica, e informados debidamente de los hallazgos científicos en la materia.


La crisis actual es despiadadamente privativa. A la mengua económica o socio-laboral que padecen los ciudadanos se suma la terrible indefensión impuesta por la normativa privada de bancos y corporaciones, así como la preceptiva forzosa del Estado de nuevas tasas y obligaciones, y por si fuera poco, de restricciones para protestar y demandar protección. La inmovilización para la que ninguno se encuentra preparado, supone el quebranto de la propia salud mental. Los ciudadanos entonces quedan sometidos por una doble pérdida, la material y la de su voluntad. La depresión, la autoinculpación y la falta de control, resultan un trace disociativo que termina en muchos casos en autolesión. Por si fuera poco, la merma en la calidad asistencial, consecuencia de los recortes y la falta de políticas sociales específicas para esta problemática, firman la capitulación. 



Convenimos entonces que se trata de un asunto ante el cual es imposible callar. No precisamos obviar la recomendación de los expertos quienes sostienen que constituye una conducta de origen multifactorial  y que asociarla a un solo agente resulta peligroso ejercicio de simplificación de cara a la interpretación que hagan de él los colectivos vulnerables. Debemos explicar por lo tanto, que la crisis es un potente ingrediente capaz de disparar trastornos mentales que pudieran derivar en conductas autolíticas.

Partiendo de esta premisa, es para la prensa un dilema a resolver sobre la base del sentido común, evitando a toda costa el sensacionalismo y señalando a los posibles agentes causales sobre la base de estudios debidamente argumentados. A este respecto la revista The Lancet publica "Crisis financiera, austeridad y salud en Europa" (2013) donde señala a la recesión como "una de las causas fundamentales" en el incremento de la tasa de suicidios en la región. Analiza la debacle financiera y económica desde sus orígenes, la incidencia sobre la salud de la gente común y aborda las políticas sanitarias desplegadas desde los diversos países para responder a los cambios impuestos en sus sistemas sanitarios. 


Pero esencialmente el estudio sostiene: "a pesar de que las recesiones suponen irrefutables riesgos para la salud, la interacción de la austeridad fiscal con la crisis económica y la debilidad de la protección social es lo que parece en última instancia acrecentar la crisis sanitaria y social en Europa. Las decisiones políticas sobre la forma de responder a las crisis económicas tienen efectos profundos e imprevistos en la salud pública". Es imposible para la prensa hacer caso omiso a estos hallazgos. 


Subraya explícitamente las medidas de austeridad adoptadas por Grecia, España y Portugal como agentes causales del consabido decrecimiento de sus economías y del estrés progresivo de sus sistemas de sanidad, así como de la frecuencia de suicidios y brotes de enfermedades infecciosas, mientras los recortes presupuestarios han restringido el acceso a los servicios de salud. Como contrapartida al manejo ineficaz de la crisis destacan el caso de Islandia -que rechazó la austeridad mediante votación popular- y donde la depresión financiera parece haber tenido pocos o ningún efecto relevante sobre la salud.

Desempleo y deterioro de la salud
El empeoramiento del empleo y otros indicadores económicos (PIB por persona, horas trabajadas y mediciones alternativas del paro), inciden en la mortalidad por causas específicas de diferentes maneras, según Marina Karanikolos, Jonathan Cylus y Cía. responsables del informe. Un aumento del desempleo del 1% se asoció con un aumento de los suicidios y los asesinatos, pero disminuyó las muertes por accidente de tráfico, mientras que un aumento del 3% o más, se asoció con el incremento de las muertes relacionadas con el alcohol. Y subrayan que los efectos del aumento del desempleo pudieron haber sido mitigados sustancialmente con programas de protección social. 

En este sentido, destacan a Finlandia y Suecia, especialmente porque disociaron el veloz aumento del desempleo en los ´90 con las tasas de suicidio (que continuaron disminuyendo) al mostrar un fuerte compromiso de apoyo social durante épocas de crisis. Desarrollaron verdaderos programas activos de inserción en el mercado laboral con aparentes efectos protectores en la salud de la población. Mientras para los países  donde fue preciso la inyección de dinero europeo al torrente bancario (Grecia, Portugal y España fundamentalmente) las controvertidas políticas de austeridad se han traducido en desempleo, recortes, mayor déficit público y caída de los ingresos fiscales, en una dinámica anómala que se retroalimenta, mientras dilapida el sistema de salud y la salud misma de los ciudadanos.

Una viñeta del humorista Darío que reseña la caída de las clases medias en Europa.
El estudio confirma  que la prevalencia de problemas psicológicos en las personas desempleadas (34%) es más del doble que en las personas empleadas (16%) y los efectos negativos del desempleo sobre la salud mental son menores en los países con un fuerte sistema de protección del empleo que en aquellos con escasa protección laboral. Los problemas de salud en los grupos de desempleados son, en buena medida, resultado de la reducción de los recursos financieros. La duración del desempleo también se correlaciona con un mayor riesgo de mortalidad. El desempleo se asocia con un aumento de conductas poco saludables y afecta a la salud mental, con un incremento de desordenes psicológicos y de conducta, así como del riesgo de padecer enfermedades psicosomáticas y cometer suicidio.

Los autores sostienen que "el efecto de los cambios económicos en la salud depende de en qué medida las personas se encuentran protegidas de sí mismas, de los daños que puedan infligirse". La Gran Depresión de los EEUU coincidió con la prohibición del alcohol, en parte como una medida protectora del gobierno. No cabe dudas que en la “España del gusto por la pela", nada de esto se ha contemplado. Al menos en ocasión de aflojar toda restricción cuando la mejor idea para recaudar habían sido los casinos, ignorando las advertencias de psiquiatras y psicólogos en torno a los riesgos que supondrían para la salud pública en materia de alcoholismo, drogadicción y ludopatía. 

Las diversas formas de afrontar la crisis desde los Estados miembros han dejado en evidencia la mala gestión no solo fiscal previa a la crisis sino la ineficiencia en cuanto a la estrategia posterior aplicada en países como Grecia, España y Portugal en materia de salud y políticas sociales.


Cabe señalar que muchas conclusiones son probable-mente una subestimación del verdadero impacto de la crisis económica sobre este flagelo debido al estigma que representa, a la ausencia de datos o a los reglamentos de las pólizas de seguros que los disfrazan de accidentes o muertes por causas indeterminadas. Por cada suicidio consumado hay 30 o 40 intentos y por intento, una decena de personas con ideación suicida. Cifras de un gran valor epidemiológico que no son contabilizadas y que podrían dar idea del verdadero alcance de las afecciones mentales entre la población.

Según el Teléfono de la Esperanza, la ONG dedicada a la salud emocional de las personas, el número de llamadas anunciando suicidios se incrementó un 30% en España (2012). La mitad de las llamadas escondía un problema de ansiedad provocada por la crisis. Muchas voces coinciden en que los intentos de suicidio se han multiplicado durante los últimos meses en España como consecuencia de las dramáticas condiciones que padecen las víctimas amenazadas de desahucio. Del mismo modo los médicos españoles de atención primaria han registrado una incidencia significativa de trastornos mentales en consulta: 19,4% en los diagnósticos de depresión, un 8,4% en los de ansiedad, un 7,3% de trastorno somatoformo y un 4,6% de alcoholismo entre 2006/2010 (European Journal of Public Health). 


Según el Instituto Nacional de Estadística (INE): el suicidio constituye hoy la primera causa de muerte no natural y la segunda causa de muerte total por detrás de los tumores en el país. Con un aumento del 11% para 2012 y 3.539 casos/año es la mayor tasa registrada desde 2005. 

Pese a que los resultados desde el punto de vista estadístico no parecen ser alarmantes ya que se mantiene el coeficiente por debajo de la media de la UE, los expertos han hecho un llamado atendiendo a la persistencia del "agente estresor": la crisis, las medidas de austeridad y la ausencia de políticas de protección suficientes.




El excelente trabajo fotográfico de Olmo Calvo retrata el dramatismo de los desahucios.
Carta de rendición

A razón de ello, la amenazada salud mental de los habitantes demanda de esfuerzos convenientes, clama por el desarrollo e implementación de programas de intervención para colectivos afectados, y de prevención para aquellos vulnerables. Los desahucios, con su experiencia de despojo e indefensión, tendrán que ser un asunto prioritario.


Las cifras conocidas expresan la realidad de un año y pocos meses atrás. Ubicados en el epicentro de la crisis desconocemos las secuelas que podrían dejar la larga lista de expedientes por desahucio que abarrotan los juzgados a pesar de los esfuerzos, la solidaridad y la valentía con la que individuos y grupos comprometidos como la PAH intentan aliviar la problemática en un sistema que ahonda en inequidades.

Desde hace más de 40 años, la OMS recomienda la elaboración y aplicación de estrategias de prevención del suicidio, y en 1969 publicó un documento que reconocía la importancia de incorporar su prevención en la salud pública. En 1984, la oficina regional para Europa incluyó como objetivo la reducción del suicidio. En la actualidad tales acuerdos son solo un buen punto de partida pero resultan insuficientes.

Desde el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya en diciembre pasado se anunció el seguimiento casuístico de las personas en riesgo de cometer autolisis bajo el nombre de Código Riesgo Suicidio, toda vez que el suicidio constituye una causa de muerte que supera los accidentes automovilísticos en la C.A.  Desde el resto de España reclaman la puesta en marcha de un plan similar.

Tras el más de medio millón de desahucios entre 2010 y 2013 sendos titulares le han puesto nombre a la tragedia que ya es colectiva. El suicidio es entendido como la respuesta de quienes lo han perdido todo, expresión de su indefensión ante una amenaza incontrolada y una falta de protección. El Estado debe asegurar el amparo mínimo a estos sectores, lo contrario será no solo evidencia de incapacidad sino de corresponsabilidad en la vulneración de los DDHH. Instalados ahora más que nunca en "la España de verdad"- parafraseando a Soler en su artículo para El País-  nuestras vidas requieren de toda la entereza, responsabilidad y solidaridad para construir un entorno más digno. Es preciso exigir las debidas garantías sociales y sobre todo, extender la alarma a otros sectores como la educación, con el objetivo de  remarcar que el suicidio no es más que una carta de rendición.

Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado.   Napoleón I (1769-1821) 



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