Una crítica de
Lilian Rosales de Canals.
Cuando Leonardo da Vinci presentó alrededor del año 1495 ante Ludovico Sforza su humanoide autómata, seguramente imaginaba lo que la mente humana sería capaz de crear de cara al futuro, cosa que el resto siempre puso en tela de juicio. Hoy los robots han sustituido a los seres humanos en infinidad de tareas y aunque aún nos parezca terreno para la ciencia ficción, se encuentran entre nosotros cada vez más presentes, condicionando actividades y formas de vida. El cine ha sabido explotar este filón en más de medio centenar de producciones.
"Un amigo para Frank" va de eso. Su título carente de toda originalidad, es tal vez la única pega a este film, ópera prima del director norteamericano Jake Schreier. Proveniente del mundo de la televisión y la publicidad, sector en el que ha sido reconocido por su trabajo creativo, ahora debuta en la gran pantalla con una historia que le ha valido el galardón -compartido con Valley of Saints- en el festival de Sundance pasado y el premio del público en el de Cine Fantástico de Sitges. Schreier se ha inspirado en un corto original de su amigo y su compañero de facultad Christopher Ford, para ambientar su narración ligeramente futurista y contar la relación que se establece entre un hombre y un robot.
Aunque pareciera a primera vista una historia simple, la trama seduce y convence en un equilibrado manejo de la ciencia ficción, novedoso en su mesura, y en la ocupación inteligente que hace de los terrenos fronterizos entre el drama y la comedia.
Alejado de cualquier intento por deslumbrar al espectador mediante el abuso de la tecnología o de un futurismo con pretendida intención profética, el autor se centra en narrar la historia de un viejo (llamado Frank) empeñado en ocultar sus fallos de memoria, y realza de forma muy sutil y digerible densos temas como la demencia senil, las dificultades familiares ante este problema, la culpa y la ausencia, el valor de la amistad y los estragos ocasionados por la soledad, facilitando reflexiones acerca de la nostalgia provocada por el desplazamiento de hábitos y espacios ante el avance imparable de la tecnología. A pesar de esta introducción de valores que ocupa la primera parte, la película ofrece noventa minutos exentos de aburrido sentimentalismo aunque usted no lo crea.
Schreier es capaz de inyectar suficientes salpicaduras de humor controlado y calmada expectativa en una película ligera, mientras teje la trama que secuestra simpáticamente nuestra atención, sin dudas gracias a la actuación de un formidable elenco compuesto por Frank Langella, Susan Sarandon, Liv Tyler, James Marsden y Jeremy Strong.
El huraño ladrón y su asistente
En el epicentro de la narración está Frank (Frank Langella), un ladrón de joyas retirado, a ratos vulnerable y huraño, cuyo envejecimiento le ha ido robando la memoria. En estas circunstancias su hijo Hunter (James Marsden) pretende ayudarle cuando le regala un robot (modelo ASIMO de Honda) como asistente doméstico para que cuide de él y le sirva de compañía. Pero la relación máquina-hombre en un comienzo no pinta nada bien hasta que el cáustico anciano descubre que el robot puede facilitar su retorno al oficio de ladrón.
La vívida actuación de Langella reflota cualquier carencia del film y añade al personaje certeros matices, no en vano se ha convertido en una importante presencia del cine en la última década asumiendo impecables roles como el de Richard Nixon en Frost-Nixon.
Inevitables asociaciones
Tirando de las asociaciones que inevitablemente traicionan todo intento de objetividad, la trama pareciera adquirir una dimensión metafórica cuando su quijotesco personaje principal va en busca de la aventura perdida, secundado por su escudero, el robot anodino, anónimo y frío que sorprendentemente despierta una química impensable en el anciano, antes renuente a recibir sus atenciones. Complicidad y dependencia derivarán de aquel cruce de caminos. Bajo esta óptica no parece casual la aparición de una antigua edición del Quijote en el guión y asumiendo dicho desvarío, pareciera anunciar cierto paralelismo con el clásico de Cervantes, aunque aquí el hidalgo no ha enloquecido a causa de la lectura de libros de caballerías pero sus ideas también parecen perderse en medio de la niebla de la confusión…
Mientras la ausencia moral del robot facilita el regreso de Frank a sus viejas y controvertidas prácticas, el armatoste mecánico se convierte en una proyección idealizada de su hijo, llena el vacío de una anhelada intimidad y cristaliza la ilusión de poder legar su afición y conocimientos.
Con ritmo muy pausado, la historia está construida sobre giros argumentales que ahondan en expectativas, como el conato de romance que parece asomar entre el protagonista y la bibliotecaria Jennifer (Susan Sarandon) suspendido premeditadamente y que al final permite reafirmar, con cierta naturalidad, el sostenido concepto de la memoria y el amor como epicentro del drama sin llegar a convertirlo en un artificio "sentimentaloide".
Lilian Rosales de Canals.
Cuando Leonardo da Vinci presentó alrededor del año 1495 ante Ludovico Sforza su humanoide autómata, seguramente imaginaba lo que la mente humana sería capaz de crear de cara al futuro, cosa que el resto siempre puso en tela de juicio. Hoy los robots han sustituido a los seres humanos en infinidad de tareas y aunque aún nos parezca terreno para la ciencia ficción, se encuentran entre nosotros cada vez más presentes, condicionando actividades y formas de vida. El cine ha sabido explotar este filón en más de medio centenar de producciones.
"Un amigo para Frank" va de eso. Su título carente de toda originalidad, es tal vez la única pega a este film, ópera prima del director norteamericano Jake Schreier. Proveniente del mundo de la televisión y la publicidad, sector en el que ha sido reconocido por su trabajo creativo, ahora debuta en la gran pantalla con una historia que le ha valido el galardón -compartido con Valley of Saints- en el festival de Sundance pasado y el premio del público en el de Cine Fantástico de Sitges. Schreier se ha inspirado en un corto original de su amigo y su compañero de facultad Christopher Ford, para ambientar su narración ligeramente futurista y contar la relación que se establece entre un hombre y un robot.
Aunque pareciera a primera vista una historia simple, la trama seduce y convence en un equilibrado manejo de la ciencia ficción, novedoso en su mesura, y en la ocupación inteligente que hace de los terrenos fronterizos entre el drama y la comedia.
Alejado de cualquier intento por deslumbrar al espectador mediante el abuso de la tecnología o de un futurismo con pretendida intención profética, el autor se centra en narrar la historia de un viejo (llamado Frank) empeñado en ocultar sus fallos de memoria, y realza de forma muy sutil y digerible densos temas como la demencia senil, las dificultades familiares ante este problema, la culpa y la ausencia, el valor de la amistad y los estragos ocasionados por la soledad, facilitando reflexiones acerca de la nostalgia provocada por el desplazamiento de hábitos y espacios ante el avance imparable de la tecnología. A pesar de esta introducción de valores que ocupa la primera parte, la película ofrece noventa minutos exentos de aburrido sentimentalismo aunque usted no lo crea.
El actor Frak Langella y la actriz Susan Sarandon en una escena de "Un amigo para Frank". |
Schreier es capaz de inyectar suficientes salpicaduras de humor controlado y calmada expectativa en una película ligera, mientras teje la trama que secuestra simpáticamente nuestra atención, sin dudas gracias a la actuación de un formidable elenco compuesto por Frank Langella, Susan Sarandon, Liv Tyler, James Marsden y Jeremy Strong.
El huraño ladrón y su asistente
En el epicentro de la narración está Frank (Frank Langella), un ladrón de joyas retirado, a ratos vulnerable y huraño, cuyo envejecimiento le ha ido robando la memoria. En estas circunstancias su hijo Hunter (James Marsden) pretende ayudarle cuando le regala un robot (modelo ASIMO de Honda) como asistente doméstico para que cuide de él y le sirva de compañía. Pero la relación máquina-hombre en un comienzo no pinta nada bien hasta que el cáustico anciano descubre que el robot puede facilitar su retorno al oficio de ladrón.
La vívida actuación de Langella reflota cualquier carencia del film y añade al personaje certeros matices, no en vano se ha convertido en una importante presencia del cine en la última década asumiendo impecables roles como el de Richard Nixon en Frost-Nixon.
El viejo Frank y su asistente robótico. |
Tirando de las asociaciones que inevitablemente traicionan todo intento de objetividad, la trama pareciera adquirir una dimensión metafórica cuando su quijotesco personaje principal va en busca de la aventura perdida, secundado por su escudero, el robot anodino, anónimo y frío que sorprendentemente despierta una química impensable en el anciano, antes renuente a recibir sus atenciones. Complicidad y dependencia derivarán de aquel cruce de caminos. Bajo esta óptica no parece casual la aparición de una antigua edición del Quijote en el guión y asumiendo dicho desvarío, pareciera anunciar cierto paralelismo con el clásico de Cervantes, aunque aquí el hidalgo no ha enloquecido a causa de la lectura de libros de caballerías pero sus ideas también parecen perderse en medio de la niebla de la confusión…
Mientras la ausencia moral del robot facilita el regreso de Frank a sus viejas y controvertidas prácticas, el armatoste mecánico se convierte en una proyección idealizada de su hijo, llena el vacío de una anhelada intimidad y cristaliza la ilusión de poder legar su afición y conocimientos.
Con ritmo muy pausado, la historia está construida sobre giros argumentales que ahondan en expectativas, como el conato de romance que parece asomar entre el protagonista y la bibliotecaria Jennifer (Susan Sarandon) suspendido premeditadamente y que al final permite reafirmar, con cierta naturalidad, el sostenido concepto de la memoria y el amor como epicentro del drama sin llegar a convertirlo en un artificio "sentimentaloide".
Frank Langella y la bella Liv Tyler, su hija en la ficción. |
Un buen pretexto
Desde el clásico Metrópolis (1927) donde Fritz Lang critica el ideal de revolución socialista, pasando por D.A.R.Y.L que muestra un ser humano con un cerebro cibernético capaz de construir una concepción de su propia existencia, o Terminator II (1991) donde Cameron desliza la esperanza acerca de la toma de consciencia del hombre en la propia especie (en tanto que una máquina es capaz de entender el valor de una vida humana), hasta la reciente producción de Kike Maíllo: Eva (2011), los robots han aparecido en numerosos filmes celebrando alianzas con humanos, realizando portentosas hazañas y en la mayoría de los casos representando fuerzas destructivas que amenazan la seguridad. Pese a lo evidente de cada guión, por lo general existe una segunda lectura de su mensaje, esa que nos gusta descubrir desde la propia butaca y que suele señalar o denunciar aspectos de nuestro presente real, de nuestra condición humana, de nuestra sociedad.
Un amigo para Frank es en este sentido una buena excusa para decir algo sobre el vínculo que se estrecha entre humanidad y tecnología, sobre el languidecer de la industria del libro y las formas que conocimos de aprehender el universo que nos rodea, pero sobre todo es un pretexto para hablar de la tristeza de envejecer solo.
“Un amigo de Frank” de Jake Schreier
se ha estrenado el 24 de mayo en España.
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