Escribe Marcelo Espiñeira.
Götze se iluminó en el minuto 112 de la gran final en Rio y consiguió lo que los argentinos pudieron haber rematado en al menos 5 oportunidades claras anteriores. El mismo tímido futbolista alemán que había perdido su titularidad durante los encuentros de la primera ronda, acabó vestido de héroe en el Maracaná. La igualadísima final, no ensombreció el triunfo alemán, con la que el futbol europeo ha roto su maleficio en América.
Si alguien sabe competir, seguro es Alemania. En esta copa, aferrados a su nuevo estilo que precisa de mucha paciencia en el traslado del balón. Sin el brillo excelso del Barcelona de Guardiola, pero muy valiente en su concepción, porque toma riesgos permanentes ante un rival inspirado que podría matarlo a la contra. Al Bayern le sucedió contra el Madrid de Ancelotti, a la Alemania de Low, poco le faltó para que Higuaín, Messi o Palacios también la frustaran. Sabella lo sabía, y lo intentó desde el minuto inicial, probablemente sin poder contar con el mejor interprete de ese estilo, Angel Di María, el que volviera locos a los alemanes en la semi de la última Champions.
Esta vez, como en el mundial de 2010, volvió a triunfar el fútbol de posesión. Es una buena noticia, pero la mejor es que hemos visto a muchísimos equipos moviéndose con una inteligencia colectiva admirable. El fruto de un trabajo serio se percibió en Costa Rica, México, Chile, Holanda, Colombia, Argelia y hasta Irán. En la dirección opuesta, hubo selecciones que fracasaron por la ambigüedad de sus propuestas o por el mal momento que atravesaban sus figuras, tal el caso de España, Portugal, Inglaterra o Italia, por nombrar los más evidentes.
En líneas generales, el Mundial cumplió con creces. Tuvo emociones importantes, goles en abundancia y actuaciones individuales muy destacadas. Falló el esperado duelo entre Cristiano y Messi en cuartos de final, como también la soñada final entre Brasil y Argentina. No por culpa de Messi, en ninguno de los dos casos. Al contrario, la Pulga brilló desde el primer partido y aunque no lo hiciera en su nivel del Barcelona en 2011, su aportación al subcampeonato argentino fue decisiva y su adaptación a las circunstancias también. Ocupó posiciones diferentes a las habituales, se mantuvo lejos de la portería rival y debió jugar mucho sin balón, algo que no le agrada demasiado. Argentina no es el Barça, y sin Iniesta, Xavi o Alexis, su juego buscó la profundidad y rapidez de Di María como su mejor aliado. En los dos partidos fundamentales, perdió a su socio ideal y Mascherano se convirtió en su angel guardián. No alcanzó, pero estuvo muy cerca.
Como también lo han estado la Colombia del brillante James o la Chile del inquebrantable Alexis, en sus duelos contra Brasil. Dos huesos duros de roer para una selección anfitriona que terminó fulminada en el descalabro histórico de Belo Horizonte. La lesión de Neymar fue un atenuante, pero Brasil ya asomó como una gran decepción en el choque inicial contra los croatas, en el que pronto exhibieron sus notables debilidades defensivas y un desmesurado ímpetu por ganar antes que jugar. Los alemanes no lo perdonaron, igual que no lo han hecho ante ningún rival en ocasiones anteriores, la misericordia no cabe en su filosofia. Fue una derrota dolorosa, que incluso ha superado al Maracanazo del 50 ante los vecinos charrúas. El llanto inconsolable en las gradas fue otra postal que dejó la Copa, la misma que se repitiera en la goleada recibida en la final de consolación ante Holanda. Una pena, porque Brasil siempre ha sido sinónimo de fútbol bello, aunque Scolari no lo entienda. La fiesta que intuían en la tierra del balón, se transformó en tragedia y el fútbol alemán estampó su cuarta estrella en el escudo luego de batir al rey y diez guerreros en la finalísima de Rio.
Götze se iluminó en el minuto 112 de la gran final en Rio y consiguió lo que los argentinos pudieron haber rematado en al menos 5 oportunidades claras anteriores. El mismo tímido futbolista alemán que había perdido su titularidad durante los encuentros de la primera ronda, acabó vestido de héroe en el Maracaná. La igualadísima final, no ensombreció el triunfo alemán, con la que el futbol europeo ha roto su maleficio en América.
Si alguien sabe competir, seguro es Alemania. En esta copa, aferrados a su nuevo estilo que precisa de mucha paciencia en el traslado del balón. Sin el brillo excelso del Barcelona de Guardiola, pero muy valiente en su concepción, porque toma riesgos permanentes ante un rival inspirado que podría matarlo a la contra. Al Bayern le sucedió contra el Madrid de Ancelotti, a la Alemania de Low, poco le faltó para que Higuaín, Messi o Palacios también la frustaran. Sabella lo sabía, y lo intentó desde el minuto inicial, probablemente sin poder contar con el mejor interprete de ese estilo, Angel Di María, el que volviera locos a los alemanes en la semi de la última Champions.
Los jugadores argentinos festejan el acceso a la final del Mundial |
Esta vez, como en el mundial de 2010, volvió a triunfar el fútbol de posesión. Es una buena noticia, pero la mejor es que hemos visto a muchísimos equipos moviéndose con una inteligencia colectiva admirable. El fruto de un trabajo serio se percibió en Costa Rica, México, Chile, Holanda, Colombia, Argelia y hasta Irán. En la dirección opuesta, hubo selecciones que fracasaron por la ambigüedad de sus propuestas o por el mal momento que atravesaban sus figuras, tal el caso de España, Portugal, Inglaterra o Italia, por nombrar los más evidentes.
En líneas generales, el Mundial cumplió con creces. Tuvo emociones importantes, goles en abundancia y actuaciones individuales muy destacadas. Falló el esperado duelo entre Cristiano y Messi en cuartos de final, como también la soñada final entre Brasil y Argentina. No por culpa de Messi, en ninguno de los dos casos. Al contrario, la Pulga brilló desde el primer partido y aunque no lo hiciera en su nivel del Barcelona en 2011, su aportación al subcampeonato argentino fue decisiva y su adaptación a las circunstancias también. Ocupó posiciones diferentes a las habituales, se mantuvo lejos de la portería rival y debió jugar mucho sin balón, algo que no le agrada demasiado. Argentina no es el Barça, y sin Iniesta, Xavi o Alexis, su juego buscó la profundidad y rapidez de Di María como su mejor aliado. En los dos partidos fundamentales, perdió a su socio ideal y Mascherano se convirtió en su angel guardián. No alcanzó, pero estuvo muy cerca.
Una torcedora incrédula tras el fracaso de los anfitriones ante Alemania y Holanda |
Como también lo han estado la Colombia del brillante James o la Chile del inquebrantable Alexis, en sus duelos contra Brasil. Dos huesos duros de roer para una selección anfitriona que terminó fulminada en el descalabro histórico de Belo Horizonte. La lesión de Neymar fue un atenuante, pero Brasil ya asomó como una gran decepción en el choque inicial contra los croatas, en el que pronto exhibieron sus notables debilidades defensivas y un desmesurado ímpetu por ganar antes que jugar. Los alemanes no lo perdonaron, igual que no lo han hecho ante ningún rival en ocasiones anteriores, la misericordia no cabe en su filosofia. Fue una derrota dolorosa, que incluso ha superado al Maracanazo del 50 ante los vecinos charrúas. El llanto inconsolable en las gradas fue otra postal que dejó la Copa, la misma que se repitiera en la goleada recibida en la final de consolación ante Holanda. Una pena, porque Brasil siempre ha sido sinónimo de fútbol bello, aunque Scolari no lo entienda. La fiesta que intuían en la tierra del balón, se transformó en tragedia y el fútbol alemán estampó su cuarta estrella en el escudo luego de batir al rey y diez guerreros en la finalísima de Rio.
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