Escribe Lilian Rosales de Canals.
Los ritmos se hacen cómplices junto a la jerga carcelaria de negociaciones, emboscadas y venganzas. Códigos de honor rotundamente desconocidos reinan entre pasiones humanas, el ser humano se abandona a las inclinaciones de su vida afectiva. Todo esto y un poco más queda expuesto en el minucioso trabajo de animación de Luidig Ochoa, un joven ilustrador venezolano que tras las rejas experimentó la intensidad de las cárceles de aquel país y cuyo innato talento para el dibujo le ha bastado para armar la serie de animación Cárcel o Infierno que dispone de 11 capítulos en YouTube. Su apego a la realidad aunado a la excelente estética que consigue, le ha valido para sumar más de un millón de visitas. Su usuario en Twitter @luidigalfo cuenta con más de 36.500 seguidores. Pero la intención de Ochoa, lejos de hacer apología del delito, es la de mostrar lo extremo de aquella bizarra experiencia tanto para los presos como para sus familiares, mientras destaca el grave problema del hacinamiento y los retrasos procesales. Expresa "si quieren imaginarse como es la realidad ahí dentro, multipliquen por cien lo que ven en mi serie animada y estarán un poco cerca".
Pero ser un expresidiario le coloca en un lugar privilegiado a la hora de describir sin aspavientos aquella realidad. Conoce al dedillo los funestos pasillos de la prisión, sus olores y los movimientos de sus ocupantes. Su experiencia en el mundo del delito se inició con 12 años, conoció por entonces varios centros de detención de menores y terminó en la cárcel una vez alcanzada la mayoría de edad. Más de veinte disparos marcan su historia personal. Es un sobreviviente. Pero él insiste en que ya fuera de la cárcel, Dios tiene algo preparado para él. De momento está haciendo una labor cuya trascendencia ni él imagina.
Su trabajo nos ha servido de arranque en la investigación de una realidad tremenda: las cárceles venezolanas y la figura de nuevos líderes surgidos a la sombra de un sistema penitenciario inoperante que ha puesto el control de los recintos en manos de los propios reos, cuyo poder se extiende peligrosamente fuera de las rejas.
Los ritmos se hacen cómplices junto a la jerga carcelaria de negociaciones, emboscadas y venganzas. Códigos de honor rotundamente desconocidos reinan entre pasiones humanas, el ser humano se abandona a las inclinaciones de su vida afectiva. Todo esto y un poco más queda expuesto en el minucioso trabajo de animación de Luidig Ochoa, un joven ilustrador venezolano que tras las rejas experimentó la intensidad de las cárceles de aquel país y cuyo innato talento para el dibujo le ha bastado para armar la serie de animación Cárcel o Infierno que dispone de 11 capítulos en YouTube. Su apego a la realidad aunado a la excelente estética que consigue, le ha valido para sumar más de un millón de visitas. Su usuario en Twitter @luidigalfo cuenta con más de 36.500 seguidores. Pero la intención de Ochoa, lejos de hacer apología del delito, es la de mostrar lo extremo de aquella bizarra experiencia tanto para los presos como para sus familiares, mientras destaca el grave problema del hacinamiento y los retrasos procesales. Expresa "si quieren imaginarse como es la realidad ahí dentro, multipliquen por cien lo que ven en mi serie animada y estarán un poco cerca".
Pero ser un expresidiario le coloca en un lugar privilegiado a la hora de describir sin aspavientos aquella realidad. Conoce al dedillo los funestos pasillos de la prisión, sus olores y los movimientos de sus ocupantes. Su experiencia en el mundo del delito se inició con 12 años, conoció por entonces varios centros de detención de menores y terminó en la cárcel una vez alcanzada la mayoría de edad. Más de veinte disparos marcan su historia personal. Es un sobreviviente. Pero él insiste en que ya fuera de la cárcel, Dios tiene algo preparado para él. De momento está haciendo una labor cuya trascendencia ni él imagina.
Su trabajo nos ha servido de arranque en la investigación de una realidad tremenda: las cárceles venezolanas y la figura de nuevos líderes surgidos a la sombra de un sistema penitenciario inoperante que ha puesto el control de los recintos en manos de los propios reos, cuyo poder se extiende peligrosamente fuera de las rejas.
Pran, categoría emergente
La organización en el interior de las cárceles es compleja y responde a una dinámica social bien estructurada, severa y jerárquica. Entrar en una cárcel venezolana supone adherirse a un código de normas de cumplimiento vigilado por un “pran”, “volantero” o jefe a la cabeza, quien además decide sobre negocios, drogas, armas, festividades y mujeres, sobre la vida y también sobre la muerte del resto, dentro y hasta fuera del recinto carcelario.
El pran es una categoría emergente en la escala social de estas penitenciarías que evidencia de forma dramática la subrogación de la autoridad legítima del Estado. La institucionalidad ausente ha cedido el control en aquel espacio donde deberían estar garantizados los derechos.
Este fenómeno es consecuencia de una larga historia de olvido donde las dificultades en la gestión policial han sido superadas en los juzgados. El retraso procesal venezolano hacina hoy día a 47.000 reclusos en madrigueras y en medio de un cóctel de violencia y ocio. Paradójicamente sus líderes gozan de ultraconfort. Para colmo de males la desmedida y galopante corruptela embarra al más honesto. Cada vez son más los funcionarios de la administración, guardias nacionales y policías que se ven identificados en tramas delictivas junto a los pranes. La perversión del sistema vincula a estas mafias penitenciarias con grupos externos y supone la introducción de armas de guerra de alto calibre, drogas y teléfonos móviles bajo la mirada complaciente de autoridades.
Enfrentamiento entre familiares de reclusos venezolanos. |
Un informe de la Dirección Nacional de los Servicios Penitenciarios, asegura que algunos funcionarios de la Guardia Nacional llegan a cobrar 10.000 bolívares (1.792 € al cambio oficial) por el ingreso de un arma de alto calibre a una cárcel. Todo tiene una tarifa: una pistola (53,9€), una granada (34,6€) o una botella de alcohol (54€).
El beneficio económico que perciben los implicados asegura la preservación de esta dinámica morbosa. Queda claro que el descontrol entrega la supremacía dentro de los recintos penitenciarios a los líderes o pranes, quienes incluso exterminan por la vía del sicariato a funcionarios, empresarios y familiares fuera de la cárcel, actividades para las cuales algunas autoridades resultan cómplices.
La muerte por encargo de la directora del anexo femenino del Centro Penitenciario de Occidente (en el estado Táchira) en julio de 2012 implicó a algunos internos. Las autoridades sostienen que el móvil de este asesinato fue una retaliación por las medidas disciplinarias que la funcionaria impuso en el anexo del penal.
Según investigaciones del principal cuerpo de seguridad (CICPC) la extorsión y el secuestro se coordinan desde dentro de los penales, las pesquisas han determinado que las órdenes se dictan mediante llamados telefónicos desde la cárcel.
Pagar para comer, dormir o respirar
Se estima que por semana los familiares de los presos deben pagar entre entre 9 y 21€ de "causa", una especie de alquiler que da derecho a alojarse en un área determinada, no así dormir en una cama, que es un beneficio exclusivo para los líderes quienes además cuentan con televisor, DVD, piscina y otras comodidades. Este cobro le puede generar al "principal" un ingreso anual de 870.967€. Sin contar la renta de la “causa" se calcula que el beneficio total producido por 32 de las 34 cárceles del país suman más de 44 millones de euros anuales.
La extorsión se repite con empresarios fuera de los penales, quienes son amenazados de muerte si no pagan las "vacunas" o fuertes sumas de dinero a cambio. Esta renta se traduce en la instalación de un completo mercado clandestino de productos que surte a los prisioneros en régimen de compraventa. La lucrativa economía de miles de dólares al año contagia a los guardias. Resulta lógico que no atenten contra tal fuente de ingresos.
La Penitenciaría General de Venezuela (estado Guárico) es la paradoja materializada. Con un centro de comunicaciones de 30 ordenadores, bar, sala de apuestas, restaurante, panadería, guardería y varios parques infantiles, este retén genera un beneficio económico comparable al presupuesto anual de un ministerio pequeño, más de 8 millones de euros, al margen de la discoteca "Tren del Sur" dotada de aire acondicionado, iluminación, sonido profesional y una barra para vender licor.
Imagen tomada en una prisión venezolana. |
Durante el reciente conflicto en la cárcel de La Planta (mayo 2012) -según un informe del Ministerio de Asuntos Penitenciarios- se hallaron 33 armas de alto calibre, varios FAL y otras solo empleadas por cuerpos de seguridad. Declaraciones de líderes del penal sostienen que las armas son introducidas por la Guardia Nacional Bolivariana y otros organismos de seguridad.
Curiosamente los intentos de fuga de las cárceles han disminuido ya que la impunidad y el poder adquirido por los delincuentes asegura la comisión de toda clase de delitos con absoluta eficacia.
Al pran no le conviene que los guardias nacionales hagan bien su trabajo y presiona tanto, a tan altos niveles, que los funcionarios llegan a ser removidos de sus cargos. A cambio, mientras peor se controle la cárcel más beneficios obtendrán los guardias untados. Mientras no exista voluntad política de revertir esta situación, el caos persistirá y se hará crónico. Hasta que no se dicten condenas y se abra procesos contra todos los implicados no será posible frenar este verdadero infierno.
¿Cárcel o Infierno? Es la pregunta que nos hace Luidig Ochoa. Mediante la estética de lo aciago y lo lúgubre, alcanzada desde la potencia de la música y el argot retumbando en un eco entre paredes, las viñetas animadas atraviesan el sonido de las moscas y de las armas para mostrar ajusticiamientos y coacciones, miedo y cólera, motines que bañan de sangre a los penales venezolanos. Un testimonio inédito de enorme valor documental que muestra a seres desnortados y despavoridos que dejan rezumar su cara más instintiva y pavorosa.
Canal Youtube de Luidig Ochoa: www.youtube.com/user/luidigalfo
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