Escribe Marcelo Espiñeira.
La democracia en su esplendor, las encuestas al garete y la voluntad de un pueblo expresada en la magnífica diversidad de las urnas. Finalmente, el 25N resultó histórico, aunque no estrictamente ceñido al guión que Mas imaginara.
Parece mentira, pero CiU solo perdió algo menos de 100mil votantes con respecto a los resultados de las elecciones en 2010. Para un gobierno que en menos de dos años batió unos cuantos records en materia de recortes sociales, mantener su caudal de votos podría ser considerado como milagroso. Por lo tanto, el enfado escenificado de Duran i Lleida con ARTURITO 2.0 no está tan justificado como algunos quieren creer.
Es evidente que desde Convergència erraron el cálculo pre-electoral, porque si no jamás hubieran puesto en riesgo la docena de escaños perdidos. Pero también es cierto que seguir pactando con Alicia Camacho hubiera terminado con las legítimas aspiraciones de Artur Mas a un segundo mandato. Es decir, que si bien el adelanto de las elecciones les ha restado fortaleza propia en el Parlament, a su vez les ha hecho ganar dos años más de gobierno, estirando la fecha de caducidad del 2014 hasta el 2016.
Una algarabía generalizada
Exceptuando al candidato López Tena de la malograda coalición independentista Solidaritat (condenada a una extinción inminente), todas las fuerzas políticas votadas tuvieron su razón destacable y particular para festejar los resultados de los comicios recientes.
Artur Mas salió al balcón del céntrico Hotel Majestic para recibir una ovación reparadora. La lejana mayoría absoluta no amedrentó a sus simpatizantes, que aunque no eran demasiado numerosos, supieron aprovechar la ocasión para recordarle al candidato más votado sus deseos de una Catalunya independiente. Un pedido que no encontró un eco contundente por parte del president en funciones.
En contrapartida, el republicano Oriol Junqueras lució más contenido que nunca, midió sus palabras al milímetro y habló de los tiempos difíciles que vendrán. La algarabía de sus seguidores ofrecía un fuerte contraste con la actitud serena y pensativa del candidato del partido más beneficiado por los resultados de estas elecciones.
Alicia Sánchez Camacho festejó con una impostada sonrisa de dientes apretados la llegada del nuevo diputado españolista del PPC al Parlament. Seguramente aún le costaba digerir que los más españolistas que el PP de Ciutadans le hayan birlado nueve asientos en el hemiciclo lindante al zoo de la ciudad. Vaya animalada...
En la sede de ICV, los ecosocialistas liderados por Joan Herrera se mostraron eufóricos luego de ganar tres nuevos parlamentarios para su bancada, un espacio opositor a las políticas oficiales de austeridad extrema que ahora podría contar con la supuesta complicidad de los tres flamantes diputados de la contestataria CUP. 13+3=16 o no tanto, porque las ciencias exactas nunca serán el lado fuerte de los políticos.
Tal como se preveía, Pere Navarro se estrelló en caída libre con el suelo de votantes del PSC. “Hemos tocado fondo”, dijo sonriente el peor candidato en la historia reciente de este partido, quien también optó por ver el vaso medio lleno. Insólito pero real, lo único que queda claro es que en la clase política catalana reina la felicidad o que todos son unos grandes actores.
La cuestión es cómo gobernar.
La voluntad de un pueblo variopinto constatada la mañana del 26N, ha italianizado el Parlament catalán, en la opinión de muchos expertos. ¿Comparación antojadiza? No, sencillamente es así por las dificultades que encontrará la primera fuerza elegida para conformar un gobierno fuerte y cohesionado que consiga cumplir su mandato íntegramente. Un fenómeno bastante habitual en las últimas décadas y que ha conducido a los italianos a celebrar elecciones anticipadas con pasmosa regularidad.
Postergado ya el sueño desproporcionado de la mayoría absoluta excepcional, Artur Mas ha comenzado a dialogar con Oriol Junqueras en pos de integrar a Esquerra en el gabinete de su segundo gobierno. Una tarea que no destaca por su sencillez, más bien todo lo contrario. En primer término por el terror que invade a Junqueras tan solo al pensar en el rédito político que podría dilapidar en esta apuesta de alto riesgo y en segundo lugar por el rechazo manifiesto de Josep Antoni Duran i Lleida a profundizar la ruta soberanista que uniría a CiU y ERC en este hipotético gobierno de coalición.
Duran se sabe fuera de lugar en todas partes. En Madrid ha perdido influencia su figura, para Mas se ha convertido en un escollo político y dentro de Unió también se siene discutido por su relación con los viejos tiempos del “café para todos”. Peor ahora, cuando Rajoy ya no tiene ni café para servir en La Moncloa.
Convergentes y unionistas lucen más distanciados que nunca tras el batacazo electoral. Sobre todo luego que el alcalde de Vic, Josep Maria Vila d'Abadal, haya entrado en escena rompiendo la disciplina partidaria de Unió y desautorizando públicamente a Duran. Lo que nos obliga a imaginar un probable rebautizo de la agrupación democristiana, que pasaría a llamarse Desunió. Y entonces CiU también sería CiD. Aunque estas serían meras especulaciones...
Lo cierto es que formar un gobierno estable, para Artur Mas se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza.
El capital a administrar durante los próximos años se asemeja más a un lastre oxidado y de amplia envergadura que a un tesoro resplandeciente y tentador. Las cuentas de la Generalitat arden en rojo incandescente, campea el impago en todas sus dependencias públicas y pese a las fabulosas tijeras empleadas durante el último gobierno de CiU, el déficit luce lejos de estar controlado.
Difícilmente Junqueras quiera sentirse cómplice de una profundización en las políticas de austeridad durante un segundo mandato de Artur Mas. Sabemos bien que el camino trazado desde Berlín (no... perdón... he querido decir Bruselas) tenderá a endurecerse en un futuro próximo. En Portugal, los ciudadanos ya pagan 20 euros por la atención sanitaria en el servicio de urgencias y 5 por una consulta normal al médico de cabecera. ¿Cuánto tardará el gobierno de Rajoy en aceptar estas mismas condiciones para el pueblo español cuando tenga que solicitar un segundo rescate? Y luego... ¿cuándo reclamará la aplicación de estas medidas restrictivas a nivel autonómico? Estas dudas, más que razonables, son las que dinamitan cualquier noble tentación de integrar un gobierno ahora mismo. Cuando Junqueras nos advierte sobre los tiempos difíciles que vendrán, nos está alertando sobre este tipo de escenarios impuestos en un futuro demasiado cercano.
La construcción de un nuevo gobierno sólido que conduzca a Catalunya hacia una independencia pacífica, ordenada, solidaria y con justicia social no parece un camino de rosas. Ni siquiera un resultado electoral acorde al apetito mayoritario de Mas lo hubiera garantizado. Es indudable que el acierto y el buen tino serán ingredientes decisivos para los creativos políticos que consigan ensamblar el nuevo andamiaje que nos gobernará los próximos cuatro años.
ARTURITO 2.0 o como quieran bautizarle, podría ser el ensamblaje resultante de un legítimo esfuerzo para alcanzar el entendimiento entre dos fuerzas recientemente muy enfrentadas y en constante pugna por un electorado en común. Los soberanistas CiU y ERC deberían asumir la enorme responsabilidad de conducir la voluntad de este pueblo con el máximo respeto imaginable. Atendiendo al mismo tiempo, las necesidades urgentes devenidas de la debacle económica, los desacuerdos constantes con el poder en Madrid y el deseo añejo de recuperar las riendas de un destino histórico. Pero ya se sabe que es de pueblos valientes fijarse objetivos titánicos.
La democracia en su esplendor, las encuestas al garete y la voluntad de un pueblo expresada en la magnífica diversidad de las urnas. Finalmente, el 25N resultó histórico, aunque no estrictamente ceñido al guión que Mas imaginara.
Parece mentira, pero CiU solo perdió algo menos de 100mil votantes con respecto a los resultados de las elecciones en 2010. Para un gobierno que en menos de dos años batió unos cuantos records en materia de recortes sociales, mantener su caudal de votos podría ser considerado como milagroso. Por lo tanto, el enfado escenificado de Duran i Lleida con ARTURITO 2.0 no está tan justificado como algunos quieren creer.
Es evidente que desde Convergència erraron el cálculo pre-electoral, porque si no jamás hubieran puesto en riesgo la docena de escaños perdidos. Pero también es cierto que seguir pactando con Alicia Camacho hubiera terminado con las legítimas aspiraciones de Artur Mas a un segundo mandato. Es decir, que si bien el adelanto de las elecciones les ha restado fortaleza propia en el Parlament, a su vez les ha hecho ganar dos años más de gobierno, estirando la fecha de caducidad del 2014 hasta el 2016.
Una algarabía generalizada
Exceptuando al candidato López Tena de la malograda coalición independentista Solidaritat (condenada a una extinción inminente), todas las fuerzas políticas votadas tuvieron su razón destacable y particular para festejar los resultados de los comicios recientes.
Artur Mas salió al balcón del céntrico Hotel Majestic para recibir una ovación reparadora. La lejana mayoría absoluta no amedrentó a sus simpatizantes, que aunque no eran demasiado numerosos, supieron aprovechar la ocasión para recordarle al candidato más votado sus deseos de una Catalunya independiente. Un pedido que no encontró un eco contundente por parte del president en funciones.
En contrapartida, el republicano Oriol Junqueras lució más contenido que nunca, midió sus palabras al milímetro y habló de los tiempos difíciles que vendrán. La algarabía de sus seguidores ofrecía un fuerte contraste con la actitud serena y pensativa del candidato del partido más beneficiado por los resultados de estas elecciones.
La fórmula Mas-Junqueras disgusta a Duran i Lleida. |
Alicia Sánchez Camacho festejó con una impostada sonrisa de dientes apretados la llegada del nuevo diputado españolista del PPC al Parlament. Seguramente aún le costaba digerir que los más españolistas que el PP de Ciutadans le hayan birlado nueve asientos en el hemiciclo lindante al zoo de la ciudad. Vaya animalada...
En la sede de ICV, los ecosocialistas liderados por Joan Herrera se mostraron eufóricos luego de ganar tres nuevos parlamentarios para su bancada, un espacio opositor a las políticas oficiales de austeridad extrema que ahora podría contar con la supuesta complicidad de los tres flamantes diputados de la contestataria CUP. 13+3=16 o no tanto, porque las ciencias exactas nunca serán el lado fuerte de los políticos.
Tal como se preveía, Pere Navarro se estrelló en caída libre con el suelo de votantes del PSC. “Hemos tocado fondo”, dijo sonriente el peor candidato en la historia reciente de este partido, quien también optó por ver el vaso medio lleno. Insólito pero real, lo único que queda claro es que en la clase política catalana reina la felicidad o que todos son unos grandes actores.
La cuestión es cómo gobernar.
La voluntad de un pueblo variopinto constatada la mañana del 26N, ha italianizado el Parlament catalán, en la opinión de muchos expertos. ¿Comparación antojadiza? No, sencillamente es así por las dificultades que encontrará la primera fuerza elegida para conformar un gobierno fuerte y cohesionado que consiga cumplir su mandato íntegramente. Un fenómeno bastante habitual en las últimas décadas y que ha conducido a los italianos a celebrar elecciones anticipadas con pasmosa regularidad.
Postergado ya el sueño desproporcionado de la mayoría absoluta excepcional, Artur Mas ha comenzado a dialogar con Oriol Junqueras en pos de integrar a Esquerra en el gabinete de su segundo gobierno. Una tarea que no destaca por su sencillez, más bien todo lo contrario. En primer término por el terror que invade a Junqueras tan solo al pensar en el rédito político que podría dilapidar en esta apuesta de alto riesgo y en segundo lugar por el rechazo manifiesto de Josep Antoni Duran i Lleida a profundizar la ruta soberanista que uniría a CiU y ERC en este hipotético gobierno de coalición.
Duran se sabe fuera de lugar en todas partes. En Madrid ha perdido influencia su figura, para Mas se ha convertido en un escollo político y dentro de Unió también se siene discutido por su relación con los viejos tiempos del “café para todos”. Peor ahora, cuando Rajoy ya no tiene ni café para servir en La Moncloa.
Convergentes y unionistas lucen más distanciados que nunca tras el batacazo electoral. Sobre todo luego que el alcalde de Vic, Josep Maria Vila d'Abadal, haya entrado en escena rompiendo la disciplina partidaria de Unió y desautorizando públicamente a Duran. Lo que nos obliga a imaginar un probable rebautizo de la agrupación democristiana, que pasaría a llamarse Desunió. Y entonces CiU también sería CiD. Aunque estas serían meras especulaciones...
Lo cierto es que formar un gobierno estable, para Artur Mas se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza.
El capital a administrar durante los próximos años se asemeja más a un lastre oxidado y de amplia envergadura que a un tesoro resplandeciente y tentador. Las cuentas de la Generalitat arden en rojo incandescente, campea el impago en todas sus dependencias públicas y pese a las fabulosas tijeras empleadas durante el último gobierno de CiU, el déficit luce lejos de estar controlado.
Difícilmente Junqueras quiera sentirse cómplice de una profundización en las políticas de austeridad durante un segundo mandato de Artur Mas. Sabemos bien que el camino trazado desde Berlín (no... perdón... he querido decir Bruselas) tenderá a endurecerse en un futuro próximo. En Portugal, los ciudadanos ya pagan 20 euros por la atención sanitaria en el servicio de urgencias y 5 por una consulta normal al médico de cabecera. ¿Cuánto tardará el gobierno de Rajoy en aceptar estas mismas condiciones para el pueblo español cuando tenga que solicitar un segundo rescate? Y luego... ¿cuándo reclamará la aplicación de estas medidas restrictivas a nivel autonómico? Estas dudas, más que razonables, son las que dinamitan cualquier noble tentación de integrar un gobierno ahora mismo. Cuando Junqueras nos advierte sobre los tiempos difíciles que vendrán, nos está alertando sobre este tipo de escenarios impuestos en un futuro demasiado cercano.
La construcción de un nuevo gobierno sólido que conduzca a Catalunya hacia una independencia pacífica, ordenada, solidaria y con justicia social no parece un camino de rosas. Ni siquiera un resultado electoral acorde al apetito mayoritario de Mas lo hubiera garantizado. Es indudable que el acierto y el buen tino serán ingredientes decisivos para los creativos políticos que consigan ensamblar el nuevo andamiaje que nos gobernará los próximos cuatro años.
ARTURITO 2.0 o como quieran bautizarle, podría ser el ensamblaje resultante de un legítimo esfuerzo para alcanzar el entendimiento entre dos fuerzas recientemente muy enfrentadas y en constante pugna por un electorado en común. Los soberanistas CiU y ERC deberían asumir la enorme responsabilidad de conducir la voluntad de este pueblo con el máximo respeto imaginable. Atendiendo al mismo tiempo, las necesidades urgentes devenidas de la debacle económica, los desacuerdos constantes con el poder en Madrid y el deseo añejo de recuperar las riendas de un destino histórico. Pero ya se sabe que es de pueblos valientes fijarse objetivos titánicos.
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