Escribe Xavi Queralt Pons. Ilustración: Gambetta @abstractsaturdaynight El Ártico yacía idealizado como la última frontera del planeta, más intocable incluso que la misma Antártida , que tras el Tratado firmado en 1959 quedara políticamente dividida como un gran queso cortado en partes (desiguales), una mesa de manjares que espera ser devorada cuando amaine un poco el frío. Pero, el impenetrable Ártico, tierra de aborígenes valientes y grandes osos blancos, lleva largos años fundiendo su hielo a ritmo de vértigo, igual que el Antártico, para preocupación permanente de los ambientalistas y el 99% de los científicos. Una huella que va esculpiendo el influjo antropocéntrico, el imparable progreso del ser humano, que contamina sin cesar, aunque Trump lo niegue por Twitter cuando nieva en New York. La tragedia está a la vuelta de la esquina según todos los expertos en el clima, nunca hemos conocido la suerte del planeta con el Ártico fundido. Algo que poco importa en...