Escribe Mariano Gómez Carchak, desde Buenos Aires.
El pedido de la redacción era claro y conciso, redactar un informe sobre el brote de dengue en la Argentina. Pero resulta curioso que en el preciso momento de comenzar a escribirlo, estallen las radios, los noticieros de tv y todos los informativos habidos y por haber vociferando enajenados el azote de una plaga que se anuncia mucho peor: "El dengue ha muerto. ¡Viva la gripe porcina!". En los próximos días el apocalipsis ya no vendrá en forma de Aedes aegypti (tal es el nombre artístico del mosquito portador del dengue) sino de cerdo engripado. Pero bueno, mejor vayamos por partes, o mejor dicho, por pestes.
Pican, pican, los mosquitos.
Antes de que el chancho no nos deje ver el mosco, hagamos un breve repaso de los acontecimientos: El dengue no es ninguna novedad en la Argentina. El calentamiento global ha provocado cambios significativos en el clima, y nuestros amigos chupasangre llegan cada vez más lejos, y se quedan por más tiempo. Y una especie de estos mosquitos, los Aedes antes mencionados, son los que traen consigo el dengue. Pero en 2009 la epidemia fue más allá de lo habitual y los casos se multiplicaron. Juan Carlos Bossio, director de Epidemología del Ministerio de Salud de la Nación, reconoció que el país se enfrentaba a un brote
epidémico sin precedentes: "En la Argentina, la mayor notificación de casos de dengue autóctono llegó a 1500 casos, y hoy nosotros estamos superando los 5500", declaró a principios de abril. Terminando el mes se puede afirmar que esa cifra se ha, como mínimo, triplicado. Como suele suceder en la Argentina, la crisis no provoca unión sino más enfrentamientos: y al igual que en 2008 con el conflicto del campo, Gobierno y oposición se encontraron con otra inmejorable oportunidad de calzarse los guantes. Los principales medios de comunicación se encargaron de resaltar que cada picadura de mosquito era responsabilidad exclusiva de los Kirchner, y el Gobierno se preocupó más en quitarle gravedad al asunto, que en admitir responsabilidades y encontrar una solución real al tema. Una vez más corrió la sangre. ¿Los mosquitos? Agradecidos, por supuesto. Es tan cierta la responsabilidad de los gobernantes como el facilismo pasmoso que se necesita para echar toda culpa sobre ellos. Desde hace más de 10 años, numerosos informes advertían el crecimiento alarmante del dengue y las probabilidades de que algo como esto sucediera. Y tampoco se puede desconocer el más que probable efecto y consecuencia que tiene sobre esta epidemia la sojización. Muchas de las zonas donde el Aedes ha pululuado con mayor éxito son dominadas por la afamada soja. Si se remarca que los venenos para fumigar esos cultivos matan peces y anfibios, y que estos resultan ser los principales predadores de los mosquitos…
No hay que ser muy iluminado para sacar conclusiones al respecto. Pero prácticamente ningún medio se ocupó de informar sobre este tema. El combate electoral se colocó por encima del combate contra la plaga. La información que brinda el gobierno sobre los casos de dengue en el país no se condice con los números que manejan entidades como Médicos del Mundo, organización que multiplica por tres las cifras oficiales. Admitir la real gravedad del asunto ahuyentaría el turismo, y bajaría la imagen del gobierno en el exterior, sin hablar de la caída que podría provocar en las encuestas. ¿Importa más un voto que una vida? Como contrapartida, los principales medios desinforman la realidad, reinventando un escenario mucho más caótico que el verdadero y generando un estado de terror generalizado. Después de ver algunos noticieros da miedo asomarse a la ventana por temor a que un mosquito gigante (probablemente con la cara de Néstor o Kristina) abra sus fauces para devorarnos. Imágenes apocalípticas, dantescas, que hoy, a caballo de un chancho parecen convertirse en realidad.
Qué es el dengue?
El dengue es una enfermedad viral transmitida por mosquitos que afecta principalmente a países de la región tropical y subtropical de Asia, África y América. Durante los últimos 20 años se ha establecido como la enfermedad viral transmitida por mosquitos más importante del continente americano. Su rápida expansión junto al aumento en la morbilidad y mortalidad registradas la han convertido, en la actualidad, en un verdadero problema de salud pública para toda la región. De acuerdo a datos de la Organización Mundial para la Salud (OMS), más de 100 países en el mundo son afectados por la enfermedad, originando un registro anual de más de 50 millones de casos con 500.000 hospitalizaciones y alrededor de 20.000 defunciones. Además se estima que cerca de 2.500 millones de personas en el mundo viven en riesgo de contraer la infección. Clínicamente se manifiesta en dos formas principales, la fiebre del dengue o dengue clásico (FD), de características benignas y autolimitada, y la fiebre hemorrágica del dengue (FHD), de evolución más grave y que puede ser fatal. En América Latina el dengue es fundamentalmente una enfermedad urbana cuya transmisión está relacionada con altas densidades de población, asentamientos y urbanizaciones no planificadas y elevadas densidades habitacionales.
El dengue en Argentina.
La Argentina quedó libre de la enfermedad luego de la última epidemia sucedida en 1916. En 1964 certificó la erradicación de Aedes. aegypti después de la campaña continental realizada para control de la fiebre amarilla urbana. Sin embargo, al no mantenerse una política permanente de vigilancia y control vectorial, el dengue reemergió a principios de 1998, en la provincia de Salta. Este brote epidémico tuvo foco en la ciudad de Tartagal y afectó al 66% de la población de esa localidad (datos obtenidos en la encuesta serológica post-epidemia). Durante el año 1999 se registraron 10 casos importados, los que aparecieron en diferentes provincias sin observarse ningún brote.Desde ese momento se han registrado casos de dengue en las provincias de Salta, Misiones, Corrientes, Chaco, Formosa, Santa Fe, Catamarca, La Pampa, Mendoza, La Rioja, Jujuy, Tucumán y Buenos Aires.Actualmente el mosquito vector está presente en más de 500 municipios del Centro, NOA y NEA argentino, en algunos con densidades preocupantes, lo que posiciona a la Argentina en la categoría de países con transmisión de la enfermedad. Esto se ve agravado por el deterioro de las condiciones de vida y la falta de acceso a la red de agua potable de amplios sectores de la población, lo que los obliga a la utilización de recipientes para el almacenamiento de agua, generalmente, sin demasiadas prevenciones para evitar la reproducción de criaderos de mosquitos.
Jamón, jamón.
Como si un cerdo se sentara encima de un mosquito, así llega la avalancha de información sobre la gripe porcina que deja al dengue reducido al tamaño de una pulga famélica. Si bien de momento se la focaliza sobre México, bastaron horas para que se hable de cientos de muertos, miles y miles de infectados, clases suspendidas, estadios cerrados, aeropuertos de todo el mundo en alerta, y siguen las firmas. Si hablamos de pestes, esta parece ser cosa seria. Recuerdo una novela de Stephen King que leí en mi adolescencia. En aquella historia, un virus se escapaba de un laboratorio del gobierno, y bastaban un par de semanas para que el 90 % de la población mundial sucumbiera a lo que, en un principio, parecía una simple gripe. El título del libro lo dice todo: Apocalipsis. ¿La realidad copia a la ficción, una vez más? Por lo pronto, no está confirmado que el virus haya llegado a la Argentina aún. Pero ya se conoce el caso de un argentino que falleció por gripe porcina en México. Hasta el momento se desconoce tanto el virus mutante que provocó la aparición de esta enfermedad, como una vacuna contra la misma. ¿La buena noticia? No se contagia comiendo cerdo (sobre todo si está bien cocido). La mala resulta ser malísima: se contagia por el aire. En México la gente no sale sin su barbijo a la calle y ya se habla de más de 40 casos de gripe porcina confirmados en los EEUU y de por lo menos una en la mismísima España (aunque es probable que se confirmen varios casos más). La OMS (Organización Mundial de la Salud) notificó que subió de 3 a 4 su nivel de alerta epidemológico (sobre un máximo de 6), lo que significa que ha aumentado sustancialmente el riesgo de pandemia*. De momento, hay 44 millones de alumnos sin clases, y en tierras aztecas la gente vive encerrada y si quiere rezar por una solución tendrá que hacerlo en su casa, porque las misas también fueron suspendidas. Las iglesias cerradas… ¿son señal de que es el tiempo de las 7 plagas del apocalipsis? Dengue, hantavirus, gripe aviar, gripe porcina… ¿Acaso los animales decidieron tomar venganza contra el hombre? ¿O es la tierra la que quiere eliminar al verdadero virus que la está aniquilando? Quizá sea este un cierre demasiado místico, o huela en exceso a ecología barata, pero sin dudas vivimos tiempos difíciles. Hoy la vida y la muerte, están cortadas por el filo de un simple mosquito. ¡Porca miseria!
El pedido de la redacción era claro y conciso, redactar un informe sobre el brote de dengue en la Argentina. Pero resulta curioso que en el preciso momento de comenzar a escribirlo, estallen las radios, los noticieros de tv y todos los informativos habidos y por haber vociferando enajenados el azote de una plaga que se anuncia mucho peor: "El dengue ha muerto. ¡Viva la gripe porcina!". En los próximos días el apocalipsis ya no vendrá en forma de Aedes aegypti (tal es el nombre artístico del mosquito portador del dengue) sino de cerdo engripado. Pero bueno, mejor vayamos por partes, o mejor dicho, por pestes.
Pican, pican, los mosquitos.
Antes de que el chancho no nos deje ver el mosco, hagamos un breve repaso de los acontecimientos: El dengue no es ninguna novedad en la Argentina. El calentamiento global ha provocado cambios significativos en el clima, y nuestros amigos chupasangre llegan cada vez más lejos, y se quedan por más tiempo. Y una especie de estos mosquitos, los Aedes antes mencionados, son los que traen consigo el dengue. Pero en 2009 la epidemia fue más allá de lo habitual y los casos se multiplicaron. Juan Carlos Bossio, director de Epidemología del Ministerio de Salud de la Nación, reconoció que el país se enfrentaba a un brote
epidémico sin precedentes: "En la Argentina, la mayor notificación de casos de dengue autóctono llegó a 1500 casos, y hoy nosotros estamos superando los 5500", declaró a principios de abril. Terminando el mes se puede afirmar que esa cifra se ha, como mínimo, triplicado. Como suele suceder en la Argentina, la crisis no provoca unión sino más enfrentamientos: y al igual que en 2008 con el conflicto del campo, Gobierno y oposición se encontraron con otra inmejorable oportunidad de calzarse los guantes. Los principales medios de comunicación se encargaron de resaltar que cada picadura de mosquito era responsabilidad exclusiva de los Kirchner, y el Gobierno se preocupó más en quitarle gravedad al asunto, que en admitir responsabilidades y encontrar una solución real al tema. Una vez más corrió la sangre. ¿Los mosquitos? Agradecidos, por supuesto. Es tan cierta la responsabilidad de los gobernantes como el facilismo pasmoso que se necesita para echar toda culpa sobre ellos. Desde hace más de 10 años, numerosos informes advertían el crecimiento alarmante del dengue y las probabilidades de que algo como esto sucediera. Y tampoco se puede desconocer el más que probable efecto y consecuencia que tiene sobre esta epidemia la sojización. Muchas de las zonas donde el Aedes ha pululuado con mayor éxito son dominadas por la afamada soja. Si se remarca que los venenos para fumigar esos cultivos matan peces y anfibios, y que estos resultan ser los principales predadores de los mosquitos…
No hay que ser muy iluminado para sacar conclusiones al respecto. Pero prácticamente ningún medio se ocupó de informar sobre este tema. El combate electoral se colocó por encima del combate contra la plaga. La información que brinda el gobierno sobre los casos de dengue en el país no se condice con los números que manejan entidades como Médicos del Mundo, organización que multiplica por tres las cifras oficiales. Admitir la real gravedad del asunto ahuyentaría el turismo, y bajaría la imagen del gobierno en el exterior, sin hablar de la caída que podría provocar en las encuestas. ¿Importa más un voto que una vida? Como contrapartida, los principales medios desinforman la realidad, reinventando un escenario mucho más caótico que el verdadero y generando un estado de terror generalizado. Después de ver algunos noticieros da miedo asomarse a la ventana por temor a que un mosquito gigante (probablemente con la cara de Néstor o Kristina) abra sus fauces para devorarnos. Imágenes apocalípticas, dantescas, que hoy, a caballo de un chancho parecen convertirse en realidad.
Qué es el dengue?
El dengue es una enfermedad viral transmitida por mosquitos que afecta principalmente a países de la región tropical y subtropical de Asia, África y América. Durante los últimos 20 años se ha establecido como la enfermedad viral transmitida por mosquitos más importante del continente americano. Su rápida expansión junto al aumento en la morbilidad y mortalidad registradas la han convertido, en la actualidad, en un verdadero problema de salud pública para toda la región. De acuerdo a datos de la Organización Mundial para la Salud (OMS), más de 100 países en el mundo son afectados por la enfermedad, originando un registro anual de más de 50 millones de casos con 500.000 hospitalizaciones y alrededor de 20.000 defunciones. Además se estima que cerca de 2.500 millones de personas en el mundo viven en riesgo de contraer la infección. Clínicamente se manifiesta en dos formas principales, la fiebre del dengue o dengue clásico (FD), de características benignas y autolimitada, y la fiebre hemorrágica del dengue (FHD), de evolución más grave y que puede ser fatal. En América Latina el dengue es fundamentalmente una enfermedad urbana cuya transmisión está relacionada con altas densidades de población, asentamientos y urbanizaciones no planificadas y elevadas densidades habitacionales.
El dengue en Argentina.
La Argentina quedó libre de la enfermedad luego de la última epidemia sucedida en 1916. En 1964 certificó la erradicación de Aedes. aegypti después de la campaña continental realizada para control de la fiebre amarilla urbana. Sin embargo, al no mantenerse una política permanente de vigilancia y control vectorial, el dengue reemergió a principios de 1998, en la provincia de Salta. Este brote epidémico tuvo foco en la ciudad de Tartagal y afectó al 66% de la población de esa localidad (datos obtenidos en la encuesta serológica post-epidemia). Durante el año 1999 se registraron 10 casos importados, los que aparecieron en diferentes provincias sin observarse ningún brote.Desde ese momento se han registrado casos de dengue en las provincias de Salta, Misiones, Corrientes, Chaco, Formosa, Santa Fe, Catamarca, La Pampa, Mendoza, La Rioja, Jujuy, Tucumán y Buenos Aires.Actualmente el mosquito vector está presente en más de 500 municipios del Centro, NOA y NEA argentino, en algunos con densidades preocupantes, lo que posiciona a la Argentina en la categoría de países con transmisión de la enfermedad. Esto se ve agravado por el deterioro de las condiciones de vida y la falta de acceso a la red de agua potable de amplios sectores de la población, lo que los obliga a la utilización de recipientes para el almacenamiento de agua, generalmente, sin demasiadas prevenciones para evitar la reproducción de criaderos de mosquitos.
Jamón, jamón.
Como si un cerdo se sentara encima de un mosquito, así llega la avalancha de información sobre la gripe porcina que deja al dengue reducido al tamaño de una pulga famélica. Si bien de momento se la focaliza sobre México, bastaron horas para que se hable de cientos de muertos, miles y miles de infectados, clases suspendidas, estadios cerrados, aeropuertos de todo el mundo en alerta, y siguen las firmas. Si hablamos de pestes, esta parece ser cosa seria. Recuerdo una novela de Stephen King que leí en mi adolescencia. En aquella historia, un virus se escapaba de un laboratorio del gobierno, y bastaban un par de semanas para que el 90 % de la población mundial sucumbiera a lo que, en un principio, parecía una simple gripe. El título del libro lo dice todo: Apocalipsis. ¿La realidad copia a la ficción, una vez más? Por lo pronto, no está confirmado que el virus haya llegado a la Argentina aún. Pero ya se conoce el caso de un argentino que falleció por gripe porcina en México. Hasta el momento se desconoce tanto el virus mutante que provocó la aparición de esta enfermedad, como una vacuna contra la misma. ¿La buena noticia? No se contagia comiendo cerdo (sobre todo si está bien cocido). La mala resulta ser malísima: se contagia por el aire. En México la gente no sale sin su barbijo a la calle y ya se habla de más de 40 casos de gripe porcina confirmados en los EEUU y de por lo menos una en la mismísima España (aunque es probable que se confirmen varios casos más). La OMS (Organización Mundial de la Salud) notificó que subió de 3 a 4 su nivel de alerta epidemológico (sobre un máximo de 6), lo que significa que ha aumentado sustancialmente el riesgo de pandemia*. De momento, hay 44 millones de alumnos sin clases, y en tierras aztecas la gente vive encerrada y si quiere rezar por una solución tendrá que hacerlo en su casa, porque las misas también fueron suspendidas. Las iglesias cerradas… ¿son señal de que es el tiempo de las 7 plagas del apocalipsis? Dengue, hantavirus, gripe aviar, gripe porcina… ¿Acaso los animales decidieron tomar venganza contra el hombre? ¿O es la tierra la que quiere eliminar al verdadero virus que la está aniquilando? Quizá sea este un cierre demasiado místico, o huela en exceso a ecología barata, pero sin dudas vivimos tiempos difíciles. Hoy la vida y la muerte, están cortadas por el filo de un simple mosquito. ¡Porca miseria!
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