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OCÉANOS PLÁSTICOS. La contaminación de los mares

Escribe Marcelo Espiñeira.

La polución plástica de los océanos es un fenómeno que los científicos han avizorado en las últimas décadas y sobre la que han emitido alertas de forma más insistente desde principios de este siglo. La magnitud del problema ha crecido en paralelo con el fuerte desarrollo industrial del sudeste asiático, tal es así que existen informes muy recientes confirmando que más de la mitad de los residuos plásticos que terminan en las aguas de los mares proviene de cinco países: China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka. 

Sin intenciones de señalar a un único culpable, el estudio de la Dra. Jenna Jambeck -de la Universidad de Georgia (EEUU)- descubre que 8 millones de toneladas de plástico acaban en los océanos anualmente. Esta brutal cantidad equivale a cinco bolsas de supermercado llenas de desechos plásticos por cada 30 centímetros de costa en todo el mundo. 

8 millones de toneladas de plástico acaban en los océanos anualmente

Está comprobado que estos desperdicios tardan demasiado tiempo en ser reabsorvidos por el ecosistema marino, en algunos casos serían siglos y en otros no se podría confirmar siquiera su posible integración al medio natural. Una botella plástica tardaría 450 años en desintegrarse totalmente, lo mismo que un pañal desechable. Una manzana tan solo dos semanas, un envase de cartón en dos meses y una línea de sedal de pesca precisaría de 600 años para desaparecer. Las latas de aluminio resisten 200 años y las colillas de cigarrillo hasta 5 años. El peor caso es el de las botellas de cristal, pues no se ha podido estimar el tiempo que toman en desintegrarse.


Otro estudio presentado a finales de 2014 por la Ong 5 Gyres Institute consiguió darle una cifra aproximada al material plástico que flota en los mares. La escalofriante cantidad de 270.000 toneladas es el resultado de décadas de una irresponsable relación entre nuestra civilización y los océanos. Como la marea todo lo arrastra seguro hemos creído que los plásticos desaparecerían de alguna manera. Sin embargo siguen allí y las corrientes marinas se encargan de reagrupar nuestra basura en islas gigantescas, cuya ubicación responde a los remolinos de los océanos. Las hay en el Pacífico Norte y Sur, el Indico y el Atlántico Norte y Sur. En estos vertederos flotantes permanecen las partículas más grandes por mucho tiempo hasta que la erosión las desgasta y convierte en nanopartículas que acaban cayendo a los lechos marinos o integradas en la cadena alimentaria. Es decir que los peces terminan incorporando estas micropartículas en su dieta y luego nuestros propios organismos. Así, nunca desaparecen.

Para graficar mejor la cantidad de plástico que flota en los océanos diremos que representan la carga de 11.000 camiones de transporte. Este inmenso lastre trasladado al océano indudablemente pondrá en peligro el delicado equilibrio de la fauna, con consecuencias poco estudiadas en el complejo proceso de la alimentación mundial.


En cuanto a la distribución de los desechos flotantes, el informe de 5 Gyres Institute sorprende cuando determina que el océano Indico es el más contaminado. Aunque el giro del Atlántico Norte y el Pacífico Norte contengan algo más del 55% de las partículas plásticas en flotación, se confirma así que no importa demasiado en qué costa se arroje la basura ya que posteriormente los giros oceánicos se ocupan de reorganizarla.


La producción mundial de este material derivado del petróleo aumenta cada año (245 millones de toneladas métricas en 2008), y con ella la cantidad de desechos que se introducen en el medio ambiente y los océanos, especialmente en regiones donde las prácticas de gestión de residuos no se actualizan con el aumento de la producción industrial. De esta manera, China se responsabiliza por el 28% de los desechos plásticos arroajados al mar.

Pero el problema no acaba en el desarrollo industrial chino. En 2009, Europa consumió 45 millones de toneladas de plástico y 11 millones terminaron en vertederos o en el medio ambiente. Tanto la industria como los gobiernos son conscientes de la necesidad de potenciar considerablemente la recuperación y el reciclaje de los desechos plásticos. Sin embargo, la aplicación de estas políticas es lenta y muchas veces, ineficiente.


Existen algunos tipos de plásticos, de aparición reciente en el mercado, utilizado en la confección de bolsas y envases, que a menudo se consideran biodegradables. Estos denominados “bioplásticos”, si bien proceden de recursos renovables, no son necesariamente biodegradables. Para considerar “biodegradable” a un material, este debe descomponerse en sus partes constituyentes (dióxido de carbono, agua, compuestos inorgánicos y biomasa) por la acción de organismos vivos en condiciones específicas. Estas condiciones pueden darse en las plantas de compostaje industrial, pero no en el océano, por lo que muchos plásticos “biodegradables” no se descomponen en el océano antes que los demás plásticos. 

Han bastado dos o tres generaciones de consumo industrial de plástico para demostrar que hemos realizado una gestión insostenible desde el punto de vista económico y ecológico de este material. Su omnipresencia en nuestra vida cotidiana resalta de manera clara y confirma una dependencia con consecuencias poco comprendidas hasta ahora. Esas raras islas de desechos flotantes no son el mejor indicio de que lo estemos haciendo bien.

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