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GUSTAVO DUCH, lo que hay que tragar.


Una crítica de Marcelo Espiñeira.


“Lo que hay que tragar” (Los libros del Lince, 2010) es el último libro del periodista Gustavo Duch (Barcelona, 1965).


De formato pequeño, lectura ágil y hábilmente dividido por temas, el libro se convierte en una herramienta interesantísima para descubrir la trama oculta que esconden muchos productos que adquirimos en un supermercado cualquiera.


El escritor Eduardo Galeano cree que "el libro de Gustavo Duch retrata la maldición y la esperanza de este mundo cuyos amos están jugando a los dados. Sus páginas, siempre decidoras, nunca pesadas, cuentan muchas historias y contienen numerosa información desconocida, en un lenguaje milagrosamente capaz de convertir el plomo en pluma. Aquí hay horror y hay humor, y amor. Porque esta denuncia implacable de los crímenes que el poder universal comete contra la naturaleza y la gente es también un entrañable homenaje a la tierra y a las manos que la trabajan."



Muchísimas de las paradojas más salvajes del mundo actual están aquí descritas en un lenguaje apto para un amplísimo público. Cada día 3.500 cerdos viajan desde otros países de Europa a España, y ese mismo día otros 3.000 cerdos hacen el viaje inverso. Los kilómetros que recorren muchos de los alimentos que consumimos arrastran absurdos como éste, y también numerosos atropellos: en el lago Victoria, en África, las multinacionales extraen diariamente toneladas de percas para el consumo en Europa, mientras dos millones de pescadores ribereños pasan hambre. 


Gustavo Duch se atreve a denunciar situaciones que son fruto de la codicia ilimitada que guía el mercado de los alimentos y que nos condena sin remedio a vivir en una sociedad inmensamente injusta. La denuncia lleva nombres propios de peso, como son los oligopolios alimenticios Pescanova, Calvo, Monsanto o Danone, entre muchos otros.


A modo de ejemplo, veamos que nos cuenta el autor sobre Pescanova...


¿Quién es Pescanova?
“Desde estas líneas quisiera proponer al director de The Economist o The Financial Times el reconocimiento a la trayectoria empresarial de la empresa española Pescanova. Muchos son los premios que se otorgan hoy en día, pero que yo conozca no existe ninguno especializado en laurear a las empresas y corporaciones que mayor rendimiento sacan a los principios neoliberales que rigen en el mundo, a saber: maximizar por encima de todo los beneficios, competir sin límites ni protección, universalizar el intercambio comercial y liquidar las culturas autóctonas. Pescanova, con todas las dificultades que supone abrirse camino desde una economía fuera del G8, ha empleado las mejores tácticas para merecerse el premio en cuestión y ponerse a la altura de multinacionales como Nestlé, Monsanto o Exxon, en un sector tan poco puntero como es la pesca. Doble mérito.


El autor Gustavo Duch.
Destaca su capacidad para acceder a ayudas públicas que financian, en ocasiones cerca del 100%, sus inversiones en Chile, Portugal o Namibia, con las que aseguran que favorecen el desarrollo de las zonas donde Pescanova implanta nuevas piscifactorías o explota caladeros. Con estas ayudas, además de reducir costes propios, consigue deslocalizar muchas de sus plantas a países donde las condiciones laborales y medioambientales son muy frágiles, con lo que aseguran el cumplimiento del precepto número uno: maximizar sus beneficios.


En septiembre de 2006 Pescanova absorbió al grupo francés Seabel SAS, propietario de la firma Krustanord, líder en el mercado galo de langostinos. En este último año, Pescanova compró una de las empresas de mayor producción de langostinos de cultivo en Mozambique, y en los últimos meses hizo lo mismo con la más importante empresa estadounidense de este crustáceo, con lo que consiguió sus plantas en México, Guatemala, Honduras y Nicaragua, entre otros. En breve, todo este esfuerzo de Pescanova alcanzará su objetivo, o precepto número dos: competir sin límites. Pescanova será, sin duda, el rey del langostino en un exquisito ejercicio de concentración empresarial.


El tercer hito a reconocer es su enorme facilidad para generar intercambios comerciales con brillantes beneficios económicos para sus accionistas. Solo hablando de merluzas, y que nadie se ofenda, Pescanova, mediante una empresa mixta que tiene capital local, captura casi todas las merluzas que se pescan en Namibia y, sin descuidarse ninguna, viajan hacia Europa y Estados Unidos. Sin abordar los efectos ecológicos y sociales que el libre mercado provoca y que los cánones neoliberales prohíben contabilizar, este trasiego de merluzas es uno de los responsables de la crisis de los pescadores de merluza en Galicia, precisamente donde se encuentra la sede central de Pescanova, que les está obligando a desprenderse de la merluza que pescan cada verano. Las merluzas atlánticas (las propias de Galicia) pican, pero los precios han caído en picado.”


Vaya esta muestra para ilustrar el tono y el grado de compromiso que logra condensar el libro de Duch. Indispensable para abrir los ojos a la hora de comprar mejor.

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