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FUTBOL ARGENTINO. Negocio para pocos

Escribe Marcelo Espiñeira.

La Asociación del Fútbol Argentino fue fundada en 1893 por un profesor escocés llamado Alejandro Watson Hutton. Uno de los miles de británicos que habían llegado a Buenos Aires para construir ferrocarriles a mediados del siglo XIX y que enseguida formaron una pujante colonia que fundó sus propios colegios e impuso sus propios pasatiempos deportivos. Este pionero escocés fue el máximo impulsor del entonces desconocido deporte que "es el mejor pasatiempo, el más fácil y el más barato para la juventud de la clase media y para el pueblo" según James Hogg, otro visionario de la época.

La AFA fue la primera entidad latinoamericana en asociarse a la FIFA en 1912, respondiendo a la explosión masiva
que registrara la práctica del fútbol a comienzos del siglo XX, cuando pasó de ser el entretenimiento de una elite de inmigrantes ingleses al deporte preferido de los ciudadanos de las clases populares. El proceso de organización del fútbol argentino también tuvo sus contratiempos, ya que el dinero comenzó a circular alrededor de una actividad en pleno auge, lo que provocó las primeras disputas por el manejo de ese botín. En las primeras dos décadas del siglo pasado se registró la creación de hasta tres ligas paralelas que intentaron imponer sus reglas entre sí. En 1931, los clubes de mayor convocatoria se retiraron de la AFA que pretendía seguir imponiendo el amateurismo como norma y retener entre sus dirigentes la mayor parte de las recaudaciones, en sintonía con la política de FIFA. Tras cuatro años de separación, las dos ligas se fusionaron en 1934 con el triunfo de la liga profesional que pasó a denominarse como Primera División, comenzando así la historia más conocida del deporte que apasiona al 99% de los argentinos.

Jugadores del pionero club Alumni en el año 1910.
Los problemas de organización y la inestabilidad continuaron siendo una marca de un deporte estrechamente relacionado con los vaivenes de la política. Así, el gran nivel de juego exhibido en los campos locales nunca encontraba su recompensa en los torneos internacionales que disputaba la selección nacional. Si bien, los equipos argentinos dominaban la copa sudamericana, debieron esperar hasta 1978 para conquistar su primer mundial. Una competencia que muchos impugnan por haber sido dirigida desde una dictadura sangrienta. No obstante las dudas, aquel campeonato sirvió de trampolín político al máximo dirigente del fútbol argentino, Julio Humberto Grondona, quien supo cuidar su sillón de mando hasta el día de su fallecimiento en 2014. Grondona manejó los destinos de la AFA con mano dura y extrema cintura política durante 35 años sin interrupciones. Socio privilegiado del brasilero Joao Havelange en la FIFA, don Julio estableció unas maneras de conducir la siempre influyente AFA, basadas en la opacidad de las cuentas y el reparto discrecional de los recursos. Hábil negociador, Grondona supo entenderse, convivir y hasta servir a los seis gobiernos diferentes que tuviera la Casa Rosada en las últimas décadas. Sin rivales de peso que le discutieran públicamente el liderazgo, la AFA transmitía una engañosa calma que escondía luchas fraticidas despiadadas por debajo.

Joao Havelange, presidente de la FIFA entre 1974 y 1998, estrecha la mano de Humberto Grondona de AFA.
Si tomamos en cuenta algunas estadísticas al alcance de todos, nadie podría entender la pésima situación financiera que hoy asola a la gran mayoría de clubes argentinos o a la misma AFA. Exactamente nos estamos refiriendo a que más del 1% de la población del país forma parte del ejército de futbolistas federados -unos 540mil-, o que en 2015 se vendieran 6.877 jugadores a las ligas extranjeras por valor de 4.978 millones de dólares, liderando el mercado de exportación de futbolistas profesionales desde 2010, por sexto año consecutivo. 


Pese a las claras evidencias de que el fútbol argentino es una cantera inagotable de talento que luego acaba poblando las mejores ligas profesionales del mundo, sobre todo las europeas, la AFA suscribió en 2009 una especie de rescate financiero con el gobierno de Cristina Kirchner. El convenio bautizado como Fútbol para Todos aseguraba una cuantiosa asignación anual que la AFA se encargaría de repartir entre los clubes, favoreciendo así el proceso de reducción de deudas de los mismos a cambio de la cesión de los derechos de retransmisión televisiva. Finalizado el gobierno de Kirchner y desaparecido Grondona, los resultados obtenidos no podrían ser más devastadores. Entre 2009 y diciembre de 2015 la AFA recibió más de 570 millones de euros por parte del estado y los clubes continuaron endeudándose un 40% más en promedio. ¿Cómo es posible? Pues, la investigación judicial que ahora está en curso ha demostrado que la AFA giraba a los clubes talones con fecha diferida para concretar el pago de sus correspondientes partes. Estos talones eran negociados por la mayoría de los dirigentes en entidades financieras poco conocidas, a través de operaciones que podían llegar a costar hasta un 40% del importe en comisiones cobradas por el adelanto del dinero. Si tenemos en cuenta que el valor de estas comisiones en el mercado argentino suelen ser del 20% en las plazas tradicionales, veremos que estas cuentas no cuadran demasiado para nadie. El periodista Gustavo Grabia manifiesta haber accedido al 20% de los talones emitidos por AFA en estos últimos años, a través de la documentación que maneja el juzgado de la causa y constata el extraño periplo que siguieron los talones de los clubes que eran negociados en unas pocas entidades en manos de empresarios relacionados con el negocio de los casinos y los bingos, y probadas relaciones con altos dirigentes del gobierno anterior.

La expresidenta Cristina Kirchner y Grondona, artífices del acuerdo Fútbol para Todos.
En paralelo a estos negocios turbios para pocos, los problemas que se asocian al fútbol argentino nunca han desaparecido. La violencia que rodea la actividad ha ido en aumento, pese a la toma de medidas extremas como la prohibición de la presencia de aficionados visitantes en la mayoría de los partidos. Los barrabravas siguen más vigentes que nunca y dejan un tendal de heridos y muertos por año. Visto a distancia, el fútbol argentino luce muy enfermo y envuelto en la contradicción permanente. Como máximo generador indiscutible de materia prima, sufre en la miseria de estadios obsoletos, campos de juego en pésimas condiciones y deudas fuera de todo control. No obstante, la lucha intestina de los dirigentes por acceder al sillón que dejara vacío don Julio... continúa de manera encarnizada.

Sin dinero líquido desde que Mauricio Macri asumiera la presidencia del país, la AFA ha protagonizado escandolosos episodios. El colmo ha sido una votación entre 75 delegados que acabó con un empate a 38. Más allá de estos problemas matemáticos insólitos, se perfila una pulseada entre dos personajes de estilos muy diferenciados. Por un lado, el gremialista Hugo Moyano, presidente de Independiente y líder del sindicalismo que asoma como el máximo opositor en las calles a las políticas de ajuste del macrismo. Por el otro, Marcelo Tinelli, vicepresidente de San Lorenzo y exitoso empresario y presentador de la televisión. Ambos tienen una agenda de contactos al máximo nivel, son influyentes en la opinión pública y conocen los manejos que tenía don Julio en el pasado reciente. Por su parte, el presidente Macri inició su camino en la dirigencia desde el club Boca Juniors donde fuera presidente durante 12 años. Resulta más que evidente que desde el gobierno se opera para acomodar los destinos de AFA a su entorno. Al parecer, Tinelli sería el hombre indicado para tal cometido, aunque en estos menesteres no exista jamás la fidelidad eterna. Su proyecto estrella se llama Superliga, un nuevo modelo de organización basado en la Liga Española que intentará triplicar los ingresos provenientes de la TV y repartirlos de manera similar a lo que sucede aquí, mucho más para los clubes grandes y bastante menos para los clubes humildes. Bajo este paraguas, Tinelli estaría intentando quedarse con el control de la siempre tentadora caja del fútbol argentino y alejar a Moyano de este preciado botín. Sin embargo, la última movida en esta disputa se ha saldado con la renuncia masiva de los dirigentes de los clubes poderosos en la AFA. Es decir, que los promotores de la Superliga abandonarían a Moyano e intentarían fundar su propia organización paralela como ya sucediera en los años `30 con el inicio de la era profesional.

Marcelo Tinelli, presentador de tv y empresario, patrocina la creación de la Superliga.
Iniciada la andadura del equipo del entrenador Tata Martino en la Copa América Centenario de EEUU, la AFA adeuda siete meses de salario al rosarino. Hace escasos días, una velada intervención judicial sobre la AFA introdujo dos veedores del gobierno en la entidad y ha puesto en alerta a la FIFA, que según sus estatutos no permite la intromisión de los gobiernos en sus asuntos internos. Gianni Infantino ha preferido monitorear a distancia los acontecimientos que sacuden al poderoso fútbol argentino, que podría quedar apartado de la competición internacional si la FIFA lo sancionara. Si agregamos a esta rocambolesca situación, los casos de corrupción que han salpicado a la FIFA desde la justicia norteamericana en 2015 y a través de la filtración de los Panamá Papers, veremos que el paisaje general deja muy mal parados a los máximos dirigentes del fútbol argentino. Una imagen que incluye millonarias comisiones evaporadas, relaciones peligrosas con los violentos, arreglo de partidos, manejo opaco de los arbitrajes y un empobrecimiento acelerado de las instituciones que manejan como si fueran cotos personales. Como diría el filósofo de Fiorito, la pelota no se mancha... (aunque no lo parezca).


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