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CLAUDIO TOLCACHIR, el teatro independiente con éxito comercial.

De larga tradición, el teatro independiente producido en Buenos Aires, generó un sonado fenómeno en los últimos quince años, que ha terminado traspasando fronteras y que hoy obtiene un interesante reconocimiento en circuitos europeos.


Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 1977) forma parte de los más destacados exponentes de esta camada de nuevos creadores, actores, directores y productores del arte escénico autogestionado.


Nutrido en los devastadores años del menemismo argentino, comenzó su relación con el medio, como actor, a muy corta edad. Pronto se vió obligado, tal cual él mismo nos cuenta, a inventarse un espacio donde poder desarrollar sus iniciativas creadoras, que eran muchas.

Fue en aquellos años en que se animó a transformar su casa del barrio porteño de Boedo en un laboratorio teatral, donde durante un tiempo existió un cartel en la puerta pidiendo encarecidamente silencio a los espectadores que acudían a ver la obra, para no molestar a los vecinos. En estas condiciones probablemente adversas, nació este referente teatral de la escena argentina.

Con sólo 33 años, Claudio Tolcachir ya ha presentado junto a la compañía Timbre 4, su obra “La omisión de la familia Coleman”, en más de 30 países.

“Una familia viviendo al límite de la disolución, una disolución evidente pero secreta; conviviendo en una casa que los contiene y los encierra, construyendo espacios personales dentro de los espacios compartidos, cada vez más complejos de conciliar. Una convivencia imposible transitada desde el absurdo devenir de lo cotidiano, donde lo violento se instala como natural y lo patético se ignora por compartido.” En palabras del mismo dramaturgo y director de la obra que se presentará en el Teatre Borrás de Barcelona, a partir del 9 de febrero.


Una entrevista de Marcelo Espiñeira.


El teatro ha sido tu pasión desde pequeño, verdad?

CLAUDIO TOLCACHIR: Cuando pequeño era exageradamente tímido, como algo muy grave y que preocupaba mucho a mis padres. Podía jugar genialmente solo, pero tenía muchos problemas para abrirme al mundo. Y el teatro fue una puerta que encontré para fantasear, para jugar.


Qué es lo que encuentras más bonito en este juego del teatro?

Que es un proyecto colectivo, es algo grupal, social de alguna manera. Que nos implica a todos, cada uno desde su rol, nos involucra. Y plantearse una obra es plantearse un sueño a corto plazo que tiene que ver con la felicidad de todos, con la vocación de todos. Y al mismo tiempo desarrollarse, crecer, y encontrarnos con nosotros mismos. El teatro me sigue pareciendo un lugar maravilloso para habitar.


Respirabas ya en tu casa esta afición?


No demasiado. Sí que mis padres me llevaban de pequeño al teatro, pero no es que hubiesen muchos actores en mi familia. Podría decir que mis viejos estuvieron muy atentos a lo que cada uno de mis hermanos y yo querían hacer de su vida, y nos acompañaron. En el teatro encontraba una libertad y una felicidad enorme, y ellos me apoyaron en mi búsqueda.


Cuándo has sentido la inquietud de dar el salto a la dirección?

Siempre he sido muy curioso de todas las disciplinas teatrales. Mi profesora, que se llamaba Alejandra Boero, me vio tan apasionado y obsesivo con el tema, y me nombró ayudante de sus cursos. Entonces, descubrí que también me gustaba trabajar con los demás, dando cursos o dirigiendo. Es algo que experimenté desde temprano.

Luego tuvo que ver con el grupo y con la autogestión. La mayoría del tiempo he trabajado como actor, y sabemos que el actor tiene que esperar que alguien lo llame. Digamos que cuando me encontré en esa situación de espera entre un trabajo y otro, sentí que había cosas que debíamos ser capaces de generarlas nosotros mismos.


Fue así que generamos un grupo, luego un teatro y finalmente obras. Y fue la salvación, fue el ancla para experimentar textos, escribir, actuar, o dirigir. Porque aunque te puedas equivocar, estás probando o haciendo lo que quieres. Y la dirección me ha permitido comenzar un proyecto desde cero y armar un mundo.
 

Actúas, diriges, escribes, has cerrado el circuito por completo, ya no te queda nada nuevo por hacer.


(Se ríe) Vestuario…En el teatro me gustan todos los roles, desde poner las luces o estar en la taquilla. Es un espacio que me gusta mucho. La gente en el teatro está porque quiere, todos eligen estar.

A mis compañeros de "La omisión de la familia Coleman" les dije en su momento "que nunca había dirigido y que si me acompañaban". Luego que "nunca había escrito". Y así fueron saliendo adelante estas obras. Algo posible gracias a la autogestión y sus tiempos. Porque ningún productor te esperará nueve meses para ver si puedes escribir una obra.


Se podría decir que indagar en las familias disfuncionales es tu gran tema?

He hecho de todo, he dirigido cabaret, clásicos, y me manejo con aquello que me atraiga, para probar distintos colores. El tema de la familia es algo que atraviesa todo el teatro, desde Edipo Rey hasta aquí. Las relaciones familiares están siempre allí, dando vueltas en la obra de cualquier autor. No es que tenga una obsesión particular por la familia, se trata de las personas en todo caso.

"…Coleman" es una familia en la que nadie ocupa su rol. La madre no es madre de sus hijos, no hay un padre, la abuela es la autoridad, los chicos desean irse de casa aunque no tengan ninguna perspectiva de hacerlo. Es una convivencia familiar que raya el límite de lo violento, de lo absurdo, de lo inaceptable, pero con personajes que lo viven con total naturalidad. Y ahí es donde la obra roza el tono cómico. Pues, lo trágico vivido con naturalidad, se vuelve absurdo. Ellos saben que hay que hacer algo, pero no se comprometen nunca. Un comportamiento que siguen muchas personas y hasta sociedades.


Qué importancia le otorgas al humor en tus obras?


A mi me gusta un tipo de humor muy ácido, que es el que tiene esta obra. Y es con el cual me relaciono a menudo con mis amigos. Cuando uno conoce a alguien la prueba de contacto es el humor, si nos reímos de las mismas cosas. En mis obras, me conmuevo, pero también me divierto. Y no es otra cosa que mi manera de ver la vida, donde tantas veces me cruzo con lo absurdo, lo patético, la inmadurez, el egoísmo, y con gente descolocada, comenzando por mí. Al mismo tiempo, la condición humana me inspira mucha ternura, lo limitado que somos. Y mis personajes transitan por ese lugar, quieren ser felices, pero son inmensamente incapaces para serlo. Hacen todo mal, no saben hablar las cosas, toman decisiones equivocadas casi siempre. Trato de tomarme la vida con bastante humor, y al mismo tiempo profundidad e intensidad. Pero, poder reírse de las cosas, es esencial para poder superarlas.


Y cómo asumes el fabuloso éxito de LA OMISIÓN DE LA FAMILIA COLEMAN, que ha tenido excelente recepción entre públicos tan diversos?


Es una locura, fue algo que hicimos para nosotros mismos. Es cierto que hemos ensayado muchísimo, hemos trabajado muchísimo, pero siempre suponiendo que estaríamos dos meses en Buenos Aires haciendo un par de funciones por semana. Pero el suceso fue tal y tan sorpresivo, que este estreno fue hace cinco años y ya llevamos más de mil funciones en más de treinta países diferentes. Es una locura, y por suerte nos toca pasarlo juntos ya que resulta muy tranquilizador poder compartir estas maravillosas experiencias. Recuerdo que luego de presentar la obra en Dublin (Irlanda), nos quedamos para hablar con la gente, y nos preguntaban si la obra estaba inspirada en una familia irlandesa…(risas). "No, no conozco ninguna familia irlandesa". Pero es muy bonito que se produzca esta identificación. Lo mismo ahora que venimos de presentarnos un mes de temporada en Paris, donde agotamos y ya nos renovaron para regresar el año que viene. Es muy difícil, porque actuamos con subtitulados, y para un público de otras características, pero es verdad que las pruebas que le van surgiendo a esta obra las va desafiando.

 
Qué expectativas te genera la temporada de febrero-marzo en el Teatro Borrás de Barcelona?


Nos entusiasma mucho, porque ha sido nuestro deseo venir a hacerlo. Finalmente hemos dado con la gente que nos ha querido acompañar en esta apuesta (la productora PTC), y nos encanta esta ciudad. Hemos estado el año pasado en el Teatre Lliure durante una semana, y la sala explotaba, nos pedían más. Y en febrero estaremos descubriendo esta nueva experiencia.



“La omisión de la Familia Coleman”

será presentada por la Compañía Timbre 4 y bajo la dirección de Claudio Tolcachir.
Del 9 de febrero al 6 de marzo de 2011, en el Teatre Borrás (Pl. Urquinaona de Barcelona).
Las entradas ya están a la venta  en ServiCaixa. De 20 a 28€ 

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