Escribe Marcelo Espiñeira.
Como el hombre suele tropezar con la misma piedra más de una vez en la vida, siempre es conveniente que no perdamos el control sobre el comportamiento del sector de la construcción en este país. El denominado ladrillazo que con su estallido de 2009 arrastrara a millones de personas al paro o la marginalidad, también dejó un parque con 3 millones de viviendas vacías, deudas incobrables o impagables y una reducción superior al 65% en la actividad inmobiliaria.
La caída del sector fue tan abultada que miles de empresas no tuvieron más alternativas que echar el cierre. Las consecuencias, por todos conocidas, obligó a las administraciones a la aplicación de un durísimo ajuste fiscal, acompañado de un también brusco reordenamiento de las escalas salariales en el mercado laboral y un recorte histórico de los derechos sociales adquiridos en materia de educación y sanidad pública fundamentalmente. Un esfuerzo que fue absorbido en su peor parte por los desempleados y los jóvenes sin oportunidades laborales en el futuro cercano. El ladrillazo paso a convertirse, con justa razón, en el paradigma de un corrupto sistema de enriquecimiento rápido para unos pocos y dilemas eternos para muchos otros. En quince años, el ladrillazo español tuvo la perversa capacidad para fundirse buena parte de las ayudas europeas al tiempo que endeudaba a millones de ciudadanos a un ritmo superior al aconsejable.
Tras semejante experiencia colectiva, los bancos, cajas de ahorro, promotores inmobiliarios y políticos han quedado obligados a no reiterar los errores del pasado. Por este motivo, la notable reactivación detectada en el sector durante 2015 no ha pasado desapercibida por nadie. El reciente informe del BBVA Research constata que la actividad inmobiliaria española ha crecido a buen ritmo durante los primeros seis meses del año, con fuerte presencia de compradores extranjeros (17%). Es cierto que el número de operaciones registradas todavía es muy lejano al record registrado en 2006, pero es bastante superior al de 2014. Por otra parte, la concesión de visados para la promoción de obra residencial también aumentó un 30%. Es decir, que no solo el mercado de la compraventa de vivienda se ha reanimado, sino que también la concesión de nuevos créditos para la construcción de nuevos complejos habitacionales. Al respecto, el BBVA destaca que este repunte parte de niveles de mercado muy depreciados y que no existen motivos para preocuparse sobre la gestación de una nueva burbuja financiera. Sin embargo, nadie debería olvidar que el nivel de endeudamiento privado en España todavía sigue altísimo y que no sería adecuado volver a inundar la plaza con préstamos abundantes aunque los principales bancos ya lo crean conveniente o directamente lo necesiten para sostener sus ingresos. La receta del antiguo ladrillazo no debería regresar en ningún caso, pese a la tentación de algunos sectores.
Como el hombre suele tropezar con la misma piedra más de una vez en la vida, siempre es conveniente que no perdamos el control sobre el comportamiento del sector de la construcción en este país. El denominado ladrillazo que con su estallido de 2009 arrastrara a millones de personas al paro o la marginalidad, también dejó un parque con 3 millones de viviendas vacías, deudas incobrables o impagables y una reducción superior al 65% en la actividad inmobiliaria.
La caída del sector fue tan abultada que miles de empresas no tuvieron más alternativas que echar el cierre. Las consecuencias, por todos conocidas, obligó a las administraciones a la aplicación de un durísimo ajuste fiscal, acompañado de un también brusco reordenamiento de las escalas salariales en el mercado laboral y un recorte histórico de los derechos sociales adquiridos en materia de educación y sanidad pública fundamentalmente. Un esfuerzo que fue absorbido en su peor parte por los desempleados y los jóvenes sin oportunidades laborales en el futuro cercano. El ladrillazo paso a convertirse, con justa razón, en el paradigma de un corrupto sistema de enriquecimiento rápido para unos pocos y dilemas eternos para muchos otros. En quince años, el ladrillazo español tuvo la perversa capacidad para fundirse buena parte de las ayudas europeas al tiempo que endeudaba a millones de ciudadanos a un ritmo superior al aconsejable.
Tras semejante experiencia colectiva, los bancos, cajas de ahorro, promotores inmobiliarios y políticos han quedado obligados a no reiterar los errores del pasado. Por este motivo, la notable reactivación detectada en el sector durante 2015 no ha pasado desapercibida por nadie. El reciente informe del BBVA Research constata que la actividad inmobiliaria española ha crecido a buen ritmo durante los primeros seis meses del año, con fuerte presencia de compradores extranjeros (17%). Es cierto que el número de operaciones registradas todavía es muy lejano al record registrado en 2006, pero es bastante superior al de 2014. Por otra parte, la concesión de visados para la promoción de obra residencial también aumentó un 30%. Es decir, que no solo el mercado de la compraventa de vivienda se ha reanimado, sino que también la concesión de nuevos créditos para la construcción de nuevos complejos habitacionales. Al respecto, el BBVA destaca que este repunte parte de niveles de mercado muy depreciados y que no existen motivos para preocuparse sobre la gestación de una nueva burbuja financiera. Sin embargo, nadie debería olvidar que el nivel de endeudamiento privado en España todavía sigue altísimo y que no sería adecuado volver a inundar la plaza con préstamos abundantes aunque los principales bancos ya lo crean conveniente o directamente lo necesiten para sostener sus ingresos. La receta del antiguo ladrillazo no debería regresar en ningún caso, pese a la tentación de algunos sectores.
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