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MIGUEL ANGEL SOLA - BLANCA OTEIZA, el placer de volver a verlos.

Altas dósis de complicidad y sensibilidad unen a esta entrañable pareja sobre y fuera de los escenarios. Durante diez largos años pasearon su maravillosa “El diario de Adán y Eva” por teatros europeos y americanos, cosechando un éxito de público realmente impresionante. Más de un millón y medio de espectadores.


Más de tres años después, los actores y productores Miguel Angel Solá y Blanca Oteyza regresan de la mano de una obra escrita por el célebre dramaturgo de Quebec, Michel Tremblay. La adaptación de “Por el placer de volver a verla” que han hecho junto a Manuel González Gil ya conmueve a una nueva generación de asistentes. Los mensajes que deja la gente en los foros de internet son absolutamente conmovedores.


Aprovechando su visita a Barcelona, antes del estreno en el Teatro Borrás, tuvimos una animada charla con la pareja.

Una entrevista de Marcelo Espiñeira.

Cuéntenme de la adaptación al castellano que han hecho de esta obra.
MIGUEL ANGEL SOLÁ: Esta obra la adaptamos junto a Blanca y Manuel (González Gil). Justo Manuel había perdido a su madre un mes antes y terminó dirigiendo el estreno en Buenos Aires, con Virginia Lago y Manuel Callau. Y más recientemente preparamos el estreno en España. Yo no me sentía físicamente bien para hacer este papel, así que en un principio no hice la adaptación pensando en mi papel de actor. Pero, ellos me fueron envolviendo de tal manera que…
BLANCA OTEYZA: (lo interrumpe)...El quería también…
MIGUEL: Bueno… al final cedí porque comencé a nombrar a otros actores y me contestaban: "No, no, no”...

BLANCA: Es que tenías que ser tú, no se nos quitaba de la cabeza…(risas).
MIGUEL: Y bueno… pude hacerlo y ahora estoy feliz porque la obra es genial.

Este guión tiene bastante de autobiográfico del propio Michael Tremblay, verdad?
MIGUEL: Mira que interesante. Este tipo que es un capo de la cultura de Quebec, líder del movimiento gay, líder del movimiento independentista… cuando fue la votación donde se preguntaba por la independencia de Quebec, él votó por la no desintegración del Canadá. Algo muy llamativo, pues era independentista declarado, pero llegado el momento no quiso apoyar la independencia en las urnas.

Ya con 52 años cumplidos, con muchísimas obras de teatro escritas y estrenadas con singular éxito en su país y el resto del mundo, se preguntó a quién le debía todo aquello. Y se respondió: "a mi madre". ¿Y a quién echo de menos todo el tiempo?... "También, a mi madre". Y se inventó esta historia. Dijo: "la voy a tener conmigo todas las noches…" (se ríe). Es fantástico.

Y qué hay de estos personajes?
BLANCA: Yo hago de "Nana" que es la madre de "Migue", que lo hace él y es el autor de la obra.

El autor se posiciona dentro del escenario en la obra, no?
BLANCA: Para que se hagan una idea, Miguel sale a escena y habla con el público. Les avisa que no van a ver grandes cosas, ni nada de lo que ha gustado hasta ahora como gran teatro. Se presenta como el autor y el director de la obra. En este primer monólogo fantástico, que en sólo dos minutos y medio le sirve para meterse a la gente en el bolsillo, él cuenta lo que ha elegido hacer en su última obra. Y allí se produce la presentación de su mamá. Y aparece su mamá, de cuando él tenía once años...
MIGUEL: Dándole caña…
BLANCA: Y ahí comienzan los dieciséis años de relación hasta que ella muere. Lo que hace Miguel en el escenario es impresionante, porque tiene que cambiar constantemente del presente al pasado. El no sale en ningún momento de escena. No se cambia de vestuario jamás y por momentos estás viendo a un niño de once años y por otros a un señor de sesenta, como uno de diecisiete, como uno de veintisiete…

Y tu personaje aprovecha para saldar cuentas pendientes con su madre?
MIGUEL: No…es una obra que no tiene ningún conflicto. Pero ninguno. Este tipo lo único que hizo es inventar una obra para traer de nuevo a su madre. En la obra cuenta o que fue su madre, lo que fue para él y lo que lo ayudó a soñar. Como lo ayudó a quedarse en este mundo, cómo jugó con él todo el tiempo. Un ser vital, curioso, vivo, le enseñó a inventar mundos.
BLANCA: Lo bonito también es que logra cambiar el final. Y ya no puedo contar mucho más…(se ríe).

Es una obra que remueve mucho las emociones, te ríes muchísimo… no sabes lo que es la primera mitad!!!...
Y luego todo esto va tomando otro color y hay gente que nos decía que ese final es el que todos quisiéramos darle a nuestras madres. Esto es un poco por lo de las posibles cuentas pendientes, la obra sirve para decir todo aquello que nos hemos guardado, o para quitarnos todo ese sufrimiento y darnos un final por la puerta grande. Y entonces el público muere…(se ríe)
MIGUEL: La inteligencia de este autor es magistral, porque lo único que no puede fallar en este mundo es esta ecuación. Todas las mujeres son madres, y todos los hombres somos hijos. Y eso no puede fallar. Es un juego muy bonito, es muy tierno. Es una historia de amor. A los diez minutos de comenzada la función, tú ya estás viendo tu propia obra, te ha disparado tu propio espectáculo.
BLANCA: Es un tema que nos suele hacer pensar mucho y sentir más todavía.
MIGUEL: Por lo general, la madre suele dar y el hijo recibir. Pero, hay veces en que esta relación también logra complementarse porque el hijo consigue dar también. Se rompen los complejos desde un punto de vista psicológico y se produce un agradecimiento por haber conocido a una persona especial. El placer de haberla conocido. Y justamente, este placer es el que experimenta el autor cuando consigue ver de nuevo a su madre. Ese es el juego.


Me han convencido, habrá que ir a verlos...
BLANCA: Y por otra parte te sentarás a ver un cuentito. Es algo simple.

Tan sencillo como lo es la escenografía y la puesta en general, no?
MIGUEL: Sí, todo lo que hace Manuel es simple. El director tiene esa virtud, hace la obra y desaparece. No lo ves a él en ningún lado. Como cuando decimos…"uhh, esta obra de tal… esto lo hizo tal… todo conceptual"…No es como esa gente que luego tiene que salir a explicar todo lo que hacen…Aquí se entiende todo.

BLANCA: Claro… o te pasas todo la función pensando: "Qué me habrá querido decir con esa silla que sale del techo…?"…(se ríe)

Seguramente que el lenguaje sencillo sea lo más difícil de manejar para cualquier autor.
MIGUEL: Si uno se puede manejar en lo sencillo creo que está diciendo la verdad. Y el teatro lo que persigue es la verdad. No la realidad, esa la persigue el periodismo, o un político, o las imágenes grabadas. El teatro busca la verdad y transformar en verdad una ficción.

Y esta obra resulta accesible, es para compartir, no ofende a nadie, y luego comienzas a darte cuenta que tus emociones están ligadas a tus pensamientos. Y que no puedes separarlos demasiado a unas de los otros. Pensemos en el símbolo del teatro…Dos máscaras, una que ríe y otra que llora. Y eso no existe. Como seres humanos somos pura emoción, la risa y el llanto están mucho más conectados de lo que tendemos a creer. Son nuestra manera de saltear esas barreras que vamos levantando para que la vida no nos destroce. Nosotros contamos este tipo de historias. Hay muchas maneras de hacerlo. Cada uno con su libreto.
A esta obra la pueden entender personas de casi todas las edades, pueden reírse o pueden ponerse a llorar, pero todas logran sentir.
BLANCA: Además lo bonito, es que no te distraes con el vestuario u otros detalles. Aunque el vestuario sea precioso.

MIGUEL: Ella sale vestida como era antes, que las señoras siempre iban muy arregladas por si alguien tocaba la puerta de la casa.

BLANCA: Y volviendo a la obra, sobre el final se produce un giro inesperado y la gente se pone a aplaudir sin importarle que no haya terminado aún…(risas)


Una suerte de reacción incontenible...
BLANCA: Totalmente. La gente aplaude como cuando ibas al cine en las viejas épocas…

MIGUEL: Hemos tenido comentarios de la gente que nos ha visto en los foros de internet, que recomiendo leerlos porque realmente emociona lo que dicen. Es raro, porque muchos se ponen a escribir y aclaran que nunca lo suelen hacer.

Y por suerte, el teatro se escapa a la crisis de los derechos de autor y el pirateo por internet.
MIGUEL: Sí, no admite top manta. (risas). Alguien puede grabarlo, pero lo único que haría es arruinar el espectáculo.

BLANCA: Y nadie lo vería, porque una obra o está de puta madre filmada o no la aguantas ni diez minutos.
MIGUEL: El secreto del teatro es que nadie te obliga a ver nada. Tu pagas una entrada, te sientas en tu butaca y luego comienzan a moverse dos seres sobre ese cuadradito que es el escenario. Y tu eliges donde mirar. Y es increíble porque estás en la fila 20 y ves el brillo en los ojos y la lágrima que cae. ¿Cómo sucede eso? Si no somos capaces de ver de aquí a 20 metros una lágrima o el pestañeo de un ojo.

¿Cómo hace el ojo para acomodarse y ver la emoción? Porque todo ese ser integro que está sentado en la butaca está sintiendo por ese otro ser y lo ayuda a ser lágrima, lo ayuda a ser dicha, lo completa. Es muy apasionante el teatro, si eres mediocre no te puedes ocultar. Puedes tener una mala noche como cualquiera, aunque por eso no serás mediocre. Será sólo una mala noche.


Igual sospecho que las "malas noches" sólo las detectáis vosotros mismos...
BLANCA: También…(se ríe)

MIGUEL: Igual uno sabe que lo que sale es lo que sale. Y que es el mejor espacio que uno pudo dejarle al personaje para poder expresarse. No es una cuestión de egos. "Soy buen actor. Soy buena actriz. Lo demuestro" No pasa por ahí.

BLANCA: Si piensas así, la cagas.

MIGUEL: La cuestión es saber si le has brindado la posibilidad de contar la historia, que tiene una horita y media por día para poder hacerlo. El resto del día, dispone uno de su propia historia. No piensas en la obra, piensas en la cantidad de cosas que te pasan. Pero en esa hora y media tenemos que saber contar y mostrarnos felices de haber sido eso que ha sido escrito.


Suelen hablar de los personajes como algo muy independiente de vosotros mismos.
BLANCA: No nos llevamos el personaje a casa. Entras al camerino, te desmaquillas, te pones tus tejanos, y te vas a tu casa. En cuanto pongas tu ego arriba del escenario, la cagaste. Se te va el personaje, se te va la letra, se te va todo. Si te antepones delante del personaje en el escenario para mostrarte, ya no tienes nada que hacer.

En esa hora y media has compartido risas, llantos, emociones de todo tipo y eso se puede transmitir con los silencios también. Esos silencios donde no oyes ni una mosca, tienes que ser capaz de manejar toda esa energía de 700 u 800 personas y es la bomba. Pero cuando baja el telón, esto se termina y te coges el metro y te vas a tu casa con tus hijos, tus perros, tu marido y tu canario. Y eso para mí es una lección que el teatro te da todas las noches. En los estudios de cine y televisión, te están adulando continuamente. Te están diciendo lo guapa que estás, lo bien que te queda eso, te hablan del "pedazo" de escena que acabas de hacer…aunque se estuviesen limando las uñas mientras tu rodabas. Antes de oir el "acción" tienes a cuatro personas que te están cuidando, que te están arreglando… En el teatro no hay nada de eso. En el teatro eres tú con el personaje, tus compañeros, los técnicos y el público.
MIGUEL: No hay "toma 48" hasta que el idiota diga la palabra que tiene que decir o le caiga la lágrima que le tiene que caer. Que el idiota puede ser uno también.

En teatro sucede otra cosa. Es verdad que mi único mérito es saber darle voz al que me está dictando lo que tengo que decir. En cuanto yo quiero decirlo de otra manera y es inconveniente para él, él me lo hace notar. Y me lo hace notar, pegándome una patada. Algo pasa que se corta en mí el proceso creativo. Lo que está pasándole a él, se me corta porque no lo he entendido. Quise agregarle una cosa de más a un instante que tenía que tener una cosa de menos. Sé muy bien cuándo está el personaje arriba del escenario y cuándo estoy yo.
Sin duda alguna, no soy un loco. Soy yo, es mi cuerpo, es mi voz, pero es un estado alterado de conciencia. Y ese estado alterado no es locura. Es ese ser que viene a contar su historia y es esa y no otra. De repente se me ocurre una cosa y logro conquistar la voluntad de ese ser y me lo admite. Porque él también podría haberlo hecho así. La acerté, pero en cuanto quiero imponer otra forma, no me deja.
Por eso cuando salimos al escenario, tenemos una marcación, tenemos unos límites, pero es maravilloso porque eso lo dan las reglas del juego. Sin reglas, no hay juego posible. El fútbol no se podría jugar sin el offside, sin el tiro libre, sin el penalty. Es decir, si salieran a jugar once jugadores contra cuatro…no sería fútbol... se llamaría "11 contra 4".
Ya tenemos reglas, pero también necesito saber qué reglas pueden ser transgredidas constantemente para poder conocer su elasticidad. Y no todos los días es la misma. Y eso tenemos que probarlo. Es muy raro, pero es así…

Creo que lo has dejado bien claro.
MIGUEL: Esto lo puede entender un escritor o una persona que conduce kilómetros y kilómetros y cuando llega al destino se pregunta: "¿y cómo he llegado yo aquí? Si en ningún momento he estado pensando en la ruta. Estuve pensando en 8500 cosas diferentes, sin embargo llegué hasta aquí y mientras tanto puse primera, segunda, tercera y cuarta, miré por los espejos, reduje la marcha, no atropellé a nadie, no he hecho mal a nadie"…

No es un piloto automático cualquiera, no es un chip integrado, no es la robotización porque todo se mueve en una carretera, incluso uno mismo. Esa persona puede entender lo que digo sobre los personajes.

Entiendo que es esencial sentirse cómodo y resguardado por tus compañeros sobre un escenario para que todo vaya bien.
BLANCA: A mí me parece increíble y que nunca me ha pasado, lo de esos elencos donde hay compañeros que no se hablan, que se odian…


Eso suele ocurrir?
MIGUEL: Tú tenías un compañero que te ponía de espaldas al público siempre que podía…

BLANCA: Es que yo ni me daba cuenta…

MIGUEL: Siempre puede haber gente mala, pero esa gente no es artista.

BLANCA: Sí que hay algunos colegas que no se dirigen la palabra entre ellos o que directamente se putean arriba del escenario. Fuera de Migue, cuando me han llamado para otros proyectos, yo siempre he pedido principalmente sobre el elenco. No preguntaba por si eran conocidos, sino por si eran buena gente.

Es que en el escenario tienes que estar con el compañero todo el tiempo, no te puedes mirar el ombligo en ningún momento, tienes que estar al quite de lo que necesite el otro o de lo que tienes que dar al otro. Tienes que estar al servicio de…todo el tiempo. Sino no funciona.

Con aquellos diez años representando "El diario de Adán y Eva" alcanzaron algún límite? Era sano seguir haciéndola?
MIGUEL y BLANCA: (a coro) Sí…. Podríamos haber seguido más.

BLANCA: era sano.
MIGUEL: Sí, teníamos trabajo contratado para casi cuatro años más. Era una obra que la gente la veía tres, cuatro o hasta cinco veces. Con ésta nos está comenzando a suceder algo similar.

BLANCA: Con "El diario.." hemos sembrado. Cuando dejamos de hacerla, Migue se comenzó a recuperar del accidente y todo el rollo, y nuestro mayor reto era no defraudar con lo próximo que hiciéramos. Y de momento, lugar al que vamos con "El placer de volver a verla", llenamos. Y no es porque seamos actores mediáticos, sinceramente no somos nada de eso. Sin embargo, la gente que ha visto "El diario…" está yendo a vernos de nuevo.
Y estoy segura que no los hemos defraudado porque repiten. Vuelven con su madre, con gente querida. La gente nos comenta que cuando abandona la sala, ya está pensando en recomendársela a alguien. Nos funciona muchísimo el boca a boca.


Blanca, lo tuyo con este oficio también es una cuestión genética? (Aclaramos que Miguel A. Solá pertenece a una novena generación de actores de orígen catalán).
BLANCA: No, era necesario que alguien diera ese paso en mi familia. Ahora también están mi hermano y una sobrina nuestra. Sí que había tenido escritores y pintores en mi familia, pero lo de actriz no estaba bien visto para nada en España.

Se ven haciendo alguna obra de teatro con vuestras hijas en un futuro?
BLANCA: (Se ríe) Bueno, una de ellas ya estuvo haciendo algo con él en la tele, en la serie UCO.

MIGUEL: Ojalá, por qué no? Lo que pasa es que los hijos tienen que hacer experiencia por sí solos, no con uno. Porque el límite del respeto ya lo cumplen sobremanera en la casa. Me encantó que mi hija trabajara conmigo, que observara…
BLANCA: Nuestras hijas esto lo viven de una manera muy bonita. Tenemos la suerte de que nuestra casa está siempre llena de proyectos, siempre hay movimiento creativo, aunque no concretemos todo. Y ellas siempre están participando con sus amigas, y de una manera u otra están integradas en lo que hacemos, diseñando carteles, haciendo dibujos, viendo vestuarios y bueno…pasando la letra. Mis papeles se los saben perfectamente. Clavan las letras siempre.

Lo viven con mucha naturalidad. Y ya saben que con esto se lo puede pasar muy bien y muy mal. No se dejan engañar por la fama fácil de la tele basura y el dinero rápido. Saben que este camino no es fácil. En este sentido creo que tienen mucho ganado.




Comentarios

  1. ‘Por el placer de volver a verla’… EL PLACER ES NUESTRO.
    Tras el éxito de ‘El Diario de Adán y Eva’ -10 años de representaciones y más de un millón y medio de espectadores-, Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza vuelven al teatro con ‘El placer de volver a verla’. Acudí al teatro Amaya con el listón muy alto, ya que ‘El Diario…’ es una de esas obras difíciles de olvidar. Sin embargo, no ha habido ni una pizca de decepción. Tal y como ellos y el director explican en las entrevistas concedidas, es un teatro de sentimientos e intimista, liberado de artificios y de complejidades. Sin embargo, esa sencillez no peca de simpleza en ningún momento. ‘Por el placer de volver a verla’ se centra en la relación de un dramaturgo con su madre, a quien ‘resucita’ por medio de una obra. Es el teatro dentro del teatro, con unas ingeniosas reflexiones acerca de la profesión de actor y un agradecimiento implícito a los espectadores. El autor pone en escena distintos momentos de su vida con su madre, y así desfilan su niñez, adolescencia y temprana madurez. La verdadera magia de esta función es la catarsis que se produce en el espectador, cómo nos vemos reflejados en muchas de las situaciones. No podemos evitar reírnos ante las discusiones de ambos en sus charlas, y disfrutar de la complicidad que entablan madre e hijo. Y ya, al final, darnos cuenta de que eso que somos y “los clavos de nuestra vida” dependen en mucho de nuestra “nana”. La obra nos hace llorar, pero también reír, y mucho, además, dejándonos un sabor dulce al comprender que tan importante es una entrada espectacular como una salida del mismo modo, llena de luces, sonrisas y flores. Por último, es inevitable destacar la interpretación de Solá y Oteyza, en la que no chirría que él tenga 11 años al principio de la función y Oteyza sea una madre que “exagera todo para que las cosas duelan menos”, y en la que sentimos lo que hemos sido o lo que seremos. El Infrecuente. María P. Maestro.

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  2. Muy bonita entrevista. Ellos merecen que se los tenga en cuenta así, en extenso. Antonio Rueda

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  3. Ayer viajé a Gijón para asistir a la última presentación de Por el placer de volver a verla. Por tercera vez me han hecho disfrutar de la vida, del teatro, de no haber querido en vano. Teatro a tope como siempre que he asistido, y me pregunto ¿por qué funciones tan deliciosas tienen que dejar de representarse? Amé una vez más el estar vivo. Gracias

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