Escribe Marcelo Espiñeira.
No es ningún descubrimiento que la historia política argentina está atravesada por los personalismos. Si tomamos como referencia al último siglo, el único con participación democrática de los ciudadanos, la figura del General Perón se erige como máximo exponente de una nutrida colección de movimientos (más o menos populares) signados por el fervor que despiertan los liderazgos personalistas. Así como el peronismo basó su éxito en la redención de una inmensa clase trabajadora sin apenas acceso al consumo, nunca se definió si su ideario estaba apoyado en la izquierda, en la derecha o en el centro. Más bien, podríamos decir que la estampa del caudillo terminó aglutinando a políticos de la más diversa extracción social e ideales completamente opuestos. De la misma manera, los líderes peronistas posteriores a la muerte del guía, casi siempre han terminado por fundar un nuevo y heterogéneo -ismo . Menem y Kirchner sean acaso los ejemplos más cabales en este sentido.
Tanto uno como el otro, en su momento accedieron al poder sin un discurso claro y contundente sobre sus programas de gobierno. La gran fe que siempre ha despertado la imagen de Evita, la habilidad para tejer alianzas electorales inverosímiles o el clientelismo político circunstancial, han jugado un rol fundamental en la senda invencible del peronismo post-Perón. Muchas veces se ha oído decir que Argentina es un país peronista, y esta confusa idea (¿si es que algo pudiera significar?) acaba confirmándose en las urnas una y otra vez.
Lo cierto es que entre los mismos peronistas o herederos de Perón, la lucha por el poder es encarnizada. Si el sendero para acceder al poder está delimitado por sentirse peronista, tampoco está circunscrito a esta única condición. Termina ganando el peronista que mejor conecta con el tiempo que se vive. Y aquí es donde entra en juego el deporte predilecto de los políticos argentinos de las últimas tres décadas: la demoscopia.
No es ningún descubrimiento que la historia política argentina está atravesada por los personalismos. Si tomamos como referencia al último siglo, el único con participación democrática de los ciudadanos, la figura del General Perón se erige como máximo exponente de una nutrida colección de movimientos (más o menos populares) signados por el fervor que despiertan los liderazgos personalistas. Así como el peronismo basó su éxito en la redención de una inmensa clase trabajadora sin apenas acceso al consumo, nunca se definió si su ideario estaba apoyado en la izquierda, en la derecha o en el centro. Más bien, podríamos decir que la estampa del caudillo terminó aglutinando a políticos de la más diversa extracción social e ideales completamente opuestos. De la misma manera, los líderes peronistas posteriores a la muerte del guía, casi siempre han terminado por fundar un nuevo y heterogéneo -ismo . Menem y Kirchner sean acaso los ejemplos más cabales en este sentido.
Tanto uno como el otro, en su momento accedieron al poder sin un discurso claro y contundente sobre sus programas de gobierno. La gran fe que siempre ha despertado la imagen de Evita, la habilidad para tejer alianzas electorales inverosímiles o el clientelismo político circunstancial, han jugado un rol fundamental en la senda invencible del peronismo post-Perón. Muchas veces se ha oído decir que Argentina es un país peronista, y esta confusa idea (¿si es que algo pudiera significar?) acaba confirmándose en las urnas una y otra vez.
Lo cierto es que entre los mismos peronistas o herederos de Perón, la lucha por el poder es encarnizada. Si el sendero para acceder al poder está delimitado por sentirse peronista, tampoco está circunscrito a esta única condición. Termina ganando el peronista que mejor conecta con el tiempo que se vive. Y aquí es donde entra en juego el deporte predilecto de los políticos argentinos de las últimas tres décadas: la demoscopia.
El político argentino, Sergio Massa. |
Luego de años de pelear por tener los mejores encuestadores en plantilla, a los Kirchner se les ocurrió que sería bueno celebrar elecciones partidarias abiertas y obligatorias (las llamadas PASO), justo un par de meses antes de las elecciones reales, aquellas que determinan ciertamente quien gobernará o legislará. En las PASO, todos los argentinos expresan su voto escogiendo entre los diferentes candidatos propuestos y además, brindando una encuesta definitiva sobre los posibles resultados de las elecciones venideras.
Las PASO, además de duplicar el gasto público en comicios y anticipar la suerte del gobernante de turno, también concede un pequeño período de tiempo para ajustar el mensaje a los electores. La demoscopia en estado puro. Si el apoyo es evidente, se surfean las polémicas innecesarias en los medios y se aguarda el triunfante porvenir. Pero, si el escrutinio es negativo, se dictan nuevos decretos a las apuradas, cueste lo que cueste, en tren de recuperar el terreno cedido.
Las últimas PASO celebradas en agosto pasado, dejaron a la presidenta Cristina en offside. Nuevas figuras post-kirchneristas irrumpieron con suficiente empuje como para preocupar al gobierno. El caso más notable ha sido el del bonaerense Sergio Massa, escindido del riñón K y ahora aliado al Grupo Clarín, este alcalde es un viejo conocido para la mayoría. Otros peronistas disidentes también se hicieron notar, como dando a entender que la herencia del General está intacta, siempre lista para gobernar y quizás, interpretando mejor el momento que otros. Porque al fin y al cabo, de eso se trata la política en Argentina.
Estimado para escribir estas sandeces mejor el silencio.
ResponderEliminarSi para usted, la organizacion de primerias, en un pais en que no se dan son solo auscultaciones populistas, dificilmente habra de ver la enorme reforma politica que organiza.
Si no se toma el tiempo de estudiar el peronismo, no lo sintetice en un inefable.
Si no puede encontrar diferencias entre presidentes que llegaron a la decena de años en sus gobiernos, no ve que tiene para decir
Saludos, Jorge
Lo que aún no entiendo es como esta revista puede estar en un consulado, se ve para donde va su tinta. Me Comparto con Anónimo del 27 de septiembre y lamento dar a conocer en mis medio web semejante desperpento per es necesario mostrar cosas que tan mal hacen a la democracia, el buen gusto y por sobre todo la verdad. Una pena que usen un medio así para confundir y entorpecer el camino de libertad que hay en Argentina.
ResponderEliminarSeguramente los anteriores ignoraban el término que titula el artículo. Todo timador necesita saber qué quiere oir su víctima. Ése es el mejor ángulo para interpretar el 'movimiento' al que refiere. Pero para simplificar siga el consejo de Borges y resúmalos en una palabra: "Incorregibles" (que usaba en público) o "Hampones"...
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