Escribe Marcelo Espiñeira.
...“Lo que más se hace en Barcelona es andar, y por este motivo el nuevo plan de movilidad urbana tiene que poner al peatón en el centro de sus políticas”...
Mercedes Vidal, consejera de movilidad del Ayuntamiento de Barcelona
Joan ve el semáforo ponerse en ámbar, reduce la velocidad de su turismo con matrícula del año 2003 hasta frenar junto al paso de cebra de la calle Córsega. Oye una señal proveniente de su móvil, lo coge y opta por mirar el nuevo mensaje de Whatsapp recibido. Es de uno de sus socios, lo abre para leerlo, pero un concierto impertinente de bocinazos lo interrumpe. Mira por el retrovisor y ve a un taxista exaltado haciéndole señales con sus brazos y hasta puede adivinar lo que está vociferando. Maldice su impaciencia, guarda el móvil, mientras un par de motocicletas esquivan a la carrera a su turismo que todavía no ha arrancado con el semáforo en verde. Esta vez no ha pasado nada, todos han reaccionado sin consecuencias, pero no siempre sucede así en las calles de Barcelona. Una ciudad que registra casi 26 accidentes de tráfico por día.
La capital de Catalunya tiene 1.620.809 habitantes y recibe una cifra similar de trabajadores que viven en el área metropolitana cada día. Sus calles viven una competencia feroz entre turismos, furgonetas, motocicletas y ahora también bicicletas. El tráfico toma dimensiones caóticas a diario en Barcelona, una ciudad con preocupantes índices de contaminación atmosférica y acústica que dificultan la vida normal de sus vecinos.
Desde la llegada a la alcaldía de Ada Colau en 2015, las políticas municipales para enfrentar estos problemas se han basado en declarar una guerra abierta al uso cotidiano del coche en la ciudad. Dentro de esta corriente podemos ubicar la instalación masiva de carriles bici impulsada desde el Ayuntamiento, muchas veces resistida por los mismos vecinos de algunos barrios que han visto como se reducía de manera drástica la cantidad de plazas de aparcamiento, u obstaculizada la circulación con sus propios automóviles por las calles donde residen. En este mismo sentido, la experimentación con las denominadas Super Manzanas, en barrios como Poble Nou, ha generado conflicto con muchos vecinos que consideran haberse quedado aislados dentro de estos diseños urbanísticos que penalizan al extremo el uso de los vehículos.
A favor del gobierno de la alcaldesa podríamos citar las estadísticas de siniestralidad en la ciudad correspondientes a 2017, que han arrojado un balance con la cifra más baja de mortalidad desde los años ´90. Doce personas murieron en accidentes de tráfico en Barcelona durante el pasado año. Cinco peatones y siete motoristas. Aunque el total de accidentes registrados haya sido algo superior a los últimos años, unos 9.430. Accidentes que causaron 241 heridos graves y 11.924 leves.
Reducir la siniestralidad es un reto enorme para la ciudad y es cierto que no toda la responsabilidad recae en las autoridades. Las distracciones al volante representan el mayor problema según los últimos informes publicados por la DGT española que analizan los accidentes en carreteras y calles de regiones urbanas. En este sentido, la tendencia es paralela a la registrada en EEUU, donde solo en 2015, 3.477 personas murieron por perder la atención al volante, y 391.000 resultaron heridas. Volviendo al caso local, según datos de los Mossos d'Esquadra, en 2015 el 90% de los accidentes por distracción en Catalunya estuvo originado por el uso del móvil al volante para hablar, navegar o enviar mensajes. Teniendo en cuenta que la distracción es la principal causa de accidentes en Barcelona, documentada como responsable de 4,2 accidentes de tráfico diarios, veremos que 3,8 accidentes diarios se producen en las calles de Barcelona por utilizar el móvil durante la conducción de vehículos. Una cifra muy alta, sin dudas.
3,8 accidentes diarios
se producen en las calles de Barcelona
por utilizar el móvil
durante la conducción de vehículos
La conciencia ciudadana debe mejorar, así como también el consenso en la aplicación de políticas de choque, como la instalación masiva de carriles bici o la creación de las super manzanas. Conducir por Barcelona en los últimos tiempos nos deja la extraña sensación de integrar una especie de delicado ecosistema donde conviven furgonetas apuradas por cumplir con las exigencias laborales, taxis que hacen maniobras imposibles, motocicletas que apuestan al límite por los espacios reducidos, bicicletas que ocupan el espacio como si fueran los únicos vehículos a respetar y peatones arriesgados que cruzan sin utilizar las zonas delimitadas para ello.
El stress suele ser alto cuando conduces por Barcelona, y peor aún cuando se busca un espacio donde aparcar. Al respecto, los motoristas se enfrentan al reto de ubicar sus motos en las reducidas plazas existentes, ya que ha comenzado a regir la estricta prohibición de aparcar en las aceras. Exactamente hay en Barcelona 280.708 motos por 70.387 plazas de parking reservadas para estos vehículos. A simple vista, una relación insuficiente.
Otro tanto podría decirse de las 8.600 plazas de zona azul disponibles en la ciudad, otra arista de la política municipal actual que levanta ampollas entre los conductores de coches. Una complicación mayúscula que desde el Ayuntamiento se estudia paliar con la promoción de una App -en desarrollo por el grupo AIS- que nos indicaría qué plazas estarán libres y en qué momento. Al respecto, nos resulta curioso que si el uso del móvil al volante está reconocido como causa principal de distracción al volante, las autoridades se atrevan a promover el uso de una App para resolver problemas de tráfico.
En Barcelona hay 280.708 motos
por 70.387 plazas de parking
reservadas para estos vehículos
Mientras tanto, Joan ha vuelto a recibir un mensaje en su móvil mientras conduce por la calle Valencia, en pleno Eixample. Son las 12:30hs y el tráfico es denso y variopinto. Se pueden ver bicicletas de alquiler agrupadas, llevadas por turistas extranjeros que mientras hacen fotos del bello paisaje arquitectónico que les rodea, motos de gran cilindrada ocupando el mismo carril que los turismos, buses compitiendo con taxis por el espacio del carril del transporte público, motocicletas de baja cilindrada optando por hacer slalom entre los coches parados, peatones aguardando al color verde del semáforo, pero parados ya sobre el asfalto. Otros comienzan a cruzar la calle antes de que se encienda la luz verde, igual que un grupo de motos avanza lanzado sobre el ámbar para evitar detenerse ante el inminente rojo... Esta vez, Joan ha decidido no mirar su teléfono. Ha podido resistir la tentación con gran esfuerzo, luego de escuchar el chillido de los mensajes entrantes, y ahora se concentra en el álgido ritmo impuesto por los demás vehículos que rodean su viejo turismo. Debe encontrar una plaza azul pronto si no quiere continuar dando vueltas y vueltas por la ciudad, gastando gasolina sin sentido, contaminando el aire y perdiendo el tiempo sin más.
El envejecimiento del parque automotor es otro factor añadido que aumenta el riesgo de siniestros en Barcelona y en España. El 66% de los turismos matriculados en este país tiene más de diez años de antigüedad, el 70% de las furgonetas y el 81% de los camiones medianos, también. Para completar este cuadro de preocupaciones para la seguridad vial, el parque de motocicletas español es el más vetusto de Europa, con una edad media de 14,7 años. Justamente las motocicletas son las grandes protagonistas de los accidentes ocurridos en las calles barcelonesas. De los 19.784 vehículos accidentados en 2017, 6.301 eran motocicletas. Sus conductores, son los más perjudicados en estas estadísticas, 107 heridos graves y 7 muertos.
La transición que enfrenta Barcelona es inevitable. La ciudad debe reducir drásticamente el uso del vehículo en sus calles si no quiere convertirse en un sitio irrespirable por la contaminación ambiental. Para ello debe consensuar políticas razonables entre la mayor cantidad de actores ciudadanos disponibles. Vemos como inadecuado el ejercicio de una oposición política en el Consistorio que promueva el congelamiento de las políticas restrictivas al uso del automóvil. Así como también la toma de decisiones unilaterales como la instalación de las polémicas super manzanas o la masificación de los carriles bici en zonas no indispensables. La política de movilidad debería ser una materia que genere entendimientos, aunque suceda todo lo contrario. Ahora mismo tenemos un verdadero caos en las calles y toca a los expertos y a los políticos comenzar a resolverlo de manera sensata. Los conductores debemos evitar las situaciones de riesgo, no mirar el móvil mientras conducimos y respetar las normas. No parece tan complicado para ninguno.
Comentarios
Publicar un comentario