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CANNABIS LEGAL ¿Tendencia mundial?

Una investigación
de Marcelo Espiñeira.

Aunque se tenga constancia de que los chinos la fumaban hace 5.000 años atrás, a día de hoy la marihuana integra la lista de sustancias peligrosas de la OMS (Organización Mundial de la Salud). No obstante y pese a la prohibición que rige sobre su consumo casi a nivel planetario, según recientes datos estadísticos de la ONU, existen más de 230 millones de consumidores habituales de cannabis, siendo así la droga ilícita más utilizada.

Prohibicionismo

Para entender por qué se ha terminado imponiendo la veda de una sustancia tan difundida en el siglo XIX en muchos países (fundamentalmente de Asia), deberíamos remontarnos a
principios del siglo XX, cuando el estado norteamericano de Texas legislara su prohibición en 1914. Por entonces, la marihuana formaba parte de la oferta farmacéutica de venta libre junto a otras sustancias como la cocaína o la morfina y su consumo había comenzado a popularizarse demasiado, en opinión de los círculos más conservadores de la sociedad estadounidense, que eran muy críticos con los efectos de esta sustancia sobre la población. No obstante, su penalización sólo halló cierto consenso público cuando se produjo la llegada a EEUU de varios miles de inmigrantes mexicanos huyendo de los conflictos armados de la Revolución Mexicana de 1910. Este éxodo acabó por convertirse en la excusa perfecta para los prohibicionistas, ya que los mexicanos cruzaban a EEUU con su hierba loca a cuestas, algo que no resultó bien visto por asociaciones ligadas a la poderosa iglesia protestante, como el influyente Movimiento por la Templanza y sus fieles seguidores.

La irrupción de la Primera Guerra Mundial relajó el ambiente en cuanto al avance represivo sobre el uso de sustancias psicotrópicas, en buena parte porque el ejército dependía de ellas para paliar los devastadores efectos del combate en sus tropas. Pero, una vez concluído el conflicto armado internacional, el debate sobre las drogas regresó con virulencia al foco de la sociedad norteamericana. 

Manifestante uruguayo pro-legalización.
Los años veinte fueron los de la Ley Seca que prohibía el consumo de alcohol, y que acabó por favorecer el establecimiento de un mercado negro ligado a una sanguinaria delincuencia y el crimen organizado. Durante aquella década la opinión pública dio un giro, y decidió que había sido peor el remedio que la enfermedad. El consumo de alcohol no sólo subsistió, sino que continuaba de forma clandestina y bajo el control de feroces mafias. La nefasta experiencia de la veda alcohólica finalizó en 1933 y a partir de entonces, los influyentes movimientos conservadores del momento se centraron en la persecución del opio, la marihuana y otras sustancias de venta farmacéutica. 


El presidente Franklin D. Roosevelt dio el visto bueno a la prohibición del uso de la marihuana bajo una estricta Ley federal sancionada en 1937 que penaba su cultivo, venta, posesión y consumo en todo el territorio norteamericano. Durante los años de la posguerra, EEUU impuso a nivel mundial su hegemonía, y sus doctrinas antinarcóticos fueron aceptadas en el resto de países sin demasiada discusión o exposición de bases científicas sólidas y confiables. Si bien ya existían fuertes indicios sobre los efectos perjudiciales del uso prolongado del cannabis, estos no estaban debidamente documentados y privó un principio más reñido con la moral que con una real cuestión sanitaria en la definición del asunto. La Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 diseñó un sistema de sanciones penales a nivel mundial para restringir la producción, el suministro y el uso de un centenar de sustancias agrupadas con criterios científicos dispares que tuvo mucho más de acuerdo político que otra cosa, instalando el régimen prohibicionista que hemos conocido durante las últimas cinco décadas.

Un agente de la DEA norteamericana decomisa una plantación de cannabis en California.
Contracultural
La prosperidad económica en EEUU vino acompañada con la conquista de nuevas libertades individuales, y el surgimiento de nuevos movimientos contraculturales juveniles (como el hippismo) que reflotaron el uso recreativo del cannabis pese a su clandestinidad. Ya en los años `70 el presidente demócrata Jimmy Carter coqueteó en privado con la idea de despenalizar su uso, pero lejos estuvo de concretarse. En sentido contrario, durante los ´80, el republicano Ronald Reagan reforzó el concepto de lucha global contra el narcotráfico encarnado por la DEA (Administración para el Control de Drogas), endureciendo las penas por posesión y ligando a su electorado con una batalla moral de tono represivo, la cual encontró fuerte eco también en Latinoamérica, justamente dentro de una larga lista de países donde gobernaban rígidas dictaduras militares por aquellos años. 

En la acera contraria, desde los ´60, diversas organizaciones de usuarios comenzaron su particular lucha para conseguir la despenalización del cannabis en EEUU, basándose en la consideración de los derechos individuales amparados por el espíritu de la Constitución norteamericana. Sin embargo, estas asociaciones no alcanzaron un moderado éxito hasta 1996, cuando los legisladores del estado de California accedieron al amparo legal del suministro medicinal de esta sustancia, chocando de frente con las leyes federales del país, pero respondiendo a la demanda de una gran porción del propio electorado. A partir de entonces, una precaria fórmula legal ha permitido el acceso a pequeñas cantidades de cannabis lícito a aquellos pacientes californianos afectados de cáncer, Sida u otras enfermedades tipificadas o aceptadas. Así, el consumo legalizado quedó supeditado a un registro obligatorio, el pago de 150 dólares a la Administración por el trámite y la indispensable prescripción médica.

El uso del cannabis estuvo muy divulgado entre los hippies de los años `60.
Terapia californiana
Sin embargo, el cultivo, la producción y la venta de marihuana se han venido desarrollando dentro de una neblina legal preocupante, ya que la ley federal ha continuado penándolas duramente, favoreciendo que las bandas criminales organizadas se adueñen de este lucrativo negocio. Una paradoja que queda demostrada en los 2 millones de plantas incautadas en California por las fuerzas de seguridad en 2006, cuando se calculaba que la producción total ya ascendía a los 22 millones anuales.

California es el principal productor de marihuana estadounidense, y en el norte de este estado se encuentra el centro neurálgico de dicha producción, más precisamente ubicada entre los condados de Humboldt, Mendocino y Trinity. Las plantaciones suelen camuflarse entre los numerosos bosques protegidos de la región y vigiladas celosamente por hombres fuertemente armados en la mayoría de las ocasiones, preparados para repeler tanto a los ladrones, como a los agentes del orden. Según la DEA, estos productores clandestinos parten de una premisa muy sencilla: siembran 5 plantaciones diferentes, porque saben que la policía les podrá incautar dos, otra se perderá por culpa de los animales, y con la venta de las dos cosechas restantes obtendrán el dinero suficiente para cubrir los beneficios en este peligroso pero rentable negocio. No podemos olvidar que en los grandes centros urbanos como New York, el kilo de cannabis premium puede alcanzar los 11.000 dólares. Una actividad que, en las manos incorrectas, condena a los bosques protegidos a la tala indiscriminada de árboles, el uso indebido de fuertes pesticidas y fertilizantes, y la instalación de sistemas de riego fuera de control que causan un verdadero desastre medioambiental en la zona. Una queja sostenida también por los cultivadores ecológicos que ahora mismo sólo representan el 10% del total en California. El resto, la gran mayoría, se han instalado en la región luego de la sanción de las leyes terapéuticas, para evitar los riesgos de importar la sustancia de México o Colombia.

Un usuario californiano con su identificación terapéutica oficial.

En esta contradicción permanente ha sobrevivido el mercado negro de la marihuana norteamericana, con leyes estatales enfrentadas a la federal. Así, otros catorce estados terminaron adoptando el concepto de la legislación californiana del uso terapéutico durante los últimos cinco años (Oregon, Arizona, Nevada, Alaska, Hawaii, Nuevo Mexico, Montana, Michigan, Maine, New Jersey, Delaware, Vermont, Washington y Colorado) que permite consumir cannabis legal a más de 700.000 enfermos registrados, adquiriendo sus dosis en dispensarios seguros. Sin embargo, el mercado negro todavía se nutre de los usuarios de tipo recreacional. Aunque la velada despenalización progresiva de la posesión de pequeñas cantidades se haya mezclado con una represión importante sobre la producción y distribución, y un balanceo permanente en las posiciones públicas de los representantes políticos, en parte porque el debate es complejo y también porque suele resultar costoso o poco aconsejable en clave electoral. 

Colorado recreativo
Ahora, un experimento novedoso se ha implantado en el estado de Colorado desde el pasado 1º de enero. En cierta sintonía con el rimbombante anuncio del parlamento uruguayo de despenalizar la producción, venta y consumo de marihuana en 2014, los ciudadanos del estado de Colorado votaron a favor de liberar la venta y el consumo recreacional en 2012. Luego de debatir durante el pasado año su aplicación definitiva, sancionaron una ley estatal que permite a los dispensarios obtener una licencia especial para vender hasta una onza de marihuana a cualquier ciudadano mayor de 21 años. El principal propulsor de esta medida, el activista Mason Tvert dijo: "Hoy en todos los estados del país, los adultos estarán comprando marihuana, pero sólo en Colorado lo harán legalmente en una tienda regulada". Y no se equivoca demasiado, ya que se calcula que cada año dos millones de norteamericanos prueban su primer porro. Aunque está considerado que Canadá es el país desarrollado con mayor cantidad de fumadores de cannabis, seguido muy de cerca por EEUU.

Cada año, más de dos millones de adolescentes norteamericanos prueban su primer porro.
Justamente, en 2001, Canadá se convirtió en el primer país en sancionar una ley que despenaliza el consumo de marihuana para uso terapéutico. Lo que significa que un selecto grupo de personas puede cultivar y comprar cannabis legalmente, aunque en la práctica el régimen de sanciones en aquel país sea muy laxo y permisivo para todos los usuarios en general.

Lo revolucionario del ensayo legal de Colorado es que ha estipulado un claro régimen fiscal en la comercialización del producto, del que recauda casi un 25% de impuestos especiales sobre el precio de venta. Decididamente deja en manos privadas su producción, distribución y venta, y reserva únicamente al Estado la facultad de controlar que se cumplan las normas del stock y venta limitada, al margen de cualquier actividad ilícita como fumar en lugares públicos o conducir bajo los efectos del estupefaciente. En un comienzo, es difícil creer que el Estado fuera a bajar la guardia de manera exagerada, sobre todo teniendo en cuenta la fuerte vinculación del crimen organizado con el recientemente superado mercado negro. Se supone que la transición será compleja y no exenta de inconvenientes. Pero, la tendencia a despenalizar es verdadera, con Washington como el próximo estado donde se espera una ley similar a la de Colorado para junio de este año.

Analizando más de cerca las expectativas creadas en Colorado, los vendedores esperan hacer un gran negocio, vendiendo semillas de todo tipo, variados complementos para el cultivo de plantas en espacios cerrados y artículos para el fumador. Sofisticado al máximo, el sector aspira claramente a recrear ese halo de exclusividad  y buen gusto que emana en la compra de un buen vino u otro producto de una tienda delicatessen. Por su parte,  la Administración, tan sólo con las 160 licencias otorgadas a los dispensarios minoristas y las ventas producidas en los primeros días de enero ya se han asegurado un ingreso fiscal extra muy significativo. El primero de enero, las ventas alcanzaron el millón de dólares en sólo 16 tiendas de Denver. Una cifra que ciertamente incluye un efecto turístico histórico que el paso del tiempo irá diluyendo, más teniendo en cuenta que otros estados podrían seguir el camino de Colorado. En el aspecto del gasto público que representa la lucha policial contra el mercado negro, es temprano para apreciar cuál será el verdadero cambio. Se puede prever algún logro al respecto, pero la experiencia demostrada por las mafias para adaptarse a los cambios de reglas, no permite garantizarlo por adelantado.

Clientes en un dispensario legal de Denver comprando marihuana recreativa.

A favor y en contra
Si bien la publicidad de la actividad está totalmente prohibida en todas sus variantes, aquella que se realice online será muy complicada de monitorear por parte de las autoridades. Los detractores de la despenalización suelen argumentar que con una oferta más accesible, el consumo se disparará a niveles alarmantes para la salud pública, y si bien existe esta posibilidad, tampoco debemos olvidarnos del efecto de seducción que irradia toda sustancia prohibida, y el cannabis está dejando de serlo. En todo caso, la importancia de suministrar buena educación preventiva sobre los efectos que causa su abuso se presenta como esencial en la verdadera lucha de fondo, que debería centrarse en mejorar la salud de la población en su conjunto.

La negatividad del consumo está descrita por diversos estudios científicos. Ansiedad, paranoia, ritmo cardíaco irregular o una sensación de malestar generalizada se hallan entre los síntomas factibles de aparición. Otros estudios recientes detallan los importantes e irreversibles daños cerebrales que los fumadores jóvenes sufren por la utilización prolongada del cannabis. Entre estas contraindicaciones y precauciones necesarias es importante incluir el factor de concentración de la sustancia psicoactiva en la planta, el Tetrahidrocarbocannabinol, más conocido como THC. Actualmente y luego de años de hibridar diferentes variedades, los productores consiguen plantas con concentración de hasta 20% de THC, lo cual es una enormidad comparada con la marihuana de 3% o 4% que fumaban los hippies de los años ´60. En otras palabras, sus efectos son mayores y pueden disparar síntomas esquizofrénicos con mayor frecuencia que antes. El uso prolongado del cannabis también está asociado con la pérdida de memoria (afecta al hipotálamo), problemas respiratorios, depresión y un peor desempeño en el ámbito laboral o escolar. 
       
No obstante las malas evidencias, los defensores de la planta destacan que fumar marihuana agudiza la sexualidad, la espiritualidad y los sentidos, al margen de generar una estimulante sensación de euforia. La experiencia del cannabis suele alterar la percepción general, haciendo que el tiempo parezca ralentizado o que los espacios se noten más amplios de lo que son. En el caso de los enfermos que reciben quimioterapia, es evidente una mejora del malestar que genera esta agresivo tratamiento, incrementando el ánimo y abriendo el apetito. Tiene un efecto analgésico leve o moderado, y puede ser usada para tratar el dolor al alterar la liberación de transmisores en el ganglio espinal de la médula espinal y en la sustancia gris periacueductal. Sin embargo, uno de los científicos que más tiempo ha estudiado la sustancia y sus efectos, el israelí Raphael Mechoulam, suele asegurar que sería de vital importancia que se estipulara cuanto antes que dosis de THC se precisa para cada terapia en particular. El Dr. Mechoulam consiguió aislar el THC por primera vez en 1964, durante un experimento que realizara junto a Yechiel Gaoni en el Instituo Weizmann de Ciencias (Rejovot, Israel). Poco soluble en agua, el THC es diluído en soluciones oleaginosas por Mechoulan y administrado a pacientes mediante gotas. Sus experimentos incluyen tratamientos con efectos prometedores en pacientes con diabetes, cáncer, osteoporosis y traumatismos cerebrales. 

El científico israelí Raphael Mechoulam aisló el THC en 1964.
El juego político
El cuerpo policial especial norteamericano dedicado a la lucha contra el narcotráfico, la DEA, tuvo como presupuesto total en 2012 la escalofriante cifra de 2.364 millones de dólares. La DEA cuenta con unos 10.000 agentes y participa activamente en la lucha armada que mantiene el gobierno mexicano contra los cárteles de la droga en aquel país. Una guerra abierta que se mantiene desde finales de 2006 y que ha provocado más de 60.000 muertos durante los últimos siete años. Ejecuciones, enfrentamientos entre bandas rivales o contra las autoridades han sido moneda común en el conflicto más sangriento y cruel que se recuerde en la región. Se podría afirmar que lo acontecido en México es el paradigma del sistema prohibicionista llevado a su extremo

La marihuana forma parte del catálogo de sustancias que trafican las mafias internacionales y la regulación estatal del mercado norteamericano podría afectarlas en alguna medida. Conocer ahora mismo la magnitud del impacto económico que podrían recibir, sería aventurado, así como saber si este experimento político conseguirá finalmente acabar con el negocio de los cárteles y su principal mercado. La diversidad de las leyes estadounidenses continúa abriendo muchas ventanas al mercado negro de los estupefacientes y alcanzar un sustento legal más firme u homogeneo aparece muy lejano en el horizonte político de EEUU. Más allá de que este sea un rasgo incuestionable del federalismo americano.

Tomar las políticas contra el narcotráfico en tono electoralista suele lastrar los posibles éxitos en esta materia. El cambio cultural que supone aceptar convivir con una nueva sustancia legalizada despierta un resquemor comprensible en buena parte de los ciudadanos y pretender acercar posiciones no parece sencillo. Sin embargo, el efecto Colorado ya se está viendo en distritos muy duros con la posesión de marihuana, tal es el caso de Nueva  York. Su gobernador, el demócrata Andrew Cuomo, que había sido un opositor manifiesto a cualquier despenalización del consumo, en estos días ha anunciado que podría apoyar una propuesta para permitir que un puñado de hospitales neoyorquinos dispensen cannabis para uso terapéutico a enfermos de cáncer o glaucoma. Lo cual sería un suave pero inequívoco movimiento hacia la tendencia aperturista que lidera el oeste americano. 

Sobre lo endeble que aún resulta esta nueva política  permisiva, el profesor de la UCLA y activista del lobby pro-liberalización, Marcos Kleiman dijo: "No podemos dar nada por sentado aún. Algo inesperado podría suceder. Podríamos volver a una recesión profunda y Mick Huckabee convertirse en presidente", refiriéndose al ex gobernador conservador de Arkansas, firme oponente de la legalización de la marihuana. Para luego reclamar una apuesta más sólida a la Administración Obama: "Como lo que se está haciendo ahora es técnicamente ilegal, cualquier persona que lo haga se pone en riesgo, aunque sea remoto, de una pena de prisión cuando la administración cambie", dijo Kleiman en clara alusión a la inestabilidad que se genera cuando las leyes están sujetas a un color político.


El gobernador de New York, Andrew Cuomo, se ha manifestado abierto a introducir el uso terapéutico del cannabis. 
La apuesta uruguaya
A mediados de 2013, los parlamentarios del Frente Amplio uruguayo (partido en el poder desde 2005) elevaron un anteproyecto de ley que persigue la regulación estatal del mercado del cannabis. Luego de duras negociaciones y meses de debate en la opinión pública, la ley salió aprobada a finales de año pasado, con un margen de 90 días para su reglamentación. En abril próximo está previsto que entre en vigor con la intención de cambiar radicalmente algunas reglas del juego en el pequeño país austral. En particular, aquellas que liga la compra de un porro con vendedores ilegales que también trapichean con sustancias más letales. Según los diputados que presentaron el anteproyecto, el acceso a la "pasta base" por parte de los más jóvenes se había multiplicado de manera exponencial en los últimos años. Las mafias del narcotráfico intentan acercar a los iniciados a drogas más duras que el cannabis porque aquellas causan una dependencia mucho mayor. Para quebrar esta relación de la marihuana con la iniciación en el consumo de drogas duras, la propuesta uruguaya pretende birlarle el mercado del cannabis al crimen organizado.

Muy diferente en su concepción al modelo de Colorado, la versión uruguaya será una ley con alcance federal que otorgue al estado el papel fundamental en la administración del mercado de la marihuana. Con los pro y los contra que esta concepción podría acarrear. 

Se creará el IRCC (Instituto de Regulación y Control del Cannabis) para fiscalizar los cultivos, la cosecha, distribución y comercialización. Este mismo instituto otorgará licencias para producir, elaborar, acopiar y expender cannabis. Vigilará la correcta aplicación del nuevo régimen y sancionará con multas y penas en caso de infracciones. Promoverá la investigación con fines médicos, industriales y científicos de alta demanda en el mercado internacional. El "super" instituto también decidirá sobre la suerte de los clubes de membresía, que la nueva norma entiende como asociaciones sin fines de lucro capaces de agrupar entre 15 y 45 socios para plantar hasta un máximo de 99 plantas por club. La prensa de Montevideo ya ha dado cuenta de 600 personas preinscritas para solicitar este registro, aunque algunos opinan que los costes no cuadrarían dentro de los límites que pretende establecer la ley.

Invernadero dedicado al cultivo de marihuana en Colorado (EEUU).

El cultivo privado deberá limitarse a 6 plantas o una posesión de hasta 480 gramos en los hogares de los cultivadores. Un aspecto verdaderamente polémico, porque nadie sabe a ciencia cierta como controlará el IRCC el cumplimiento de estas limitaciones. A aquellos usuarios que no opten por cultivar, se les permitirá adquirir unos 40 gramos al mes en las farmacias, luego de completar un registro. Este régimen genera aún serias dudas en el gremio de los farmacéuticos, que se oponen frontalmente a dispensar la sustancia en sus establecimientos.

En concordancia con el modelo americano, se prohibe toda forma de publicidad de la marihuana. Además se destinará parte de los fondos generados a programas escolares que informen sobre los inconvenientes de un uso indebido del cannabis y promocionen la salud, asimismo se reinvertirán en programas de atención a los adictos problemáticos. Las estimaciones oficiales sobre los ingresos fiscales generados por el nuevo mercado regulado rondarían entre los 30 y 40 millones de dólares anuales.

Todavía no queda claro que tipo de marihuana pretende dispensar el IRCC en las farmacias. Se ha especulado con que tendría un precio muy bajo, inferior al dólar el gramo. Sin embargo, los claroscuros de la ley no se irán disipando hasta marzo próximo cuando esté redactada la reglamentación final. Vale tener en cuenta que la variedad de especies dentro del cannabis es importante y si las autoridades pretendieran vender una marihuana de calidad mediocre en las farmacias o no ofrecieran mejor calidad que la oferta callejera, el experimento podría fallar inmediatamente. Si se genera competencia entre un mercado legal poco atractivo y otro acostumbrado a una competencia feroz, ya sabemos quien terminará triunfando. Sería lo mismo que el Estado intentara vender un vino barato o de escasa calidad en reemplazo de la variada oferta del mercado.

El presidente uruguayo con los músicos de Aerosmith en Montevideo.
Relaciones peligrosas
Muchas preguntas se amontonan acerca de la efectividad del IRCC. Regular el nuevo mercado que nacerá de las cenizas de uno marginal o ilegal, supone una responsabilidad extrema para esta entidad. Al respecto, el presidente de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, ha dicho que deberán ser muy prolijos a la hora de otorgar las licencias a la producción y el expendio, para no permitir la entrada de los cárteles en el mercado regulado. Sería interesante conocer cuáles serán los criterios que utilizará para discriminar a los delincuentes del nuevo marco legal. 

En cuanto al efecto llamada sobre un turismo internacional que busque consumir marihuana barata, los padres de la ley se escudan en que la normativa no lo permite. Lo cierto es que controlar la venta clandestina a los turistas podría resultar igual de engorroso y costoso que hasta ahora. ¿Cómo evitarán que los cárteles no participen de algún trapicheo ilegal con el turismo si ya poseen la estructura para hacerlo? Si una de las ideas es ahorrar recursos públicos en el control del tráfico del cannabis, el diseño contradictorio de la ley no parece ofrecer demasiadas garantías al respecto.

Históricamente se ha relacionado al oasis uruguayo del secreto bancario con los cárteles de Juárez, Cali y Medellín. La ciudad de Punta del Este ha sido escenario de sonados casos relacionados con el narcotráfico internacional, lavado de dinero a gran escala, incluyendo el de la extradición de un testaferro de Pablo Escobar a los EEUU en 1987. La apuesta del presidente José Mujica deberá integrar este aspecto fundamental en la nueva reglamentación si efectivamente quiere quitarle el mercado del cannabis a las mafias.

El presidente de la Junta Nacional de Drogas uruguaya, Julio Calzada.

Los países vecinos, en particular Brasil, han expresado una fundada preocupación por el destino que pudiera tener la sobreproducción uruguaya del cannabis legal. Si bien en Argentina, existe cierta corriente que favorecería la propuesta de despenalizar definitivamente la sustancia, todavía no se puede poner fecha al asunto. Con el consumo privado despenalizado en Buenos Aires, los productores uruguayos podrían verse muy tentados de inundar este mercado con su nueva producción legalizada. 

Recientemente se han sumado canadienses, chilenos e israelíes al tema, que han contactado al gobierno uruguayo con intenciones de comprar parte de la producción futura. Hay empresarios canadienses interesados en producir en Uruguay sus propias plantaciones, un aspecto que no contemplaba la ley hasta el momento. Se confirma que el sector es muy dinámico y está en permanente expansión, con un carácter netamente mercantilista. Un concepto que no concuerda en absoluto con el espíritu de los creadores de la ley, que habían manifestado una voluntad de "regular un mercado sobregirado, controlarlo para que no quede librado a las fuerzas del libremercado que busca el aumento del consumo por definición". Exportar marihuana y pretender bajar el consumo al mismo tiempo, no parecen conceptos compatibles.

Fila de clientes en el primer día de venta de marihuana recreativa en Denver, Colorado.
En síntesis, para que se cumpliera la ley sin vicios que deformaran su espíritu original, se necesitará de mucho más control del que se pudiera imaginar en primera instancia. La incógnita está servida, el mismo presidente José Mujica se ha referido a la nueva ley como un experimento que podría salir mal. Y desde el opositor Partido Nacional  han tomado nota de los riesgos asumidos por el oficialismo, su candidato Jorge Larrañaga ha dicho que derogará la ley en 2015 si accediera a la presidencia de Uruguay. Tanto en la patria gringa como en las tierras charrúas, el juego electoral podría conspirar contra un consenso necesario que debería velar por la salud pública antes que cualquier otro objetivo cortoplacista. Uruguayos y norteamericanos pretenden ahuyentar al crimen organizado despenalizando el uso de una droga blanda. Cada uno en su estilo: unos con iniciativa privada a cambio de una fuerte tajada fiscal y los otros con una intervención estatal desmesurada que intentará regularlo todo, incluso el dinero fresco. Más allá de las críticas, es importante reconocer el coraje de ambas opciones analizadas, como alternativas novedosas ante el fracaso de las políticas por todos conocidos hasta ahora.

Ticket de la primera venta legal de marihuana recreativa en Colorado (EEUU).











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