Escribe Marcelo Espiñeira.
Demasiadas voces convergen en una misma idea, algo está sucediendo más allá de las consignas de ocasión. Y lo más interesante del caso es que no se vislumbra ni un solo líder claro y contundente. No existe quien pueda señalar el camino preciso hacia una Catalunya independiente.
Días antes que finalice este maltrecho 2012 se cumplirán exactos 34 años de vida para esta obsoleta Constitución que rige las leyes españolas. Una España que a duras penas ha sabido respetar la existencia de dos nacionalidades de fuerte carácter propio, como la vasca y la catalana. Estableciendo una relación a tres bandas que permanece instalada en un tire y afloje de eterna duración y que enfrenta a los ibéricos con las propias raíces de su historia. ¿Quiénes son en realidad los catalanes? ¿Por qué no se sienten parte del Reino de España? ¿Cómo hacer para no repetir los errores del pasado? ¿Cuál será la mejor vía para conseguir la independencia?
Desde hace años que en Catalunya y el País Vasco resuenan preguntas similares. Según los sondeos la opción secesionista ha sufrido altibajos en las preferencias de la población. Pero en la última década se han sucedido los desplantes de uno y otro lado, y la correa se ha tensado al punto de no saber si ya se ha roto.
Los estudios de especialistas se acumulan. Ser independientes y sobrevivir es posible aseguran algunos, otros se aventuran a compararnos con Holanda. Eso sería lo de menos, no existe un pueblo orgulloso de serlo que no consiga salir adelante por si mismo. Los incovenientes, en todo caso, serían los mismos que ahora. ¿Quién nos asegura que las mismas elites económicas respetarán a los trabajadores? ¿Alguien nos podría explicar con algun grado de objetividad que valores morales persiguiría la nueva nación en ciernes?
Al mismo tiempo que tantos coincidimos en que Catalunya puede ser independiente de España, muchos somos de la idea que esta crisis que padecemos esconde un desbarranco fabuloso de los valores solidarios que construyeron esta Europa moderna tras ser derrotado el nazismo. Hoy somos más pobres porque hay demasiado espabilado estafando por ahí. Y si bien es cierto que la desbalanza fiscal catalana con el estado español es contante y sonante, no es argumento suficiente para embarcarnos en una aventura sin timonel preciso. Debemos encontrar mejores fundamentos para convencernos que la independencia no es un plan B ante la crisis. Semejante paso histórico no puede ser devaluado a tal punto.
Los actos conmemorativos de la Diada 2012 prometen derramar un ríada de fervor callejero encausado en el centro de Barcelona. El mandamás de la Generalitat adhiere a los lemas emancipadores de la concentración pero no se dejará ver en la mani. Prefiere seguir concentrado en las negociaciones con la caja central del circo de Rajoy. Un espectáculo que acentúa el sacrificio humano al ritmo de los redoblantes tambores del ejército de los coroneles patriotas españoles. Tanta vergüenza causan algunas poses desde la capital que es de comprender la actitud de los vecinos de Torelló que en estos días se han autoproclamado “territorio libre de España”.
El modelo de las autonomías se ha agotado. Dentro o fuera de España, Catalunya necesita forzar algo diferente. El gobierno actual no tiene claro sus objetivos, ni en Madrid, ni en Barcelona. Ni Mas, ni Rajoy han demostrando muñeca suficiente para maniobrar en la que estamos. La verdadera lucha se ha instalado en el día a día, una batalla moral de las grandes, de aquellas que ocuparán muchos libros. Catalunya necesita ser dueña de sus destinos, necesita su independencia, pero no está claro si de España o de Alemania.
Mientras se cambian los nombres de los carteles de las viejas plazas en los pueblos, los directivos de Goldman Sachs ya han corrido dos metros más allá la línea de la cordura. El tiempo en el mundo de las finanzas actúa como el BigBang en nuestro sistema estelar, a cada minuto los ricos son más ricos y los pobres más pobres aún. La brecha se acentúa y el estado de bienestar que mantenía ocultas muchas viejas disputas se desvanece.
Solo ruego que seamos capaces de discutir, debatir, gritar lo que haga falta, pero sin violencia. Es todo.
Catalunya necesita tener el control de la gestión de las herramientas económicas y fiscales que tenemos a nuestro servicio para cohesionar la sociedad, articular mecanismos de solidaridad y favorecer el crecimiento económico, el empleo, la redistribución equitativa de la riqueza, etc. Evidentemente esto solo se puede ejercer dentro de la UE como marco de trabajo y desarrollo, pero sin interferencia de pueblos vecinos los cuales presentan diferencias importantes en cuanto a los valores de la sociedad para organizarse en temas cotidianos o mas solemnes. De otra forma es la voluntad de un pueblo que se impone a la fuerza sobre otro.
ResponderEliminar