Esa apacible naturalidad que solo puede acompañar a algunos niños con padres músicos cuando se acercan por vez primera a un instrumento tan imponente como puede resultar el piano, fue decisiva para un Leo Genovese que tenía infinitas ganas de tocar música como su madre y tan solo cinco años de edad en su Venado Tuerto (Argentina) natal. Realmente interesante resulta que aquello que comenzó como un juego cándido y deshinibido, con el paso del tiempo acabara transformándose en un innegociable modo de entender la vida, y uno muy sensible, por cierto.