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BIBLIOBURRO. Un Quijote en Colombia

Luego de ingentes semanas escribiendo acerca de trágicas historias, encontré una nota de una colega entre mis archivos que destacaba la increíble iniciativa de un colombiano enfrentado al gigante del analfabetismo en el Departamento de Magdalena, con muy pocos medios y demasiadas ganas. Decidí entonces rescatar la historia de Luis Soriano, el modesto maestro que sobre el lomo de un par de burros (Alfa y Beto) -animales históricamente asociados con la ignorancia- ha construido una hermosa paradoja con el nombre de Biblioburro y la idea de llevar luces hasta los niños más desfavorecidos de los remotos territorios de Colombia.  

Cada sábado al alba, tras el primer canto del gallo, sale de casa cargado con 120 libros rumbo al Magdalena medio, cruza senderos intransitables para llegar hasta las verdaderas víctimas de los enfrentamientos armados, los "pelaítos" olvidados por las políticas de Estado. Un recorrido que puede superar las 8 horas y más de 11 km de ríos crecidos, serpientes ponzoñosas y otros tantos peligros en una región en la que conviven campesinos, guerrilla y paramilitares pero donde los pequeños lucen iguales sin importar a qué actividad se dediquen sus padres. 

Biblioburro parece arrancado de una página del propio García Márquez donde lo fantástico adquiere verosimilitud. Es una historia de nervio, paciencia y  fascinación, de generosidad y compromiso en medio de un cruento escenario de insurrección armada, dolor y pobreza. Una  fábula que ilustra el poder de la fe en las propias ideas: contra toda adversidad, Soriano ha querido ser el portador de una doctrina capaz de transformar, desde las entrañas de su país, la vida de los hombres, estimulando la mentalidad crítica e imaginación en los más chicos.  Decidido a luchar contra los molinos de viento, se ha convencido de que es absolutamente posible convertir a "campesinos en ilustrados capaces de decidir el rumbo de sus vidas" sin arrancar las raíces de la propia tierra para reconstruir así un país. 

Luis Soriano y los niños que su heroica iniciativa consigue atender.






¿Cuándo sentiste ese llamado que te llevó a desarrollar Biblioburro?
LUIS SORIANO: “El proyecto nace de la necesidad que había en La Gloria Magdalena y en varias veredas donde no había suficientes escuelas ni docentes, los niños iban quedando literalmente analfabetos y eso me preocupaba. Yo tenía 70 libros en mi casa y la idea de compartirlos con ellos, así que una mañana tomé dos burros que tenía sin hacer nada, les puse dos borriquetes y me lancé a la gran aventura que yo mismo bauticé como Biblioburro. Creo que esa gran necesidad me llevó a hacerlo una realidad”. 

Oriundo de Valledupar César, Soriano ha pasado la mayor parte de sus 43 años en La Gloria Magdalena, un pequeño pueblo rural al norte de Colombia, afectado por la miseria, el crimen y la insurrección armada. Y aunque vivió un exilio forzado por la violencia, regresó en 1997. Un año más tarde como el primer bachiller de Nueva Granada (Magdalena), el alcalde lo nombraría primer maestro de la municipalidad. 

Junto a su esposa Diana Arias, a quien reconoce sendos esfuerzos, y sus tres tesoros (como llama a sus hijos) ha echado hacia adelante a Biblioburro, al tiempo que ha obtenido la licenciatura en Español y Literatura en la Universidad del Magdalena, y realizado seminarios sobre educación y su impacto en la sociedad. 

La fe en la educación como herramienta de cambio le viene a Soriano de su propia experiencia. Para él aquella pobreza y violencia no le ha sido extraña y tal vez en ello radique su armónico y eficiente hacer sobre el terreno. La aproximación a los niños mediante la lectura, la instrucción y la siembra de hábitos positivos pasa por un acercamiento a los familiares y padres en la tarea de incentivar el interés por aprender, muchas veces traducido en jornadas de clases para adultos. El amor de este hombre por la gente de su país es incuestionable. Los niños recorren a la carrera largas distancias con el solo fin de saludar al maestro repleto de libros.

El maestro Soriano alista el equipaje de uno de sus burros.
Para una familia que vivía con el modesto sueldo de un maestro de escuela, las donaciones serían el único recurso para incrementar el banco de libros, hoy catalogado y almacenado gracias al concurso de toda la familia. "Cuento con más de 8000 libros, Biblioburro se ha institucionalizado y lo estamos llevando a comunidades indígenas y a más niños en el departamento del Magdalena" expresa Soriano con orgullo. 

Esta hazaña tremendamente filantrópica y sin pretensiones iniciada hace más de una década ha convertido al maestro de escuela en un Quijote -como se autodenomina-  que enfrenta al escepticismo regando ilusiones y abriendo los ojos de aquellos pequeños cuya miseria les ha impedido acceder a mejores condiciones de vida.

Dificultades no han faltado
"Dificultades claro que han existido. Comenzando porque a muchas personas a quienes no les gusta el progreso y la educación me han señalado pensando que lo que realizo es inútil. Las condiciones geográficas y la seguridad pueden llegar a complicarlo todo también. En esta región llueve mucho, por lo que recorrer las veredas y trochas se hace a veces tarea difícil. Por otro lado, me han robado, en una ocasión varios computadores de Biblioburro Digital. Aun así sigo adelante"

Desde los años ´70, la guerrilla del ELN se posicionó en la zona y permaneció hasta finales de los ´90 cuando fue desplazada por los paramilitares. Este grupo llegó a la región con la excusa de acabar con uno de los principales focos de subversión ocasionando desplazamientos, usurpando territorios y cometiendo verdaderas masacres. 

A 20 kilómetros de la carretera, multitud de niños atravesados por esta situación de ferocidad, que han vivido en el miedo y el abandono del Estado, son alcanzados por Alfa, Beto y Soriano. El profesor narra historias sencillas en medio de un país complejo y conflictivo, presta sus libros y les estimula a contar historias, a liberar sus traumas. Quiere cambiarles la vida a los hijos más pequeños y pobres de Colombia. Bajo los árboles, nunca la cultura llegó con mayor efectividad a aquel país. Pequeñajos de todas las edades, regados por los suelos yacen atentos a lo que cada página tiene para contarles.

Soriano y un grupo de niños en plena sesión de lectura.

A este hombre que hace 16 años se planteó tamaño de-safío, ni la pérdida de una pierna por una osteomielitis tras la caída de Alfa, ni el dolor que ocasionaba tal lesión,  le han detenido. Sostiene que los designios de Dios hay que tomarlos con resignación. Ha visto de frente a los paramilitares armados impidiéndole continuar, pero él decidido ha regresado al día siguiente convencido de que ellos se sienten amenazados con la mente ya que "ilustrar a un campesino es armarlo también. El desconocimiento es una parte vulnerable, pero cuando conoces las leyes estás armando a una persona a través de la intelectualidad"- dice. Pareciera que lo único capaz de detenerlo en su camino podría ser la naturaleza testaruda de sus borricos negándose a avanzar…

¿Cómo evoluciona el proyecto?
"Desde 2010 trabajamos en un nuevo programa llamado Biblioburro Digital. Pretendemos enriquecer el conocimiento de los niños mediante el uso del ordenador como herramienta de trabajo y generar en ellos distintas percepciones sobre el aprendizaje. También celebramos jornadas de alfabetización y llevamos hasta los diversos poblados el Cine al Campo, con la firme idea de que los niños disfruten de espacios para la interacción y la cultura".

Luego de dos años de esfuerzos en solitario junto a su familia, la Caja de Compensación Familiar del Magdalena brindó su apoyo y replicó la iniciativa hacia la Sierra Nevada de Santa Marta, creando las Bibliotecas Rurales Itinerantes Biblioburro. Actualmente buena parte de los libros que ahogaron su propia casa, son guardados en una biblioteca (kinchukwua) y se van rotando por 8 escuelas públicas (en Piñumuke, Kurakatá, Atiurumuke, Makogeka, Zigkuta, Jeurwua, Gamuke y Busingekun). Textos de segunda mano, en su mayoría procedentes de donaciones, con los que se benefician alrededor de 400 personas al mes por poblado.

Pero acceder a los diversos rincones de la Sierra a más de 5.600 metros de altura, resulta difícil sino imposible mediante el uso de vehículos. Las distancias pueden significar dos días de viaje hacia los enclaves donde se encuentran las escuelas estatales. La idea es poder llegar a cubrir mediante el proyecto las 32 escuelas de resguardo y mejorar sus dotaciones poco idóneas, por lo que las ayudas resultan de vital interés. 

El proyecto que alguna vez fue visto con recelo, ha trascendido fronteras y encontrado eco en Singapur, Timor del Este, Bolivia, Chile donde no hay burros sino Bibliollamas y en Italia, donde el burro se llama Serafino.


¿Qué tipo de ayudas has percibido?
"Las ayudas han sido pocas, la mayoría libros y capacitaciones, espero más porque sé que eso es posible. Solo quiero fortalecer el proyecto, que la tecnología haga parte del mismo: computadores (disponemos de muy pocos), E-Books, memorias USB, proyectores, Tablets,… con el fin de optimizar la enseñanza. Precisamos de equipar la Biblioteca Biblioburro con todo lo que habría de tener: comodidad, tecnología, bases de datos, salones de charlas y conferencias. Necesitamos un vehículo para transportar el material a algunas veredas durante las jornadas de alfabetización,  junto a mis burros, claro está.”




Has declarado que con este tipo de iniciativas se puede transformar a Colombia ¿Has visto cambios sustanciales en este sentido? 
"Por supuesto. Los cambios han sido significativos, la tasa de analfabetismo ha disminuido. Hay organización, planificación, se capacita a las personas y sobre todo, la forma de pensar ha cambiado. Ahora existe un verdadero interés por aprender y conocer nuevas formas de ver al mundo”.

El Magdalena es uno de los departamentos de Colombia con mayor incidencia de pobreza según las fuentes del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (52,3 %) y uno de los territorios severamente afectados por los conflictos armados. Amenazas, persecuciones, masacres, homicidios selectivos, violencia sexual, desplazamiento y limpiezas sociales dominaron la región dejando una huella imborrable en los sobrevivientes. 

"Mi departamento fue golpeado por el fenómeno del paramilitarismo, fueron años de terror, miedo, torturas, incertidumbre, muchos niños vieron a sus padres al ser asesinados, obviamente esto deja secuelas y creo que se requiere también de expertos y especialistas para contribuir a mejorar la calidad de vida de nuestras comunidades y lograr cambios verdaderamente sustanciales". 


¿Cuál ha sido la respuesta del Estado? 
"Ha sido positiva aunque es necesario mayor compromiso para hacer que este proyecto tenga fuerza y se pueda expandir a todos los lugares recónditos de Colombia donde hay necesidad por prepararse. Pero es una realidad, la educación en los lugares remotos está casi que olvidada".

Un estudio realizado por docentes de las universidades de Harvard, Los Andes y del Rosario de Colombia que analiza la educación en ese país, ha señalado que las desigualdades económicas y sociales están generando preocupantes brechas en la calidad de la educación (El Tiempo, 2013). Las diferencias de escolaridad entre niños rurales pobres y niños urbanos de colegios de élite son sencillamente escandalosas. El sistema educativo parece diseñado para maximizar estas diferencias en vez de atenuarlas desde la raíz. "Muchas promesas pero los resultados no son los esperados. Solo promesas" añade el maestro.

Algunos te tildaban de loco...
"Ahora están viendo resultados positivos, piensan diferente. Han entendido que este proceso ha sido de beneficio para todos. Les he demostrado que con educación se puede cambiar un pueblo". 
























Uno de los grandes retos que enfrenta el gobierno colombiano es alcanzar los objetivos de las políticas integrales de desarrollo social y erradicación de la pobreza en aquellas áreas que han sufrido desplazamientos forzosos a consecuencia del  conflicto armado. El Magdalena, con la Sierra Nevada de Santa Marta, se encuentra inscrito dentro de estos territorios.


A pesar de que las cifras más recientes del DANE señalan una disminución de la pobreza en todo el país, el Magdalena actualmente conserva una tasa de un 57,5% de pobreza y un 23,5% pobreza extrema. Se requiere de esfuerzos contundentes y heroicos para lograr superar este flagelo. Una de las preocupaciones de Soriano es: ¿Qué hacer para retener en el campo a los jóvenes de ambos sexos, cuyas expectativas de vida, de educación  y de trabajo los llevan a emigrar a las ciudades?

Este problema es aun más pertinente en el momento actual, si se tiene en cuenta que no son pocos los niños y jóvenes que se enrolan voluntariamente en grupos armados ilegales, ante la falta de un presente y un futuro medianamente satisfactorios, alimentando este círculo vicioso y violento.

Al margen de las políticas de Estado que llevan su tiempo y requieren de ingentes acciones burocráticas, Luis Soriano va a la suya con un no menos valioso esfuerzo, porque Biblioburro trascendiendo el objetivo de instruir, educa en la cultura de la paz y para la paz, llevando consciencia a donde el Estado si acaso un día llevó promesas vanas.

En cuanto a los daños psicosociales, la presencia paramilitar  instauró una cultura de guerra, hoy la comunidad pide un plan de acción que la desarticule. Pese a que buena parte de los daños colectivos sufridos por las víctimas son irreparables, Soriano dice a los pequeños "ahora, vamos a dejarlo atrás. Tenemos que vivir en el presente y demostrar que los colombianos son buena gente. Colombia debe cambiar". Mientras el Ministerio Público  de Colombia presenta una serie de propuestas de reparación construidas junto a la comunidad afectada del Magdalena Medio, los burros que han servido a la guerrilla para transportar explosivos y exterminar a inocentes, cargan libros y desparraman ilusiones monte arriba.

"Mi mayor sueño es dejar una generación de personas preparadas, médicos, deportistas, políticos, ingenieros, artistas, etc., que sean los mejores, que lleven en alto la bandera de Colombia y nunca olviden de donde vinieron. Quiero que haya paz, que todo el conflicto de nuestro país se acabe y podamos ver una nación preocupada más por educar, por amar, que por el color de un partido político, las creencias religiosas o el color de la piel… Quiero un país transformado por la educación" señala Luis Soriano

Bien lo dijo el Nobel de la Paz Nelson Mandela: "La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo" y Soriano también así lo entiende. 
















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