Esperadísimo, el nuevo álbum de los Love of Lesbian no es uno, sino dos. Más expresivos que nunca, los reyes del pop barcelonés, describen una atmosférica ciudad de noctámbulos irremediables con su prosa cercana y luminosa. Curiosa antinomia que persiste en el corazón mismo de esta nueva joya.
“Siempre estamos buscando lo que no tenemos” resume el bueno de Santi Balmes acerca de esta gran dicotomía. Quien con los suyos llegó a registrar hasta treinta canciones en las intensas madrugadas de la masia-estudio Casa Murada.
Tamaño exabrupto creativo se comprende que necesitara de un dique de contención más amplio de lo habitual. Un infaltable Ricky Falkner sazonó a gusto la infecciosa sopa que las legiones de oídos hambrientos ya están agradeciendo desde la intimidad de sus auriculares. “La noche eterna. Los días no vividos” (MusicBus, 2012) es el nuevo lema que promete reunir a los “lesbianos” dispersos por ahí en las mejores fiestas por venir.
Dentro de un taxi en Barcelona, Santi Balmes me confiesa sobre las nuevas canciones que “tenían unas líneas de teclado que estaban muy claras desde el inicio de la composición. Siempre nos ha interesado que sean cantables.”
Con respecto a estos colchones de teclados melódicos le sugiero ciertas coincidencias con algunos grupos franceses actuales (como el caso de M83) y asiente: “somos completamente fans de esta camada de grupos electrónicos franceses que tienen cierta raíz en bandas como New Order o Joy Division. Incluso Kraftwerk ha sido una referencia continua durante la grabación del disco”. La adictiva “El hambre invisible” es un buen ejemplo en este sentido.
Me interesa saber cómo fue el clima durante la grabación y no duda en responderme que “hemos estado muy a gusto con todo el equipo en esta masía que a la vez funciona como estudio de grabación. Podíamos disponer de todo el instrumental a las dos de la mañana, en un horario más de músicos que lo que suelen ofrecer en un local de ensayo o en un estudio estándar.”
Sobre la experiencia en Casa Murada concluye que: “respetábamos los horarios más acordes con nuestros biorritmos. Desayunábamos tranquilamente, a las dos y media cortábamos para comer, luego a las seis o siete "on fire" hasta la hora de la cena y otra vez a tocar. Ideal para nosotros porque comer y tocar es lo que más nos gusta hacer”.
Las canciones de Love of Lesbian suelen tener una redondez rotunda y las nuevas no se escapan a esta regla. Si le pido que me cuente sobre la composición, el autor del Club de Fans de John Boy me contesta: “En principio traemos ideas desde casa que en la mayoría de los casos son bases acústicas y una línea de voz. Luego les vamos dando forma y seleccionamos lo que realmente sirve. Es super importante pensar en un concepto de disco, que quede todo muy equilibrado. Siempre intentamos que el disco sea como un edificio bien construído, con sus columnas que son los temas fundamentales que sustentan la estructura general. Esta vez teníamos como unas treinta ideas, por lo tanto elegimos al estilo Eurovision”.
Bromas aparte completa la idea: “quedaron muchas canciones fuera, porque no hacían falta para este disco, porque no estaban del todo maduras o porque no habíamos dado con el arreglo adecuado. Hay canciones que tardas cuatro años en hacerlas y otras que en diez minutos las tienes acabadas. Es parecido a las plantas, unas crecen muy rápido y otras no.”
Santi se encarga de remarcar la estupenda relación que los une al productor Ricky Falkner y nos cuenta que le pidieron para esta vez: “contundencia, más agresividad, un poco más de riesgo en la mezcla, un sonido menos mate y arreglos que fueran atmosféricos y que tuvieran más aristas. Queríamos sonar un poco más agresivos en todos los sentidos dentro de nuestro estilo pop”.
El disco evidencia un continuismo con el exitosísimo “1999” pero pone distancia en lo conceptual, en la profundidad de su lírica y eleva los riesgos estrictamente musicales. A propósito de esta idea, Santi redondea: “Necesitas ponerte a prueba, reivindicarte, que se exteriorice lo que has ido avanzando durante el último tiempo y ponerte en riesgo también. Somos las mismas personas, pero no somos iguales que hace dos años atrás ni mucho menos.”
“Siempre estamos buscando lo que no tenemos” resume el bueno de Santi Balmes acerca de esta gran dicotomía. Quien con los suyos llegó a registrar hasta treinta canciones en las intensas madrugadas de la masia-estudio Casa Murada.
Tamaño exabrupto creativo se comprende que necesitara de un dique de contención más amplio de lo habitual. Un infaltable Ricky Falkner sazonó a gusto la infecciosa sopa que las legiones de oídos hambrientos ya están agradeciendo desde la intimidad de sus auriculares. “La noche eterna. Los días no vividos” (MusicBus, 2012) es el nuevo lema que promete reunir a los “lesbianos” dispersos por ahí en las mejores fiestas por venir.
Dentro de un taxi en Barcelona, Santi Balmes me confiesa sobre las nuevas canciones que “tenían unas líneas de teclado que estaban muy claras desde el inicio de la composición. Siempre nos ha interesado que sean cantables.”
Con respecto a estos colchones de teclados melódicos le sugiero ciertas coincidencias con algunos grupos franceses actuales (como el caso de M83) y asiente: “somos completamente fans de esta camada de grupos electrónicos franceses que tienen cierta raíz en bandas como New Order o Joy Division. Incluso Kraftwerk ha sido una referencia continua durante la grabación del disco”. La adictiva “El hambre invisible” es un buen ejemplo en este sentido.
Me interesa saber cómo fue el clima durante la grabación y no duda en responderme que “hemos estado muy a gusto con todo el equipo en esta masía que a la vez funciona como estudio de grabación. Podíamos disponer de todo el instrumental a las dos de la mañana, en un horario más de músicos que lo que suelen ofrecer en un local de ensayo o en un estudio estándar.”
Sobre la experiencia en Casa Murada concluye que: “respetábamos los horarios más acordes con nuestros biorritmos. Desayunábamos tranquilamente, a las dos y media cortábamos para comer, luego a las seis o siete "on fire" hasta la hora de la cena y otra vez a tocar. Ideal para nosotros porque comer y tocar es lo que más nos gusta hacer”.
Las canciones de Love of Lesbian suelen tener una redondez rotunda y las nuevas no se escapan a esta regla. Si le pido que me cuente sobre la composición, el autor del Club de Fans de John Boy me contesta: “En principio traemos ideas desde casa que en la mayoría de los casos son bases acústicas y una línea de voz. Luego les vamos dando forma y seleccionamos lo que realmente sirve. Es super importante pensar en un concepto de disco, que quede todo muy equilibrado. Siempre intentamos que el disco sea como un edificio bien construído, con sus columnas que son los temas fundamentales que sustentan la estructura general. Esta vez teníamos como unas treinta ideas, por lo tanto elegimos al estilo Eurovision”.
Bromas aparte completa la idea: “quedaron muchas canciones fuera, porque no hacían falta para este disco, porque no estaban del todo maduras o porque no habíamos dado con el arreglo adecuado. Hay canciones que tardas cuatro años en hacerlas y otras que en diez minutos las tienes acabadas. Es parecido a las plantas, unas crecen muy rápido y otras no.”
Santi se encarga de remarcar la estupenda relación que los une al productor Ricky Falkner y nos cuenta que le pidieron para esta vez: “contundencia, más agresividad, un poco más de riesgo en la mezcla, un sonido menos mate y arreglos que fueran atmosféricos y que tuvieran más aristas. Queríamos sonar un poco más agresivos en todos los sentidos dentro de nuestro estilo pop”.
El disco evidencia un continuismo con el exitosísimo “1999” pero pone distancia en lo conceptual, en la profundidad de su lírica y eleva los riesgos estrictamente musicales. A propósito de esta idea, Santi redondea: “Necesitas ponerte a prueba, reivindicarte, que se exteriorice lo que has ido avanzando durante el último tiempo y ponerte en riesgo también. Somos las mismas personas, pero no somos iguales que hace dos años atrás ni mucho menos.”
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