Escribe Marcelo Espiñeira. Los meses del verano poco y nada han servido para acercar las antagónicas posiciones que mantienen la Generalitat y el Parlament con La Moncloa. El espejismo de una nueva sintonía institucional en las horas posteriores a los atentados ha sido solo eso, una simple distorsión de la realidad ante una tragedia que sacudió los cimientos de la sociedad misma. Tan pronto dejaron atrás la semana de duelo por las víctimas, los políticos de una y otra trinchera pisaron sus respectivos aceleradores en direcciones opuestas, bajo la nueva excusa de la polémica suscitada en los medios alrededor de los Mossos y los supuestos avisos de la CIA. Siempre hay un motivo para reafirmar el enfrentamiento, jamás para dirimirlo o apaciguarlo. Los mundos paralelos en los que se mueven Rajoy y el aparato del Estado español por un lado, y Puigdemont y el arco independentista por el otro, parecen no coincidir nunca. Aunque los vasos comunicantes sean el verdadero motivo de una dis