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NARCOLANDA, el gran negocio del éxtasis holandés


Escribe Xavi Queralt Pons.
Ilustración: Gambetta @abstractsaturdaynight

La fama de Amsterdam como capital europea en el consumo de cannabis se ha cimentado a lo largo de las últimas cuatro décadas, más que nada debido a la legalidad aceptada de los denominados coffeeshops, establecimientos donde los clientes pueden adquirir y fumar este narcótico libremente. A mediados de los años ´70 el estado holandés decidió ampliar su nivel de tolerancia en relación al consumo de marihuana y hachís, como un intento novedoso de acabar con el mercado negro de las consideradas drogas blandas, y así evitar el contacto de sus consumidores con proveedores ilegales, siempre dispuestos al suministro de sustancias más perjudiciales para la salud, como la cocaína o la heroína. 

El experimento prosperó en el tiempo, aunque ningún otro estado vecino secundara la estrategia holandesa. A modo de balance, en 2010, el gobierno ofreció estadísticas oficiales de consumo de cannabis con guarismos algo menores que los registrados en Francia o en España, incluso por debajo del promedio europeo. Según este informe, solo el 5% de los holandeses de entre 15 y 64 años fumaba porros, mientras que los españoles (10%), los franceses (9%), o los italianos (14,5%) superaban a los inventores de los coffeeshops en el consumo. 

Sin embargo, no todas son rosas (o tulipanes) en esta historia, en buena parte porque las leyes holandesas continúan penando la producción y la distribución en grandes cantidades de las drogas blandas; y los dueños de los cafés se ven obligados a suministrarse con las bandas narco. Muy distinto de lo que ocurre ahora en Uruguay, donde el marco legal adoptado en 2017 permite una pequeña producción legal y su posterior distribución en las farmacias.

Con el consumo del cannabis bajo aparente control, aunque los turistas compensen este declive, las autoridades holandesas están muy lejos de haber acabado con el problema del narcotráfico y sus múltiples derivados. Así lo indica un reciente informe de la Academia de Policía Holandesa, que pone cifras de escándalo a la producción de drogas sintéticas en el país. Según esta fuente policial, la producción anual de las bandas locales dedicadas a la fabricación de pastillas de éxtasis y speed ascendió a los 18.900 millones de euros en 2017. La cual puede haber generado unas ganancias de entre 3.000 y 5.000 millones que acabaron en las arcas de estos delincuentes.

El MDMA (éxtasis) está considerado como una especialidad nacional, con unos márgenes de ganancia extraordinarios, ya que producir una pastilla puede costar 20 céntimos de euro y en las calles alcanza un precio de 20 euros. 

Las buenas infraestructuras y un puerto internacional como Rotterdam, el más grande de Europa, cierran un círculo perfecto para las bandas que manejan este lucrativo negocio, las cuales suelen reinvertir buena parte de sus ganancias en la economía real, sobretodo en el circuito inmobiliario. Pero, tal como advierte este informe policial, la competencia se ha disparado entre los productores de drogras sintéticas instalados en Holanda. Las consecuencias son el aumento de la violencia en la vía pública, el número de homicidios, o la presencia de sicarios.

En un informe anterior, de 2016, también la Europol situaba a Holanda como el estado más comprometido con  los problemas del narcotráfico, incluso insinuaba que exhibía algunas características propias de un narcoestado

Lo cierto es que todavía se podría considerar a Holanda como uno de los países más tranquilos del mundo. Algunos políticos locales consideran que el informe de la Academia es alarmista y solo busca llamar la atención, para obtener así una mejor financiación del cuerpo policial. No obstante estos atenuantes a tener en cuenta, la policía no duda en denunciar un aumento en los atracos a personas mayores, delitos sexuales y cibernéticos; y considera que muchos de estos delitos no acaban siendo denunciados por los ciudadanos. 

Según expertos de la Universidad de Groningen, que han estudiado la evolución del mercado narco holandés, un problema importante subyace en la despenalización del consumo sin la posibilidad de una producción legal. Es decir, que el mercado negro solo se ha visto beneficiado en todos estos años. El auge del éxtasis podría adjudicarse a esta convivencia natural de los holandeses con el consumo de estupefacientes y su eficiente exportación del producto, que fabricado en el país, se distribuye luego a través de todo el planeta, con la consabida intervención de las bandas delictivas más encumbradas. La Europol y el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías consideran que la gran mayoría del éxtasis que se consume en Europa y Estados Unidos se produce en laboratorios secretos en el sur del país. Holanda también participa en la exportación y distribución de cocaína a través de sus puertos, ya que las mismas características estratégicas que convierten a esta nación en una muy atractiva para el comercio legal, también lo hacen para los narcotraficantes.

De momento, y probablemente esto sea lo más trascendental en toda esta cuestión, los observadores no detectan una relación descarada o evidente entre el poder político y el dinero proveniente del narcotráfico. Si bien comienza a crecer cierto temor entre los holandeses respecto a la influencia que estas poderosas bandas podrían ejercer en un futuro cercano sobre las administraciones locales.

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