Escribe Marcelo Espiñeira.
En mayo pasado, el enésimo incidente con las empresas energéticas que pueblan el polo petroquímico de Tarragona, el más importante del país, dejó una inmensa columna de humo negro que podía apreciarse incluso desde Sitges. Desde las instituciones, estas fugas de gases o derrames de petróleo en el mar, suelen pasar sin pena ni gloria. Es más, todos los informes oficiales, encargados hasta ahora por la Generalitat o la Diputació de Tarragona, siempre otorgan un certificado de calidad excelente al aire que se respira en la demarcación. Un curioso resultado que no coincide en lo más mínimo con la opinión generalizada de los vecinos de las poblaciones cercanas al polo petroquímico, alrededor de 300mil, que a menudo manifiestan su disgusto con la escasa calidad del aire que respiran a diario o los fuertes aromas a sustancias tóxicas que perciben.
Es indudable la importante influencia que empresas como Repsol, Basf, Dow o las demás que integran el predio químico ejercen sobre el territorio. Se calcula que 35.000 familias dependen directamente del empleo generado en el sector y desde las instituciones siempre se ha trabajado para convivir de la mejor manera posible con estas compañías desde la inauguración del centro en los años ´70. No obstante, algunas organizaciones ecológicas reclaman, no sin justa razón, que se realice una investigación con mayor independencia del poder económico que concluya sobre el daño real ocasionado al medio ambiente por la industria química. En paralelo a la escasa calidad del aire, el Camp de Tarragona sufre otros olvidos que preocupan a la mayoría. Liderando el paro en Catalunya, con un 20% de promedio, ninguno de los grandes proyectos alternativos tampoco han prosperado en los últimos años.
El ninguneado corredor del Mediterráneo que el gobierno de Rajoy ha torpedeado sin resquemor, retrasa el desarrollo del puerto local. En el área turística, la construcción del BCN World en la zona lúdica de Port Aventura, tampoco recibió los apoyos institucionales necesarios para tirar adelante. Aunque es cierto que este proyecto venía cargado de polémica por el carácter dudoso de sus posibles inversores.
Finalmente, la sede de Tarragona para los Juegos del Mediterráneo obtenida en 2011 y de realización prevista para 2017 pende ahora de un hilo por la alarmante falta de financiación oficial. A escasos doce meses para la inauguración de las competiciones, la mayoría de las obras previstas están en vía muerta o iniciadas con un retraso descomunal. Desde el mismo Ayuntamiento de la ciudad admiten las serias dificultades que han encontrado para vender los juegos y la negativa del gobierno central a aportar los recursos acordados en 2011. Olvidada por Madrid y Barcelona, la provincia tarragonina continúa dependiendo de una actividad bastante tóxica.
En mayo pasado, el enésimo incidente con las empresas energéticas que pueblan el polo petroquímico de Tarragona, el más importante del país, dejó una inmensa columna de humo negro que podía apreciarse incluso desde Sitges. Desde las instituciones, estas fugas de gases o derrames de petróleo en el mar, suelen pasar sin pena ni gloria. Es más, todos los informes oficiales, encargados hasta ahora por la Generalitat o la Diputació de Tarragona, siempre otorgan un certificado de calidad excelente al aire que se respira en la demarcación. Un curioso resultado que no coincide en lo más mínimo con la opinión generalizada de los vecinos de las poblaciones cercanas al polo petroquímico, alrededor de 300mil, que a menudo manifiestan su disgusto con la escasa calidad del aire que respiran a diario o los fuertes aromas a sustancias tóxicas que perciben.
Es indudable la importante influencia que empresas como Repsol, Basf, Dow o las demás que integran el predio químico ejercen sobre el territorio. Se calcula que 35.000 familias dependen directamente del empleo generado en el sector y desde las instituciones siempre se ha trabajado para convivir de la mejor manera posible con estas compañías desde la inauguración del centro en los años ´70. No obstante, algunas organizaciones ecológicas reclaman, no sin justa razón, que se realice una investigación con mayor independencia del poder económico que concluya sobre el daño real ocasionado al medio ambiente por la industria química. En paralelo a la escasa calidad del aire, el Camp de Tarragona sufre otros olvidos que preocupan a la mayoría. Liderando el paro en Catalunya, con un 20% de promedio, ninguno de los grandes proyectos alternativos tampoco han prosperado en los últimos años.
Las obras del complejo Sant Jordi han comenzado con muchísimo retraso. |
Finalmente, la sede de Tarragona para los Juegos del Mediterráneo obtenida en 2011 y de realización prevista para 2017 pende ahora de un hilo por la alarmante falta de financiación oficial. A escasos doce meses para la inauguración de las competiciones, la mayoría de las obras previstas están en vía muerta o iniciadas con un retraso descomunal. Desde el mismo Ayuntamiento de la ciudad admiten las serias dificultades que han encontrado para vender los juegos y la negativa del gobierno central a aportar los recursos acordados en 2011. Olvidada por Madrid y Barcelona, la provincia tarragonina continúa dependiendo de una actividad bastante tóxica.
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