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CALOI, Clemente me salvó la vida.

Caloi retratado en su estudio por Gomez Carchak.
Nacido como Carlos Loiseau en la provincia argentina de Salta hace casi 60 años, Caloi es el autor de uno de los personajes más famosos que ha dado la historieta argentina: Clemente


Me recibe en su casa frente al Parque Lezama y reprimo mis ganas de profesarle mi admiración, de contarle que crecí leyendo sus tiras en el diario Clarín, que me compraba todos los discos de Clemente y cantaba sus canciones a viva voz en el colectivo que me llevaba a la escuela. No, muerdo mi lengua cholula y elijo hablar sobre el monumento a Clemente, sobre la guerra de los papelitos en plena dictadura militar, sobre su amistad con Serrat… Lo mejor es callarse y escuchar, oír al gran Caloi, cómodo, a sus anchas… En su tinta.



Una entrevista de Mariano Gómez Carchak,
desde Buenos Aires.



Para comenzar me gustaría que habláramos un poco sobre el humor. ¿Puedes definir qué es el humor para ti?
CALOI: Es difícil, che, esto de la definición del humor. ¿Sabes por qué? Porque personajes mucho más inteligentes que uno ya lo han definido, filósofos, escritores, etc. Pero me quedo con esta cosa que decía Quino: "Un marinero cuando se embarca y sale al mar, no se pregunta qué es el mar". Uno, entonces, brega las aguas del humor sin tener una definición precisa de qué es el humor. Yo prefiero definirme más que como un dibujante de humor. Porque la gracia, si está, es a partir de los dibujos. Personalmente no hago reír a nadie, ni haciéndole cosquillas. 

El personaje Clemente, creación suprema de Caloi.
Qué importancia tiene el humor en tu vida?
Mirá, yo dibujo desde chico, desde que pude alzar un lápiz prácticamente. De manera que para mí este es un ejercicio natural. Es más, cuando estudiaba pensaba que tenía que seguir después una carrera, arquitectura o medicina, no sé. Pero tenía un compañero que me decía: "No te preocupés, Loiseau, si vos cuando seas grande vas a ser humorista, vas a tener una revista como Landrú". Esa era la época de la revista "Tía Vicenta", en la que justamente, y unos años más tarde, yo comencé a trabajar profesionalmente.


 Pero bueno, más allá de que uno practique esto, y por hacer un poco de sociología barata, me parece que la última gran revolución que tuvo la humanidad, que es esta expansión de los medios de comunicación, que permitió que instantáneamente uno sepa lo que sucede en un lugar muy remoto del planeta, ha servido para hiper-comunicar a la gente pero también para cagarnos de angustia. Porque las noticias que nos llegan son las de la catástrofe, la guerra, el terremoto, el tsunami.. Y sin que esta sea una misión que nos haya sido otorgada, me parece que los humoristas, sin renunciar a esas verdades y no de una manera escapista, podemos devolver a la gente una mirada más digerible sobre los mismos temas. 


El humor debería estar en la canasta básica. Inclusive a mí me ha pasado que la explosión de Clemente se dio en momentos muy trágicos para la Argentina: el Mundial de fútbol del ´78 en plena dictadura militar, la Guerra de Malvinas en el Mundial de España del ´82. Y después en la última crisis, la del 2001, la gente en las elecciones eligió espontáneamente a Clemente como candidato a Senador, ganándole a muchos de los otros candidatos.

Sabían que no iba a meter la mano en la lata...
De hecho ese fue el slogan. Se basaron en una tira que yo había hecho hace muchos años y se armó como una cadena de mails, se imprimían las boletas y las ponían dentro de la urna.

Creo que esa fue una constante en aquellas elecciones, elegir candidatos de ficción.
Sí, así fue. Y te cuento que Clemente ganó en varias mesas. (Se ríe).

Hay una dicotomía planteada que separa el humor de la comicidad. ¿Qué opinas al respecto? ¿Crees que ambos aspectos pueden convivir en un mismo ámbito o dentro de un mismo artista?
Mirá, hay artistas que han combinado estas cosas. Aunque no es lo habitual entre los dibujantes. Porque más bien respondemos a un modelo de personalidad distinta a la de los cómicos de los que se supone que producen la risa instantáneamente. La gente suele confundirse y a veces me mira pensando que uno va a estar disparando un chiste cada minutos. Así que he desengañado a muchos ya. El perfil psicológico del dibujante es el de un tipo callado, introvertido, que justamente ha elegido el dibujo como modo de expresión y no la palabra o cualquier otro. Sí, en común lo que tenemos todos es el poder de observación, cierta agudeza en la observación, para después reproducirlo en el papel.


Nunca te has planteado demasiado hacer otra cosa.
No, para nada. Y afortunadamente, porque no sé hacer otra cosa. Yo siempre digo que uno vive de esto para no trabajar. Es una cosa tan fuerte esto del dibujo que lo pude desarrollar no solamente en las publicaciones impresas sino hasta en la televisión. No haciendo humor sino presentando películas con el ciclo de "Caloi en su tinta"

18 años en parrilla es algo muy poco común. Y más para un programa que ha sido declarado de "interés cultural". ¿Cuál es el secreto de "Caloi en su tinta"?
"Caloi en su tinta" es un programa con un fuerte contenido didáctico, teniendo el lujo de poder mostrar la obra, las películas de animación de los más grandes dibujantes y artistas de todo el mundo. Esto nació en el año ´79, estábamos con el negro Fontanarrosa en un festival en Italia, y  ya medio podridos de ver tantos dibujitos de historieta. Ese año se había agregado por primera vez un festival de animación. Y con el Negro dijimos: "vamos a ver que es esto". Y quedamos impactados por las imágenes de una realizadora británica que era Alison De Vere, y después de ver su corto y otras películas yo me dije: "Yo quiero llevar esto a la Argentina". Y desde hace ya 18 años, no paramos con este programa. 

A qué colegas admiras?
Mis maestros son: Ferro y Oski especialmente. Calé, el Divito de Lino Palacios, Garaycochea. La generación anterior a la mía. Y después admiro a algunos de mis coetáneos, como Fontanarrosa. A Quino, por supuesto. Nosotros somos una generación post Quino, post Mafalda. Y también admiro a muchos jóvenes. Admiro a mi hijo, Tute, que publica en la Nación y que realmente es un tipo de gran talento.

El escritor y humorista Roberto Fontanarrosa.
Hace muy poco tiempo nos dejó uno de los grandes...Roberto Fontanarrosa.
¿Cómo has vivido esta pérdida, que además era tu amigo personal?
Fue una pérdida muy grande y no solamente para el humor gráfico, sino para la cultura argentina. Es un tipo que ha calado muy hondo en la gente, no sólo con sus dibujos y personajes sino también con su literatura. Ha trabajado mucho en lo que hoy es una corriente dentro de la literatura que es la que une el fútbol con los cuentos. En lo personal yo viví muy de cerca toda su enfermedad, lo más contrastante, lo más penoso fue el final: cuánto sufrió alguien que había hecho feliz a tanta gente. 


Tu también has hecho mucho humor con el futbol? 
A mí siempre me gustó hacer deporte pero también trabajar el humor con temas deportivos. Yo trabajé muchos años en El Gráfico. Me parece que hay mucha tela ahí para cortar. Primero porque en el caso del fútbol en particular es un elemento de la vida cotidiana de los argentinos, una especie de idiosincrasia. Después porque como yo he jugado a distintos deportes, uno ahí conoce a las personas afuera de la cancha y como se transforman dentro de ella. ¿Cuál es el verdadero, ese con el que recién estaba charlando o el que ahora me está cagando a patadas? Desarrollamos mucho este tema con Clemente no solamente en la tira sino en la televisión y con la participación del Negro Dolina. Lo curioso es que nosotros tomamos muchas cosas de la cancha para los cantitos, pero después en la cancha comenzaron a usar los cantitos de Clemente. Las dos presentaciones que tenía el programa son canciones que hoy día se siguen cantando en los estadios. Una era la de: "Miren, miren qué locura, miren, miren qué emoción" y la otra es la que las hinchadas cantan: "Llegaron los borrachos del tablón". De esa canción, la música es del Negro Dolina, y la letra es mía. 

Y has estado en la cancha y que la afición esté cantando las canciones de Clemente?
Sí, y no solamente eso. Me pasó en el mundial de fútbol del ´78 algo mucho más dramático. La hinchada argentina le cantaba al locutor radial Muñoz: "Muñoz, Muñoz, los papelitos los tiramos para vos" y aparecían banderas de Clemente en las tribunas. Era la época de la dictadura militar y eso fue un acto contestatario de la gente que tomó esta metáfora de los papelitos para manifestarse de alguna manera, para decir. "Aquí estamos nosotros".  

Tienes miedo a la página en blanco? Sobre todo teniendo que realizar una tira diaria.
Yo necesito de la tira diaria tanto como de la tira semanal. En una descanso de otra. La tira diaria está muy ligada a la actualidad, es muy difícil publicar en un diario y desprenderse de la actualidad. De manera que con Clemente hago los temas actuales y en la página de los domingos que llega a un público más sosegado, no es la tira que se lee de ojito en el colectivo, es otro desarrollo más libre porque no tengo la imposición de los personajes. Puedo hacer una historieta de varios cuadritos, un dibujo solo, lo que quiero. Y el desafío aparte de la idea es un desafío plástico, trabajo con acuarelas, tinta, lápices…


Hace pocos días terminó tu muestra "Honoris Causa" sobre originales publicados en la revista Viva de Clarín. ¿Qué balance haces de la misma?
Las exposiciones me sirven como acto de desagravio por lo que son las publicaciones. Las reproducciones son tiradas masivas que yo siempre digo que se encargan bien de disimular algunas intenciones que uno pone. Era la posibilidad de que la gente que lee mis tiras en la revista pudiera tomar contacto con los originales. 

Tienes pensado exhibir este material en España?
Justamente en octubre estamos invitados con mi hijo a una exposición por la Universidad de Alcalá de Henares. Es la primera vez que voy a exponer en España.

Y hablando de España, se que a la inauguración de tu muestra asistió un gran amigo tuyo...Joan Manuel Serrat.
Estuvo sentado hace dos días en la misma silla donde estás sentado vos ahora.

No me lavaré más los pantalones entonces...¿Qué nos puedes contar de la relación que los une?
Mirá, para mí es un ídolo, pero más allá de eso es un amigo. Tengo separados los dos terrenos. Lo conocí porque yo había ilustrado canciones de él, a mí siempre me gustó la poesía y estoy acusado de haber llevado el humor a terrenos vecinos, lindantes con la poesía…

Serrat, Caloi y Dolina.
Bonita acusación.
Lo que pasa es que uno trabaja con metáforas gráficas, entonces tiene que ver con la metáfora de la poesía, con esa síntesis que se produce entre el lenguaje escrito y el lenguaje del dibujo. Yo había dibujado dos temas de él, aunque ahora yo presumo con que fue Serrat quien le puso música a dos páginas mías. Yo sabía en que hotel estaba alojado y un día agarré, le toqué timbre, le regalé esas dos tiras y comenzó una relación que aún hoy cultivamos. Y luego, cada vez que venía a Buenos Aires, venía a mi casa y aprovechábamos para encontrarnos con otros amigos como el Negro Fontanarrosa, Dolina, Menotti, el gordo Casero, los chicos de Divididos, siempre fue muy mezclada la cosa. La verdad es que Serrat es un tipo de los que uno podría decir que es muy amiguero, de una solidaridad y una entereza notables. A mí me emociona como persona, no solamente como artista. Es un tipo absolutamente coherente en ese sentido, porque es lo que parece ser.

Alguna vez te has planteado radicarte en el exterior, como lo hicieran tantos artistas argentinos?
No, jamás. Pude haberme ido en la época de la dictadura porque tenía amenazas telefónicas diarias pero yo como buen porteño edípico adonde me fui fue a la casa de mi mamá. Hasta que después me empezó a amenazar mi mamá para que me fuera. La pasé muy mal. En esa época había hecho una tira sobre Neustadt y recibía amenazas. En el golpe amenazaban a todo el mundo pero uno no tenía conciencia de lo que se venía. Yo pensaba, si me amenazan no van a venir, sino hubieran venido directamente. Fue una inconciencia de mi parte. 

En el momento de recién producido el golpe no imaginaba que se iba a venir semejante cosa. Ya habíamos tenido otros golpes. De hecho mi vida laboral estaba signada por eso, cuando comencé a trabajar en Tía Vicenta, a los dos meses la cerraron por un decreto del gobierno de Onganía. Hasta llegué a estar preso casi un mes por una manifestación en la facultad. Pero las amenazas creo que no venían por mi profesión sino por haber tenido militancia en la Juventud Peronista. Pero te digo, en el ´78, con lo de Muñoz, yo tenía miedo, realmente tenía miedo. Por suerte yo creo que Clemente fue como un certificado de supervivencia, porque si me pasaba algo hubiera sido muy evidente. 

Clemente nació como un personaje secundario ("Bartolo") para luego derrocar a su antecesor y apropiarse de la tira. ¿Por qué razón crees que sucedió así?
Lo que pasa es que cuando uno empieza con una tira no sabe qué va a pasar. Me acuerdo que me pidieron 10 tiras adelantadas y 10 tiras son 10 días, pasan muy rápido. Me pidieron que hiciera un informe para contar cómo iba a evolucionar la tira y yo hice un informe contando cualquier cosa. Para mí la evolución de esto era una especie de payada diaria que iba a tener con los lectores. De manera que había una fuerte improvisador del inconciente. Quería que fuera muy absurdo de manera de no tener que pedir disculpas por sus contradicciones. 

Y esto de no ponerle alas ni brazos, ¿fue algo a drede?
Responde a ese absurdo y además yo tenía la influencia de Oski que hacía unos pajaritos rayados que recorrían sus cielos y que a mí me gustaban mucho. Y también de Copy que hacía una especie de pollo con una mujer sentada y tenían diálogos absurdos. Después, mucho más tarde, descubrí en unos dibujos que yo hacía cuando tenía 4 años, que yo hacía unos personajes mezcla de pato y pollo, que eran unos Clementes. Operó evidentemente algún factor del inconsciente. Quería que fuera muy absurdo de manera de no tener que pedir disculpas por sus contradicciones. 

Estatua en homenaje al personaje Clemente.
Clemente es un personaje que escaló a la estatura de mito popular en Argentina. Hasta tiene su monumento. Se podría decir que ha tocado el cielo con las manos que no tiene.  ¿Te has planteado darle un final algún día?
Mirá, los personajes son metas expresivas de los autores, de los dibujantes. De manera que el fin de Clemente va a ser cuando deje de expresarme. Puede ser que me canse alguna vez porque en realidad no es lo único que hago y estoy atraído por otras cosas. 

¿Qué otros personajes de la historieta argentina crees que también merecerían un monumento en su honor?
Lo del monumento es una ocurrencia de la gente de la Municipalidad de Almirante Brown porque yo viví muchos años allí. A mí me pareció un gesto humorístico. 

Pero convengamos que no deja de ser fantástico que un personaje de historieta tenga su monumento propio.
Sí, pero hacer monumentos… Yo más que a personajes admiro a muchos dibujantes. De hecho, la mayoría de los personajes históricos que tienen monumentos no son para aplaudir tampoco: Roca, Urquiza, Mitre, etc. De manera que no sé si merecer un monumento es un halago. 

No es el caso de Clemente, él seguro lo merecía.


Yo les decía a la gente de Almirante Brown, que ellos que llevan el nombre del Almirante y que incluso están organizados urbanísticamente con la misma posición que adoptaban las naves de Brown, que si tenían que homenajear a un personaje de historieta, el elegido debería haber sido Popeye. Lo que definió a favor de Clemente fue la Mulatona, que es mucho mas rellena que Olivia, y más “monumental”.

Para cerrar te pediré un desafío: cuéntame tu vida en menos de un minuto.
Resumir es difícil, pero yo insisto en que me he metido en esto para no tener que trabajar. Lo que veo es una continuidad perfecta desde aquellos primeros garabatos que uno hacía hasta ahora, no he hecho otra cosa que dibujar. Para mí esto empezó muy marcadamente como una profesión. A pesar de que al principio era un amateur pero ya desde chico hacía mis historietas en forma de revista. Las abrochaba y se las vendía a mis familiares por veinte guitas, claro, eran los únicos que podían comprar eso. Me siento realmente un privilegiado en el sentido de que no solamente trabajo en algo que me gusta, sino que encima, me apasiona. 


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