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HERMANO, hito del cine venezolano.

Ha transcurrido un poco más de medio siglo desde que la película venezolana Araya (1959) de la directora Margot Benacerraf lograra el premio de la crítica en el Festival de Cannes, convirtiéndose así en la primera película de ese país galardonada en el extranjero. Desde entonces, muchos largometrajes sin mayores luces se han producido en Venezuela. 

Sin embargo, el reciente filme “Hermano” dirigido por el joven realizador Marcel Rasquín, ha acaparado la atención en diversos escenarios internacionales. Multipremiada en los festivales de Lleida, Huelva, La Habana, Moscú, Los Angeles, Montreal, Viña del Mar, Shangai, Varsovia y Sao Paulo.

Su director es un comunicador social y escritor - amén de cineasta - que, cruzando fronteras con una cinta de carácter social, ha conseguido lo que ninguna otra en su pais: entrar por la puerta grande al mercado mundial. 


Una historia de sueños y elecciones
Este film narra la historia de dos hermanos provenientes de un entorno social deprimido - Daniel (Fernando Moreno) y Julio (Eliú Armas) - quienes sueñan con llegar a ser futbolistas profesionales, mientras practican este deporte en un pequeño club del barrio La Ceniza

Un giro fortuito en sus destinos les presenta la oportunidad de escaparse de su dura situación, cuando un ojeador del Caracas F.C. les invita a realizar pruebas en el equipo. Claro que la vida del barrio se interpondrá y una tragedia sacudirá sus vidas. 

Impactante y conmovedora, una lección de la vida hecha cine, Hermano se estrenará en las salas de España el próximo 24 de Junio. Pero, antes hemos hablado con su realizador.

Una entrevista de
Lilian Rosales de Canals.

Cuándo y cómo surge la idea de hacer este largometraje?
MARCEL RASQUIN: Justamente comencé en Australia mientras realizaba mis estudios de postgrado. Precisamente el estar tan lejos de mi país me despertó una suerte de identidad ciudadana, de reconexión con mi raíz venezolana. El hecho de vivir en Australia me convertía en la cosa exótica, era "el venezolano" de la escuela de cine a quien le tocaba hablar mucho del país, de sus clichés, de sus paisajes, del petróleo, de los concursos de belleza, del café, de Chávez, del ron y de sus dificultades y maravillas… Así logré redescubrir, de una forma muy especial, lo preciado de mi condición de venezolano.

Siendo Venezuela un país apasionado por el béisbol ¿por qué has tomado al fútbol como tema central de tu película? 
Fue determinante lo que estaba pasando con el fútbol en mi país. La selección juvenil venezolana, la Vino Tinto,  había logrado la clasificación para la Copa Mundial de Fútbol Sub-20 de 2009, la que sería nuestra primera participación a nivel mundial en cualquier categoría de la FIFA. Esto causó que empezáramos a emocionarnos con nuestros jóvenes jugadores, a llevar camisetas de fútbol por la calle y a llenar estadios.

Era pertinente contar la historia desde esa perspectiva, pero también nos encantaba la contradicción de hacer una película de fútbol, en un país de béisbol. Una paradoja con la que yo podía identificarme mucho, porque estos jóvenes eran como una especie de perros verdes (seres extraños) que se entusiasmaban por hacer algo que no es lo más popular en su país. El hecho de que Venezuela no sea potencia del fútbol como Brasil, Argentina o España, transforma en un sueño casi utópico a los jóvenes que anhelan llegar a un campo profesional. 

En la película, la oportunidad que se les presenta es única y no pueden dejarla pasar. Para los personajes - Daniel y Julio -,  que un cazatalentos les fichara para un equipo profesional era algo irrepetible. Es como querer hacer cine en Venezuela o haber nacido en Japón y querer ser torero.


Ese gusto de "nadar contracorriente" acaso ha hecho que un joven como tú se dedique a ser cineasta contra todo pronóstico?
Sí absolutamente. Es una osadía. Sin embargo, tengo la tranquilidad de que no hay nada que me sacuda más el alma o que me entusiasme más que este  oficio. No ha habido espacio para dudar.

Qué pretendías transmitir? ¿Acaso en un tono documental las contradicciones del sistema?
¡No, no! Nada de documental, ni de cine de denuncia. Si bien es cierto que hay un elemento histórico de referencia ineludible que he querido retratar. Que es lo que estaba viviendo Venezuela en esos años. Era una metáfora de lo que estaba pasando en el país por aquel entonces: el novedoso fenómeno social de enfrentamiento entre hermanos que estaba viviendo y casi al unísono lo que ocurría con ese maravilloso suceso de posicionamiento del equipo de fútbol nacional. 

Podría definirse tu cine dentro del género social. ¿Qué diferencias encuentras en tu propuesta con las anteriores en este sentido? 
Creo que mantenemos una buena distancia del universo de películas con temática social, fundamentalmente porque nosotros no  hemos hecho cine de denuncia. Entré al mundo de Hermano como quien se desviste de prejuicios y está dispuesto a adquirir vivencias. Jamás pretendí satanizar ni exaltar la vida de los barrios de chabolas. Estaba interesado en lograr abordar un tema apasionante, como es el de la condición humana.  Me interesan más los temas fundamentales de esos hombres y esas mujeres que aparecen en mi película, que hablar de las injusticias sociales. Y ciertamente que a nivel estético también hay diferencias.

En algún momento tuviste la idea de producir fuera de tu país?
En principio sí y en algún momento surgió una posibilidad. Una propuesta de rodar y producir la película en Brasil. Obviamente, porque esta historia es de favelas, porque tiene fútbol y un espíritu semejante al de La Ciudad de Dios, y coqueteamos con la idea. Es verdad que esta historia es probable que funcionara en Brasil pero tenía un elemento dramático que a mí me resultaba fundamental: aquello de la "oportunidad única". También me interesaba retratar la vino tinto y nuestra realidad social a través de un prisma mucho más universal. 


Resulta complicado hacer cine en Venezuela?
La película siempre estuvo como pendiendo de un hilo. Ha sido como una condición natural del filme. Pero creo que es algo con lo que uno se tiene que acostumbrar a vivir. Lo importante es enfrentar cada vicisitud con entusiasmo, como parte de todo el proceso. 

Hermano estaba destinada al fracaso, tenía todo en contra. Era otra "película de chabolas" y la gente está harta de las películas de barrio, con delincuentes y palabrotas. Era, además, una película de fútbol en un país de beisbol. Teníamos a dos perfectos desconocidos en el cartel. Pero sin embargo, había algo en la historia que a nosotros nos conmovía y nos sacudía profundamente, que nos decía que podía conectar con la audiencia venezolana y a nivel internacional, por una cuestión universal y mitológica. 

Todo así, entre la preproducción, un tiempo muerto y el rodaje nos consumieron unos cinco años. Se rodó enteramente en Caracas, en el barrio de Petare, uno de los más grandes de la ciudad.

Estimo que el financiamiento habrá sido un dolor de cabeza.
Lo he sentido como un trámite, aunque fuera difícil y muy desgastante. A pesar de todo, tuvimos la fortuna de contar con el apoyo de subvenciones estatales a la producción nacional, apoyos de origen privado y del Caracas F.C. , para finalmente lograr vencer las dificultades.

Has trabajado con actores no profesionales. Cuéntame tu experiencia.
Llegado el momento de hacer el casting, tuvimos un enorme reto. Se trataba básicamente de adolescentes de entre 16 y 18 años. De forma tal que el factor experiencia no era tan determinante porque ¿qué tanta experiencia actoral podía tener un joven de esa edad en Venezuela? 

Así comenzamos a diseñar un plan de trabajo con el ensamble de actores y no actores. En años anteriores trabajé con Christian Duurvort, el coach de actores de la película La Ciudad de Dios, con quien pude conversar acerca de su método para encontrar el perfil en personas que no tienen entrenamiento actoral. Esa experiencia me sirvió de guía. Además nuestros personajes principales tenían que saber jugar al fútbol, porque se suponía que eran una especie de Messi. Este rasgo era vital, pero acaso lo más importante era que esos jóvenes debían llevar sobre sus hombros el peso dramático, que no era poco. Por ello no hicimos audiciones corrientes y tradicionales. De hecho, una de las indicaciones que dimos era que estaba prohibido "actuar".  

Me dediqué a hacer entrevistas, a conocer a la gente, a indagar un poco sobre sus vidas sin contarles nada acerca de la película. Algunos se habían enterado en los pasillos, pero yo simplemente les preguntaba sobre su personalidad, sus experiencias, sus vivencias, las situaciones que les habían sacudido, procurando entrever los vínculos emocionales posibles entre ellos y el personaje que iban a interpretar. Así, todos y cada uno prestaron momentáneamente su vida y su corazón, su carácter y sus vivencias,  para que pudiésemos dar con aquellos más idóneos para interpretar cada personaje.

Para cada personaje hicimos alrededor de 200-250 entrevistas, levantamos todas las piedras entre escuelas de fútbol, artistas juveniles de TV y teatro. Como resultante,  actores y no actores formaron el elenco. Tanto que Eliú Armas (uno de los protagonistas de la película) jamás en su vida había visto una cámara.

Háblame de la relación de tu película con Unicef.
La película pendía de un hilo y no sabíamos si terminaría exhibiéndose finalmente u olvidada en alguna gaveta. En medio de esa vorágine tan deprimente, sobre todo por la incertidumbre económica, nos sentamos y tuvimos una especie de epifanía. Más allá de las ansias artísticas de ver la obra terminada que es muy digna, queríamos dejar algo valioso a la comunidad. Aprovechando los retrasos en la producción acordamos que no llegaríamos al barrio y hacer como el circo que monta el show, luego cierra la tienda, se va y deja a la gente estimulada pero sin alternativas. Entonces, acordamos involucrarnos más con la comunidad y dictar unos talleres de cine. Los cuales consistieron, al fin y al cabo, en explicar lo que íbamos a hacer. Todo surgió improvisado y la convocatoria fue exitosa. Cada sábado subíamos al barrio en la mañana para hablar de lo que nos gusta, del oficio, de la cámara, del sonido, de cómo se edita, de cómo se escribe y se produce. Nos resultaba muy  estimulante  ver cómo todos, niños, jóvenes y adultos,  se interesaban cada vez más, mientras el número de personas crecía de manera abismal. 

De esta forma, los acompañamos a hacer un cortometraje de aquella experiencia, que contaba cómo habían participado en la película, cómo habían sido aprendices en los diversos departamentos y cómo habían formado parte de las escenas en calidad de extras o actores de reparto. 

Finalmente este proyecto lo presentamos a UNICEF y recibimos una respuesta positiva, básicamente por la experiencia de los talleres de cine en zonas populosas de la ciudad. A partir de este modelo hemos repetido la iniciativa en tres oportunidades más en diversas comunidades urbanas del país. En segundo lugar, lo que UNICEF valoró de manera especial,  fue precisamente el trasfondo temático de la película. 
Hermano se convirtió en una herramienta de comunicación para el desarrollo. Proyectada en barrios populares es utilizada para generar un clima de debate acerca de temas que afectan y afligen la vida de esas comunidades, sus problemas, las oportunidades, la violencia, la solidaridad, el deporte, el amor fraternal. Estamos viendo como la película despierta, sacude y promueve un diálogo valioso sobre la vida. Además de que un porcentaje de la taquilla va destinado a UNICEF y sus programas de protección a los jóvenes y a la adolescencia en fomento del deporte.



Qué vínculo hay entre el gobierno de Hugo Chávez y los actores norteamericanos Sean Penn o Kevin Spacey, que han visitado Venezuela ultimamente? 
La maquinaria de comunicación del gobierno es grande y va en un solo sentido. Es innegable que a nivel internacional, hay un grupo importante de artistas comprometidos con causas sociales valiosas y que por mero desconocimiento de la realidad venezolana, arriban al país con una idea equivocada. Ellos visualizan nuestro sistema como idílico, pero precisamente porque lo desconocen y cuando vienen de visita, son traídos de la mano de la misión oficial. Abducidos y aunque de buena fe, aplauden un modelo de sociedad que creen diferente y equitativo. Sin embargo, estoy seguro de que no los dejan ver las enormes dificultades y la gran crisis en la que está inmerso mi país.

La vida siempre nos va a caer a goles… 
Encontramos esta frase de manera fortuita,  usamos la convención del género deportivo para hablar de asuntos de mayor trascendencia humana y se convirtió en el "mantra" de la película. Porque como en la cinta la vida va machacando a sus protagonistas, en la realidad de este país es una condición natural. La vida te cae a goles, nada  sale como se espera… pero al final sólo queda el reponerse constantemente. Lo que quise reflejar es que la única forma que tenemos para afrontarla es levantarnos cada mañana convencidos de que el juego todavía va 0 a 0. 


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