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LA CONSPIRACIÓN, Robert Redford retrata los excesos de poder.


Una crítica de Lilian Rosales de Canals.


Robert Redford (Los Angeles, 1937) como actor, director y fundador del Festival de Cine de Sundance, siempre ha apreciado la narración sobre la sensación. "La Conspiración" no es la excepción. Con su habilidad hipnótica retrotrae un capítulo de la historia de la justicia de EEUU a raíz del asesinato de Abraham Lincoln


Es un director de consciencia y activista político liberal comprometido con los valores de su sociedad y tiene el enorme mérito de pasearnos con reflexión por sus películas. En este film histórico deja entrever cierto paralelismo con la contemporaneidad, como si el vistazo hacia atrás fuere la excusa para denunciar algunos males crónicos de nuestros días. Ya en "Todos los hombres del presidente" se jugó las cartas para señalar la participación de los periodistas en el esclarecimiento de los archiconocidos  escándalos de la Casa Blanca durante el Watergate




Un capítulo poco conocido de la historia
"The Conpirator" narra la historia de  Mary Surratt, la mujer -presuntamente inocente- que queda atrapada, como "chivo expiatorio" en la caza de brujas tras la muerte del presidente Lincoln a manos de John Wilkes Booth en abril de 1865. Basada en una exhaustiva investigación, muestra una sociedad sumergida en una tensa polarización tras el fin de la Guerra de Secesión.



Silenciado en los libros se esconde este episodio que narra cómo la protagonista fue sentenciada bajo un proceso plagado de fallos procesales, en un tribunal militar siendo ella civil y contaminado por una  gran corrupción.
Pero el film no solo recrea este episodio trágico sino que es una excusa para profundizar en los acuerdos de poder dentro de la política y el estamento militar capaces, ya para la época, de obstaculizar una investigación e impedir un procedimiento limpio y legal. El afán de venganza, el intento de contener una población ante el pánico y la politiquería se muestran como un virus que infectó a los EEUU tras la Guerra Civil, dejando como saldo un país dividido luego de la rendición del general Robert E. Lee.



Destaca su director que también denuncia el abuso de poder, el  machismo y la histeria colectiva.




La lucha por algo más grande que uno mismo
La actuación del actor escocés James McAvoy, en su papel del abogado Frederick Aiken, es impecable. Un soldado de 28 años excombatiente de la Unión, que asume reacio el encargo de la defensa. Se enfrenta al dilema profundo que contrapone sus ideales, su repudio hacia el Sur y el respeto que siente por los derechos constitucionales. Podríamos decir que la película gira en torno al rendimiento de esa fuerza implosiva de McAvoy, como un personaje especialmente significativo que trata de crecer más allá de sus propios prejuicios. Su perfil psicológico se va desarrollando desde el escepticismo ante Mary Surratt hasta  alcanzar un grado de clarividencia  en la firme convicción de defender, contra el mal pronóstico,  los derechos de una confederada. 

La apertura que significa para el personaje el comprender que, más allá de su ideología, se esconde el valor de los derechos civiles asentados en la Constitución, es  tal vez parte de la iconografía de Redford "luchar por algo más grande que uno mismo", la justicia.

Por su parte el personaje de Mary Surratt, interpretado por Robin Wright, está dotado de un halo misterioso que no deja esclarecer, sino bien adentrado el drama, la verdad acerca de su inocencia. 

El personaje de Surratt se nos presenta magistralmente austero, vulnerable al tiempo que estoico. Permanece firme en sus convicciones y entereza, se niega a testificar en su propia defensa.

Redford pudo haber vulgarizado un material extraordinario y llevar hasta la heroicidad a este personaje pero, por el contrario, la convierte  en una víctima creíble. El director muestra así respeto por la historia conocida al pie de página y dota de un matiz especial a la cinta en la medida que "la culpabilidad" o "la inocencia" no resulta el problema en cuestión, sino más bien el modo correcto y legal de determinar esa condición. 


Del género y sus matices “redfordianos” 
La cinta pone en evidencia la violación a la Constitución de los EEUU en la prohibición de un juicio civil, en la elección del tribunal militar directamente por el Secretario de Guerra Edwin Staton (Kevin Kline) y peor aún, en el hecho de cambiar el veredicto, luego de que el jurado ha considerado a Mary Surratt libre de cargos.

El film deja un ligero regusto de los clásicos judiciales y le hace un pícaro guiño al naturalismo al estar apoyada fielmente en un capítulo de la historia de los EEUU. Como toda producción basada en juicios, ofrece una interesante catálogo de discursos fervorosos y algún que otro tecnicismo legal. Interesante de apuntar es que el alegato final nos resulta sintético, ecuánime, poco rimbombante en relación a la gran mayoría de los films de similar género. Quedándose con un argumento contundente que no raya en el "melodrama patriótico norteamericano" plagado de moralismos y sentencias. No así, la escena final entre el abogado y el John Jr. en la celda: una línea de texto edulcorada que, a gusto personal,  rompe con las maravillosas formas de resolver la narración desde los inicios, pero nada insalvable.

Así y todo, "La Conspiración" supera ampliamente, en calidad y contenido, a muchas de las películas norteamericanas de los últimos tiempos.



Las leyes callan en tiempos de guerra
Si el espectador espera un "potboiler" se sentirá decepcionado. Es ésta una apuesta cinematográfica elegante que nos invita a hacer un ejercicio de reflexión histórica.

Como director, Redford sabe cómo manejar a sus actores, generar suspenso y construir a partir de un trozo de la historia, una narración acerca de la lealtad y el honor, desde el terror o el pesimismo. Ha realizado con esmero y laboriosamente la crónica de los acontecimientos de 1865 en quizá, su mejor película desde Quiz Show, sin dejar pasar por alto los paralelismos entre una nación joven en crisis y la fragilidad posterior al 11 de septiembre de la Norteamérica de hoy. El propio Lincoln dijo alguna vez "una casa dividida no puede subsistir." Ahora cuando la "casa" está más dividida que nunca, poniendo en peligro los altos ideales, en su nación, se vive con el miedo y la confusión metidos en el cuerpo.

Más allá de la tendencia política de su director, La Conspiración nos permite establecer, inevitablemente, similitudes y sobre todo rescatar la frase célebre, universal, siempre vigente de Cicerón: "Silent enim leges inter arma" ("Las leyes callan en tiempo de guerra"). 



Comentarios

  1. Excelente película! Buena crítica!

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  2. La película quizá es buena, pero con esta crítica ya me estoy pensando el ir a verla....que complicación de trama.
    Menudo tostón de crítica!!!

    ;)

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  3. Pues a mi me mola mucho la crítica, mira que leo cosas de estas y me parece que esta chica es maja!!! yo si me voy petando !!!

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  4. Se me habia pasado leer esta critica que me mando mi locutora preferida, Lilian Rosales. Quien ahora es critica de cine. Y a mi, que me gusta echar tijeras en el mundo del celuloide -y no por ser editor-, no me es posible hacerle ninguna critica a su critica. Lo que si puedo es felicitarla. Por tan brillante pluma.

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