Escribe Marcelo Espiñeira.
Queda la sensación de que Zidane se quedó con la postal del Barça de agosto, recién tocado por la marcha de Neymar, sin recambios y en plena pretemporada. En aquellos partidos lució Asensio y con su brillo más el de Isco le alcanzó y le sobró al francés para machacar al Barça recién estrenado de Valverde. Cuatro meses después, el Barça es el equipo más sólido de la Liga, ganó su grupo en Champions y domina a sus rivales en la Copa. El extremeño supo ampliar la plantilla, cuenta con entre 15 y 17 jugadores constantemente, los tiene a todos tensos y enfocados, y los alterna según las exigencias del rival. Este Barça sabe picar piedra, esperar ordenadamente, presionar muy alto, atacar en estático y a la contra. Cuenta con opciones goleadores al crack, y ha sabido encontrar recambios para los lesionados (Dembelé, Rafinha, Umtiti) o los que todavía no han encajado (Deulofeu). Valverde transmite calma y el sereno despliegue del Barça en el campo da sus frutos. Hoy supo aguantar a un Madrid voluntarioso en la primera parte y machacarlo en la segunda cuando Kovacic ya no paraba al viento. Justamente en este punto, la gran apuesta táctica de Zidane para el clásico, el trámite del partido encontró el quiebre necesario para romper la igualdad.
Acabó el año invicto el
Barça de Valverde en la Liga, con u na
racha de 25 partidos sin conocer la derrota y otra goleada en el Bernabeu. El
0-3, que pudo ser mayor, se coció integramente en la segunda parte. No obstante, no hubiera
existido este período decisivo sin la lúcida tarea defensiva del Barcelona en la primera mitad. Con el sol
de frente reflejado en los ojos, Stegen y Pique sufrían para sacar limpio el balón, ya
que Zidane planteaba una presión alta que no dejaba hombre libre a sus rivales.
Así, el envío largo a Paulinho, Messi o Suarez se transformó en una opción más
habitual que de costumbre para los barcelonistas. Ni Busquets, ni Rakitic podían hacer pie ante la
asfixia física de Kovacic y Casemiro, un Modric movedizo y un Kroos que colaboraba a su manera. El problema del Madrid era que su escasa puntería, ni Cristiano, ni
Benzema acertaban a desarmar a una zaga central bien plantada con dos laterales
que cerraban con firmeza. Marcelo lo intentaba, pero chocaba mucho con Sergi Roberto y Carvajal también empataba su duelo con Jordi Alba. La primera
parte resultó más luchada que jugada, pero igual los locales tuvieron dos ocasiones
muy buenas (Benzema cabeceó al palo y Stegen le negó el gol a Cristiano). Por su parte, un
Barça que pisó poco el área rival, consiguió que Messi habilitara a Paulinho
para que su remate fuerte y alto encontrara una mano milagrosa de Navas sacándola
al corner. Otro cabezazo del brasileño exigió al guardameta, decisivo en la
defensa del cero a cero. El mayor esfuerzo físico del local no encontró premio en el resultado y esa circunstancia hacía prever lo peor para el resto del partido.
El descanso diluyó instantáneamente esa leve sensación
favorable local. El Barça salió con otra cadencia y confianza en su circuito posesivo del balón, el Madrid reculó cansado de correr y el líder se afirmó con el balón en sus pies.
Iniesta y Messi comenzaron a ordenar jugadas de ataque nacidas de triángulos con Busquets, Rakitic y Paulinho. Hasta que en el 54´ Busquets
pisó el balón, lo exhibió y superó la presión de Kovacic y Modric para habilitar a Rakitic que se deslizó sobre una alfombra roja desde el círculo central hacia el área, para ceder con soltura a Sergi Roberto por la
derecha quien la cruzó perfecta para que Suarez la empalmara por la izquierda. Gol, golazo y adiós partido.
El gol desarmó a los de Zidane. Kovacic se rindió, Modric y Casemiro desaparecieron,
Kroos comenzó a pensar en el jabón de las duchas y tanto Cristiano como Benzema quedaron aislados del
partido. Messi comenzó a brillar, y su movilidad balanceaba a un Madrid exhausto de aquí
para allá. De sus pies salió la jugada coral del segundo gol que Paulinho marcó
y el árbitro invalidó para sancionar penalty por brazo de Carvajal. La
expulsión del lateral blanco sepultó la tardía reacción de Zidane (que no contó
con Isco) y el Barça se dedicó a menear el balón a placer. Messi transformó la pena máxima en el remate final de los blancos, simbolizada en la foto donde abre sus brazos a la grada.
Busquets y Rakitic
eran demasiado para los locales, igual que Sergi Roberto y Alba, punzantes y
precisos en el campo rival. Messi y Suarez siguieron buscándose y Valverde dio
descanso a Iniesta en el 74. Semedo soltó riendas a un Sergi Roberto estupendo,
que abría grietas por todo el campo del rival. De sus botas y las de Messi
salieron por lo menos cinco ocasiones claras más, la goleada se podía percibir en el ambiente. En la última, con regate en
el área incluído de un Messi descalzo (con una bota menos) sobre Marcelo, el diez siguió hasta
la línea de fondo para ejecutar el centro atrás que Aleix Vidal golpeó fuerte y seco para vencer la
defensa de Navas. Un 0-3 contundente y el aroma insistente de una Liga sentenciada en invierno. Zidane
salió pensando en anular a Messi y el Barça anuló a su equipo por completo. Mucho Barça para tan poco Madrid.
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