Una crítica de Lilian Rosales de Canals.
En
un inmejorable año para la industria cinematográfica francesa
galardonada gracias a producciones como The Artist, Intocable, El
ejercicio de la Edad ,
El niño de la bicicleta, El discurso
del Rey o Polisse, llega La delicadeza de
la mano de David Foenkinos (París,1974) y con
el gancho comercial de Audrey Tautou (Puy-de-Dôme,
1976) en el papel protagónico de Nathalie.
El
autor en compañía de su hermano Stéphane, se hace de
la cámara para contarla desde la gran pantalla, partiendo del
enorme éxito que le valió su novela homónima ganadora
de diez premios literarios y convertida en verdadero fenómeno
mediático.
En
esta conmovedora historia, inscrita en el género de la comedia
romántica, su creador es capaz de describir sensaciones, pensamientos
y emociones empleando una convencionalidad
pasmosa sin rayar en la mediocridad, lo que
justamente se convierte en su principal activo: es simple y
memorable. Sumidos en un mundo llevado por la urgencia,
ternura, humor y cotidianidad se abren camino entre
la risa y el llanto.
Con
una prosa donde abundan las reflexiones La
Delicadeza, paradójicamente,
nada tiene que ver con giros narrativos
complejos y profundos. Un lenguaje llano y una estructura
bastante clásica permiten abordar la historia de un
duelo que se cura gracias al milagro de la sutileza.
NUEVAMENTE EL ANTIHÉROE
Nathalie es una joven casada
felizmente con François, cuya
relación se describe desde la emocionalidad, rica y armónica.
Un suceso inesperado deviene en la muerte de
su marido y en consecuencia, ella de pena languidece tras
su casa y volcada en el trabajo. La alegría ha marchado
a otro lugar inadvertido y pareciese no volver. Pero
justo cuando se apoltrona desalentada, se ve sorprendida. El
amor se revela fortuito y maravilloso.
Audrey Tatou en una escena de La Delicadeza. |
Esta
mujer de peculiar belleza (Audrey Tatou) se ve atraída
por Markus (François Damiens), un sujeto que es
cualquier cosa menos el estereotipo anhelado por la mayoría.
Burdo, rayando la torpeza, poco agraciado físicamente, de
gustos vulgares y sin grandes destellos de brillantez.
El antihéroe por excelencia. Y parece así emerger
de la tradición el clásico de La
bella y la bestia con
nuevos matices pero con el claro denominador común
para ambas historias: aparentemente es mucho lo que
les separa pero más lo que súbitamente les une.
APOLOGÍA A LA ESPERANZA
La
narración transcurre entre el acento dramático de su primera
parte y el claro matiz jocoso de la segunda, con gags
que arrancan la risa en directo. Curioso guión que hace
saltar la historia abruptamente del luto a la risa sin perder
la linealidad a pesar de que las elipsis surgen bruscas,
como en el intento de imponer un ritmo menos europeo,
más semejante al del cine americano pero sin lograr
abandonar sus cadencias tan francesas.
Es
posible notar algunos aspectos estéticos que parecieran calzados
con fórceps como el recurso de las postales en
la escena de la boda. Pese a estas apreciaciones meramente
subjetivas, La delicadeza es una simpática película,
un canto a la ternura y a las emociones puras sin
empalagamiento.
El
autor ubica a sus personajes en un cruce de caminos que
se presenta como una creíble desventura más que la común
y explotada "excusa cósmica". En el encuentro se sobrepone
la dimensión humana a los valores arquetípicos de
la sociedad globalizada. Pareciese que se erigiera en
una suerte de crítica a la sociedad francesa que mira
en demasía los rasgos convencionales del triunfador, olvidando
acaso la solemnidad pueril, la candidez
escondida
en cada uno de nosotros por defecto que habría
de ser definitoria en la selección de pareja.
Los
personajes están perfectamente ubicados en espacio y
tiempo, sin mayores pretensiones que la de representar una
atmósfera y una situación creíble. No contento con
ello el autor hace emerger otra dimensión, fantástica y
maravillosa, que gravita en el mundo de las emociones, antojadizas
y caprichosas, para permitir que Markus y Nathalie se entiendan y conecten. Por improbable que
pueda resultarnos, Foenkinos logra que tal ruptura
de
paradigmas se lleve a cabo con la naturalidad más
burda mediante la descripción de situaciones y un lenguaje
directo que se ve gratamente adobado con refrescante
humor.
La Delicadeza es, sin intelectualismo
alguno, una apología a
la esperanza insospechada capaz de devolver al espectador
esa dosis de fragilidad y ritmo pausado necesariopara
sobreponerse al desenfreno de los tiempos que
corren.
“La delicadeza” de David Foenkinos,
interpretada por Audrey
Tatou y François Damiens.
Estrenada el 6 de julio.
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