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CLIMA EXTREMO. Una advertencia muy seria para todos

Ilustración: Gambetta
Escribe Marcelo Espiñeira.

Este otoño de lluvias fuertes e inundaciones repentinas en el área del Mediterráneo forma parte de un nuevo paradigma climático que nos azota a escala planetaria. Según la comunidad científica, el cambio climático será la primera consecuencia del arribo del Antropoceno. Nueva era geológica en la que nos hemos adentrado tras quemar carbón, gas y petróleo de manera indiscriminada, y transformar los bosques y las praderas en granjas y tierras de pastoreo para nuestro ganado. 

El Antropoceno reemplaza al Holoceno, cuyas condiciones favorables al desarrollo de la vida humana han regido a nuestro planeta durante los últimos diez mil años. Si bien esta idea es firme entre los conocedores, y se halla fuera de toda discusión, no ha acabado de arraigar entre buena parte de nuestros líderes políticos o económicos, los que eligen aferrarse a un negacionismo que les permite defender tesis superadas o perjudiciales para la mayoría. 


Los recientes episodios de lluvias torrenciales en el Mediterráneo se han cobrado vidas en Baleares, Francia e Italia. En un lapso de pocos minutos llegaron a acumularse hasta cien litros por metro cuadrado, un fenómeno extremo que pone al límite a nuestras infraestructuras urbanas.


En setiembre de 2017, el huracán María mató a más de 4.000 ciudadanos en Puerto Rico. Otro ejemplo reciente de las grandes tormentas y huracanes que han llegado para quedarse, porque la temperatura del agua de los océanos está aumentado. Un incremento que aportará mucha humedad en el aire más templado y creará fuertes tempestades, que a su vez harán subir el nivel de los mares. 


Cuando los científicos nos alertan sobre el peligro de la fusión del hielo en el Ártico o en la Antártida lo hacen convencidos que una subida de 2º en las temperaturas desencadenará un nuevo clima hostil para todos. Sin embargo, la respuesta inmediata de líderes decisivos como Vladimir Putin o los jefes de la OTAN podría resumirse en el despliegue de ostentosos ejercicios militares en el Ártico, como amenaza concreta de una futura disputa por la explotación de las reservas de combustibles fósiles existentes bajo el suelo ártico.


Nos queda la sensación de que las advertencias de la comunidad científica no encuentran suficiente eco entre estos políticos, siempre atados a objetivos cortoplacistas, o bajo el influjo de una filosofía de vida trasnochada. Ignorantes o irresponsables, líderes mundiales como Trump, Putin, Bolsonaro, o los del PC chino, no han antepuesto jamás los compromisos asumidos en el Acuerdo de Paris a sus políticas desarrollistas ancladas en el Holoceno.


Desde 1972, la cuestión del cambio climático circula en las grandes conferencias internacionales que reúne a los gobiernos. Aquel año, en Estocolmo, se formalizó el primer esbozo público que sugería abandonar la corriente económica vigente para encontrar nuevas vías hacia un desarrollo sostenible con el medio ambiente. En los años 90, con el asunto instalado en la opinión pública, los gobiernos norteamericanos ignoraron cualquier posibilidad de acuerdo en la reducción de emisiones de CO2 e inauguraron la política del boicot. Bajo este lema negacionista, EEUU fue seguido por la mayoría de los demás gobiernos, como si este aplazamiento no ocultara peores consecuencias. Hubo que esperar hasta 2015 para que EEUU suscribiera el Acuerdo de Paris en un gesto histórico de la administración Obama, que muy pronto corregiría el actual presidente Trump, el mayor negacionista de todos.


Lo peor del caso es que todavía no hemos visto más que un spoiler de los efectos del cambio climático. El aumento en los niveles de CO2 todavía no ha provocado su pleno efecto de calentamiento, porque su impacto sobre la temperatura de los mares no se produce de inmediato. El cálculo actualizado establece que de mantenerse el ritmo de emisiones de hoy en día, la temperatura media global se elevará medio grado más durante las próximas décadas. Aunque este calentamiento podria ser superior si no reducimos los niveles de quema de combustibles fósiles a partir de ahora mismo. 


Inundaciones en Baleares en octubre de 2018


Los objetivos del Acuerdo de Paris nos pueden parecer lejanos porque están planteados para el año 2050, pero si las grandes potencias no comienzan ya mismo a dar claras señales de cambio en sus políticas, jamás los alcanzaremos. El reemplazo total de los combustibles fósiles por las energías renovables es la meta fundamental del Acuerdo, y en 32 años deberíamos refundar la economía para alcanzarla.


La realidad no nos da tregua en este sentido, cuando la administración Trump es sostenida por un pequeño grupo de industriales que aborrece oir sobre las regulaciones de las políticas medioambientales. Un exabogado de la contaminante Dow Chemical lidera el programa de limpieza tóxica de la Agencia de Protección del Medio Ambiente norteamericana. Trump representa la cara visible de un lobby industrial poderoso que se ha hecho con el poder en el país más influyente para que alcancemos o no los objetivos de 2050. Su gestión es tiempo perdido en esta carrera y no nos queda demasiado tiempo que perder en este sentido.

El recien elegido presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, reproduce fielmente el modelo de Trump. El proyecto político del exmilitar encabeza planes para acelerar la deforestación del Amazonas y reemplazar la selva por campos de cultivo. A los socios de Bolsonaro les molesta la existencia de áreas protegidas y van a por ellas. Sus inescrupulosos planes se basan en una flagrante rapiña medioambiental con tal de aumentar los beneficios personales de un grupo reducido. Resulta descorazonador constatar que estos despropósitos se acometan bajo el camuflaje político de candidatos votados por millones de personas desorientadas e ignorantes de las consecuencias de su mala elección. Cuando votaron por una supuesta recuperación de los valores familiares o la soberanía nacional sobre el territorio, también lo hicieron a favor de la deforestación del pulmón del planeta.

Ciudad de Tarragona, octubre 2018

El clima extremo muestra sus garras y ocasiona pérdidas varias veces millonarias. En 2015, las lluvias torrenciales provocaron daños por valor de 483 millones de dólares en Dominica, el equivalente al 90% de su PIB. En el Caribe casi todas las pequeñas economías están amenazadas por el cambio climático. El Banco Mundial calculó que sólo en 2013, las catástrofes naturales causaron pérdidas materiales por valor de 148.000 millones de euros a nivel mundial, con un 74% relacionado con el clima extremo causado por el calentamiento global. El negocio es nulo, existe la imperiosa necesidad de cambiar el rumbo actual. Mantener las políticas del pasado representa el camino más directo al abismo.

Necesitamos un cambio urgente en la clase dirigente porque disponemos de los conocimientos suficientes como para girar en la dirección correcta para evitar el colapso. Los especialistas del clima saben calcular los crecientes peligros a los que nos enfrentamos. Los ingenieros pueden encargarse de una transición veloz hacia fuentes de energía libres de emisiones de carbono. Los agrónomos trabajan para obtener mejores rendimientos de los cultivos en espacios reducidos. Es decir, que si los especialistas y científicos fueran conducidos por políticos responsables, juntos podrían llevarnos hacia un futuro cercano, libre de emisiones de carbono y alejados de la deforestación. Los objetivos del Acuerdo de Paris no son imposibles, tan solo deberíamos preocuparnos más por su consecución. Es indispensable que veamos estos episodios de clima extremo como una seria advertencia acerca de nuestra responsabilidad en el presente y futuro de nuestro único hábitat.












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