Una entrevista de Marcelo Espiñeira.
La poetisa y dramaturga riojana Eva Hibernia ha estrenado en mayo pasado su nueva y magnífica obra “La América de Edward Hopper”, que podrá verse en la Sala Beckett (Alegre de Dalt, 55 de Barcelona) hasta el 14 de este mes de junio. El estilo de Eva no es ahorrativo, y su poesía es el vehículo apropiado para retratar con sabiduría, minuciosidad y mucho talento el complejo mundo íntimo de una pareja. El preciso imaginario del pintor américano Edward Hopper le sirve de escenario a seis personajes estupendamente interpretados por Alicia González Laá y Joaquín Daniel. No está de más agregar que la escenografía y la iluminación están excepcionalmente logradas.Con ánimos de saber más detalles sobre esta obra, es que entrevistamos a la autora y los dos actores.
Podríamos decir que la poesía es tu lenguaje natural?
Sí, creo que soy poeta. El teatro es un género que está absolutamente intrincado con la poesía. Quizás lo más poético de mi teatro no sea solo el lenguaje, que es muy elaborado, sino el juego de asociaciones que hago. Es un teatro más de asociaciones que de una óptica racional. Por esas elípsis, discontinuidades, que son recursos de la poesía que no apelan a la razón sino a un tipo de comprensión paradójica. Que es la propia de la poesía. Donde en una imagen o en un verbo de acción se están dando como dos informaciones casi opuestas, esa es la paradoja. Y abriendo otras posibilidades de sentimiento y de conocimiento.
Aquí tomas imágenes de este pintor americano y contemporáneo, Edward Hopper...
(Interrumpe) Sí, muy contemporáneo, casi una imagen del siglo XX, podríamos decir.
Te enamoras de su obra y luego comienzas a escribir sobre esta base?
Digamos que es una obra que empezó a gestarse ya hace mucho tiempo. Yo ya conocía a Hopper, pero una amiga me regaló un calendario, de estos que asocian un mes a una pintura diferente. Todas de Hopper, en este caso. Y ahí la idea de asociar el paso del tiempo a una imagen de Hopper y lo que significaba un ciclo, las estaciones, las emociones. No sé, algo hizo un clic, fue una llave, un disparador. Pero, esa idea se quedó un tiempo latiendo. Y justo después de acabar "Una mujer en transparencia", tenía que ponerme con una nueva obra y aquello emergió con mucha fuerza. Y finalmente sabía muchas más cosas de las yo sabía que sabía... (se ríe) cuando empecé a escribirla. Y así fue.
Y te quedaste con esas doce pinturas exactas del calendario o fuiste a buscar otras?
No, salí a buscar otras. Estuve investigando bastante sobre Hopper y sí que me amoldé bastante a la idea de doce cuadros, doce meses, doce escenas, un ciclo, un paso, una transición. Y a pesar de que elegí doce cuadros porque me ayudaban a visitar habitaciones de hotel, a visitar posibilidades de conversaciones, etc., vi mucho Hopper, entonces terminé añadiendo muchos guiños de su imaginario a la obra. Por ejemplo, el tema del guante desparejado que tiene que ver con un cuadro que se llama "Autómata" y en donde hay una mujer tomando café y que solo lleva un guante. Y como los cuadros de Hopper son tan mínimos, esos detalles son muy elocuentes. ¿Dónde está el otro guante? Y todo el tema del guante desparejado que es muy importante en mi obra, realmente está tomado de ahí. O pequeños objetos, como las maletas. El imaginario de Hopper está presente en mi obra. La relación de los personajes con las ventanas, la relación con la luz, con la mirada.
Soledad y alineación en los cuadros de Hopper, y que en algún punto también invaden tus personajes.
Ayer fue muy divertido, porque vino un amigo al estreno y luego me dijo que se sentía muy identificado con Hopper, y que sus cuadros le hablaban de su desolación personal. Pero, que al ver mi obra notaba que yo veía a Hopper completamente distinto. Donde había desolación, yo ponía esperanza, otro tipo de latido, otro tipo de emoción. Para mí, Hopper no es esa desolación y alineamiento. Son momentos de gran intimidad, sobre todo para mi, Hopper es la intimidad. El misterio, y la oportunidad de vivir un instante de gran crudeza, donde realmente está la vida. Un vacío que está lleno, algo ha pasado, algo va a pasar. Y en este sentido, es un tema pictórico lleno de posibilidades. No lleno de castraciones, no lleno de soledades. Sino lleno de posibilidades. Por eso la títulé "La América de Hopper". Por ese juego que hay entre Europa y América, constantemente. En que Europa es la depositaria de un pasado y América es el país que está por construir, por investigar, lo que se puede llenar.
El lugar de la esperanza.
Un nuevo mundo. La capacidad de reinventarnos, de renacer de las palabras, de que todo lo viejo se refresque.
Y tus personajes guardan algún anclaje en el mundo de Hopper?
No, es todo mío. Hay una cosa que me llamó la atención de sus cuadros, y es que normalmente suele aparecer una mujer, muchas veces desnuda, y que se parece mucho entre los diferentes cuadros. Y era su propia mujer, que era también pintora. Es que Hopper no era muy buen pintor de rostros y eso hacía que sus retratos fuesen un poco difusos. Y eso es algo que me dio una idea que es muy potente en mi obra y que son las distintas identidades. O sea, una persona tiene muchos yoes dentro. A algunos los dejamos salir, y a otros no tanto. Y esa fue una idea que si tomé de su obra. Realmente la obra no va sobre Hopper. Es el que nutre el imaginario, pero la obra no va sobre él.
Y estos yoes de tus personajes emergen a través de diferentes juegos en escena.
Sí, en la obra emergen a través del juego verbal, del juego de las palabras. El personaje de Vera propone acceder a través de una vieja máquina de escribir. Y el personaje de Tomás, lo hace a través del disfraz, gracias a una máscara me permito deshacerme de mis identidades y me atrevo a mostrar una parte de mí que nunca me atrevo a mostrar. O bien por vergüenza, o bien por miedo. Esto es muy bonito porque son capaces de descubrirse de otra manera y de enamorarse de otra manera a través del disfraz.
La elección de la pareja de actores me parece muy acertada, porque tanto Alicia como Joaquín están estupendos.
Eva: A mí también (risas).
Joaquín Daniel: Coincido (risas).
Esta elección ha sido tu responsabilidad?
Eva: Sí, toda la elección del equipo ha sido mía. Los actores, el iluminador, el escenógrafo, el técnico de sonido, el vestuario, todo. Ha sido un equipo muy talentoso. Y muy generoso al ofrecer su inspiración. Y a los actores, Alicia y Joaquín, ya los conocía de anteriores trabajos. Con Joaquín ya había trabajado en "Cova Cortazar". Y con Alicia habíamos trabajado juntas en "Una mujer en transparencia". Ella me pareció una elección muy clara, es una actriz magnífica, muy dúctil, en esta obra hace un trabajo impresionante, tiene que viajar por muchos sitios. Y encontrar a Tomás era un desafío, porque es un personaje muy potente también, tiene que pasar por un salto temporal que es muy difícil. Del personaje de unos 30 años a otro de unos 50, no resultaba nada fácil. La verdad es que Joaquín me venía mucho a la cabeza y cuando se lo propuse, él estuvo de acuerdo.
Joaquín, esta es la obra que más te ha exigido hasta ahora?
Joaquín: Sin lugar a dudas.
Son dos horas de texto tupido.
Joaquín: Sí, y con desafíos múltiples. En uno de los primeros ensayos con Alicia, nos pusimos a enumerar los desafíos que implicaba hacer esta obra y quedó una lista de diez o doce puntos. Primero, dos actores en escena durante dos horas. Un trabajo de dúo, un espadeo, una retroalimentación muy potente. En dos horas debemos mantener una energía importante, subir, bajar. El texto es complejo, hacerlo orgánico dentro de su complejidad. Porque nadie habla así en principio. Aunque ahora, me encuentro diciendo en mi vida frases que pertenecen a la obra. (risas) Y esto de hacer de un viejo judío, era un personaje bastante alejado de mí. Pero, todos nos parecemos un poco. Primero, todos somos judíos, un poco. Segundo, soy un exiliado, así que lo puedo entender. (Interrumpimos porque se suma Alicia González Laá a la charla).
Me contaba Joaquín de la exigencia de su papel, qué tal el tuyo, Alicia?
Alicia González Laá: Para mí también, sin dudas. Porque no es un papel, son tres (se ríe).
Eva: Tres en uno, y además están conectados. Esa es la gracia y la dificultad. No son tres estereotipos alejados, son tres papeles que tienen ecos de los otros dos.
Alicia: Y tienen que verse diferentes, y a la vez conservar alguna huella del otro.
Y también comentábamos que deben manejar un lenguaje lleno de florituras.
Eva: (interrumpiendo) No estoy de acuerdo que sea un lenguaje lleno de florituras. La poesía se diferencia de barroquismos innecesarios, creo que es un lenguaje muy elaborado, y con un contenido poético por lo elevado que es. Pero es perfectamente entendible, está muy anclado y es muy frontal. No se dice ninguna frase que nadie pueda entender. Es una elaboración del lenguaje. Es un lenguaje plano, no es un lenguaje cotidiano, no es un lenguaje de tacos. Es un lenguaje elaborado, pero completamente pristino y accesible.
Pero sí que hay ideas a borbotones.
Eva: Hay muchas ideas. Hay mucha filosofía.
Igual la obra está equilibrada.
Eva: También intento, por esta cosa de textura de la vida, que nunca se quede en un género. Hay momentos de comedia, hay momentos de drama, hay momentos de suspense, para tener un reflejo de la vida y también para que nos cambie el chip en la cabeza, no?
Y vosotros si que parecéis una verdadera pareja en escena.
Alicia: Bueno, este ha sido un poco el trabajo. De repente nos encontramos con este texto que empieza ya con una intimidad en una pareja. Y con Joaquín no nos conocíamos, y ha sido muy bonito en ese sentido. Fue como ponernos manos a la obra desde el primer día y a partir del trabajo que nos proponía Eva. La primera semana fueron todas improvisaciones y nos planteábamos cómo se podrían haber conocido estos dos personajes y entender la psicología de cada uno. Y desde esa desnudez, poder encontrarnos.
Eva: Y también valió mucho la confianza que nos hemos depositado mutuamente.
Alicia: Ha sido jugar, meternos ahí de cabeza.
Joaquín: Cada escena planteaba una aventura potente. Teníamos los diálogos y una habitación. ¿Qué pasa? ¿Cómo se le da vida a eso? ¿Cómo se lo llena de contenido, de cotidianidad? Todo eso fue una investigación grande.
Les insumió mucho tiempo acabar con esta versión definitiva?
Alicia: No costó mucho, fuimos a un ritmo muy trepidante de montaje. Fuimos a dos escenas por semana.
Eva: Y se iba consolidando y fraguando muy rápido. Y algo que nos dijeron en el estreno absoluto del 8 de mayo y que me pareció muy bonito, es que la obra ya parecía rodada. Porque el material en el fondo es muy frágil, entonces no sirve tirar de oficio ni de postura, tiene que suceder realmente.
Alicia: Y realmente, dejarlo en ese lugar frágil es lo interesante de la propuesta. Cuando digo frágil no me refiero a algo no acabado o sin trabajar, sino que esté vivo.
Hablando de fragilidad, que pasaría si en esa escena que dejas caer una llave dentro de una pecera, ésta se rompiera?
Alicia: (risas) Nooo, no me lo digas.
Eva: Tiene que bajar un poquito más el brazo para que eso no ocurra (risas).
Joaquín: Acabas de mencionar un tema que es muy interesante y que es la coreografía de objetos que hay. Sin contar a los dos muchachos que hay atrás moviendo las cosas. Nosotros manipulamos tantos objetos, que tuvimos que memorizar miles de pasos, de cosas que debemos dejar aquí para luego recuperarlas aquí... Ese es otro camino, aparte del texto, acción, sentimiento y todos estos malabares, la llavecita, el guante, la pecera, etc. Ayer estuve a punto de equivocarme muchas veces...
Alicia: Siempre pueden pasar cosas aquí dentro. Ayer pasaron algunas... (risas).
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