Hay pequeñas anécdotas que funcionan como una foto exacta que retrata el momento que nos toca vivir. Tomas que salen límpidas, espontáneas, sin defectos, ni montajes posteriores. Como la de esta mañana en Els Matins de la TV3, cuando el empresario afín al Govern de Artur Mas, Enric Lacalle i Coll, asistió para defender el fallido viaje a Moscú del president catalán que el mismo organizó desde la presidencia del Forum Catalunya-Rusia. En su entrevista con la periodista Ariadna Oltra, Lacalle se mostró muy interesado en lavar la imagen del criticado evento en tierras moscovitas, aduciendo que se habían concretado innumerables buenos negocios y que la gira de Mas había sido un éxito. Hasta aquí, el teatro cotidiano de la política local.
Pero realmente imperdible resultó el instante en que la sagaz periodista le preguntó a su entrevistado por la marcha de la venta de pisos catalanes entre los clientes rusos. Enseguida al empresario del sector inmobiliario se le transformó el rostro, como si de un goloso ante un kilo de chocolate se tratara, y solo atino a balbucear: "como agua de mayo... señorita, nunca hubo tantas gangas en el mercado como ahora. Es este un momento inmejorable para vender pisos". A Oltra se le desdibujó el rostro y tampoco dudó un segundo en cuestionar el encaje de esta respuesta en plena temporada alta de los desahucios (se producen 180 por día). A lo que Lacalle volvió a contestar, con gesto compungido esta vez: "No tengo la varita mágica para solucionar algunas cosas y en política ya no me meto más".
No es la magia
Ni pociones mágicas, ni intención alguna. El otrora regidor del Partido Popular Catalán en los años 90 y ahora presidente del Meeting Point de Barcelona, ni atinó a cuestionar la indecente coincidencia que el estallido de la burbuja inmobiliaria nos ha dejado como horrible herencia. Mientras cientos de miles de catalanes no pueden pagar la hipoteca de su vivienda familiar (muchos de ellos desahuciados), los mismos pisos resultan una ganga para la pudiente clase media-alta rusa que encuentra en las costas catalanas su balneario de moda. Un singular traspaso de bienes que el mismo empresario se encarga de fomentar y sin el menor sonrojo de su parte. Business are business. Capitalismo salvaje, puro y duro.
Y dicho sea de paso, para convencernos de su ilusión por una Catalunya más justa, al candidato Mas le convendría frecuentar menos a los Lacalle. No hace falta magia para enfrentarse a la injusta situación de los miles de desahuciados. Hacen falta políticas.
Terminar con la impotencia
En estos días se ha instalado en la opinión pública (ya era tiempo) que toda esa enorme montaña de dineros públicos con la que se ha salvado a la banca no es compatible con la sistemática política de desahucios que estas entidades practican. Si nos saltamos la ley para salvar a los bancos, porque no podemos saltárnosla también para ayudar a los parados que están hipotecados. Una pregunta que dentro del mismo poder judicial han comenzado a responder por diferentes vías.
Hace escasos días, un grupo importante de jueces ha emitido un informe muy pormenorizado donde indican porque consideran necesario y urgente una reforma importante en la actual Ley sobre Hipotecas. Una norma que no les deja opciones ante un impago del hipotecado, más que avalar el desahucio del mismo. Una medida que se considera desproporcionada por lo excepcional de la situación económica que soportamos y fundamentalmente porque los mismos bancos que no desean asumir su fatal responsabilidad en esta crisis, están exigiendo la aplicación severa de leyes que ya no son justas.
Si la economía ha perdido su rumbo, que la justicia no lo pierda también. Esta idea parece ser esgrimida por aquellos jueces que se quejan por no tener los instrumentos legales idóneos para defender a los más desfavorecidos en situaciones que han llegado a calificar como de “casi una usura”. Desde 2010, algunos letrados navarros hicieron históricos fallos a favor de los hipotecados, que luego no tuvieron asidero a instancias del Tribunal Supremo. Un ente eminentemente político y que deja al descubierto el fuerte maridaje entre la banca y los partidos políticos. Como dijo el tristemente célebre Pepin Blanco: “pídeme cualquier cosa, menos que vaya contra los bancos. Los bancos son sagrados”.
Desastre humanitario
180 familias pierden su piso cada día en este país, a causa de los desahucios por impago (promedio 2012). Una cifra escandalosa. No existe ningún argumento válido que justifique este atropello masivo de un derecho constitucional básico. Facilitar y defender el cumplimiento del derecho a la vivienda digna debería ser uno de los objetivos prioritarios de cualquier gobierno democrático. Popular o socialista. De derechas o de izquierdas. Igual nos da en este sentido.
La cruzada que comenzó la Plataforma Afectados por la Hipoteca en febrero de 2009, gracias a la iniciativa de un reducido grupo de personas con inquietudes sociales y un profundo sentido de la solidaridad, parece estar echando raíces en la opinión pública. La dación en pago voluntaria como solución final a un impago debería imponerse en la nueva ley. Además de una proposición de salidas alternativas, como el alquiler social u otras fórmulas de pago que hasta el momento los bancos suelen rehusar por política empresarial. Que se le exija el pago de 150.000 euros a un parado que ha sido desahuciado y que ya había pagado otros 100.000 al banco en los últimos cinco o seis años, es un hecho inmoral, una aberración que algunos se atreven a defender escudándose en un argumento demasiado cretino: “hubieran mirado bien aquello que estaban firmando”.
La situación económica actual sumada a la actitud negligente del gobierno, el silencio cómplice de todos los parlamentarios (salvo contadas excepciones) y la innegable vocación carroñera de los banqueros y algunos promotores inmobiliarios, colocan a millones de hogares españoles y catalanes al borde del desahucio. Una situación dramática que exige una solución inmediata, sin eufemismos y atendiendo al cumplimiento generalizado del derecho básico a tener una vivienda digna. Persiguiendo el bien común, esa vieja premisa que nuestros políticos se han dejado en el baúl de los recuerdos y que algunos jueces se han atrevido a desempolvar.
¡Que se jodan!, decía no ha mucho una ilustre representante del partido en el gobierno, y parece que esa es la via que nos muestran nuestros representantes en el parlamento.
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