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SINSENTIDO. La crisis catalana que debió haberse evitado


Escribe Marcelo Espiñeira.

...“Feu cada dia tot allò que estigui al vostre abast per que el bé derroti al mal a les urnes el 21D”...
 Oriol Junqueras

El “bien contra el mal” es la última síntesis de un sinsentido histórico. Lo absurdo se ha subido al trono y pretende dirigir nuestro día a día con excéntrica energía. Ceguera, cabezonería y una notoria ausencia de empatía hacia los diferentes se ha apoderado del independentismo catalán. La represión del sistema constitucional, encarnada en la intervención autonómica al amparo del artículo 155, ha sacado el lado oscuro de un movimiento político que ha virado hacia la irresponsabilidad más absoluta.


Dice el diputado nacional Gabriel Rufián que se siente perseguido por sus ideas y que la democracia española es comparable a la turca. Dice el fugado expresident Carles Puigdemont que España pasará vergüenza, dice el exconseller Oriol Junqueras que si no gritas Viva España te golpean en la calle, y muchos más hablan de resistir, de desobedecer, cortan carreteras o acusan a los medios españoles de manipulación. Miles y miles de personas dicen en la calle o en las redes sociales que se sienten víctimas del estado español, de sus reiterados abusos y de la “dictadura”.


Si uno estuviera distraído podría creerse estos argumentos, porque esta manifestación es casi siempre coral, actúa organizada y provista de bastante astucia. Posee un importante arsenal de medios de comunicación que apoyan la cruzada, ya sea digitales, radiales o televisivos. Todos ellos sustentados en generosas subvenciones públicas que engordan sus tiradas, alimentan a los periodistas y esparcen el mensaje más conveniente del momento. Un relato que ha pasado de exigir una mejora del “pacto fiscal” al reclamo del “derecho a decidir”, para luego llevarnos hasta la “defensa de la democracia” y “los derechos humanos”, acabando en este bastante insólito llamado del “bien contra el mal” de Junqueras. 

A la velocidad del rayo, el independentismo catalán construye y rediseña su discurso sin mirar atrás. No nos vamos a engañar, todos los otros políticos españoles también lo hacen. Pero, indudablemente, existen objetivos de diferentes grados en la práctica de la política. Perseguir la independencia de un territorio determinado es uno bien profundo que requiriría por parte de sus propulsores, un mínimo de seriedad y un poco más de respeto por las posibles consecuencias de su propuesta. Visto lo visto, este no ha sido el caso de los Puigdemont, los Junqueras y el resto de diputados de Junts pel Si y las CUPs, excepción hecha de los pocos que se arrepintieron antes del sainete final en el Parlament. 


No debería haberse arriesgado todo de esta manera, la crisis catalana debió haberse evitado. Pudo Puigdemont pasar a la historia convocando a unas elecciones autonómicas aquel mediodía en que una Plaça Sant Jaume abarrotada pidió su cabeza porque se habían enterado por la TV3 que su president no era partidario de una DUI. Pero no, los militantes independentistas que pedían una DUI portando pancartas con la inequívoca consigna de “Puigdemont traidor” (probablemente preparadas de antemano ante este posible escenario), acabaron por hacer titubear al todavía president que no dudó en volver a dudar y suspender su comparecencia prevista. Otra gran Puigdemont más.


Si hubiera sabido frenar a tiempo, la peor de las consecuencias para él mismo podría haber sido tener que soportar la indignación de los más fervientes partidarios de la DUI. Pero en contrapartida, hubiera podido evitar la aplicación del artículo 155 en Catalunya, retener las plenas potestades del gobierno autonómico e incluso ganar las próximas elecciones. Es decir, no hubiera obtenido la excarcelación de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, así como tampoco la aprobación de buena parte de sus consellers, en particular Oriol Junqueras, pero sí mantener la soberanía institucional catalana existente hasta entonces. Una soberanía cierta y real, no como en sus sueños grandilocuentes, altisonantes y alejados de lo veraz.

La correlación de fuerzas
es un grave problema
para el que ignora su debilidad

Puigdemont no demostró estar a la altura de los acontecimientos, y todos los que sospechamos alguna vez que podría ser un personaje secundario obligado a maniobrar en una situación delicada, creo que confirmamos plenamente esta sospecha cuando finalmente eligió huir hacia adelante. Más precisamente hacia el norte, e instalarse en Bruselas para retrasar su comparecencia ante la justicia española.

Como parte del enorme despropósito en el que muchos eligen vivir, doscientos alcaldes leales a su marchito liderazgo político, han decidido fletar un vuelo a Bruselas con dinero de procedencia dudosa. Que doscientos alcaldes elijan arropar a un político cesado y fugado de la justicia es discutible, pero aceptable. Sin embargo, que paguen esta excursión personal con dinero de todos los contribuyentes de los ayuntamientos donde gobiernan es cuanto menos descarado y poco ético. No obstante, para la alcaldesa de La Garriga -Meritxell Budó (PDECAT)- este viaje ha sido considerado del tipo institucional, y por tal motivo declaró a la prensa que lo ha pagado con dinero del Ayuntamiento que dirige.

En estos pequeños gestos radica buena parte de la confusión instalada en el independentismo catalán. Casi todos sus dirigentes se creen dueños de los destinos de Catalunya, creen que todo lo que opinan es compartido íntegramente por el “pueblo catalán” y desarrollan su polémico movimiento político a base de subvenciones públicas o gastos del tipo institucional. En líneas generales se podría decir que no han sabido gobernar para todos los ciudadanos de Catalunya y en consecuencia han abonado la profunda división social que ahora percibimos con extrema facilidad. 

Hemos de subrayar y reiterar que esta crisis es real y debió haberse evitado. Más de dos mil empresas han decidido trasladar su sede social de su domicilio catalán, se percibe una notable merma en el turismo y el parón en el consumo es palpable a simple vista. A la espera de datos que confirmen esta percepción, los empresarios ahora eligen parar su inversión antes que nada, casi como un reflejo. Esta medida se traduce en un frenazo evidente en la contratación de empleo y en un desprestigio absoluto para el buen clima de negocios que gozaba la región. Cuando la fantasmagórica sombra de la última crisis global comenzaba a disiparse en términos reales, la Generalitat tomó la irresponsable decisión de acercarnos a una nueva situación angustiante. No hay relato político posible que eluda esta responsabilidad, salvo aquel que apela a lo religioso...”el bien contra el mal”.

Manifestantes destrozan coches de la Guardia Civil en Barcelona, tras el registro de la Secretaría de Economía.
Existe todo el derecho a discutir la buena mano de los fiscales estatales que acusan al Govern destituido por el artículo 155. Para los analistas más expertos, la causa no se estaría llevando adelante de la mejor manera posible. Pero estas dudas no eximen a los políticos ahora encarcelados de su evidente torpeza, en algunos casos de su extremo desafío institucional y en otros de su velocidad para abandonar el barco que se hundía. Como ya sucediera con la violencia policial del 1-O, las acciones judiciales del fiscal Maza no pueden convertirse ahora en una excusa más que justifique las falsas acusaciones de algunos dirigentes independentistas o los retorcidos argumentos para continuar en este camino sin recorrido que es la vía unilateral de la independencia.

Un hecho significativo de lo errada que está la DUI, es el manifiesto firmado por 170 personalidades de la política y la cultura catalana que ha sido presentado esta última semana en Barcelona. Entre los firmantes figuran Josep Lluis Carrod Rovira, Andreu Mas-Colell, Antoni Castells, Joaquim Nadal, Marina Geli, Montserrat Tura, Laia Bonet, Joan Herrera, Dolors Camats y Julià de Jòdar. El documento reclama el abandono de la vía unilateral y la inclusión del Referendum Pactado con el estado español como objetivo a incluir en los programas políticos de los partidos catalanistas para los comicios del próximo 21D. También recalca que hay que evitar los límites de tiempo, y apuesta por la negociación política, así como la reconstrucción de los lazos económicos y afectivos rotos durante la actual crisis.

Sinceramente este parece ser un camino mucho más amable, coherente y real que el propuesto estos días. La receta de la CUP ya hemos visto hacia dónde nos puede llevar. El corte de carreteras en jornadas de paros políticos que soslayan los derechos de aquellos que eligen trabajar, las acusaciones semi-mafiosas a los que no comparten su ideario y las acciones callejeras cada día más subidas de tono, no benefician a la mayoría. La protesta sin un debate coherente o la búsqueda del hundimiento económico propio y ajeno puede funcionar muy bien en la fantasía de aquellos que sueñan con patear el tablero y proclamar una independencia naif. Pero esto es algo mucho más complejo de gestionar que una verbena de pueblo. Espabilad muchachos, esto es política real.

En el mundo de la política real suele imponerse el que reúne más adhesiones antes que el que cree tener la razón a toda costa. La correlación de fuerzas es un grave problema para el que ignora su debilidad. Y si alguien quiere realmente negociar, debe estar dispuesto a ceder la mayoría de sus peticiones. En estos tres fundamentos se han equivocado Puigdemont y su Govern. Las prisas nunca han sido buenas consejeras de nadie.


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