Escribe Marcelo Espiñeira. Hay muy pocas voces con la capacidad de llenar el vacío existente. Hablamos de aquellas que a través de un suave susurro, un tarareo o un grito desconsolado saben saltar las barreras de nuestra educación mezquina o directamente arrebartarnos el alma. Son también las que acarician con belleza y ternura toda palabra abrazada y las que expanden tanta música impregnada. Como exactas descargas de sentimientos, estas voces escasean. Por eso mismo cuando creemos dar con una de ellas nos entregamos al festejo. Sin temor a