Escribe Marcelo Espiñeira.
Si de fútbol se tratara, al partido de Rajoy le quedarían 20 minutos de juego, tendría dos expulsados y estaría perdiendo 0-2. No obstante, el locutor de RNE nos estaría contando que su equipo está jugando muy bien, que tiene acorralado a su rival dentro del área y que la remontada es sólo cuestión de tiempo.
El gobierno de España se enfrenta a sus últimos meses de mayoría absoluta. El rodillo parlamentario, la soberbia en el discurso y las declaraciones vía plasma han llegado a su fin. El alumno aplicado de Angela Merkel pronto deberá enfrentarse al escrutinio de sus ciudadanos y no podrá escudarse en la recuperación o en el despegue para continuar ignorando el paupérrimo destino de la cuarta parte de la población de este país.
Este será un año cargado de promesas. Las oiremos de todos los tonos, algunas irán dirigidas hacia los que ni se enteran de la crisis, otras estarán pergeñadas para insuflar algo de esperanza entre los más tocados. Pero a fin de cuentas, todas compartirán un único objetivo centrado en el corto plazo, en el rédito electoral de un calendario sobresaturado de elecciones.
Para los que vivimos en Catalunya, mayo será el mes de las municipales, setiembre de las autonómicas y diciembre de las generales. Cada tres meses, a votar. Un record democrático, que estaría muy bien si los costes de la política vernácula fueran otros y no los que tenemos. Sin entrar en detalles escabrosos sobre su financiación.
...“2015 será el año del despegue para España”... (Mariano Rajoy)
Si de fútbol se tratara, al partido de Rajoy le quedarían 20 minutos de juego, tendría dos expulsados y estaría perdiendo 0-2. No obstante, el locutor de RNE nos estaría contando que su equipo está jugando muy bien, que tiene acorralado a su rival dentro del área y que la remontada es sólo cuestión de tiempo.
El gobierno de España se enfrenta a sus últimos meses de mayoría absoluta. El rodillo parlamentario, la soberbia en el discurso y las declaraciones vía plasma han llegado a su fin. El alumno aplicado de Angela Merkel pronto deberá enfrentarse al escrutinio de sus ciudadanos y no podrá escudarse en la recuperación o en el despegue para continuar ignorando el paupérrimo destino de la cuarta parte de la población de este país.
Este será un año cargado de promesas. Las oiremos de todos los tonos, algunas irán dirigidas hacia los que ni se enteran de la crisis, otras estarán pergeñadas para insuflar algo de esperanza entre los más tocados. Pero a fin de cuentas, todas compartirán un único objetivo centrado en el corto plazo, en el rédito electoral de un calendario sobresaturado de elecciones.
Para los que vivimos en Catalunya, mayo será el mes de las municipales, setiembre de las autonómicas y diciembre de las generales. Cada tres meses, a votar. Un record democrático, que estaría muy bien si los costes de la política vernácula fueran otros y no los que tenemos. Sin entrar en detalles escabrosos sobre su financiación.
El país que dejará Rajoy tendrá casi los mismos desempleados que se encontró en 2011. Sin embargo, el mercado laboral español habrá cambiado de manera sustancial para diciembre de 2015, porque la mitad de sus asalariados no alcanzarán a ganar 1.000€ por mes y casi la tercera parte de ellos sólo ingresará 650€. La devaluación salarial sufrida en España durante la presidencia de Mariano Rajoy tendrá esta enorme magnitud y responde fielmente a las directrices impuestas desde Berlin, centro neurálgico de la UE que se ha negado siempre a devaluar la moneda común y ayudar a que los países más endeudados pudieran revertir su situación sin tanta pena.
Más allá de las evidencias, que podemos constatar en las estadísticas de Cáritas o en las pobres personas rebuscando en el fondo de los contenedores todos los días y a casi toda hora, el PP sacará el confeti e intentará contagiarnos al ritmo del “Despegue”, nueva canción del verano pepero con aires de polka de la Baviera.
En otras emisoras, con muy buena audiencia en alguna de ellas, sonarán otras canciones menos optimistas, pero igual de imaginativas. Nuestro Robin Hood de larga cabellera al viento y el saco cargado de flechas bolivarianas, comenzará su gira mágica por los pueblos de Iberia a partir del 31 de este mes. Deberá aguantar el chubasco del Bundesbank y el azote de las amenazas desde la Zona Euro, pero es muy probable que su desgarbada figura acabe por convertirse en el artista de moda. No importa que rechace viajar en clase Business, Pablo Iglesias siempre será un rockstar antisistema, al menos hasta diciembre de 2015.
El tercero en cuestión es el guapo de la clase, el favorito de las abuelas del pueblo, y el que podría quedarse con la llave del próximo gobierno. Sería interesante ver como se disputan a Pedro Sánchez entre los dos partidos más votados. Rajoy ya ha dejado claro que “por la estabilidad yo maaaaato” y que si fuera necesario pactar con el PSOE lo haría como ya lo han hecho en Euskadi cuando toco cargarse a Ibarretxe en su momento. Lo que no queda claro es si Pablito aceptaría formar un gabinete de unidad con la “casta” representada en la rosa de Felipe.
Ironías y promesas electorales al margen, solo nos queda claro un asunto: Europa necesita una nueva vuelta de tuerca. El alto nivel de endeudamiento de la mayoría de sus economías no conjuga bien con la palabra deflación. El presidente de la Comisión Europea está marcado por el escándalo de la estafa fiscal en Luxemburgo, Jean Claude Juncker no debería haber sido elegido por el Parlamento continental y ahora su plan de estímulos suena a chamusquina. Pocos ciudadanos parecerían seguir creyendo en esta estructura que no consigue solucionar los problemas cotidianos de la gente corriente y que además siempre recomienda recortes en sus servicios básicos.
¿Qué nos jugamos en estas elecciones españolas si no es nuestra futura relación con Europa? De entre los tres candidatos con mayores posibilidades según las encuestas, Rajoy representa el continuismo de la austeridad a la berlinesa. Iglesias, un enfrentamiento radical a estas políticas. Sánchez, un replanteo sin salirse del corset de la corrección política. En la combinación de estas tres opciones se resumirá la verdadera oportunidad de elección de un futuro distinto.
Mucho más cercano que los ámbitos estatales, a nivel municipal se abre una nueva oportunidad de participación e implicación ciudadana en la política de cercanía. Algunas pocas experiencias han arrojado la gran expectativa de que podrían realizarse mejores gestiones, con mayor transparencia, con un control más efectivo de los recursos y con un rédito palpable para la mayoría. Ha llegado la hora de romper con la inacción, la indiferencia y la no implicación en los asuntos de política pública.
En Catalunya, se presume que tendremos otro año movido, con continuos reproches entre los que han pedido una declaración de independencia unilateral y los que han preferido un zig zag permanente en busca de un consenso muy difícil de alcanzar. La curiosidad pasará por ver hasta donde han crecido las nuevas opciones encabezadas por Ada Colau y los movimientos vecinales urbanos. El independentismo dividido podría perder mucho fuelle ante una firme irrupción de los partidos satélite de Podemos. En todo caso el gran perdedor sería Junqueras, porque Mas ya ha jugado sus minutos.
Regresando al argot futbolero y hablando en nombre de los pobres trabajadores de este siglo, diremos que la temporada que nos aguarda no será sencilla. Que habrá clubes que tengan todo un enorme presupuesto disponible para continuar amañando algunos partidos o comprando las opiniones de los tertulianos más influyentes. Que como jugadores amateur que somos, de nulo o escaso salario, nos tocará seguir entrenando duro, correr tras todos los balones cercanos, protestar los fallos dudosos del árbitro de turno, pedir a nuestros escasos seguidores que nos sigan alentando, y rezar para que no nos goleen nuestros rivales. Porque milagros más grandes se han visto.
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