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JACK WHITE. Sin vértigo al cambio


Escribe Marcelo Espiñeira.

En la edición de Boarding house reach (Third Man Records, 2018), el bueno de Jack White (exlider de The White Stripes) asume riesgos inusuales. El héroe de la guitarra, enchufa sintetizadores y samplers también ahora, para retorcer su estilo en búsqueda de nuevos horizontes. Dejarse llevar por la música, en sus propias palabras.

El disco abre de la mejor manera posible con Connected by love. Un obvio homenaje a la serie inglesa Black Mirror se oye en la vibración inicial que pronto da paso a la voz hablada del autor. Su reclamo amoroso a una figura femenina gana en intensidad hasta llegar al alarido rockero. Unos coros gospel demoledores completan la escena mientras el sonido del órgano gana fuerza, se entremezcla con efectos de sintetizadores y acaba en un solo de guitarra marca de la casa. La emotiva canción tiene un carácter contenido que libera su enorme energía sobre el final. A mitad de camino entre Lennon y Alabama Shakes podríamos ubicar a esta pequeña maravilla. 

La calma regresa en la balada Why walk a dog?, cortada por un solo de guitarra distorsionada y acompañada también por un órgano. Enseguida, Corporation recupera el ritmo con su estilo rock soul a la Stevie Wonder en Songs in the key of life. Casi instrumental, adornada por coros femeninos, las tumbadoras marcan el rumbo y la guitarra dibuja paisajes oníricos. Sobre los tres minutos, White comienza a llamar desde un megáfono buscando socios en la creación de una nueva compañía y se desmadra en alaridos histéricos. La broma acaba en otra canción importante para el disco. 



Abulia and Akrasia es un nostálgico interludio sobre unos violines en tono balcánico. El experimento se instala en Hypermisophoniac, casi un juego espartano de samplers y efectos sintetizados que se multiplican mientras White masculla una letra delirante y dispara algunas notas con su guitarra o el piano. Todo mejora en Ice Station Zebra, mucha más lograda que la anterior, aunque igualmente experimental. Los continuos cambios melódicos incluyen interesantes arreglos de piano Hammond y un ritmo ondulante que nos remite por momentos a los White Stripes. El sonido del exgrupo se manifiesta con nitidez en Over and over and over, probablemente la canción menos sorpresiva de todas, perfectamente ceñida al manual de estilo que elevara a categoría planetaria la buena reputación del compositor. 



Everything you´ve ever learned parece otra furiosa respuesta al futuro diatópico propuesto por la inteligencia artificial. Jack se desgañita mientras el ritmo de batería sube su intensidad. Su vena más Led Zeppelin aflora en la interesante Respect commander, una revisión del rock blues de los 60 pasada por el tamiz de la psicodelia actual que incluye un solo de guitarra muy inspirado. Los acordes de Ezmeralda steals the show nos recuerdan demasiado a la bellísima Everybody hurts de los REM, son casi calcados, y creemos que se los podría haber ahorrado. La electrónica regresa en Get in the mind shaft, en otra prueba que juzgamos desechable. El country blues despojado se manifiesta en el atractivo dueto de What´s done is done, de formato más clásico para abrir paso al estupendo final de Humoresque, una balada prima hermana de otras de McCartney para cerrar en un punto alto este arriesgado álbum que nos deja un buen sabor en líneas generales. Grandes aciertos y otros no tanto, pueblan este esfuerzo novedoso en la carrera del gran guitarrista americano.

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