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JORGE DREXLER, amar la trama. Entrevista exclusiva.


Curiosidades de este oficio, el lugar donde nos encontramos no se corresponde en absoluto con la imagen prediseñada que podía tener sobre los gustos de Jorge Drexler (Montevideo, 1964). Es un bar ascéptico, decorado en un blanco espartano y lleva por nombre el del coloso de la industria láctea ibérica. Evidentemente, todo ha sido una cuestión de comodidades, ya que antes que a mi ha atendido a una periodista de La Vanguardia, cuyo edificio corona esta imponente esquina de la Barcelona pudiente. 


Sin mate de por medio, como hube imaginado siempre una entrevista con él, pero con el poder de la palabra como eje central de un encuentro que duró poco más de media hora. Un pequeño rato que hubiéramos extendido de mutuo acuerdo, sino fuera por su apretada agenda celosamente custodiada por un asistente insistente en cumplirla con rigurosa puntualidad. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio, eso está claro.



Las impresiones que pude extraer, al margen del jugoso contenido de sus frondosas argumentaciones, es que su mente es capaz de disparar una importantísima cantidad de ideas ante cada cuestión, por más irrelevante que ésta sea. No parece tener respuestas instantáneas, de esas prefabricadas, sino todo lo contrario. Goza construyendo nuevas oraciones, buscando que cada vez suenen mejor. Se preocupa mucho por esto y hasta luce insatisfecho cada vez que termina de hablar. Como si pensara que su idea no ha sido transmitida en su real magnitud.


No mira a los ojos mientras habla, solo lo hace cuando subraya algun concepto que él considera como fundamental, como si diera pistas que todo el resto ha sido una descripción cuasi literaria del marco de aquella idea principal. Así y todo, se las arregla para ser sencillo, prefiriendo la humildad, como posición posible. Drexler navega siempre entre la seguridad que le otorgan su inteligencia y su enorme talento, y las dudas que estas mismas virtudes le sugieren adoptar como credo.



Una entrevista de Marcelo Espiñeira.


Tanto en “Amar la trama” como en “12 segundos de oscuridad” tienes esta mirada que evita lo obvio, que busca una segunda lectura de la cosa.
JORGE DREXLER: Me alegra que hayas notado este paralelismo. Yo, en una primera instancia, no lo había notado. En el sentido de que tanto el concepto de “12 segundos de oscuridad”, como el de “Amar la trama” es: “Alto, prestemos atención a lo no evidente”. Por no decir que todo el mundo piensa en hacer las cosas por el desenlace y que un faro sirve por la luz que da. Cuando el faro necesita del intervalo de oscuridad para ser identificado, y un acto necesita un trayecto además del desenlace que genera. Y paradojalmente, muchas veces nos otorga mayor información aquello que creemos menos interesante. Entonces, este posicionamiento por la parte débil de una dualidad, habitualmente es algo que resulta común a mi manera de ver las cosas. 


Y me alegro que me lo preguntes. El disco del medio, que se llama “Cara B” es justamente esto, se ve que hay algo que en los últimos años me ha empujado a cuestionar el proceso de la percepción y a prestar mayor atención a lo que no se dice o a lo que se dice entre líneas. He perdido la linealidad, con el paso de los años, en la percepción de lo que me sucede. No escucho solo lo que me dice una persona, sino todo lo que está expresando sin decir.





Una idea que plasmaste muy bien en la canción “El otro engranaje”.
Percibo la realidad como una coexistencia de canales simultáneos de cosas diferentes que van pasando al mismo tiempo. La unidimensionalidad me asusta. Se las dejo a los fundamentalistas. Se las dejo a los fanáticos. De todo tipo, religiosos, mediáticos, económicos, políticos. El fanatismo es una cosa que no me atrae. Odio la palabra “fan”. No tengo club de fans, ni se me ocurre impulsar una actitud tan irreflexiva. Agradezco que a la gente le guste lo que hago, y que compre los discos, que los escuche, que se acerque o que simplemente comparta mi música. Pero lo que no me interesa alimentar es una adoración irreflexiva. Hay bastante fan-atismo en el mundo, como para estimularlo. Entonces, siempre prefiero buscar una percepción  contrastada, mirar el asunto desde diferentes ángulos. 



Vivimos un momento de auge de lo radical y de los monopolios.
Yo creo que el mundo se juega muchas cosas en este momento. Entre la opción de mirar las cosas de una manera lineal o mirar de una forma compasiva. Lo de compasivo ya implica hacerlo en conjunto con alguien. Ya implica dos visiones de una cosa. Una pasión compartida. Ya no estás solo. La pluralidad o la visión unidimensional. Y en esta elección nos jugamos muchas cosas.

Esto no quiere decir que no debamos competir. En la sociedad en la que nos movemos, la competencia entre las diferentes partes es una cosa sana. La alternancia de poder es  algo sano en la democracia. A mi me gustaba más Bachelet que el nuevo presidente de Chile, pero lo que más me gusta es que haya habido una alternancia en el poder. Soy un gran amante de la democracia, me crié en dictadura durante once años de mi formación personal, y valoro por sobre todo el derecho de una persona a discrepar con lo que yo digo. 


Cambiando un poco de tema... el metodo de grabación del disco, responde a alguna limitación de presupuesto?
No, no tiene que ver con ninguna limitación presupuestaria De hecho, este disco es más caro que si lo hubiera grabado yo sólo en mi estudio por partes. Tampoco tengo ningún interés en gastar dinero por sí en un disco. Ahora oímos el resultado de la grabación de cinco días, de los que sirvieron nada más que los últimos dos. Pero, previo a eso, hubieron quince días de ensayos intensísimos. Lo cual hizo que debiéramos contar con un equipo de nueve músicos durante más de veinte días. Esa movida requería mucho presupuesto y conté con mucha ayuda por parte de la discográfica. Lo que a mí me interesaba era ese laboratorio humano de nueve aparatos emocionales interactuando, más que el otro laboratorio del estudio de grabación que es más ascéptico. Donde grabas una pista, luego otra, 
luego otra más, y los músicos muchas veces ni se conocen entre sí. 

Volverías a utilizar este sistema o es muy temprano para saberlo aún?
Tiendo a no repetir mi metodología, pero si que dejo que me impregne. De “Cara B” retuve el hecho de que me siento más cómodo cuando escucho una voz mía grabada en directo, cantada con público delante, que cuando escucho mi voz cantada en veinticinco tomas grabadas en la soledad de un estudio. Yo me siento más cómodo cuando tengo un interlocutor. La presencia de una diana humana hacia la cual dirigir lo que haces es muy importante para mi. Por eso invité a veinte personas cada noche para que nos tuvieran en alerta. Que no se los oyera, pero que nos recordaran que no era una toma más, era una toma con responsabilidad. Hay gente que depende de esa toma. 


Que bien se portaban, ahi calladitos, expectantes tanto rato...
Pobres...(risas) Estaban entre dos y tres horas. Igual había pausas para que salieran a fumar o a estirar las piernas un poco. Se bancaban todo el repertorio del disco. La gente mostró una capacidad de sacrificio muy superior a la que tendría yo, por ejemplo. Y una generosidad muy grande. Porque, a veces, habían dos o tres tomas de la misma canción.

Igual todos estarían con una gran ilusión por poder compartir este momento tan especial.
Sí, las invitaciones para los cinco días se agotaron en unas pocas horas. No cobrábamos, porque podríamos haberlo hecho, pero no teníamos la idea de amortizar por ese lado la grabación (se ríe). A mí me encantó el proceso de grabación, más contento con el disco no podría estar. 

Con el productor Matías Cella ya habías trabajado anteriormente?
Sí, él también produjo “Cara B”. Con Matías vengo trabajando de hace algunos años atrás. Primero fue ingeniero de sonido en Argentina, luego se vino conmigo para aquí para la gira de “12 segundos...”, se quedó en España y también ha producido un disco de Ana Prada, Kevin Johansen y de mi hermano Daniel. Y estoy muy feliz trabajando con él. Es muy jóven y muy talentoso, combina muy bien la música con el sonido. 


Podríamos decir que te has distanciado del ordenador?
Yo viajo siempre con el portátil. Y escribo mucho en la compu, en el papel también, en los dos lados. Sí es cierto que el ordenador ha dejado de ser mi herramienta principal. En este disco no se trataba de demostrar hasta que punto puede uno ingeniosamente utilizar cualquier sonido para hacer música, desde un neumático de un coche hasta el ruido de una puerta al cerrarse. Que es algo que me fascinó durante un tiempo, por su capacidad poética. Las computadoras son entidades poéticas muy poderosas para mi. Son herramientas poderosas. Podés disparar un misil tierra-tierra con una precisión que no se conseguía antes o podés hacer una canción sobre la guerra toda hecha con ruidos de misiles tierra-tierra y expresar tu desacuerdo con algunas cosas. En este momento no se trataba de esto, se trataba de hacer una apuesta por el cerebro humano. Que, mal que nos pese o como una excelente noticia, sigue siendo enormemente más complejo que un ordenador. Y no te digo si son nueve interactuando, donde una guiñada musical de uno  afecta a los otros ocho y a su vez vuelve a afectar a ese uno, no?

Tantos vientos le dan un punto soul al sonido del disco.
Los vientos son catalanes, son un conjunto de tres vientos que se llama Xampola y que son maravillosos. Y no se si es soul, creo que los vientos están muy asociados al soul de la misma manera que la guitarra con cuerdas de nylon al flamenco. La verdad que no lo se. El soul es un género que me encanta, pero que nunca he buscado practicar. Pero, sí es cierto que un saxo y una trompeta se van hacia ahí. No sabría decirte, a mí me sonaban muy cinematográficos estos vientos, muy dinamizantes, muy evocadores, dando como una alegría.

Cómo te llevas con la infertilidad creativa?
Todo el tiempo me pasa...(risas). Todo proceso creativo implica una dificultad. ¿Por qué? Porque la creación por definición es la generación de algo a partir de la nada. De la misma manera que si tienes un vaso de agua lleno hasta arriba, tienes que vaciarlo antes de volver a llenarlo, uno tiene que vaciar su sistema compositivo antes de empezar a trabajar. Y el momento de vaciarlo implica quedar en cero, quedar en vacío de verdad. Y ese vacío  genera una angustia muy grande, es la hoja en blanco. Implica realmente cultivar la hoja en blanco, cultivar el silencio hasta el momento en que se vuelve realmente perceptivo. Mi materia prima es el silencio, eso es con lo que trabajo. El resto es un premio, lo que cae en la hoja en blanco. El trabajo creativo real es estar en un punto de comienzo en cada canción y eso es muy angustiante. Cada canción es una batalla de cero. Hay un momento de vértigo enorme, en donde piensas que esa vez no lo vas a conseguir. Lo que te da la profesionalidad es aprender a esperar mejor, no a escribir mejor. 

El otro día me hice una resonancia magnética en el hombro, lo tengo golpeado haciendo deporte y me lo tengo que cuidar para comenzar la gira. Y el pánico de la claustrofobia que da estar ahí dentro de ese túnel, es muy parecido a la sensación que da la hoja en blanco. Si no paras la cabeza, te dejas arrastrar por el pánico y no escribes nada. La hoja en blanco tiene un poder de inmovilización muy grande. Y de la misma manera, recién al tercer intento me pude quedar sereno dentro del túnel. Luego me dí cuenta que dependía de mi. En la composición puedes decir: “no, no puedo. me buscaré un trabajo, o me voy a tocar en vivo que es más gratificante.” Esto último es cierto, tocar en vivo es mucho más gratificante. Pero, la sensación de enfrentarte a tu miedo esos veinte minutos que estuve dentro del aparato de la resonancia magnética, me dieron la sensación de que había aprendido algo. Y eso me pasa cuando compongo. Aprendo cuando compongo. 


Eres un poco antena de lo que te rodea? Consigues detectar de dónde provienen esas ideas que terminan en una canción?
Me encanta que te ates a las ideas y no a las temáticas. A las canciones no las hago con temas. Yo no digo: “voy a escribir una canción sobre el Sahara” y me pongo a escribirla. Y si voy más lejos, te diría que tampoco las hago con ideas. Para mí hacer una canción es como hacer un collar de cuentas. Pongo una cuenta, y la siguiente no la pongo pensando en un plan general. La pongo y la miro cómo queda con la anterior. Y digo: “rojo, azul, vale...”. Y luego pongo una verde. Agrego otro rojo y ya encuentro un ritmo. Y el ritmo es una sensación muy inmediata. Al menos intencionalmente no soy un compositor de big pictures. Yo escribo géneros cortos, como la canción, con ladrillos todavía más cortos que son las pequeñas interacciones entre partes. Muchas veces no responde a una idea o a un plan, responde a algo mucho más caprichoso, más irracional. Es simplemente un ordenamiento de diferentes objetos de acuerdo a una percepción. Y de repente, notas que hay una especie de equilibrio. Son sensaciones, más que ideas. 


Y tus estados de ánimo como influyen a la hora de armar estos rompecabezas?
Influyen, pero no tanto como solemos decir con mucho glamour los artistas, eso de que “uno sólo escribe bien cuando está mal”. Para mí no es así. 
Cuando escribí las canciones de este disco fue hace un año. Un año en una persona de 45 es muchísimo tiempo, un día es muchísimo tiempo (se ríe). Uno nunca canta en el momento exacto en que escribió las cosas y ni siquiera escribe en el momento exacto en que las pasó. Uno no escribe de lo que quiere, si no de lo que puede en el momento que puede. 

Para escribir necesito un mínimo de luminosidad, un mínimo de narcisismo bueno, un mínimo de fe en lo que hago, inclusive para escribir una canción muy triste. El motor necesita una lucecita. No puedo escribir a oscuras, necesito una vela aunque sea. Una lamparita, la luz del móvil, lo que sea. Eso para mí requiere un grado de positividad en la acción. Y no escribo mejor cuando estoy triste. No tengo un juicio de valor acerca del espectro de las sensaciones humanas. Y trato de tomar lo que me venga. Saber estar triste cuando hay que estar triste y saber estar contento cuando hay que estar contento. Si no te limitas mucho en tu experiencia. Es como si me dijeras: “tienes que elegir entre carne y pescado”. Y no sé. 

Los dos vienen bien...
Claro... los dos vienen bien.


JORGE DREXLER
Amar la trama
****
Nueva vuelta de tuerca al sonido. Jorge Drexler se ha convertido en un subversivo permanente de la forma. Su obra, vista en perspectiva apunta al desafío constante, evitando las repeticiones y los métodos seguros. Esta vez eligió grabar en directo en un plató de televisión adaptado a estudio, y con un pequeño público de unas veinte personas. Nueve músicos sirviendo su experiencia sincronizada, un viaje que el magnífico DVD que viene en la cuidada edición, describe con soltura.
Alguna idea obsesiva en la composición de las letras, como este asunto de no ver lo evidente de las cosas, y buscar por norma un lado subyacente, se podría definir a “Amar la trama” como un alma complementaria de “12 segundos de oscuridad”. Porque si en el anterior capítulo se vislumbraban las sombras, aquí renace la luz. Igual no nos engañemos, la hermosa docena de canciones son Drexler en estado puro. En lo musical, todo fluye de una manera ajustadísima, con pasajes de una belleza sublime, tal el caso de “Mundo abisal” o “Noctiluca”. Mención especial para la brillante sección de vientos del trio Xampola, el veterano Ben Sidran que aporta un exquisito Hammond y para la audaz incursión tanguera de Leonor Watling. 
El gran orfebre de la palabra ha regresado con la sutileza que lo caracteriza, y convertido en un músico versátil, siempre ingenioso y enormemente valiente.


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