Escribe Marcelo Espiñeira.
Por segunda legislatura consecutiva, el Parlament catalán realizó una sesión extraordinaria dedicada a la pobreza. Durante tres días, los diputados presentaron informes que indican que 1 de cada 5 personas vive de manera miserable en el territorio. Luego debatieron las medidas que serían necesarias para paliar esta desgracia social y finalmente se encomendaron a que el ministro Cristóbal Montoro les enviara el dinero para afrontar semejante problemática.
La Generalitat se ha mostrado impotente ante este panorama desolador, primero recortando recursos en 2011 y ahora alegando falta de independencia en el manejo de los fondos necesarios para atender la urgencia de la demanda.
Lo cierto es que tan solo 29mil ciudadanos reciben la RMI (Renda Mínima de Inserció) en Catalunya, el último instrumento que dispone el estado para socorrer a las familias más afectadas por el paro y la crisis económica. Una escasa cifra que la actual consellera de Trabajo y Asuntos Sociales, Dolors Bassa, una sindicalista de extracción independentista se ha comprometido a corregir de alguna manera.
El problema de fondo es que el sistema de reinserción laboral está muy mal diseñado. Por ejemplo, cuando una persona pierde su empleo y ha cotizado más de 360 días, accede directamente al derecho de un subsidio por desempleo de 120 días. Luego, agotada esta ayuda puede solicitar el RMI. Si es joven se lo denegarán, si es mayor de 45 años será tenido en cuenta pero le pedirán que su situación financiera sea paupérrima.
En este último caso, puede esperar varios meses o inclusive un año para que le concedan este subsidio de 426 euros mensuales. Si la fortuna lo premia con el RMI, a partir de ese momento deberá enfrentar un nuevo y gran reto. Pero ¿cómo es posible reinsertarse en el mercado laboral aceptando trabajos temporales?
La temporalidad es norma en el mercado actual y esta precariedad atenta contra los parados de larga duración con un RMI. Quien cobra un subsidio vive al día y si acepta un trabajo por un mes, sabe que perderá la ayuda que tanto le costó obtener del estado. Sin embargo, está obligado a aceptar ofertas de trabajo del SOC. La trampa es muy cruel y provoca que muchos parados prefieran cobrar bajas cantidades en negro antes que aceptar un trabajo temporal en blanco. La poca o escasa agilidad del sistema de reinserción laboral contrasta con la velocidad frenética del mercado, donde empleadores rotan a su personal poco cualificado con una frecuencia importante. En definitiva, aferrarse a cobrar el RMI es aceptar vivir en la miseria más absoluta pero resulta mejor que quedarse sin nada.
La crisis lleva más de un lustro golpeando a ciudadanos en Catalunya y España y todavía, desde el sector político, no se hallan las respuestas a problemas tan evidentes como el de la reinserción laboral. El presidente Rajoy ha preferido siempre ignorar esta situación, los parlamentarios catalanes nos han dicho muchas cosas bonitas y luego acaban excusándose en la falta de recursos disponibles. Afuera, en las calles, la miseria arrasa todos los días.
Por segunda legislatura consecutiva, el Parlament catalán realizó una sesión extraordinaria dedicada a la pobreza. Durante tres días, los diputados presentaron informes que indican que 1 de cada 5 personas vive de manera miserable en el territorio. Luego debatieron las medidas que serían necesarias para paliar esta desgracia social y finalmente se encomendaron a que el ministro Cristóbal Montoro les enviara el dinero para afrontar semejante problemática.
La Generalitat se ha mostrado impotente ante este panorama desolador, primero recortando recursos en 2011 y ahora alegando falta de independencia en el manejo de los fondos necesarios para atender la urgencia de la demanda.
Lo cierto es que tan solo 29mil ciudadanos reciben la RMI (Renda Mínima de Inserció) en Catalunya, el último instrumento que dispone el estado para socorrer a las familias más afectadas por el paro y la crisis económica. Una escasa cifra que la actual consellera de Trabajo y Asuntos Sociales, Dolors Bassa, una sindicalista de extracción independentista se ha comprometido a corregir de alguna manera.
El problema de fondo es que el sistema de reinserción laboral está muy mal diseñado. Por ejemplo, cuando una persona pierde su empleo y ha cotizado más de 360 días, accede directamente al derecho de un subsidio por desempleo de 120 días. Luego, agotada esta ayuda puede solicitar el RMI. Si es joven se lo denegarán, si es mayor de 45 años será tenido en cuenta pero le pedirán que su situación financiera sea paupérrima.
La pobreza se palpa en las calles de Barcelona a diario. |
Quien cobra un subsidio vive al día
y si acepta un trabajo por un mes,
perderá la ayuda
que tanto le costó obtener del estado
La temporalidad es norma en el mercado actual y esta precariedad atenta contra los parados de larga duración con un RMI. Quien cobra un subsidio vive al día y si acepta un trabajo por un mes, sabe que perderá la ayuda que tanto le costó obtener del estado. Sin embargo, está obligado a aceptar ofertas de trabajo del SOC. La trampa es muy cruel y provoca que muchos parados prefieran cobrar bajas cantidades en negro antes que aceptar un trabajo temporal en blanco. La poca o escasa agilidad del sistema de reinserción laboral contrasta con la velocidad frenética del mercado, donde empleadores rotan a su personal poco cualificado con una frecuencia importante. En definitiva, aferrarse a cobrar el RMI es aceptar vivir en la miseria más absoluta pero resulta mejor que quedarse sin nada.
La crisis lleva más de un lustro golpeando a ciudadanos en Catalunya y España y todavía, desde el sector político, no se hallan las respuestas a problemas tan evidentes como el de la reinserción laboral. El presidente Rajoy ha preferido siempre ignorar esta situación, los parlamentarios catalanes nos han dicho muchas cosas bonitas y luego acaban excusándose en la falta de recursos disponibles. Afuera, en las calles, la miseria arrasa todos los días.
Comentarios
Publicar un comentario