Escribe Marcelo Espiñeira.
El clima electoral de una gran potencia como es EEUU también posee tintes de burbuja alejada de lo que sucede fronteras afuera. Como paradigma de esta idea aparece la antipatía personalizada en el candidato republicano Donald Trump que adopta una actitud abiertamente beligerante contra las importantes minorías que pueblan la gran nación del norte. En el discurso xenófobo de Trump, los mexicanos residentes en EEUU se convierten en seres bastante despreciables que deberían estar más cerca de una expulsión inmediata antes que formando parte del tejido social de un país hecho por inmigrantes. La barbarie más inmunda se apodera de la argumentación de un magnate inmobiliario puesto a político que pretende explotar los tópicos nacidos en el ala más radical de los Repueblicanos tras algunas medidas de tono solidario propulsadas por el gobierno de Barack Obama, como la del sistema médico garantizado para algunos millones de ciudadanos norteamericanos aplastados por la gran crisis (Obamacare). Así, los antivalores más prominentes del capitalismo afloran en la sombría figura de un hombre que defiende los rifles como religión o el indudable predominio del hombre blanco sobre todos los demás en América.
Por fortuna para todos, también para aquellos que no somos norteamericanos, esta infamia personalizada en el candidato que lidera los sondeos para las primarias del Partido Republicano podría ser tan solo la cara sombría de una nación que también es capaz de ofrecernos soluciones concebidas desde el respeto mutuo. Entonces, en las antípodas del malvado Trump podemos encontrar al interesantísimo discurso de un septuagenario senador sin pelos en la lengua, el candidato demócrata Bernie Sanders.
Bernie Sanders ha provocado
giros hacia la izquierda
en el discurso de Hillary Clinton,
la candidata de excelentes relaciones
con el mundillo de las finanzas.
Exalcalde de Burlington, la ciudad más poblada de Vermont, por tres períodos desde 1981 hasta 1990 en que fuera elegido para representar a su estado en el Senado americano, Sanders representa el ala izquierda dentro del Partido Demócrata de Barack Obama o Hillary Clinton. No oculta su devoción por el último socialista estadounidense que compitiera por la presidencia en 1920, Eugene Debs, y que obtuviera cerca de un millón de votos (6%). Como tampoco elude la crítica más apasionada de una economía que considera amañada y un sistema político corrompido por los multimillonarios de su país.
El clima electoral de una gran potencia como es EEUU también posee tintes de burbuja alejada de lo que sucede fronteras afuera. Como paradigma de esta idea aparece la antipatía personalizada en el candidato republicano Donald Trump que adopta una actitud abiertamente beligerante contra las importantes minorías que pueblan la gran nación del norte. En el discurso xenófobo de Trump, los mexicanos residentes en EEUU se convierten en seres bastante despreciables que deberían estar más cerca de una expulsión inmediata antes que formando parte del tejido social de un país hecho por inmigrantes. La barbarie más inmunda se apodera de la argumentación de un magnate inmobiliario puesto a político que pretende explotar los tópicos nacidos en el ala más radical de los Repueblicanos tras algunas medidas de tono solidario propulsadas por el gobierno de Barack Obama, como la del sistema médico garantizado para algunos millones de ciudadanos norteamericanos aplastados por la gran crisis (Obamacare). Así, los antivalores más prominentes del capitalismo afloran en la sombría figura de un hombre que defiende los rifles como religión o el indudable predominio del hombre blanco sobre todos los demás en América.
Por fortuna para todos, también para aquellos que no somos norteamericanos, esta infamia personalizada en el candidato que lidera los sondeos para las primarias del Partido Republicano podría ser tan solo la cara sombría de una nación que también es capaz de ofrecernos soluciones concebidas desde el respeto mutuo. Entonces, en las antípodas del malvado Trump podemos encontrar al interesantísimo discurso de un septuagenario senador sin pelos en la lengua, el candidato demócrata Bernie Sanders.
Bernie Sanders ha provocado
giros hacia la izquierda
en el discurso de Hillary Clinton,
la candidata de excelentes relaciones
con el mundillo de las finanzas.
Exalcalde de Burlington, la ciudad más poblada de Vermont, por tres períodos desde 1981 hasta 1990 en que fuera elegido para representar a su estado en el Senado americano, Sanders representa el ala izquierda dentro del Partido Demócrata de Barack Obama o Hillary Clinton. No oculta su devoción por el último socialista estadounidense que compitiera por la presidencia en 1920, Eugene Debs, y que obtuviera cerca de un millón de votos (6%). Como tampoco elude la crítica más apasionada de una economía que considera amañada y un sistema político corrompido por los multimillonarios de su país.
El senador de Vermont representa el ala izquierda del Partido Demócrata americano. |
El senador de Vermont es el principal competidor de la favorita Hillary Clinton en las primarias del partido. Con un discurso desinhibido y mordaz se llevó el agua a su molino en los debates televisados de noviembre pasado y su gran apuesta pasaría por fomentar una participación inédita de ese electorado dormido que ocupa una gran porción en el padrón norteamericano. La denuncia de Sanders contra políticas nacidas en Wall Street que acaban por agotar las fuerzas de la mayoría a favor de unos pocos está calando de manera evidente entre una nueva clase de blancos empobrecidos por la gran crisis.
Los analistas han advertido que Sanders ha provocado no pocos giros hacia la izquierda en el discurso de Hillary Clinton, la candidata con excelentes relaciones en el mundillo de las finanzas. Pero nadie da por descontado el triunfo final de la exsecretaria de Estado ya que el viejo senador compite en serio. Tanto es así que ha rechazado financiar su campaña con aportes de compañías multinacionales. Sanders solo ha aceptado cheques de 30 dólares aportados por ciudadanos corrientes y ha sido un éxito de recaudación. Sus mítines arrastran multitudes de manera espontánea y mucho recuerdan la movilización que consiguiera el candidato Obama a finales de 2008.
Sobre Obama, Sanders dice que siempre lo ha apoyado pero cree que ha sido extremadamente blando con los responsables de la crisis: "El pueblo estadounidense fue aplastado por la avaricia y la conducta ilegal de Wall Street y lógicamente quería justicia. Pero no la ha tenido. ¿qué se supone que el presidente debería haber hecho? En su primer día de mandato debería haber nombrado un comité especial para investigar los crímenes de Wall Street. Moverse de manera rápida, y si estas personas eran encontradas culpables, pues a la cárcel. Nadie en América está por encima de la ley. ¿Es eso lo que dijo Barack Obama? Mmm, no del todo".
El candidato Sanders ha conseguido movilizar un electorado harto de los privilegios de unos pocos. |
Sanders sabe que derrotaría (según las encuestas) a Donald Trump en un enfrentamiento directo y también que los republicanos suelen acabar venciendo en las urnas cuando el electorado menos se moviliza. Este argumento lo utiliza para cargar contra la candidatura de Hillary Clinton que posee un lenguaje menos radical pero también menos esperanzador para los nuevos pobres que tanto adoran al senador de Vermont. Lo curioso es que Clinton vence claramente en los sondeos a Sanders pero no tanto en su cruce contra los candidatos republicanos, al contrario que Sanders que derrotaría con claridad a cualquier candidato republicano.
Este demócrata socialista presenta un programa solidario basado en el impulso de las energías verdes y el abandono de los combustibles fósiles, la ampliación del programa de salud universal de Obama, la despenalización de la marihuana, la revisión del sistema judicial relacionado con la tenencia de drogas en pequeñas cantidades, el indulto de presos no violentos con cargos por posesión de pequeñas cantidades de sustancias prohibidas, el limite del acceso a las armas de guerra para la población en general, la integración definitiva de los inmigrantes irregulares y un giro absoluto en la relación de la Casa Blanca con Wall Street. En este sentido, Sanders buscaría acabar con la fusión de los grandes bancos, a los que considera un verdadero peligro por el tamaño descomunal que han alcanzado algunas de estas entidades. La misma razón que habría forzado su salvataje con dinero público en 2009. Si un banco es muy grande, el gobierno no puede permitir su eventual quiebra, entonces si estos gigantes no pueden quebrar, pues nos volverán a estafar tarde o temprano. Esta visión del mundillo financiero puede sonar muy revolucionaria en EEUU pero recibe el inédito apoyo de millones de desahuciados por un sistema que ha dado señales inequívocas de estar corrupto.
Bernie Sanders y Hillary Cliton tras un debate televisivo. |
"Hoy en día este país se enfrenta a una crisis extraordinaria en términos de cambio climático, la desigualdad en los ingresos y el reparto de la riqueza, en términos de un sistema político que ahora es corrupto y nos está llevando hacia la oligarquía, en términos del colapso de la clase media. Somos el país con el mayor número de personas encarceladas del mundo; y nuestra política de inmigración está completamente rota. No creo que los políticos del establishment vayan a abordar estas cuestiones, por eso todavía estoy en política con 75 años" resume con ilusión el viejo Sanders, al tiempo que Trump promueve levantar una muralla vigilada con drones armados al sur de California o la prohibición de entrada a toda persona de fe musulmana.
Cuando el senador de Vermont habla de oligarquía se refiere exactamente al poder que una sola familia puede acumular con sus aportes millonarios en una campaña presidencial tan trascendental como la norteamericana. "Los hermanos Koch y sus amigos se gastarán más dinero en esta campaña que el Partido Demócrata o el Partido Republicano. Una sola familia. Eso es la oligarquía y creo que esto solo puede empeorar" denuncia Sanders en una entrevista con la revista Rolling Stone americana. Vale aclarar que los referidos son los dueños de Koch Industries, la segunda compañía privada más grande en EEUU y también responsables de think tanks tan influyentes como el Cato Institute o la Heritage Foundation. Entidades que suelen marcar la agenda de buena parte de las políticas públicas norteamericanas con informes científicos y permanentes reportes que acaban ampliamente difundidos en prensa.
La jaula de oro que ha sabido construir un grupo de millonarios alrededor del Congreso y la Casa Blanca es objeto reiterado de las críticas de Sanders. Aunque con la denuncia de estas tramas el candidato se expone a ser tomado como un traidor a la patria o un paranoico irrecuperable. Lo cierto es que cuando Sanders habla parece sentir sus palabras con el cuerpo y aquellos que lo han conocido en las tranquilas calles de Burlington también son sus incondicionales. A propósito de esto, Hillary Clinton lo ha acusado de pueblerino por algunas de sus propuestas relacionadas con el establecimiento de un pago mínimo de 15 dólares por hora trabajada.
Seguro menos urbano que Hillary Clinton pero probablmente mucho más humano, parece ser la apreciación de muchos norteamericanos desencantados que han apoyado a Bernie Sanders durante la campaña. Uno de esos dirigentes que saben hacer aflorar la mejor cara de un pueblo que también sufre la desigualdad y el apremio de un sistema económico que se ha revelado injusto. Si su inspirador Eugene Debs acabó en prisión por oponerse a la participación de EEUU en la primera Guerra Mundial, nadie sabe ahora cómo acabará este viejo socialista en un país que podría ser gobernado por un loco que fomenta el miedo por los inmigrantes morenos o que quiere armar a sus ciudadanos con fusiles de guerra. Nadie puede saberlo, pero el fenómeno Sanders demuestra que existe otra América más allá de los Donald Trump.
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