Escribe Marcelo Espiñeira.
Foto de Lurdes R. Basolí.
Con la reciente edición de “11 de novembre” (Universal Music) se confirma aquello que Silvia Pérez Cruz (Palafrugell, 1983) venía insinuando en los últimos años, su voz no tiene desperdicio alguno.
Cantante delicada si las hay, luego de participar en dieciséis producciones discográficas previas, por fin le llegó la hora del disco que lleve su nombre y apellido en la portada, amén de representarla fielmente de principio a fin. Trece canciones que sirven para descubrir de manera cabal su magnitud como compositora, arreglista y, por supuesto, intérprete.
El album incluye, por primera vez, sus propias creaciones grabadas en un estudio. Experiencia que el músico y productor Refree compartió con la gerundense, como ya lo hiciera en el pasado (vale recordar el bello proyecto “Inmigrasons” de 2006). Acreditando su confianza en la sociedad musical, Silvia libera su faceta más intimista y personal en un repertorio que sin complejos surfea por espacios poco frecuentados, nostálgicos casi siempre, iluminados sólo por la nitidez de las emociones. Pérez Cruz se presenta con una madurez arrebatadora, conquistando sus propios límites sensibles, exprimiéndose en la cuidada y artesanal exposición que significan estas bellas canciones.
Sus vías expresivas son variadísimas como sus registros. Puede conmover al tibio ritmo de un fado poco convencional como en la bellísima “Pare meu” (con letra de María Cabrera), una estación fundamental en este viaje emotivo con varios momentos dedicados a su padre (Castor Pérez, músico especializado en habaneras fallecido a finales de 2010). O en “Não sei”, delicioso ejercicio tropicalista que encuadraría a la perfección en un inspirado disco de Caetano Veloso y que también se relaciona en este intenso homenaje familiar, por ser la canción preferida de su padre.
La lengua portuguesa le sienta demasiado bien a esta cantante que lleva la plasticidad del jazz en las venas (su maravilloso disco con Javier Colina Trio es la mejor muestra en este sentido). Y aunque este nuevo disco sólo podría ubicarse en las bateas jazzísticas en un país como Estados Unidos, su versatilidad artística debe entenderse desde esta visión amplia que otorga el género americano a quienes bucean en él.
“11 de Novembre” es una piedra fundamental en la carrera de Silvia Pérez Cruz, entre otros motivos porque la descubre como guitarrista: “sin duda, lo más complicado del disco para mí”, en palabras de la propia artista. Quien echó mano del clarinete, el saxo y el piano como herramientas esenciales para cincelar la atmosférica poesía que inunda su disco.
Luego de años comprometida en proyectos valiosos como el cuarteto femenino de flamenco fusión Las Migas, el dúo Llama (con el percusionista israelí Ravid Goldschmidt) y con diversos grupos de jazz (Joan Díaz Trio, Joan Monné o Javier Colina Trio), el alma de Silvia se percibe latiendo a cada instante, en un dispendio de honestidad que el oyente no puede pasar por alto. No por nada, su figura ha alcanzado para abarrotar un Teatre Liceu en Barcelona.
El momento ya ha sido retratado, como ella bien ha querido: “este disco es fruto de la necesidad, tenía que sacar estas canciones de alguna manera porque iban a pasarse, a perder cualquier actualidad”. El futuro se avisora promisorio para Silvia Pérez Cruz, solo resta que mantenga esta misma necesidad efusiva que ha evidenciado en su flamante ópera prima.
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