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FRACKING. La fiebre del gas

Escribe Marcelo Espiñeira.

El fuerte incremento de la demanda de combustibles fósiles experimentado a comienzos de este siglo está acelerando un proceso muy bien estudiado en décadas pasadas: las reservas energéticas no renovables han abandonado su punto máximo de producción y han iniciado una inevitable curva descendente.

La escasez de hidrocarburos es una realidad con la que hemos comenzado a convivir. Sin embargo, la poderosa industria del sector continúa sacando conejos de la chistera para demorar al máximo posible un cambio que no sólo será de índole tecnológico, sino también cultural.

Fracking

La obtención de gas y petróleo del subsuelo mediante la inyección de agua y diversos aditivos para ejercer presión y fracturar el sustrato rocoso, es también conocida como fracking. Este polémico método ha sido denunciado reiteradamente por diversas asociaciones ambientalistas que reclaman contra el tremendo derroche de agua y la utilización de sustancias tóxicas que suelen contaminar los sustratos de los suelos de manera permanente cuando se emplea el denominado fracking. 


No obstante la, en ocasiones, masiva oposición ciudadana y buena parte de la comunidad científica, actualmente se calcula que el 60% de las extracciones realizadas en territorio norteamericano se están practicando con esta polémica técnica. Un procedimiento que las compañías petroleras han venido perfeccionando desde hace más de un siglo con experimentaciones sobre el terreno. Del año 1860 datan los primeros informes sobre inyecciones de nitroglicerina en el subsuelo con fines de extracción petrolera en EEUU. No obstante, no fue hasta comienzos de 2002 en que los americanos se decidieran a utilizar este sistema de forma intensiva, seguramente alentados por los estudios científicos que revelaron la presencia de grandes reservas en el subsuelo de amplias zonas de su territorio. 

Mapa con las localizaciones de las áreas de exploración por fracking en EEUU.

Cuando EEUU tomó la iniciativa de explotar sus más inaccesibles reservas mediante el fracking, la mayoría de empresas petroleras interpretaron esta luz verde obtenida como una decisiva señal para exportar esta técnica al resto del mundo. Como respuesta, algunos países inmediatamente prohibieron el empleo de esta tecnología en sus suelos, tal el caso de Francia, Sudáfrica y Canadá. Sin embargo, otros se apuntaron de inmediato a la nueva tendencia, Polonia, Reino Unido y España se han convertido en grandes impulsores del fracking europeo, y Argentina, que cuenta con la enorme reserva de Vaca Muerta expropiada a Repsol, ahora mismo es el país latinoamericano más comprometido en su utilización. 

Punto de explotación por fracking dentro del extenso yacimiento de gas esquisto de Vaca Muerta (Argentina).
Ecología vs Economía
El tremendo impacto ecológico observado en las zonas afectadas por este tipo de extracción no ha conseguido detener al potente lobby petrolero. En la contraposición del daño ambiental contra los beneficios económicos obtenidos por la explotación con fracking, casi siempre acaba imponiéndose la industria de los hidrocarburos y su apetito voraz. Ellos argumentan que el daño es menor que el denunciado por los ambientalistas y que además debe tomarse en cuenta la creación de empleo y el impulso económico generados por esta actividad. Se sabe que esta es una discusión estéril que el propio sector petrolero propone desde los grandes medios, porque sabe que contando con el apoyo político de los gobiernos, la batalla estará ganada de antemano.

En EEUU se ha vivido un fenómeno muy particular en cuanto a este tema. Desde el atentado a las torres gemelas, la cuestión ha ido ganando importancia en la opinión pública hasta que ésta se ha decantado mayoritariamente a favor del experimento. Las noticias machacantes sobre la enorme dimensión de las reservas disponibles de gas de esquisto y kerógeno han alimentado una auténtica fiebre del gas. De más estaría decir que la industria financiera también ha sacado partido del asunto y que los inversionistas de riesgo han visto un muy apetecible pastel en el fracking americano. El sueño de la autosuficiencia energética corrió como reguero de pólvora en los medios y para muchos acabó creando una peligrosa burbuja en el sector. Por citar al mejor ejemplo, estudios geológicos independientes demostraron que la cuenca de gas Marcellus (enorme extensión ubicada entre West Virginia y Pennsylvania) estaba sobrevalorada al menos 5 veces en sus reservas de shale gas (gas de esquisto). Pero aquí no termina el asunto.

Planta de gas esquisto en la sobrevalorada cuenca Marcellus, en EEUU.
Burbuja shale gas
“La productividad de estos pozos es muy baja, como 200 veces menor que la de un pozo convencional; además, la producción decae muy deprisa y durante el primer año un pozo de gas no convencional típico produce el 80% de todo el gas de su vida útil. Los ritmos de decaimiento son tan rápidos que se tiene que estar perforando continuamente y a gran velocidad nuevos pozos para mantener la producción, y este ritmo crece a medida que se intenta producir más gas por este método, lo cual pone un límite absoluto a la producción total anual” explica el profesor Antonio Turiel Martínez, licenciado en Física y Matemática por la UAM y científico titular del Institut de Ciències del Mar (Barcelona).

La productividad de los pozos de shale gas es baja y el combustible obtenido es de una calidad muy inferior al convencional. En opinión de Turiel Martínez, ésta es la verdadera cuestión que no quiere discutirse seriamente ni en EEUU, ni en España. Por eso las compañías y sus medios afines desvían el debate hacia la dicotomía ambientalistas vs empleos. Así los impulsores de la fiebre del gas encuentran un gran aliado en nuestra más absoluta ignorancia sobre el tema. Un escenario que ya se está viviendo en Cantabria, País Vasco, Burgos, La Rioja, Huesca y Cádiz, demarcaciones donde han actuado los legisladores locales para prohibir esta actividad, pero que luego han sido recusados por el gobierno central y el ministro Soria ante el Tribunal Constitucional. 

Mapa con la localización de las zonas con licencias de exploración en suelo español.

La disputa está servida, los Ayuntamientos contra el ministro de Energía. O los ciudadanos afectados por la contaminación contra las alianzas oportunistas conformadas entre el lobby de los hidrocarburos y el oscuro funcionario de turno.



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