Con diez años y cuatro discos a sus espaldas, The Arcade Fire marca el rumbo como lo hicieran U2, The Smiths, Radiohead, REM o Nirvana en sus buenos días. El negocio musical tiene estas cosas, siempre necesitará alguna luz que alumbre más nítidamente el camino que se va pisando, algo que a los de Montreal les sobra.
De inmensa personalidad a la hora de componer canciones, la voz de Win Butler se inscribe inconfundible en el panteón de los mejores cantantes de rock de su época, aunque su tiempo no sea otro que el de los dulces niños Disney devenidos estrellas pop de lo más atrevidas. Es cierto que la competencia de los canadienses no es lo fuerte que uno podría esperar, pero el mérito de su música se puede medir con la historia, lo cual no es poco.
Si el increíble debut en "Funeral" (2004) fue un verdadero shock, considerado el mejor del año por buena parte de la prensa tradicionalmente especializada, sus dos siguientes álbumes no hicieron más que cimentar la bien ganada reputación de los Arcade Fire como la banda a tener en cuenta por casi todos. La profundidad emocional se diversificó en “Neon bible” (2007) y alcanzó el gusto masivo en el estupendo “The suburbs” (2010). La enorme capacidad de Butler y su consorte, la multi-instrumentista y también cantante Régine Chassagne, se percibe en esta inmejorable trilogía discográfica. Un perfecto ensamble que ha conseguido marcar su tiempo respondiendo fielmente a las propias pulsiones.
De inmensa personalidad a la hora de componer canciones, la voz de Win Butler se inscribe inconfundible en el panteón de los mejores cantantes de rock de su época, aunque su tiempo no sea otro que el de los dulces niños Disney devenidos estrellas pop de lo más atrevidas. Es cierto que la competencia de los canadienses no es lo fuerte que uno podría esperar, pero el mérito de su música se puede medir con la historia, lo cual no es poco.
Si el increíble debut en "Funeral" (2004) fue un verdadero shock, considerado el mejor del año por buena parte de la prensa tradicionalmente especializada, sus dos siguientes álbumes no hicieron más que cimentar la bien ganada reputación de los Arcade Fire como la banda a tener en cuenta por casi todos. La profundidad emocional se diversificó en “Neon bible” (2007) y alcanzó el gusto masivo en el estupendo “The suburbs” (2010). La enorme capacidad de Butler y su consorte, la multi-instrumentista y también cantante Régine Chassagne, se percibe en esta inmejorable trilogía discográfica. Un perfecto ensamble que ha conseguido marcar su tiempo respondiendo fielmente a las propias pulsiones.
Conscientes del vértigo que suele envolver a la mayoría cuando la cima está a tiro de piedra y tras una extenuante gira mundial de dos años representando la nobleza de uno de los directos más vigorosos disponibles, arribó la temible hora de arriesgarlo todo otra vez. El tiempo de la noche...
Contra todo pronóstico, contrataron al productor James Murphy de LCD Soundsystem y se armó la pachanga con bolas de espejos incluídas en el estudio que Murphy posee en New York. Reflektor se fue descubriendo poco a poco. Con máxima expectativa, el primer single atronó en octubre pasado y confirmó el giro musical del faro rocker del siglo nuevo. Arcade Fire introdujo bases más festivas, teclados percusivos, sin perder un ápice de maldad, acidez y esa confortable apuesta por el riesgo que tienen sus mejores canciones. Tal el caso de la irresistible You Already Know o la centelleante Normal Person. Fantasmas del Bowie de Low (1977), The Smiths y hasta Blondie se cuelan en la mezcla final del caldo cocido en Reflektor.
Bajos amplios, teclados omnipresentes, guitarras que nos rescatan justo a tiempo de la resaca y una disposición inédita de entregarse a la danza, son los tonos básicos que estampan el nuevo inspirado collage. La buena noticia se ha confirmado, Arcade Fire ha quemado todo rasgo de solemnidad en el experimento y ha salido reforzado del trajín. Un año más, encabezarán los listados del buen gusto general, instalados en el incómodo trono del pop.
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