Una crítica de Marcelo Espiñeira.
En la secuencia inicial de Nebraska (2013), el director Alexander Payne nos introduce suavemente en el paisaje rural de una América extensa, profunda e inabarcable. La estupenda fotografía en blanco y negro nos auxiliará en el árido recorrido, tanto como la impecable banda sonora de Mark Orton. Una carretera, calma, no tanta calma y unos personajes que se nos irán presentando sin posturas, ni maquillaje, despojados y en carne viva.
La selecta filmografía de Alexander Payne (Omaha, 1961) incluye hitos como "A propósito de Schmidt" (2002), "Entre copas" (2004) o "Los Descendientes" (2011), que aunque narren historias poco similares entre sí, todas acabarán confluyendo en la búsqueda desesperada del rastro de humanidad que todos llevamos como marca indeleble. Podríamos decir que este director tiene la poco frecuente habilidad de hallarla y exhibirla. No en vano, siempre recordaremos las actuaciones de Jack Nicholson, Paul Giamatti o George Clooney en los films citados.
En Nebraska, Payne se vale del veterano Bruce Dern (Chicago, 1936) como munición principal. Este viejo lobo de mar de la industria, se luce en el que probablemente alguna vez recordemos como el papel de su vida. Según él mismo ha contado en sus entrevistas posteriores al rodaje, su personaje es huraño y amargado… "Es un hombre que vive como vive y que no está interesado en el cambio. En cierto modo, es un monumento a un montón de gente como él que construyeron América". Con una historia de borracheras que rozan el alcoholismo, el viejo Woody Grant sufre demencia senil y apenas si conecta ya con su mujer y sus dos hijos varones. Pero un día, recibe por correo una carta que podría cambiarle la vida, justo al final del camino, paradojas de un destino que nunca ha sido amable con él.
En la secuencia inicial de Nebraska (2013), el director Alexander Payne nos introduce suavemente en el paisaje rural de una América extensa, profunda e inabarcable. La estupenda fotografía en blanco y negro nos auxiliará en el árido recorrido, tanto como la impecable banda sonora de Mark Orton. Una carretera, calma, no tanta calma y unos personajes que se nos irán presentando sin posturas, ni maquillaje, despojados y en carne viva.
La selecta filmografía de Alexander Payne (Omaha, 1961) incluye hitos como "A propósito de Schmidt" (2002), "Entre copas" (2004) o "Los Descendientes" (2011), que aunque narren historias poco similares entre sí, todas acabarán confluyendo en la búsqueda desesperada del rastro de humanidad que todos llevamos como marca indeleble. Podríamos decir que este director tiene la poco frecuente habilidad de hallarla y exhibirla. No en vano, siempre recordaremos las actuaciones de Jack Nicholson, Paul Giamatti o George Clooney en los films citados.
En Nebraska, Payne se vale del veterano Bruce Dern (Chicago, 1936) como munición principal. Este viejo lobo de mar de la industria, se luce en el que probablemente alguna vez recordemos como el papel de su vida. Según él mismo ha contado en sus entrevistas posteriores al rodaje, su personaje es huraño y amargado… "Es un hombre que vive como vive y que no está interesado en el cambio. En cierto modo, es un monumento a un montón de gente como él que construyeron América". Con una historia de borracheras que rozan el alcoholismo, el viejo Woody Grant sufre demencia senil y apenas si conecta ya con su mujer y sus dos hijos varones. Pero un día, recibe por correo una carta que podría cambiarle la vida, justo al final del camino, paradojas de un destino que nunca ha sido amable con él.
Sobre la base de un personaje hosco y alcohólico, Payne construye una historia que brilla por su ternura, sencillez y credibilidad. A su alrededor, siempre estará su familia disfuncional y las grises llanuras interminables del noroeste estadounidense. Las mejores cualidades de una road movie se perciben en Nebraska, como también sucedía en la entrañable Entre copas. Así, sin diálogos que subrayen ninguna idea, ni guiños obscenos para la inteligencia de la platea, la cámara puede distraerse en pequeños y sabrosos detalles de un pueblo ridículamente estancado en el tiempo o en la narcotizante estampa de una familia viendo la tele sin hablar. El estilo narrativo de Payne es de una sutileza increíble, su visión es hiperrealista y poética al mismo tiempo. Se nutre del humor, la tensión y el ritmo precisos para llevarnos de la mano hacia sus descubrimientos más notables.
Bruce Dern y June Squibb en una escena de Nebraska. |
Nebraska indaga en la profunda necesidad de la dignidad. Hasta un viejo loco y borracho es capaz de verlo, parece decirnos Payne. Por diferentes motivos, el desdén ha invadido la vida de los Grant y esta ridícula carta parece reactivarlos de a poco, algo que apenas irán notando. La importancia que la película otorga a los recuerdos es conmovedora, seguramente las escenas más intensas tienen que ver con este proceso mental que Woody está perdiendo día tras día. Sin embargo, la nostalgia no embarga jamás a esta historia que siempre reluce por su optimismo, una hermosa mirada desde lo más oscuro. La vejez, la pobreza, el materialismo o el cinismo no podrán vencer al viejo Woody, y allí estarán los suyos para arroparlo, en el momento menos esperado.
Manteniendo una prudencial distancia, Nebraska podría confluir con cierto clima intimista de Grand Torino (de Clint Eastwood), aquel que nos produce empatía por un octogenario poco agradable. En A propósito de Schmidt del propio Payne también sucedía algo similar, pero en un tono absolutamente diferente. Nebraska suda pradera y pueblo chico por todos los poros, allí donde la dignidad puede serlo todo en la vida.
En el camino, su hijo David (Will Forte) se convertirá en sus ojos, sus manos y sus piernas, ofreciéndole quizás… una recompensa infinitamente superior a la esperada. La actuación de Forte es magnífica, se entrega con pasión a un personaje delicioso, que podría estar tan perdido en la vida como su padre, pero que ha reaccionado a tiempo para recuperar un tiempo que intuye irremplazable. La historia le deparará muchas sorpresas a David, quien protagonizará momentos imborrables.
Dern y Will Forte en Nebraska. |
El triángulo básico de la historia lo completa la madre de David, responsabilidad asumida con maestría por June Squibb, cuya actuación es tan sincera que hará creernos que realmente forman una familia fuera del rodaje. Un mérito que los actores no dudan en compartir con Alexander Payne.
Nebraska asume riesgos de gran importancia, tanto artísticos como comerciales, y en mi humilde opinión, sale airosa con la mayor nota posible. Aquella dignidad que buscan sus personajes, se convierte en la mejor virtud de esta valiosa historia, plena de escenas inolvidables.
Nebraska se ha estrenado el 7 de febrero
en las salas españolas.
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