Escribe Marcelo Espiñeira.
El vértigo se ha adueñado de la escena política y en medio de este remolino histérico que, en teoría, buscaría consagrar a los supuestos candidatos con mejores aptitudes para reconducir los destinos de esta nación, ha surgido mágicamente el nombre de un joven catalán simpático y bien hablado. En unos pocos meses, los medios nacionales y sus encuestas por encargo han posicionado al abogado Albert Rivera de Ciutadans en la lucha por el acceso al despacho de La Moncloa.
Este ascenso inesperado tendría su justificación en el contrapeso inevitable que necesitaría el auge de Podemos. Un fenómeno, el de Ciudadanos, que no llamaría demasiado nuestra atención si no hubiera estado acompañado de un trato preferencial en algunas cabeceras de la prensa tradicional, aquella que está fuertemente ligada a los poderes sempiternos del reino.
Es indudable la brillante oratoria del diputado Rivera, con capacidad suficiente para seducir auditorios ávidos de nuevas soluciones ajenas al bipartidismo de la transición. Su mensaje parece llegar con fuerza entre ciudadanos urbanitas más preocupados por la corrupción expuesta en el PP y PSOE que en los efectos más crueles de la crisis económica. Sin duda alguna, su fuerte oposición al proceso soberanista catalán también interesaría a muchos, fuera y dentro de Catalunya.
El vértigo se ha adueñado de la escena política y en medio de este remolino histérico que, en teoría, buscaría consagrar a los supuestos candidatos con mejores aptitudes para reconducir los destinos de esta nación, ha surgido mágicamente el nombre de un joven catalán simpático y bien hablado. En unos pocos meses, los medios nacionales y sus encuestas por encargo han posicionado al abogado Albert Rivera de Ciutadans en la lucha por el acceso al despacho de La Moncloa.
Este ascenso inesperado tendría su justificación en el contrapeso inevitable que necesitaría el auge de Podemos. Un fenómeno, el de Ciudadanos, que no llamaría demasiado nuestra atención si no hubiera estado acompañado de un trato preferencial en algunas cabeceras de la prensa tradicional, aquella que está fuertemente ligada a los poderes sempiternos del reino.
Es indudable la brillante oratoria del diputado Rivera, con capacidad suficiente para seducir auditorios ávidos de nuevas soluciones ajenas al bipartidismo de la transición. Su mensaje parece llegar con fuerza entre ciudadanos urbanitas más preocupados por la corrupción expuesta en el PP y PSOE que en los efectos más crueles de la crisis económica. Sin duda alguna, su fuerte oposición al proceso soberanista catalán también interesaría a muchos, fuera y dentro de Catalunya.
El programa económico de Ciudadanos, presentado por el profesor Luis Garicano no aporta grandes novedades. Su esquema se basa en la reducción de la Administración y de la sanidad pública, una fuerte presión sobre el fraude fiscal, una apuesta fuerte por la formación académica y tolerancia cero contra la corrupción y los nacionalismos.
El problema de Ciudadanos podría hallarse en la evidente ambigüedad y hasta endeblez de la mayoría de sus medidas programáticas. En este sentido, sobre el combate del fraude fiscal, jamás aciertan a aclarar qué harían con los grandes evasores que operan amparados por la legalidad vigente, es decir, con aquellas compañías que tributan al 3% gracias a las exenciones recibidas a través de los múltiples convenios firmados con los gobiernos anteriores.
Sobre el fuerte recorte prometido en la Administración Pública, no es descabellado opinar que podría resultar incendiario en el contexto actual con un paro del 24%. El desguace del sistema sanitario es una realidad que sufrimos ahora mismo en España que si acentuara aun más en un futuro próximo podría provocar un verdadero problema de salud pública. Cuando la teoría de los recortes parece superada en Europa por el fracaso de la austeridad, Garicano apuesta por profundizarla.
Albert Rivera, bautizado Naranjito por el popular Rafael Hernando. |
En cuanto a la corrupción, más vale hacer que decir, toda vez que el exdiputado por Barcelona, Jordi Cañas, fuera readmitido en el partido luego de ser imputado por un caso de fraude fiscal cercano a los 500.000 euros. Sobre la cacareada regeneración democrática que encabezaría Ciudadanos, vale recordar que la candidata del partido a la alcaldía de Barcelona, Carina Mejías, ha sido diputada electa del PP en el Parlament durante 2 legislaturas consecutivas. ¿Diputados populares como ejemplos de regeneración democrática? Dudoso concepto.
Finalmente, la oposición al soberanismo catalán ha sido el lema principal de esta formación y hasta su mera razón de existencia. En este sentido, cabría preguntarse si el ascenso de Ciudadanos no sería deudor del apoyo recibido desde un estratégico sector del empresariado catalán que siempre ha mirado con desdén la vía independentista. Una extensa lista de apoyos reforzados en la prensa de tirada nacional, podrían dar pistas sobre el favoritismo que Albert Rivera cosecha en amplios núcleos del establishment vernáculo. Entonces, ante las embestidas marginales de Podemos y el independentismo, nada mejor que el torero del establishment, o el Naranjito, como lo bautizara Rafael Hernando.
La candidata a la alcaldía de Barcelona, Carina Mejías, fue anteriormente diputada del PP. |
Comentarios
Publicar un comentario