Una crítica de Lilian Rosales de Canals.
Shotgun Stories (2007) es la ópera prima del director Jeff Nichols que marcó el inicio de un innovador cine negro y echó las bases de una estética, un modo de narrar y explorar la condición humana, edificando su corta y magnífica carrera cinematográfica. Mientras escudriña en las pasiones y los sentimientos más bajos de forma íntima y pausada, el autor en sus obras abandona la excesiva violencia pero también la pacata moral, aspectos presentes en Take Shelter (2011), su galardonado thriller pero también en Mud, su última producción. En ella destaca el empleo de un moderado tono narrativo al que subyacen, intensas pero contenidas emociones. Y aunque resulte en apariencia una historia diferente a sus predecesoras, podría afirmar que se trata de una continuidad en el ejercicio de exploración hacia el interior de sus personajes, iniciado en 2007 desde el drama.
Nichols, abocado a la observación de los conflictos humanos desde las diversas perspectivas y géneros que ha abordado su obra, analiza temores y obsesiones al tiempo que imprime un grado magnífico de sutileza a las grandes perturbaciones emocionales de sus personajes. Este es el carácter de la firma del autor que parece destacar con maestría mediante el inmejorable casting, el sonido envolvente y el acertado tratamiento de la imagen, para en esta ocasión revelar en Mud esa instantánea de su Arkansas natal, auténtica y viva, pobre y hostil sin llegar a ser sórdida, primitiva sin hurgar en nuestro rechazo. En Mud queda desvelado un pequeño rincón geográfico de los EEUU, contrapuesto a la América de la opulencia ya desgastada por Hollywood, que aplaca así nuestra demanda de narraciones creíbles y personajes normales. En Mud, los chicos llaman la atención porque, aun cuando viven circunstancias extrañas, son comunes e inocentes.
Mitológica inspiración
El autor, que bebe con entusiasmo de la mitología de Mark Twain, teje fantásticamente esta historia de iniciación y aventuras, con el espíritu del sur presente en Huckleberry Finn y Tom Sawyer, donde el romanticismo del metafórico Mississippi guía a dos inseparables chicos Ellis (Tye Sheridan) y Neckbone (Jacob Lofland), a bordo de una destartalada balsa hasta el sucio Matthew McConaughey, un náufrago en una isla desierta. El excéntrico y misterioso fugitivo cautiva a los pequeños mediante el Colt 45 que lleva en el cinturón y unos mágicos pertrechos (camisa de la suerte y serpiente tatuada en el torso) hasta acabar enredándolos en una trama de venganza y traición.
El film tiene una cautivante belleza en la gran pantalla y evoca, no sólo la narración del siglo XVII, sino al relato tenso pero emotivo de Robert Redford en El río de la Vida (1992).
Cine de hombres
Al igual que en sus anteriores trabajos, emplea los paisajes naturales de Estados Unidos como símbolo de las pérdidas que padecen sus personajes: mientras que en Take Shelter las bandadas de pájaros y los fenómenos naturales identificaban el deterioro mental del protagonista, en Mud el poderoso rio aparece entonces en un segundo plano dialógico narrando la pérdida de ilusiones de sus protagonistas, como arrastradas por la corriente.
En el cine de Jeff Nichols las figuras centrales son hombres y esta no es la excepción. En Mud da vida a los diversos personajes masculinos para describir el proceso de formación de roles en un adolescente sin someternos a explícitas reflexiones. El pequeño Ellis se encuentra entonces frente a un mundo eminentemente masculino de figuras opuestas y complementarias. Un padre realista y responsable. Un nuevo amigo aventurero y misterioso. El tío de Neckbone (Michael Shannon), noble, mujeriego y divertido, y el viejo Tom Blankenship (Sam Shepard), un solitario a quien moverá el inesperado amor filial.
Shotgun Stories (2007) es la ópera prima del director Jeff Nichols que marcó el inicio de un innovador cine negro y echó las bases de una estética, un modo de narrar y explorar la condición humana, edificando su corta y magnífica carrera cinematográfica. Mientras escudriña en las pasiones y los sentimientos más bajos de forma íntima y pausada, el autor en sus obras abandona la excesiva violencia pero también la pacata moral, aspectos presentes en Take Shelter (2011), su galardonado thriller pero también en Mud, su última producción. En ella destaca el empleo de un moderado tono narrativo al que subyacen, intensas pero contenidas emociones. Y aunque resulte en apariencia una historia diferente a sus predecesoras, podría afirmar que se trata de una continuidad en el ejercicio de exploración hacia el interior de sus personajes, iniciado en 2007 desde el drama.
Nichols, abocado a la observación de los conflictos humanos desde las diversas perspectivas y géneros que ha abordado su obra, analiza temores y obsesiones al tiempo que imprime un grado magnífico de sutileza a las grandes perturbaciones emocionales de sus personajes. Este es el carácter de la firma del autor que parece destacar con maestría mediante el inmejorable casting, el sonido envolvente y el acertado tratamiento de la imagen, para en esta ocasión revelar en Mud esa instantánea de su Arkansas natal, auténtica y viva, pobre y hostil sin llegar a ser sórdida, primitiva sin hurgar en nuestro rechazo. En Mud queda desvelado un pequeño rincón geográfico de los EEUU, contrapuesto a la América de la opulencia ya desgastada por Hollywood, que aplaca así nuestra demanda de narraciones creíbles y personajes normales. En Mud, los chicos llaman la atención porque, aun cuando viven circunstancias extrañas, son comunes e inocentes.
El director Jeff Nichols. |
El autor, que bebe con entusiasmo de la mitología de Mark Twain, teje fantásticamente esta historia de iniciación y aventuras, con el espíritu del sur presente en Huckleberry Finn y Tom Sawyer, donde el romanticismo del metafórico Mississippi guía a dos inseparables chicos Ellis (Tye Sheridan) y Neckbone (Jacob Lofland), a bordo de una destartalada balsa hasta el sucio Matthew McConaughey, un náufrago en una isla desierta. El excéntrico y misterioso fugitivo cautiva a los pequeños mediante el Colt 45 que lleva en el cinturón y unos mágicos pertrechos (camisa de la suerte y serpiente tatuada en el torso) hasta acabar enredándolos en una trama de venganza y traición.
Los tres protagonistas de Mud. Los jovenes Lofland y Sheridan, junto a McConaughey. |
Cine de hombres
Al igual que en sus anteriores trabajos, emplea los paisajes naturales de Estados Unidos como símbolo de las pérdidas que padecen sus personajes: mientras que en Take Shelter las bandadas de pájaros y los fenómenos naturales identificaban el deterioro mental del protagonista, en Mud el poderoso rio aparece entonces en un segundo plano dialógico narrando la pérdida de ilusiones de sus protagonistas, como arrastradas por la corriente.
En el cine de Jeff Nichols las figuras centrales son hombres y esta no es la excepción. En Mud da vida a los diversos personajes masculinos para describir el proceso de formación de roles en un adolescente sin someternos a explícitas reflexiones. El pequeño Ellis se encuentra entonces frente a un mundo eminentemente masculino de figuras opuestas y complementarias. Un padre realista y responsable. Un nuevo amigo aventurero y misterioso. El tío de Neckbone (Michael Shannon), noble, mujeriego y divertido, y el viejo Tom Blankenship (Sam Shepard), un solitario a quien moverá el inesperado amor filial.
El joven actor Tye Sheridan. |
El actor fetiche de este autor, Michael Shannon (Galen) aparece esta vez en un papel corto pero bien logrado, dejando toda la atención a la reconfiguración más hábil de Matthew McConaughey, una de las mejores y más inteligentes interpretaciones de su carrera, y para los todavía debutantes Tye Sheridan y Jacob Lofland. Mientras Sheridan ya nos había sorprendido durante su aparición en El Árbol de la vida de Terrence Malick, Lofland es un total descubrimiento. Un chico local sacado de la oscuridad de Arkansas gracias a una convocatoria en la prensa local para el papel en el que ha ajustado a medida. En ambos casos, son llamados a convertirse en extraordinarios talentos en manos de sensibles directores.
Aunque el autor parece relegar a las actrices a papeles secundarios, es evidente que no resultan menos importantes en el desarrollo de sus tramas. Las excelentes actuaciones de Sarah Paulson como Mary Lee y Reese Witherspoon como Juniper, hacen posible el magnífico despliegue actoral de esta puesta en escena.
La actriz Reese Witherspoon en una escena de Mud. |
Pocas producciones, muchas expectativas
Pocos aspectos parecen estar fuera de lugar en este film. Posiblemente el único sea un truculento e innecesario tiroteo con el que prácticamente termina la narración. Todos sus elementos confabulan en un producto redondo y equilibrado atravesado por una excelente banda sonora a cargo del compositor David Wingo, caracterizada por la prevalencia del melancólico folk capaz de describir aquel paisaje tremendamente rudo enfrentado a la fragilidad interior de sus protagonistas.
Con estos elementos el autor se aproxima a la mirada de un adolescente, en esa justa frontera entre la infancia despreocupada y la adolescencia masculina, mientras despide a la inocencia, descubre el enfoque adulto y la complejidad de sus razonamientos.
Jeff Nichols con tan solo tres producciones cinematográficas a sus espaldas va cautivando a la audiencia y a la crítica por sobradas razones. El talento visual de este que expresa a la hora de crear atmósferas, su inmejorable capacidad como director de actores, narrador de historias rurales y dramas humanos, le distinguen con un sello identitario que va sembrado grandes expectativas.
El veterano Sam Shepard en Mud. |
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