Una crítica de Lilian Rosales de Canals.
El Profesor Lazhar (Monsieur Lazhar, Canada 2012) recuerda otros films como "La clase" de Laurent Cantet o "La Sociedad de los poetas muertos" de Peter Weir, donde en la interacción maestro-alumnos se sucede la maravillosa transmisión de enseñanzas que superan los márgenes de la instrucción y la educación tradicional, y cuyo resultado final deviene en un cambio profundo para la vida de los implicados. En concordancia, su director Philippe Falardeau (Quebec, 1968) define la película "como un filme sobre la comunicación y sobre cómo la comunicación puede curar".
La producción franco canadiense es una adaptación del monólogo teatral homónimo de Évelyne de la Chenelière y ha conseguido una nominación al Oscar como Mejor Película en Lengua Extranjera mediante una narración que aborda excepcionalmente tópicos como la inmigración, la pérdida, el dolor, la sublimación y el luto.
En "Profesor Lazhar" su autor retrata a un inmigrante argelino, brutalmente honesto, que busca refugio político en Quebec y ofrece sus servicios como maestro sustituto en una escuela primaria, luego de un trágico episodio donde una docente toma su propia vida. Pero la cinta no deviene en sentimentalismo fútil ni en caprichosas absoluciones de jóvenes insolentes, como es usual en innumerables títulos cinematográficos de maestros y alumnos. Por el contrario, Falardeau pone en evidencia algunas tragedias salpicadas de comicidad, plenamente sensata y mesurada, donde aquello que el profesor enseña cobra más importancia de lo que encuentran en los libros sus pequeños pupilos. Es rotundamente una sutil y sensible apuesta con la "simplicidad engañosa" de un cuento bien afinado.
Su apertura es poderosa. Simón (Émilien Nerón) y Alicia (Sofía Nelisse) experimentan la traumática experiencia de descubrir el cuerpo de su maestra que cuelga en el salón de clases. La noticia se expande por la escuela y queda gravitando tejida con la cotidianidad, cernida en la mente como un terrible misterio que afecta desproporcionadamente a los jóvenes testigos.
Cuando el profesor Bachir Lazhar (Mohamed Saïd Fellag) se ofrece como maestro sustituto, el relato anuncia de forma soterrada el objetivo de su arribo: Bachir significa "portador de buenas noticias" y Lazhar, "suerte".
La directora del colegio entretanto, instruye al recién llegado educador para enseñar de acuerdo a la normativa del plantel y manda no interferir con el trabajo de la psicóloga que dará soporte a los niños. Sin embargo, inevitablemente el maestro se involucra aportando apoyo emocional a los niños impresionados.
En esta encrucijada se hace patente una doble dimensión del dolor. Dos dramas de singular naturaleza, el de los alumnos y el del maestro, se cruzan para purgarse. Bachir oculta su propio duelo, el mismo que le sirve de impulso para transmitir a los pequeños la manera de procesar la pena, al tiempo que oculta su verdadera identidad. Él guarda su exclusivo calvario en secreto y una cuenta que lidiar con la burocracia. Falardeau a propósito señala: "…reconozco el derecho del inmigrante a mentir para mejorar su existencia".
Como en la vida real, en el film están presentes las presiones del sistema educativo en el quehacer de las escuelas, la de una inflexible burocracia y la de intereses familiares que tironean, cada cual para su bando, haciendo que los pequeños queden relegados a un lugar secundario.
Solapadamente el autor denuncia la deshumanización en la que se han sumido las relaciones entre las personas al mostrar la prohibición de contacto físico con los alumnos, incluso con abrazos, dentro de la institución escolar.
Las actuaciones son impecables. Émilien Nerón destaca en el clímax dramático de la narración con una actuación poderosa que conmueve. Sofía Nelisse, sorprende en un apego a la ponderación. Los perfiles actorales están perfectamente diseñados e interpretados: niños expectantes y sin pretensiones de agudezas mentales poco convencionales, capaces de una ocasional crueldad y así también, de una mayor generosidad. Pequeños que demandan explicaciones honestas, las que sólo Lazhar enfrentará con su particular y simple pedagogía innata.
El personaje de Lazhar, es emotivamente interpretado por Fellag en una puesta en escena precisa y delicada, con agudo balance entre el drama y la comedia. No obstante Fellag es un comediante cuyas burlas a la política le valieron una persecución desde Argelia hasta Francia a finales de 1990 y pone en evidencia su gran dominio para dosificar el humor en sintonía con la circunstancia.
El filme toca la fibra del espectador mientras habla de lo invisible de esos desafíos que nos hacen ser realmente quiénes somos y que nos permiten llegar a los demás marcando un punto de inflexión en sus vidas.
Profesor Lazhar,
se estrena en las salas españolas el 18 de mayo de 2012.
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