Escribe Marcelo Espiñeira.
De complejísimo diseño, el proyecto de la UE nunca ha dejado de ser una arquitectura incierta que ha ido elevando su estructura desafiando las leyes de la gravedad.
La moneda única ha sido el instrumento vertebrador de un entramado político que, con sede en Bruselas, no siempre ha encontrado las respuestas adecuadas para los vertiginosos desafíos del mundo globalizado.
En una primera instancia, lo evidente fue que un bloque de países afirmados en el desarrollo industrial y tecnológico se abrirían solidariamente en la construcción de un ente más grande e inclusivo de aquellos Estados más débiles y menos desarrollados aún.
En este último grupo, España, Irlanda, Portugal y Grecia se han destacado por ser receptores de generosos paquetes de ayudas y subsidios, que en gran parte dependieron del aporte fiscal de las economías más fuertes. Ingentes cantidades de proyectos locales se beneficiaron del crédito y el subsidio europeo.
El submarino griego Papanikolis y su tripulación. |
Solamente en este contexto se puede entender el elevado grado de incidencia de la banca germana y francesa en el descontrol del gasto griego. Un déficit descomunal que salió a la luz en octubre de 2009, con la llegada al poder del socialdemócrata Giorgios Papandréu y su terapia de sinceramiento inducido.
Socios en las buenas
La espiral de desconfianza helénica estalló en los centros financieros globales, donde durante los últimos dos años no han parado de especular con los bonos que ya han sido declarados basura.
Desperdicios, despojos, barreduras, bazofia, desechos, estiércol, impureza, inmundicia, restos, sobras, cochambre, excremento, mugre, porquería, sedimento, suciedad. Esta desagradable batería de sinónimos estigmatiza actualmente a nuestros socios griegos.
En Alemania existe cierto concenso generalizado, entre los ciudadanos de a pie (aquellos que votan y deciden), en relación a que los griegos se han pasado de listos y que ahora les toca pagar sus excesos. Una argumentación justa, segun la veamos desde el prisma simplista del populismo o la prensa sensacionalista de Bild. O un completo despropósito, si tan sólo recordarámos las penurias a las que fueron sometidos los abuelos de estos mismos alemanes, luego de perder la Primera Gran Guerra y ser víctimas de la despiadada usura de sus vencedores. ¿O es que ya se han olvidado?
El submarino griego Papanikolis fabricado por Ferrostaal AG en Alemania. |
Con el firme propósito de dudar aún más sobre las supuestas responsabilidades del pueblo griego en esta gravísima crisis, debemos atender a un caso perturbador que la prensa inglesa (The Independent) ha ventilado el mes pasado. En 2010, con el mismo y vilipendiado Papandréu en el poder, la empresa alemana Ferrostaal AG (una de las empresas encargadas de construir submarinos bajo supervisión estatal) cerró un jugoso acuerdo por más de 1.000 millones de euros con la Armada de Grecia por la reparación de cuatro submarinos y la entrega de dos nuevas unidades. Créase o no, al unísono el gobierno heleno aceptaba ajustes draconianos en sus presupuestos de Sanidad o Pensiones, sumiendo al país en el mayor conflicto social de la Europa del s.XXI.
Miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de la UE, Nick Witney. |
La cuestión preocupa en Alemania, porque algunos consideran que han usado el dinero de su propio pueblo para corromper a los militares griegos. De nuevo una visión simplista que esconde otra hipótesis aún más perturbadora detrás. La Europa de los 27 (28 con Croacia) corre un grave riesgo de fragmentación. Aquella idea de las dos Europas, con una zona Norte y otra Sur, parece estar cuajando cada día más en los países mejor resguardados de los efectos nocivos de la crisis financiera. La actitud de los socios en la resolución del problema griego es un fuerte indicador en este sentido. La solidaridad no siempre es tan sólida en este club.
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