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FEDERICO LUPPI, "Todos tenemos un precio". Entrevista exclusiva.

El actor Federico Luppi.

Su esbelta figura aparece en la cafetería vienesa de un vistoso hotel del centro de Barcelona  y con gran amabilidad se dispone para atender a la prensa. Un viejo rito. Esto de ponerse a hablar sobre una película suya. 


El actor Federico Luppi (Ramallo, 1936) ya no necesita esta promoción, su nombre está más que asociado al buen cine. Sin embargo acepta sereno cada reiterativa pregunta sobre su edad, sobre sus experiencias pasadas y aprovecha para defender con pasión este nuevo proyecto de su compatriota, el director Rodrigo Grande, cuarenta años menor que el veterano actor.



“Una cuestión de principios” es posible que ya integre una larga lista de películas memorables. El paso del tiempo las ha acumulado en una lista que impresiona. “Tiempo de revancha”, “La patagonia rebelde”, “Un lugar en el mundo”, “Caballos salvajes”, “Martin (Hache)”, “Ultimos días de la víctima”... podríamos seguir, pero con estas ya tendríamos suficiente.
Su nuevo papel representa a un hombre grande, de más de 70, que vive encorsetado en veinte normas que se ha impuesto a sí mismo. A su alrededor el mundo sigue su curso, y él en su isla vive su fantasía impoluta. Hasta que, y aquí la anécdota del filme, se topa con alguien que fuerza su confrontación irremediable. Se da de bruces con el verdadero poder, ese que sacude cualquier construcción frágil, como la de Castilla.

En el rodaje aprovechó para reencontrarse con una vieja amiga: Norma Aleandro. Una actriz de raza, de gran talla, como nuestro entrevistado. 

Sobre el placer de volver a encontrarse con ella, sobre el cine, sobre la juventud y sobre el precio de vivir, Luppi reflexiona en esta pequeña charla de veinte minutos que nos regalara hace escasos días en la Condal. 


Una entrevista de Marcelo Espiñeira.

Al igual que tu personaje en la película, sientes que los jóvenes han tomado el relevo?
FEDERICO LUPPI: Trabajar con gente joven redunda en beneficio de la misma película. Creo que los jóvenes cineastas actuales tienen un bagaje técnico y creativo bastante más amplio que el de hace veinte años atrás. Trabajar con ellos es un handicap. No tienen preconceptos, ni prejuicios, no están atados a fórmulas anteriores, no tienen próceres que soportar en sus hombros. Mi experiencia ha sido estupenda trabajando con ellos. Vienen con un mundo interior mucho más vasto, mucho más expansivo, con menos ataduras.

Cuéntanos por qué te entusiasmaste rápidamente con este proyecto.
Sólo recibir una propuesta de Rodrigo (Grande) ya me significaba suficiente. Es un director que me gusta mucho y se que hará una muy buena carrera. Conocía el cuento de Roberto Fontanarrosa desde antes, y Rodrigo le dio un carácter de cine más rotundo y menos literario. Creó situaciones idóneas para filmarlas, es un guión que hasta permite disfrutar con su lectura. Y también me gustó mucho el enfoque. En lugar de pretender hacer una película de psicología, confrontando principios éticos y morales, que hubiera significado un tostón solemne; eligió tomar la salida de la comedia, la cual le otorgó una libertad de retrato estupenda. Mi personaje (Castilla) no podía ser un gilipollas, ni tampoco un cínico, había que buscar un equilibrio entre lo que él decía y lo que hacía, y eso está muy logrado gracias a Rodrigo.

En cuanto al personaje Castilla, por qué crees que es alguien tan conservador?
Castilla es un individuo que uno se topa todos los días. Es un típico representante de la clase media, un hombre que ha heredado mandatos paternos prejuiciosos, inflexibles. Tiene siempre una marcada incapacidad para permitirse los deseos, para expresarlos. No puede gozar con la vida cotidiana. No acepta nunca un préstamo de dinero, nunca mira a la chica bonita de la oficina. Está muy constreñido por una cantidad de comportamientos a seguir. No promueve cambios, no se los permite. Pertenece a una clase media que es acrítica, que no puede ver el mundo por sus propios ojos, sigue siempre lo que dice la televisión, la radio, la tertulia. Nunca tiene una visión superadora de lo que está viviendo. Y Castilla es eso, es un hombre que está permanentemente justificando la inmovilidad. 

Escena de "Una cuestión de principios", de Rodrigo Grande.

La película nos demuestra que todos tenemos un precio. Compartes este concepto?
Uno sabe que esto es muy aproximado a la verdad. Todos tenemos un precio. Tal vez deberíamos preguntarnos si estamos dispuestos a aceptar nuestro precio. En el mundo actual el tema del precio no se discute. Todo se compra, todo se vende. La honestidad incluso, implica pagar un precio. Todo está determinado por oportunismos y coyunturas bastante perversas. En la vida cotidiana es muy difícil ser indemne al efecto del dinero. 

Incluso nos embarcamos en guerras "rentables".
Recuerdo que antes de que Aznar nos metiera en la guerra de Irak, en cada ciudad española se juntaron millones de personas. Creo, sin exagerar, que se movilizó todo el país en contra de la guerra. Sin embargo, el hombrecito y sus amigos no se inmutaron. Lo cual indica que los mecanismos democráticos fallan seguidamente, porque el poder es otra cosa. A veces el resorte de una decisión no tiene que ver con los números, tiene que ver con poderes más perversos. 

Siempre prefieres la comedia antes que el drama?
Curiosamente a mí la comedia me gusta mucho, y en teatro me ha ido muy bien con este género. Pero el mercado tiene esta cosa de la tipología y siempre me caracterizó con personajes heroicos o duros. Pero considero que la comedia es fantástica y disfruto mucho viéndolas cuando están bien hechas. Algo que no resulta nada sencillo de hacer.

Cómo ha sido trabajar con Norma Aleandro, luego de tanto tiempo de no coincidir juntos en una producción?
Hace tiempo que no nos veíamos. Norma es como una especie de parienta lejana, tenemos tanto conocimiento mutuo que trabajar juntos es recitar rápidamente un mismo código. Ella tiene una cosa muy proteica, muy cambiante como actriz. Aporta mucho y da una sensación muy atractiva a todo lo que interpreta. Es casi una ayuda trabajar con gente como ella.

Norma Aleandro y Federico Luppi.

Los actores de vuestra talla todavía necesitan que se los guíe en un set de filmación?
El actor necesita inequívocamente ser dirigido. El que te dice que se las apaña solo, está diciendo una mentira piadosa que no sirve para nada. Necesita ser dirigido, tenga la experiencia que tenga. Porque hay un hecho físico irreparable, tu no te ves. Sientes, miras, caminas, actúas, hablas, gesticulas, conectas o no conectas, pero la visión clave de todo esto la tiene el director. Y los directores tienen su metodología propia, y saben muy bien porque buscan tal o cual cosa. Entonces ante una escena que ha salido más o menos bien, piden una repetición para evitar tal o cual gesto de más. Y eso ya implica una selección. No hay actores que salven películas por sí solos. 

Luego de "Pasos" (2005) no has vuelto a dirigir cine.
No, fue una película que no anduvo bien. En términos de público fue un fracaso. Y un fracaso en tu primera película, significa que el segundo te va a costar sangre, sudor y lágrimas. Lo lamento, porque filmé con muchas ganas, y la película tiene sus cosas buenas. Otras no, claro. El día a día del rodaje lo llevé muy bien, aprendí muchas cosas, resolví asuntos complejos. Me hubiera gustado seguir por ese camino, creía poder dar más como director. Detrás de la cámara comprendí esta suerte de adicción que siente el director por hacer cine.  

Llevas cincuenta años haciendo cine. ¿Te ha quedado algún papel en particular que te hubiera gustado interpretar?
 Muchos que hicieron otros y para los cuales no me han llamado. Con algunos no podía, por cuestión de talento si se quiere, por ser personajes muy enormes. Otros pasaron de largo por motivos del momento. En cine, a mi edad, los papeles tienden a ser más secundarios. El glamour y la potencia física son importantes. No se cuentan buenas historias con discapacitados, es muy difícil.  A veces me llegan guiones que debo rechazar porque me canso con solo leerlos…










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