Escribe Marcelo Espiñeira.
..."Somos sentimientos y tenemos seres humanos"... Mariano Rajoy
La última semana de este mes expirará el plazo que otorga la Constitución para la elección del presidente del Gobierno. Si ningún candidato ha obtenido la confianza -más votos a favor que en contra- del Congreso, el Rey disolverá las Cortes y convocará nuevas elecciones. Algo que a día de hoy parece inevitable. Es decir, que en junio próximo se debería volver a elegir a un presidente en elecciones generales, unos comicios que serían los cuartos en el último año para los catalanes o los andaluces. Por lo que podríamos decir que el músculo democrático está muy bien entrenado en estas tierras.
Las urnas gastadas de tanto uso no parece preocupar demasiado a ninguno de los cuatro candidatos con más votos. El vuelo del gobierno en funciones sigue su curso en piloto automático y Mariano Rajoy continúa con su agenda personal muy libre, sin más actividades que alguna charla con Paco Marhuenda en plan coleguitas. Todo lo contrario del candidato Pedro Sánchez, que se ha reunido a diestra y siniestra de su cada día más céntrico PSOE al grito de “soy el cambio, soy el cambio, soy el cambio, no os habéis dado cuenta aun?”. Sin mucho éxito por cierto, porque únicamente ha obtenido eco en el hombre visagra de la política española, ese gran estadista de saco y corbata que es Albert Rivera, el mismo que pretende cargarse las Diputaciones con un Senado en mayoría de los populares o el que dice que Sánchez le ha copiado su programa electoral luego de firmar el acuerdo.
..."Somos sentimientos y tenemos seres humanos"... Mariano Rajoy
La última semana de este mes expirará el plazo que otorga la Constitución para la elección del presidente del Gobierno. Si ningún candidato ha obtenido la confianza -más votos a favor que en contra- del Congreso, el Rey disolverá las Cortes y convocará nuevas elecciones. Algo que a día de hoy parece inevitable. Es decir, que en junio próximo se debería volver a elegir a un presidente en elecciones generales, unos comicios que serían los cuartos en el último año para los catalanes o los andaluces. Por lo que podríamos decir que el músculo democrático está muy bien entrenado en estas tierras.
Las urnas gastadas de tanto uso no parece preocupar demasiado a ninguno de los cuatro candidatos con más votos. El vuelo del gobierno en funciones sigue su curso en piloto automático y Mariano Rajoy continúa con su agenda personal muy libre, sin más actividades que alguna charla con Paco Marhuenda en plan coleguitas. Todo lo contrario del candidato Pedro Sánchez, que se ha reunido a diestra y siniestra de su cada día más céntrico PSOE al grito de “soy el cambio, soy el cambio, soy el cambio, no os habéis dado cuenta aun?”. Sin mucho éxito por cierto, porque únicamente ha obtenido eco en el hombre visagra de la política española, ese gran estadista de saco y corbata que es Albert Rivera, el mismo que pretende cargarse las Diputaciones con un Senado en mayoría de los populares o el que dice que Sánchez le ha copiado su programa electoral luego de firmar el acuerdo.
En fín, que este sainete da para todo y mucho más. Porque el señor Pablo Iglesias no se ha quedado atrás, ni mucho menos. El politólogo más tertuliano de toda España no dudó en anticiparle a Pedrito que solo quería la vicepresidencia y un par de ministerios. Bueno, quien dice dos, dice cuatro o cinco, y también la CNI, el ejército, la policía, los jueces, la televisión pública y si no fuera mucha molestia... alguna habitación libre en La Moncloa para los fines de semana. Vamos que en tren de pedir, al líder de Podemos no lo supera nadie.
Con tanta negociación imposible en el Congreso de los Diputados, al menos se ha dejado de hablar todo el día de Catalunya en los telediarios. Aunque en cuanto Carme Forcadell inspira una bocanada de oxígeno más profunda de lo habitual, en el Tribunal Constitucional siguen saltando las alarmas y repicando los teléfonos rojos al unísono. No vaya a ser que alguien piense que España se ha relajado y osara poner en marcha la diplomacia internacional del proces. No es país para independentistas ha dicho Rajoy alguna vez y suscriben Sánchez y Rivera al poeta galaico. El único díscolo en Las Cortes -cuando no?- es el coletas, el de los besos bolcheviques o el del ministerio de la plurinacionalidad. El resto no quiere ni oir hablar de referendums u ocurrencias similares. La democracia está bien, pero sin exageraciones... pensaría el venezolano Nicolás Maduro.
El cariño llegó al Congreso e Iglesias se encargó de reforzar esta idea en su cuenta de twitter. El candidato de la izquierda está en su salsa en los debates de cada día y más aún cuando distingue alguna cámara de televisión que lo esté enfocando. Sin embargo, su enorme poder de seducción no convence al expresidente tocayo del Rey. El señor González es objeto permanente de los piropos más picantes del orador estrella de Podemos, por lo que el artífice de la GCDF -Gran Coalición Defensora de la Transición- luce cada día más impaciente ante la simple mención del que se llama igual que el viejo fundador de su partido. Todos sabemos que entre el amor y el odio existe una delgada línea roja...
El mismo autor de “somos sentimientos y tenemos seres humanos” o “las decisiones se toman en el momento de tomarse” o “dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo” ha querido referirse a los intentos del dramaturgo Pedro Sánchez para formar gobierno como “un verdadero ejercicio de supervivencia personal”, y esta vez ha acertado. Pocas veces hemos visto buscar tanto con tan poco, como si los 90 diputados de la bancada socialista pudieran multiplicarse tal cual los panes bíblicos, el candidato apolíneo ha intentado armar un pacto a tres bandas con naranjitos y moraditos que siempre ha sonado a una de Spielberg. Es cierto que el malabarismo ilustrado sea su género predilecto pero esta edición no se la ha creído nadie. El gobierno del cambio era una novela que no podía escribirse jamás con los personajes escogidos por Sánchez y ahora no tendrá otra opción que reescribir su obra para mayo próximo.
Mientras Iglesias dice que mantendrá el pulso para convencer a Sánchez hasta el último momento sobre la dirección que realmente debería tener un eventual nuevo gobierno, otra ecuación diferente ha comenzado a despejarse. El presidente en funciones tiene los días contados, aunque resista como un estoico espantapájaros, su figura ya no despierta otro sentimiento que el rechazo más profundo entre sus oponentes y unas cuantas dudas entre los suyos. Rajoy solo es capaz de aglutinar a sus rivales y si ha fracasado el plan de Felipe González para evitar a Podemos en una Gran Coalición ha sido porque ahora mismo una selfie con Mariano cotiza menos que un bistec en la India.
Parafraseando a nuestro gran creador de metáforas marineras -Artur, desde las sombras- diremos que ha llegado marzo y todavía seguimos sin un firme timonel en el estado español. Las olas vienen mansas y el grumete Mariano se ha encomendado a la Virgen Soraya para evitar un naufragio anunciado. Las velas roídas de la goleta Popular no podrán evitar la deriva política si la tempestad reaparece en altamar. El almirante Aznar ya se ha retirado y ni siquiera la endeble tripulación de las Nuevas Generaciones parecen preparadas para el chubasco. Un navío de color naranja se ha ofrecido reiteradamente a auxiliarlos en la tormenta, pero el instinto marino les advierte que no hay que atender los cantos de sirenas porque en el agua siempre acechan los tiburones.
Comentarios
Publicar un comentario