La confluencia de más de dos hechos traumáticos en la vida de una persona normal puede ser un factor determinante para que se desencadene un proceso depresivo. El stress generado por la pérdida de un empleo suele multiplicarse si coincide con el derrumbe de una relación afectiva importante o la muerte de un familiar cercano. La suma de estos acontecimientos podría condicionar la salud mental de cualquiera de nosotros y en muchos casos, requeriríamos de una correcta asistencia profesional para salir de semejante pozo anímico.
En un contexto de crisis generalizada como el que vivimos en España (y hasta en Europa), el efecto contagio de ciertas patologías mentales, como la depresión, puede llegar a concretarse con extrema agudeza y facilidad. La desazón y el desánimo masivo suelen contrarrestar las estrategias que cada uno de nosotros elaboramos para hacer frente a las necesidades diarias, provocándonos una extraña sensación de inercia e inseguridad.
La ausencia de una causa perfectamente identificable, como es el caso de nuestra crisis, la constatación de que los mismos caminos que adoptábamos hasta ahora ya no funcionan como antes o que las soluciones que nos proponen las autoridades son un auténtico y tortuoso calvario sin fecha de caducidad, todas estas son coincidencias que se entrelazan elevando un muro de aislamiento y enajenación para quien quede excluido por este espacio de mínima expresión. Una asfixia que sólo puede resistirse con autoestima e inteligencia. Virtudes que deberemos poner a prueba en un marco más individual que individualista, si es que aún nos interesa aprovechar la oportunidad de esta crisis para cambiar o mejorar.
Ante una virtual situación de depresión colectiva nos resulta imperativo conocer lo mejor posible el terreno que pisamos. Entretanto la política oficial actual no parece abocada al cuidado intensivo de este sensible aspecto sanitario. Más bien todo lo contrario, si pensamos que los recortes presupuestarios se han cebado en la atención primaria con los importantes riesgos que esta decisión podría acarrear.
Las estadísticas pre-crisis de la población española ya mostraban síntomas peligrosos como conductas adictivas en niveles muy altos (primer consumidor de cocaína europeo) o trastornos mentales masivos (segunda causa de baja laboral). Situación que probablemente tienda a empeorar en el desmesurado marco de desempleo actual.
Al respecto, el psicólogo Alberto Grinberg del Centro IPSI de Barcelona nos ofreció su perspicaz mirada.
¿Es contagiosa la depresión?
ALBERTO GRINBERG: Decir que es contagiosa es una buena aproximación a describir la realidad, aunque ésta sea un poco más compleja todavía. La situación actual es un trauma social. La actual crisis excede lo económico, es también política, social e ideológica. Y de gran envergadura, porque está transformando el modelo socioeconómico de Europa Occidental vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Están demoliendo el estado del bienestar y sustituyéndolo por un modelo neoliberal. Semejante cambio no puede dejar de ser traumático. Este sería el contexto de lo que acontece. Luego se redefine en cada persona en particular.
Hay muchos estudios sobre las consecuencias de fenómenos sociales como las catástrofes o las guerras en una población. Estos generan efectos psicológicos de masas. Si bien la situación actual en España no puede compararse con estas catástrofes sociales, es innegable que padecemos una cierta agresión masiva. Sin una violencia evidente, sin ataques concretos o sin muertes, pero con un empobrecimiento generalizado y una incuestionable pérdida de las condiciones laborales, que generan que una gran parte de la población se encuentre bajo amenaza de exclusión social. Algo que en el denominado "primer mundo" no había sido habitual hasta ahora.
Esto conlleva a que se instalen dos sentimientos entre la gran mayoría de la gente: la depresión y también el miedo o la angustia. Aunque muchas veces el miedo sea de carácter anticipatorio: "mi vecino se ha quedado sin trabajo y también me puede suceder a mí", éste no deja de ser racional. Aunque su intensidad dependerá del grado de pesimismo u optimismo natural de cada individuo, el miedo también puede sobrepasar los niveles normales y convertirse en algo patológico.
Creo que lo realmente grave es que se dan condiciones específicas que multiplican el efecto de la situación. Uno puede verse objetivamente más pobre o con mayores dificultades económicas que antes, nuestras perspectivas de futuro se ven amenazadas y al mismo tiempo el Estado reduce sus recursos destinados a la atención social. Estos factores generan una importante sensación de desamparo: ¿qué pasará cuando se me acabe el seguro de desempleo? ¿cómo haré para hacer frente a alguna enfermedad importante? El Estado "protector" se ha retraído en sus funciones casi de la noche a la mañana. Las listas de espera aumentaron sus plazos, la atención en los centros de salud ha perdido calidad y la percepción generalizada de los ciudadanos es de una creciente orfandad.
El psicólogo Alberto Grinberg, presidente del Centre IPSI de Barcelona. |
¿Podríamos afirmar que estas crisis deterioran la salud mental de una población?
Sí, por supuesto. Las crisis como la nuestra guardan una correlación cierta con un fuerte deterioro de la salud mental de la población. Si bien es cierto que es muy pronto para establecer un patrón al respecto, que aún no se cuentan con estadísticas fiables o que las patologías más graves (psicosis y esquizofrenia) no suelen aumentar durante las crisis económicas, el problema no se puede descartar.
La Organización Mundial de la Salud entiende la salud mental como un estado de bienestar más allá de la ausencia de enfermedad. Para que el individuo pueda desarrollar sus capacidades, ser productivo o fructífero y desarrollar una capacidad para soportar las tensiones de la vida cotidiana, precisa de un contexto mejor que el actual. La crisis afecta estas necesidades y dispara un aumento de las depresiones, los trastornos de ansiedad, las adicciones, los trastornos psicosomáticos y los problemas de conducta.
Digamos que la crisis afecta a varios niveles. A la trama social, a las relaciones entre los individuos y a la estabilidad emocional de cada persona. Genera un aumento de los conflictos de pareja y de los intergeneracionales.
¿El parado está en mayor riesgo que una persona empleada?
Un desempleado tiene el doble de posibilidades de sufrir un trastorno en su salud mental que una persona empleada. Esto no sólo responde a la pérdida material. El desempleado sufre una importante merma de su autoestima o de confianza en sí mismo. El parado pierde identidad. Vivimos en una sociedad donde siempre somos algo en particular: "soy abogado, soy pescador, soy mecánico, etc". El parado sufre una despersonalización, muchas veces también pierde sus grupos de referencia. Ya no tiene compañeros de trabajo, de oficina, ya no puede seguir el ritmo de sus amigos de siempre. En determinadas capas de la población se correlaciona muchísimo el desempleo con el alcoholismo.
En un contexto de crisis generalizada, estos efectos se agravan. Piensa que si una casa se derrumba, acuden todos los servicios a atenderla enseguida. Pero si acontece un terremoto, se produce un caos enorme y es muy complicado atender a todas las víctimas al mismo tiempo. Si una persona cae en el paro, por los motivos que fueran, lo puede ayudar su pareja, su familia, sus vecinos o el Estado. Pero cuando todos estamos en una situación similar o con temor a padecer esta situación, estas redes de apoyo social se colapsan. Las redes familiares o espontáneas y también los servicios de atención pública.
¿Por qué hoy nos causa rechazo el mismo mendigo al que hace cuatro años ayudábamos con una moneda?
Esto seguramente se genera por dos causas. En primer lugar porque cuando ya le dimos una moneda a diez personas antes, difícilmente le demos algo al próximo que aparezca pidiendo. Y en segundo lugar, este rechazo está generado por el miedo particular de cada uno. En el tipo de sociedad en que vivimos, a muchos de nosotros, un mendigo se nos aparece como un fantasma de lo que puede sucedernos algún día y en vez de generarnos cierta solidaridad, nos puede despertar un gran rechazo al punto de ni siquiera querer verlo. Muchas veces creemos de forma errónea que la solución está en distanciarnos de quien está peor.
Este pensamiento justificaría el auge de la xenofobia y la insolidaridad.
Exactamente, este es un riesgo importante. Decíamos que la crisis genera depresión en algunos y miedo o rabia en otros, cada uno reacciona según sus características. Pero el miedo es, entre otras cuestiones, un gran caldo de cultivo para las reacciones xenófobas, casi siempre alentadas por alguien. La gente asustada es mucho más vulnerable al discurso xenófobo que cuando se encuentra en estado de bienestar. Las personas tienden a atrincherarse en sí mismos, entonces todo extraño pasa a ser un enemigo.
El autor Albert Hirchman plantea tres opciones diferentes ante la crisis. Salida, voz y lealtad. Algo así como huir, protestar o trabajar para un bien común. ¿Cuál crees que sería la opción más correcta en nuestro caso?
Es importante distinguir una salida individual de una individualista. Cada uno debe procurarse una solución a su problema individual, pero el individualismo es un factor agravante a esta crisis.
En países como Argentina, la gente está acostumbrada a crisis cíclicas y permanentes, y de alguna manera están preparados para asumir la próxima que vendrá. En España, nos ha llegado por sorpresa. Y justamente un problema es traumático cuando no se está preparado para sobrellevarlo. Tengo la impresión de que aquí estamos muy desconcertados con lo que sucede. De una realidad de consumismo o de aparente riqueza, de pronto nos hemos visto inmersos en una situación para la cual nadie estaba preparado.
Tampoco podemos olvidarnos de aquello que autores como Zygmunt Bauman han denominado como "sociedad líquida", un modelo de sociedad con alta incidencia del individualismo más exacerbado. Bajo este concepto, el filósofo polaco ha descrito la fragilidad de los vínculos interpersonales y grupales en un tiempo en el que la solidaridad bien entendida escasea. Según Bauman vivimos una época de menor participación política, donde a los vecinos nos cuesta estrechar vínculos como antes. Ya no conocemos a quien vive al lado nuestro, tenemos poco interés por lo que le pasa al otro. Finalmente, el individualismo y la fragilidad de los vínculos nos hace muchísimo más vulnerables ante los efectos nocivos de la crisis.
En épocas de bonanza, el discurso que fomenta las relaciones superficiales o evita los vínculos a largo plazo es posible que funcione muy bien. Ahora, cuando tocan las vacas flacas, la soledad o el no tener una pareja estable o un buen apoyo familiar nos convierte en seres mucho más vulnerables al efecto de la crisis.
Otro tanto nos sucede a nivel de sociedad, ya que hemos caído en una cierta pasividad que, aunada a un perverso discurso oficial que refuerza el caracter “inevitable” de esta crisis, termina desalentando cualquier voz disidente del pensamiento único que se busca instaurar desde el poder mismo.
Creo que es muy sano buscar conocer la verdad sobre lo que nos ha pasado, establecer posibles responsabilidades y expresar libremente nuestro eventual desacuerdo. Sería parte de una posible cura para esta apatía generalizada que tanto nos agobia.
Nuestro entrevistado, el psicólogo Alberto Grinberg, es el actual presidente del Centre IPSI.
Esta prestigiosa institución barcelonesa es un centro de atención, docencia e investigación en Salud Mental, una asociación sin ánimo de lucro que tiene como propósito esencial el desarrollo de proyectos dirigidos a la atención en en este ámbito. Desde el año 1992 la institución realiza, a partir del psicoanálisis, actividades interdisciplinarias que promueven la asistencia, la docencia y la investigación. A tal fin, efectúa acciones para proteger, conservar, restablecer y rehabilitar la salud mental de las personas, familias, grupos humanos, instituciones y comunidades.
En el área de la atención psicológica IPSI cobra aranceles mínimos, buscando cubrir a los sectores más vulnerables de la población. En cuanto a la formación, el centro organiza actividades permanentes, destacando los programas especiales como el que llevarán a cabo durante el mes de mayo próximo.
Entre el 18 y el 19 de mayo en el Auditori de Cosmocaixa, IPSI organizará “Empremtes del present”, un ciclo de conferencias y talleres focalizado en los efectos del presente en el psicoanálisis, la cultura y la sociedad. Los cambios vertiginosos que se producen en la sociedad actual en todos sus ámbitos serán objeto de un profundo análisis en estas jornadas imprescindibles para los profesionales del área.
IPSI atiende en:
Av. Mitre, 203 bis 1º1ª
93 417 9696
Me parece muy interesante esta entrevista.Desde los 17 años (ahora tengo 53 ),trabajé en la Philips.No fué nunca el "trabajo de mi vida".Iba colocando piezas, una detrás de otra, en una cadena de montaje durante 8 horas diarías; nunca me atreví a dar el paso de buscar otro empleo y al final el paso lo dieron por mí:hace unos 6 años esta multinacional, (como otras muchas), prescindió de unos cuantos trabajadores que pasamos a formar parte del grupo más globalizado y numeroso en la sociedad de hoy:PARADOS y por edad,con cierto riesgo de exclusión social.El pánico a no encontrar trabajo fué el fiel compañero que nunca te dejaba sola.Los domingos eran horribles: al dia siguiente no era lunes, seguiría siendo domingo, y no precisamente festivo.No era necesario poner el despertador no existia ni nada(lugar de trabajo), ni nadie (compañeros), que te esperara,pensando que es muy facil salir del mercado laboral, pero muy dificil( cuando no imposible),volver a entrar.El paro es una serpiente que engulle lentamente a las personas sin que se pueda evitar.Ni siquiera en ese estado de deseperanza y desamaparo, cuando no se ven salidas tiene uno la suerte de desaparecer, dormir durante cien años como la Princesa del cuento y despertarse con miles de ofertas de trabajo esperándote.
ResponderEliminarA pesar de todo, y debido a ese sentimiento tan fuerte como expone Alberto Grinberg, de que no eres nadie,buscaba trabajo a todas las horas.Se convirtió en una auténtica enfermedad:obsesionada por la muerte y al mismo tiempo por un sitio en el que trabajar.
Tuve la suerte de contar con profesionales que me ayudaron y continuan en ello: el Dr. Carlos Blinder, Marisa Pugès, y otros profesionales en epocas determinadas.Pero por desgracia creo que ir a la consulta de un psicologo está todavia, al menos aquí en España estigmatizado.Y la Seguridad Social no es que lo ponga tampoco facil.
Frente a toda esta situación de crisis, también hay algo que me gustaría recalcar: estamos oyendo y usando tanto este concepto que se acaba banalizando: ¿que ha pasado? ¿donde están los políticos, banqueros,etc,que en vez de aplicar recortes a lo bestia,den explicaciones de cual ha sido el camino para llegar a esto?
Se me ocurre que cuando el miedo, el pánico nos inmoviliza,acabamos buscando soluciones como se explica en la entrevista, indiviualistas no salidas individuales:como yo tengo trabajo (si es así el caso), pero también miedo a perderlo mejor asumir que no me pueden subir el sueldo, que soy una privilegiada aunque sea un derecho constitucional, mejor no quejarse.
Si no se tiene empleo eres el apestado,la persona que cobra el paro y a vivir.....etc,etc.
Vemos buscando en los contenedores de basura cada vez a más personas y no todos son mendigos.En algún momento de su vida vaciaron la basura de sus casas en los mismos containers que hoy la buscan.
Actualmente la incertidumbre ante el futuro es en lo que creo que todos estamos unidos.Pero también es verdad, que esta incertidumbre a unos atrapa más que a otros...Como deía la canción:"Gran caballero es Don Dinero"