Escribe Marcelo Espiñeira.
..."Me siento engañado por Sánchez, me dijo que se abstendría en segunda votación"...
Felipe González Márquez
Como un frágil castillo de naipes se derrumbaron las aspiraciones presidenciales del exsecretario general del socialismo español, Pedro Sánchez. Con un fuerte resoplido proveniente de los aún muy saludables pulmones del expresidente español Felipe González, la arquitectura de barajas se cayó sobre una mesa atiborrada de promesas y todas las apuestas por el cambio se perdieron sin más.
Tras el golpazo propiciado por Felipe y su fiel escudero, el caballero Cebrián del grupo Prisa, una potente implosión cubrió con una densa polvareda los despachos de la calle Ferráz, dinamitados por los aires en cuestión de pocos días ante la atónita mirada de muchos de sus admiradores.
Los andaluces socialistas se sintieron muy ofendidos tras los magros resultados obtenidos por los compañeros de Sánchez en la esquiva Galicia de Nuñez Feijóo y en la próspera tierra del concierto vasco. Los chicos de la rosa no superaron a los moraditos en ninguna de las dos circunscripciones y esta gota rebasó el vaso de Susana, la misma que siempre ha negado tener aspiraciones nacionales.
Pero más allá de la debacle electoral del PSOE en tierras gallegas o en Euskadi, a la baronesa Díaz le preocupaba otra cuestión nada baladí. Susana sospechaba que Pedro se estaba dejando seducir por el viejo Artur, a quien la justicia mariana acosa sin tregua alguna. Los gritos de un exaltado Iceta implorando al joven Pedro que “nos libre de Rajoy” se convirtieron en la prueba suficiente que buscaba el viejo comisario Felipe para confirmar la validez de la tesis andaluza de Susana: “si Pedro forma un gobierno con el coletas y los indepes, a nosotros nos despluman en cuestión de un par de años”.
El PSOE está en la UCI, enredado en este vodevil poco democrático y los muchachos de la Gürtel lo saben bien. Es muy pronto para exponer la figura emergente de la Díaz al escarnio mediático, pero tampoco le quedan demasiadas opciones. La Gestora deberá negociar un gobierno de Rajoy, abstenerse como ha pedido Felipe, responder a las exigencias del poder económico y evitar no perder lo máximo posible en este intento. Ahora mismo saben que los 85 diputados obtenidos por el insensato exlider podrían reducirse en unas hipotéticas terceras elecciones en diciembre próximo. Algo que esta altura podría también interesarle al PP, como deslizara el poco contenido y reprobado ministro Fernández Díaz, quien parece muy entusiasmado con la idea de fagocitarse buena parte de los naranjitos de Rivera y aprovechar el abstencionismo masivo que podrían sufrir los socialistas de La Gestora si se pusieran las urnas nuevamente. Como si el efecto Feijóo hubiera insuflado nuevas energías en la mesa de los marianistas, ahora estar en funciones es estupendo y unas terceras elecciones podrían ser la bomba.
Una vez más, el destino parece sonreírle al impasible Rajoy, el hombre que camina rápido y tiene una paciencia infinita para ver como sus archirrivales se desesperan porque los Fondos de Liquidez Autonómica les arriban con cuentagotas o porque el Super Constitucional aplica sus poderosos rayos fotónicos para pulverizar cualquier proyecto político diferente al que sueña Mariano.
El reino de España sigue en manos de los mismos de siempre, sólo hay que constatarlo friamente en la lucha fraticida del socialismo. Aquellos que preparan el asalto están divididos y obsesionados por sus causas personales. Rajoy tiene una oratoria pobre pero sabe dónde está parado, jamás traicionaría los grandes intereses económicos que fundaron la democracia española posterior a la muerte del dictador. Una fidelidad que comparte con el señor González, cada uno con su coto de caza particular pero unidos siempre en la cuestión más básica, que este país no cambie demasiado, porque consideran que este reparto no está nada mal. La idea de que España va bien es tan propia de Rajoy como de Felipe, escasas dudas ya pueden quedarnos al respecto.
Pueden bombardearnos con el triste espectáculo de los corruptos de la Gürtel, las tarjetas Black, la Púnica y los ERE andaluces que igual en las urnas no se nota tanto. Es algo folklórico, es la idioscincracia mediterránea, se dice por lo bajo en cualquier charla de café, como para anestesiar una abrumadora indignación o bien la necesaria complicidad en estos ílicitos que nos consumen.
..."Me siento engañado por Sánchez, me dijo que se abstendría en segunda votación"...
Felipe González Márquez
Como un frágil castillo de naipes se derrumbaron las aspiraciones presidenciales del exsecretario general del socialismo español, Pedro Sánchez. Con un fuerte resoplido proveniente de los aún muy saludables pulmones del expresidente español Felipe González, la arquitectura de barajas se cayó sobre una mesa atiborrada de promesas y todas las apuestas por el cambio se perdieron sin más.
Tras el golpazo propiciado por Felipe y su fiel escudero, el caballero Cebrián del grupo Prisa, una potente implosión cubrió con una densa polvareda los despachos de la calle Ferráz, dinamitados por los aires en cuestión de pocos días ante la atónita mirada de muchos de sus admiradores.
Los andaluces socialistas se sintieron muy ofendidos tras los magros resultados obtenidos por los compañeros de Sánchez en la esquiva Galicia de Nuñez Feijóo y en la próspera tierra del concierto vasco. Los chicos de la rosa no superaron a los moraditos en ninguna de las dos circunscripciones y esta gota rebasó el vaso de Susana, la misma que siempre ha negado tener aspiraciones nacionales.
Pero más allá de la debacle electoral del PSOE en tierras gallegas o en Euskadi, a la baronesa Díaz le preocupaba otra cuestión nada baladí. Susana sospechaba que Pedro se estaba dejando seducir por el viejo Artur, a quien la justicia mariana acosa sin tregua alguna. Los gritos de un exaltado Iceta implorando al joven Pedro que “nos libre de Rajoy” se convirtieron en la prueba suficiente que buscaba el viejo comisario Felipe para confirmar la validez de la tesis andaluza de Susana: “si Pedro forma un gobierno con el coletas y los indepes, a nosotros nos despluman en cuestión de un par de años”.
Sin mucho tiempo para corroborar la certeza de la supuesta conspiración antitaurina de Pedro, Pablo y Artur, el CESAEN -cuerpo de elite socialista para atender emergencias nacionales- actuó con una coordinación y efectividad asombrosas. En primer término irradió una entrevista caliente al jefazo González por la cadena Ser desmontando al mentiroso Sánchez, luego El País publicó un editorial áspero y sin ambigüedades masacrando la integridad moral del osado Pedro y finalmente se cargaron la mesa de dirección nacional del PSOE con la renuncia sincronizada de los denominados por canal Sur como críticos con el malogrado exsecretario general.
Una vez acorralado el “insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso”, apareció La Gestora (no confundir con La Gestapo) para salvar al PSOE (en palabras literales del señor Cebrián). Encabezada por el implacable asturiano Javier Fernández, la Gestora forzó la renuncia del apuesto insensato al tiempo que Miquel Iceta se consolaba oyendo un viejo vinilo de Queen. El culebrón socialista no podía estar mejor guionado, era digno de Netflix y ni siquiera en la dirección del ABC se lo podían creer.
Pero así fue, sucedió que la cabeza cortada del rebelde sin causa cotizaba a buen precio en el IBEX35 y aunque el pago de una buena recompensa todavía esté por verse, La Gestora posiblemente se conforme con una celda vip para los reos Griñan y Chaves o con un pacto de estado con el astuto Mariano que les asegure un balón de oxígeno, algunas autonomías y un futuro regenerador, siempre y cuando se respete la hegemonía andaluza.
Una vez más, el destino parece sonreírle al impasible Rajoy, el hombre que camina rápido y tiene una paciencia infinita para ver como sus archirrivales se desesperan porque los Fondos de Liquidez Autonómica les arriban con cuentagotas o porque el Super Constitucional aplica sus poderosos rayos fotónicos para pulverizar cualquier proyecto político diferente al que sueña Mariano.
El reino de España sigue en manos de los mismos de siempre, sólo hay que constatarlo friamente en la lucha fraticida del socialismo. Aquellos que preparan el asalto están divididos y obsesionados por sus causas personales. Rajoy tiene una oratoria pobre pero sabe dónde está parado, jamás traicionaría los grandes intereses económicos que fundaron la democracia española posterior a la muerte del dictador. Una fidelidad que comparte con el señor González, cada uno con su coto de caza particular pero unidos siempre en la cuestión más básica, que este país no cambie demasiado, porque consideran que este reparto no está nada mal. La idea de que España va bien es tan propia de Rajoy como de Felipe, escasas dudas ya pueden quedarnos al respecto.
El reparto del dinero es un eje que monopoliza el debate público y aunque no pueda sorprendernos porque forma parte del instinto más básico de los seres humanos, nos queda la sensación de que en España todo gira sobre lo mismo. De esta manera solo puede explicarse tamaña reacción de los andaluces socialistas ante el tibio acercamiento de Sánchez con los catalanes independentistas. En el PSOE prefirieron autoflagelarse y cortar la cabeza del hereje en público antes que explorar siquiera una nueva vía de salida al conflicto catalán. El dinero de los impuestos catalanes nos pertenece parecen acordar Rajoy y Felipe ya sin ocultamiento alguno. No es tiempo de cuidar las apariencias democráticas diría un hombre de acción como siempre ha sido el dirigente sevillano. Tenemos que pensar que Andalucía no sería viable sin el plus que reciben año tras año del reparto fiscal o que necesitaría encontrar otra teta que no parlara catalá.
El pacto que ya firmaran PP y Cs apunta al desmantelamiento de las competencias autonómicas más relevantes. El próximo gobierno español tendrá que revisar la financiación de las Autonomías y se encontrará con la firme convicción de la Generalitat catalana de celebrar el Referendum que defina la cuestión independentista. Semejantes fuerzas opuestas no han podido encontrar una salida negociada hasta ahora. La implosión del PSOE complica aún más la trabada situación y deja en evidencia a aquellos que prefieren una Catalunya productiva pero administrada desde Madrid. El dinero manda en la política vernácula y en su nombre se justifica todo tipo de esperpentos públicos, como el que hemos visto en el octubre rojo español.
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